Argentina: sin propuestas económicas serias, sólo queda detener el proyecto autocrático
Una economía como la argentina, con una gigantesco gasto público, una asfixiante presión tributaria...
Una economía como la argentina, con una gigantesco gasto público, una asfixiante presión tributaria, una legislación laboral que espanta al empresario a la hora de contratar personal, sin moneda ni mercado de capitales y con la confianza de los agentes económicos destruída luego de décadas de confiscaciones de ahorros en forma directa o vía impositiva, no está para esbozar ninguna fiesta de consumo. Más bien está para contar la verdad y prometer sangre, sudor y lágrimas.
La recesión que enfrenta actualmente el país es consecuencia de no haber comenzado con la implementación de reformas estructurales desde el 15 de diciembre de 2015. Muy mal aconsejados en materia de comunicación, decidieron no dar malas noticias, y mostrar a un país a punto de vivir una fiesta.
En términos estrictamente económicos, eso significó que el comentado gradualismo se limitara a financiar de otros modos la fiesta de consumo de la era K. Mientras en la era del kirchnerismo se estimulaba artificialmente el consumo consumiendo nuestros ahorros en las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), el stock de capital en reservas gasíferas, un sistema energético que se caía a pesados por falta de inversión y 12 millones de cabeza de ganado para tener, durante un tiempo, asado barato, por citar algunos ejemplos, Cambiemos optó por recurrir al endeudamiento externo.
El único gasto público que se bajó fue el del rubro subsidios económicos que se destinaban a tener tarifas públicas artificialmente baratas. Es decir que se aumentaron las tarifas de los servicios públicos pero, al mismo tiempo, no se redujeron los impuestos, con lo cual el grueso del ajuste recayó sobre el sector privado, el único que genera riqueza, mientras se mantenía intacto el gasto del Estado, que no genera riqueza sino que, muy por el contrario, consume la que genera el sector privado.
Todo el ajuste recayó, finalmente, sobre quienes producen, en lugar de proceder con el ajuste de aquellos que consumen sin producir, y que dicen hacerlo en nombre de la solidaridad social. El empleo público (nación, provincias y municipios) aumentó en más de 1,1 millones entre el primer trimestre de 2016 (primer dato después del apagón estadístico del INDEC, tras la intervención del kirchnerismo) y marzo de 2019, los planes sociales no se tocaron (seguimos teniendo tantos 'inválidos' laborales como en la era K) y, con un simple corte en la 9 de Julio, aparece el cheque para calmar a los extorsionadores que viven del trabajo ajeno.
Lo concreto es que lo que hizo Cambiemos fue seguir financiando un consumo artificialmente alto, es decir consumir por encima de lo que se genera de ingresos. La diferencia entre la era K y Cambiemos es, por estas horas, el consumo por encima del ingreso se financió con deuda externa, hasta que se acabó el financiamiento del exterior; entonces, hubo que recurrir al FMI, que estuvo dispuesto a financiar a tasas menores, pero también a financiar un consumo artificial menor al que se venía generando. De tal suerte que se ingresó en un proceso de caída del consumo, lo que se ha sumado a la sequía del año pasado. El golpe al sector agrícola por la sequía, sumado ello al menor financiamiento externo, hizo caer el nivel de actividad.
Propuestas mágicas
Aparece entonces Roberto Lavagna, declarando que hay que terminar con el ajuste, como si el sector público hubiese bajado un peso sus erogaciones, y ponerle plata a la gente en el bolsillo para que consuma, como si fuera tan sencillo. ¿Qué propone el ex ministro de Economía para ponerle plata en el bolsillo a la gente?
- Bajarle impuestos a las pequeñas y medianas empresas;
- Darle mayor poder adquisitivo a los trabajadores y jubilados;
- Bajar el impuesto a las ganancias para los trabajadores;
- Regular el mecanismo de ajuste de la cuota para aquellos que hayan tomado un crédito UVA;
- La devolución de impuestos a quienes compren con tarjeta de crédito y de débito;
- Aumentar las jubilaciones y el salario mínimo de los trabajadores.
La media docena de propuestas para ponerle plata en el bolsillo a la gente se dividen en una extraña combinación de reducción de impuestos (a las pymes, aunque no sabemos qué impuestos exactamente), al impuesto a las Ganancias de los trabajadores y devolución de impuestos a los que compren con tarjeta de crédito o débito. Pero, al mismo tiempo que propone bajar impuestos, también propone aumentar el gasto público: regular el aumento de los que tomaron créditos ajustables por UVA y aumentar jubilaciones.
Esto es como si a alguien no le alcanzara la plata para llegar a fin de mes y propusiera como salida a la situación deficitaria dejar de hacer horas extras (ganar menos) y aumentar los gastos. Esto es realmente insólito. El aspecto de los incrementos de salarios es puro voluntarismo, conforme el salario real depende de la productividad de la economía. A su vez, de ella dependen de la tasa de inversión, algo que no se visualiza posible con semejante menú de inconsistencias.
Corresponde aclarar que no tengo desacuerdos con la reducción de impuestos; más bien, al contrario: quien esto escribe es un ferviente defensor de esa propuesta. Sin embargo, lo que corresponde es reducir el gasto público porque, si se procede con reduccioens de impuestos sin reducir el gasto, la brecha fiscal será mayor, y habrá que financiarla de alguna manera, con: 1) emisión monetaria -lo cual generará inflación; 2) tomando más deuda interna -lo cual desplazará aún más al sector privado del mercado crediticio; 3) tomar más deuda externa, contradiciendo el discurso antiendeudamiento; o 4) cobrando más impuestos a otros sectores -con lo cual solo habría una transferencia de ingresos para que consuman o inviertan menos los que pagarán más impuestos y consuman más los que reciben ese aumento de carga tributaria.
Muy lejos de haber aprendido de la experiencia
En definitiva, las dos alianzas políticas con mayores chances parecen no haber aprendido nada de sus gestiones, en tanto se muestran dispuestos a seguir cometiendo los mismos errores. El kirchnerismo promete retornar a la fiesta de consumo de sus 12 años de gobierno, sabiendo que esa fiesta es irrepetible, en razón de que las condiciones actuales no son las mismas que imperaron entre 2003 y 2015. En este espectro, Alberto Fernández afirma que pondrá a la economía en marcha, pero sin decir de dónde obtendrá la energía.
Cambiemos continúa creyendo que solo cabe esperar a que pase la recesión, para que vuelvan a llover inversiones, por el sencillo hecho de que Mauricio Macri renueve su mandato.
Roberto Lavagna propone actos de magia; dice que pondrá dinero en los bolsillos del público, sacando un inexistente conejo de la galera, en medio del delirio de propuestas que requieren de mayoría en el congreso -y si es que se da el delirante escenario de que Lavagna triúnfe en las elecciones.
Una vez más, habrá que conformarse con frenar todo proyecto autoritario y comenzar a exigir, desde el inicio y sin concesiones, la implementación de reformas económicas necesarias para abandonar esta extendida decadencia.
Los ciudadanos argentinos ya se muestran están agotados y desilusionados frente a tanta improvisación política.
Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, y profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE. Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina). Publica regularmente en el reconocido sitio web Economía Para Todos.