INTERNACIONALES : PHILIP GIRALDI

¿Podría, por favor, el verdadero Donald Trump dar un paso al frente?

¿Quién es realmente y qué se propone el presidente estadounidense?

20 de Junio de 2018
Una semana atrás, mantuve una charla de café con un gran amigo del extranjero. El tema de Donald Trump inevitablemente se coló en la conversación, y mi amigo refirió que pendulaba entre describir a Trump como un genio, o como un idiota, pero se mostró inclinado a ponderarlo como un genio. Explicó mi conocido que Trump estaba intentando establecer un nuevo orden mundial que tendría éxito por sobre los acuerdos financieros y políticos post Segunda Guerra Mundial que, de alguna manera, habían consolidado la hegemonía estadunidense por sobre el 'mundo libre'. El acuerdo de Bretton Woods y la fundación de Naciones Unidas institucionalizaron la difusión de la democracia liberal y del libre comercio, creando un orden internacional de posguerra novedoso bajo el férreo control de los Estados Unidos de América, con el dólar como bien de intercambio primordial. Ahora, Trump rechaza lo que se ha convertido en un recurrente orden mundial dominante que favorecía el retorno de un nacionalismo al estilo siglo XIX que se ha vuelto popular, mientras las naciones luchan para retener su identidad cultural y política. La visión de Trump parecería incluir la protección de industrias críticas, la demografía existente y las instituciones culturales, combinado ello con un fin de la 'democratización', lo cual redundará en una aceptación de regímenes extranjeros autocráticos o no-conformistas, en tanto no consignen amenazas militares y/o económicas.
 
Donald Trump y Kim Jong-UnSuena bien, repliqué. Pero hay allí una brecha entre genialidad e idiotez y entre lo que se calificaría como insania, algo que podría ilustrarse mejor como un comportamiento impulsivo e irracional, acompañado de hipersensibilidad por sobre los insultos personales percibidos y una probada incapacidad para asimilar ya fuere hechos generalmente aceptados o normas básicas de comportamiento a nivel individual y grupal.
 
Inevitablemente, cuento en mi haber con otros amigos que siguen de cerca los prolegómenos de la política exterior, que exhiben una miríada de interpretaciones sobre el fenómeno Trump. Uno de ellos pondera a la respetuosa reunión con Kim Jong-Un de Corea del Norte como una brillante maniobra, digna de un estadista, quebrando potencialmente un atascamiento de sesenta y cinco años y, posiblemente, abriendo las puertas para futuras conversaciones que bien podrían evitar una guerra nuclear. La semana también trajo una sugerencia de Trump, en el sentido de que Rusia debería ser considerada para reintegrar el G-7 (el núcleo de las naciones más industrializadas), lo cual también ha signado un hecho positivo. Asimismo, se ha hablado sobre una eventual cumbre entre Rusia y los EE.UU., similar a la llevada a cabo con Corea del Norte, a efectos de limar asperezas -iniciativa que fue primeramente sugerida por Trump y luego acordada por el presidente ruso Vladimir Putin. Inevitablemente, se registrará en este terreno una poderosa resistencia ante semejante acuerdo, mayormente proveniente de los medios estadounidenses y del congreso, pero Donald Trump parece tener en buen agrado a esa posibilidad y, a la postre, podría tener lugar.
 
Otra de mis buenos amigos le ha obsequiado una evaluación positiva al comportamiento insultante explicitado por Trump, lanzado contra los aliados tradicionales de Estados Unidos en el G-7, en el reciente cónclave canadiense. Esta amiga en particular me ha compartido que las objeciones básicas de Trump se sintetizaban en que Washington está subsidiando la Defensa de una Europa rica en fondos y, por lo tanto, manteniendo una relación innecesaria que perpetúa un Estado de no-guerra y no-paz entre Rusia y Occidente. Y los costos militares contribuyen a exacerbar a algunos serios desacoples que perjudican a la economía americana. Si el trumpismo prevaleciera, el G-7 se convertiría en un foro destinado a la conversación sobre relaciones económicas y comerciales, y ya no será un club de naciones alineadas militarmente contra Rusia y, eventualmente, contra China. Conforme mi amiga lo ha referido, la modificación de la verdadera constitución del G-7 coincidiría con una victoria del 'mercantilismo' por sobre el 'imperialismo'. La alianza ahora sin sentido de OTAN perfectamente podría encontrarse a sí misma sin mayor respaldo, si sus miembros se topan de súbito con la obligación de financiarla -de manera proporcional con sus PBIs- y, finalmente, podría diluírse -lo cual sería una bendición para todos.
 
Mi objeción a cada uno de los argumentos planteados a favor o en contra de lo sucedido en Singapur la pasada semana es que la cumbre está siendo evaluada fuera de contexto, y lo propio sucede con el acercamiento de Rusia al G-7. Aquellos que en algunos casos se oponen con violencia al resultado de las conversaciones con Corea del Norte son, naturalmente, personas que padecen el Síndrome de las Discrepancias de Trump. Aquéllas odian todo lo que hace Trump y tuercen sus respuestas para destacar sus aspectos negativos en todo lo que puedan. Algunos otros, que eligen ver el lado positivo -a pesar del vacío general del 'acuerdo'- quizás se muestran en extremo optimistas mientras que, al cierre, ignoran realmente lo que está sucediendo allí.
 
Los neoconservadores y globalistas contraatacan, para asegurarse que la política de détente se mantenga bien oculta, en alguna habitación escondida de la Casa Blanca. Siempre predispuestos para la creación de nuevos grupos de choque, los neoconservadores han lanzado ahora lo que se ha dado a conocer como Iniciativa para la Renovación de la Democracia (Renew Democracy Initiative, RDI), con la meta de 'unir al centroizquierda y al centroderecha'. Sus fundadores incluyen al dudoso Max Boot, a Anne Appelbaum (Washington Post), al inevitable Bill Kristol, y a Richard Hurwitz (del Consejo de Relaciones Exteriores, CFR). El sitio web de RDI -conforme era predecible- llama a una 'reformulación del pensamiento' y declara una visión: 'Que las mejores mentes de diferentes países se acerquen para construir proyectos discretos al servicio de la libertad y la democracia en Occidente y más allá'. Argumentan desde allí que la 'democracia liberal se muestra en crisis en todo el globo, acorralada por el autoritarismo, el nacionalismo y otras fuerzas antilibertarias. Los partidos de la extrema derecha están ganando tracción en Europa, Vladimir Putin cierra su puño en Rusia y ataca a la democracia en el extranjero, y Estados Unidos lucha contra venenosas amenazas procedentes de la izquierda y la derecha'.
 
Están también las contradicciones intestinas en aquello que Trump parece estar haciendo, lo cual sugiere que un futuro más brillante podría no otearse en el horizonte, aún cuando se le otorgue a los europeos un empellón ante su rechazo a gastar más dinero para defenderse a sí mismos. Durante la pasada semana, la Casa Blanca volvió a financiar -discretamente- a los denominados Cascos Blancos en Siria, un frente terrorista. De igual manera, ha advertido que tomará medidas contra el gobierno sirio por cualquier violación contra una 'zona de des-escalamiento' al sudoeste del país, que ha estado bajo control de Washington. Esto significa que Estados Unidos, que se encuentra en Siria ilegalmente, está advirtiendo al legítimo gobierno de ese país que no debería intentar restablecer el control sobre una región que, hasta hace poco, estuvo en control de elementos terroristas.
 
Revista allí también la cuestión de la reciente renuncia de Donald Trump al Plan Abarcativo de Acción Conjunta (JCPOA) -acuerdo nuclear con Irán-, eliminando un programa exitoso que ha impedido se registre un esquema de proliferación nuclear de parte de Irán, reemplazándolo con nada sino con más guerra, como variable posible para lidiar con el problema en potencia. En efecto, Trump ha sido preparado para emplear la fuerza militar por impulso, aún cuando no exista un casus belli claro. En Siria, tuvieron lugar ya dos ataques con misiles crucero sin sentido alguno, y también una trampa para asesinar a mercenarios rusos. La intención declarada de Washington es desestabilizar y reemplazar al presidente Basher al-Assad, mientras prosigue la ocupación de los campos petroleros sirios. Y, en Afganistán, existen hoy más tropas americanas de las que había el día de la asunción del actual mandatario estadounidense, sin que se conozca plan alguno para devolverlas a casa. Se ha informado que el Pentágono cuenta con un plan a veinte años para completar la faena -aunque nadie cree en realidad que podría funcionar.
 
Estados Unidos está construyendo nuevas bases para aeronaves no tripuladas en Africa y Asia. Asimismo, cuenta con una nueva base militar en Israel, que oficiará de servomecanismo para que EE.UU. se involucre, si acaso Israel va a la guerra, y ha dado luz verde a la carnicería israelí contra palestinos. En América Latina, Washington ha retrocedido en la détente con Cuba, y periódicamente ha amenazado con algún tipo de intervención en Venezuela. En Europa, se ha involucrado en un sistema de agresivos juegos de guerra en las fronteras rusas, más recientemente en Noruega y en Polonia. La Administración ha ordenado incrementar el involucramiento en Somalia, y cuenta con unidades de operaciones especiales trabajando -y muriendo- en todo el mundo. Por sobre todo, no se asiste aquí a un retorno al Jardín del Edén.
 
Y, finalmente, habrá que referirse también a la colección de insultos que no hacen a una gran potencia. Otro de mis amigos asistió recientemente al Día Nacional de Rusia, celebrado en la embajada de ese país en Washington. Informó que Washington boicoteó por completo la realización de ese evento, junto con sus aliados en la Europa Occidental y la anglósfera, lo cual derivó en una asistencia escasa. Esta es la clase de actuación que da lugar a cambios inesperados de actitud cuando una negociación seria tiene lugar. Es ciertamente innecesaria y, precisamente, remite a la clase de cosas a las que el presidente ruso Vladimir Putin hace referencia cuando exige que su país sea tratado con 'respeto'. La Casa Blanca pudo haber enviado una delegación para asistir al Día Nacional Ruso. Trump pudo haberlo solucionado con un llamado telefónico, pero no lo hizo.
 
Alguna vez, Winston Churchill dijo: 'Hablar y hablar es preferible a sostener una guerra'. En su rol de uno de los principales promotores de la guerra en el siglo XX, pudo o no haberlo querido expresar así pero, en principio, tenía la razón. Así es que, esperemos que Singapur comparta los mejores resultados posibles y lo mismo con el G-7, o lo que sea que lo reemplace en el futuro. Pero no habremos de confundirnos ni de permitirnos distracción alguna, al atender a las grandilocuentes declaraciones del mandatario estadounidense. Siempre habrá que prestar atención a lo que ocurra entre bambalinas y, al menos de momento, hemos de decir que lo que allí sucede nada tiene de auspicioso.


Artículo original, en inglés, en éste link | Traducido y republicado con permiso del autor y del Editor en The Unz Review (Estados Unidos)

 
Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.