Paraguay, igual que antes de la Revolución Francesa
Son numerosas las maneras de percatarse sobre cómo la representación del pueblo, enmarcada en...
30 de Junio de 2018
Son numerosas las maneras de percatarse sobre cómo la representación del pueblo, enmarcada en los principios del liberalismo republicano, en estos años y luego de la caída de la dictadura en la República del Paraguay, se está destruyendo, para hacer lugar a un sistema político sin principios y propuestas. Se asiste a esa política que ha devenido en politiquería, y que encumbra a los peores para, de ese modo, alzarse con un poder sobre el cual incluso los antiguos monarcas tendrían envidia.
Los representantes del pueblo ya no son tales. Amén de representarse a sí mismos y a sus seguidores que mantienen como adeptos -cuales bufones-, también está sucediendo en estos tiempos que la representación del pueblo es utilizada, financiada, malversada y con riquezas mal habidas, mediante el dinero de la gente que trabaja honestamente y se esfuerza diariamente en favor de sus familias y en pos de vivir en un país mejor.
Este panorama, en donde la dirigencia política se arroga y asigna privilegios resulta contraria a los valores de la sociedad libre, y se ha apropiado del dinero de los contribuyentes, quienes soportan sobre sus espaldas una pesada carga -ya intolerable. Más inmoral todavía es que en este proceso de redistribución del dinero que, de manera coercitiva, se ejecuta mediante una promoción de falsa democracia donde la mayoría manda, no solo es costosa e ineficiente, sino que también recae peligrosamente sobre los más pobres. Como es costumbre, los ciudadanos realmente menesterosos que ni siquiera cuentan con los servicios básicos de salud, agua potable, baños, agua corriente, electricidad y otros, que hacen finalmente al concepto de vivir en la sociedad políticamente organizada.
Esta ciertamente detestable y repudiable conducta de corrupción de parte de quienes dicen contar con la representación del pueblo, es demasiado similar a lo que, si se retrocediera en la historia, sucedía en aquellos días antes de llevarse a cabo la Revolución Francesa del año 1789. Panorama que perfectamente podría suscitarse en tiempos presentes, a partir de una rebelión contra aquellos que se burlan, mienten y roban al pueblo desde lujosas oficinas y a plena luz del día.
Sin exhibir el menor atisbo de vergüenza a partir del perjuicio provocado, los referentes de la dirigencia política se han vuelto insensibles ante los más nobles sentidos de comprensión y amor hacia el prójimo -actitud que nada comporta de distinto a una en la que se le roba el pan de la boca a niños. No se trata ya estrictamente de los privilegios en cupos de combustibles, teléfonos móviles y tanto más, entre los que se suma recientemente se ha conocido el seguro VIP médico, sino también de la obtención de exorbitantes jubilaciones en apenas dos períodos, y con el sesenta por ciento de lo percibido en concepto de dietas y gastos de representación. Nuevamente, todo ello en franca contraposición a la realidad cotidiana de hombres y mujeres de a pie, quienes obtienen sus jubilaciones tras sacrificarse por más de 35 años en sus respectivas actividades.
Asimismo, se asiste aquí a la declarada destrucción del nobilísimo concepto de la igualdad ante la ley. En oposición a lo que la barbarie describe como la supremacía del más fuerte, quienes usan y abusan del poder para arrogarse excesivos privilegios, se presenta la igualdad ante la ley, una de las únicas herramientas de la libertad para resguardar a la democracia constitucional de cara a la tentación de un inmediato mesías que, en cualquier momento, pudiere emerger con la idea de imponer el nuevo orden.
Asimismo, se asiste aquí a la declarada destrucción del nobilísimo concepto de la igualdad ante la ley. En oposición a lo que la barbarie describe como la supremacía del más fuerte, quienes usan y abusan del poder para arrogarse excesivos privilegios, se presenta la igualdad ante la ley, una de las únicas herramientas de la libertad para resguardar a la democracia constitucional de cara a la tentación de un inmediato mesías que, en cualquier momento, pudiere emerger con la idea de imponer el nuevo orden.
Si el Paraguay no ha de caer en dicha tentación mesiánica, la ciudadanía conformada por cada uno de sus habitantes habrá, entonces, de reconocer al Estado de derecho como aquel en el que rigen las leyes y normas generales e iguales para todos, sin interesar si el peso de la reprimenda cae sobre el más sabio o sobre el más ignorante, sobre el rico o sobre el pobre. Esta es, a la postre, la tradición de la libertad, allí donde las leyes son de aplicación general e imparcial; donde todos se someten a ella por igual, sin reclamarse beneficios ni privilegios para un núcleo, grupo o individuo en particular.
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@ElCatoEnCorto
Sobre Víctor Pavón
Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros "Gobierno, Justicia y Libremercado" y "Cartas sobre el Liberalismo". Publica periódicamente en el Diario ABC Color, de Asunción.