ESTADOS UNIDOS: JOSHUA HOLDENRIED

La diferencia fundamental entre conservadores y libertarios; y por qué es tan importante

En los Estados Unidos de América, conservadores y libertarios han disfrutado de una extendida y mutuamente beneficiosa alianza...

31 de Marzo de 2018
En los Estados Unidos de América, conservadores y libertarios han disfrutado de una extendida y mutuamente beneficiosa alianza, lo cual ha llevado a muchos a creer que son lo mismo.
 
Las diferencias entre ambos se vuelven más difusas especialmente en los campuses universitarios, sitios donde la hegemonía del progresismo compele a grupos conservadores y libertarios a conformar coaliciones para solidificar una alianza de importancia crítica.
 
Estados Unidos, ConstituciónEn tanto la continuidad de esta alianza es celebrable, exige algún tipo de clarificación. La diferencia entre ambas filosofías políticas puede resumirse en lo siguiente: el conservadurismo es una teoría política diseñada para resguardar los beneficios que hacen a la libertad, mientras que el libertarianismo o libertarismo es, sencillamente, una teoría de mercado. El comprender esta distinción es vital, si de lo que se trata es de preservar el sistema estadounidense, cuyas características únicas nos fueron legadas por los Padres Fundadores.
 
En una reciente conferencia, en donde el grupo Young Americans for Liberty ofició de anfitrión, David Azerrad (del think tank estadounidense Heritage Foundation) debatió junto a David Boaz (Instituto Cato), esta diferencia fundamental.
 
En sus comentarios de apertura, Azerrad sentenció: 'Se les conoce como Estados Unidos de América, no como los Mercados Unidos de América'.

La frase -Mercados Unidos de América- captura con precisión la idea central que reposa en el corazón del libertarismo. Mientras que conservadores y libertarios en general se muestran de acuerdo en asuntos económicos, los libertarios tienden a cometer el error de considerar que el mercado puede ser aplicado en todas las esferas de la vida, con idéntico éxito.
 
En el paradigma del mercado, los individuos se preocupan por satisfacer su propio interés. Y esta es la manera correcta de pensar en relación a la economía. Pero es menester considerar muchas otras cuestiones más, cuando se piensa en los órdenes social y político.
 
Si una teoría política termina siendo reducida a la mera persecución personal o de interés propio, entonces, conforme lo señaló Azerrad, 'no habrá nada qué preservar, nada qué transmitir, nada que nos una a todos como nación'. En definitiva, todos buscarían exclusivamente su progreso personal, pero nada podría unirnos en forma de pueblo.


Reposa aquí la razón por la cual los conservadores en los Estados Unidos defienden políticas que 'garanticen los beneficios compartidos por la libertad, para nosotros y para nuestra posteridad' -renglón que Azerrad citó directamente del preámbulo de la Constitución de los Estados Unidos, el cual coincide con la expresión de los objetivos del conservadurismo. La libertad no es algo que deba ser disfrutado con exclusividad en el tiempo presente: debe existir allí un orden abarcativo, un marco político y social que perpetúe y lleve libertad a las generaciones que nos continuarán.
 
A partir de esta instancia, Azerrad extrajo dos conclusiones. En primer término, existen dos tipos de libertad: una ordenada, y otra que carece de orden -y no son lo mismo. Lo que hacemos con nuestra libertad es importante; después de todo, la libertad puede ser empleada de manera incorrecta, fracasando en la perpetuación de sus beneficios. Aquí se explica por qué los conservadores creen que los ciudadanos precisan contar con la capacidad de distinguir entre discrecionalidad y virtud. Hemos de ser buenos ciudadanos; no meros ciudadanos libres.
 
En segunda instancia, los documentos históricos que hacen a la fundación de los Estados Unidos han encumbrado a la libertad en el orden constitucional, de tal suerte que aquélla no podría ser hecha a un lado de manera desaprensiva. En nuestro rol de custodios y fiduciarios, portamos la responsabilidad de criar y educar a la siguiente generación. Reside aquí la razón por la cual los conservadores creen en temáticas concernientes a la vida, al matrimonio y a la familia, viendo a estos temas como políticos en su propia naturaleza, habida cuenta de que ayudan a preservar las condiciones que hacen de la libertad algo materializable.
 
Amén de nuestra actual cercanía política, está volviéndose cada vez más difícil para conservadores y libertarios el acordar sobre el propósito de la política. Los libertarios ofrecen una solución reduccionista que bien puede ser atractiva en su claridad y su conformidad con las normas culturales del libertarismo. Las preguntas vinculadas a nuestra personalidad, obligaciones morales y obligaciones cívicas quedan reducidas a la singular doctrina del 'Vive y deja vivir'.

Para los libertarios, éste principio puede aplicarse en casi toda circunstancia, incluso en modos que numerosos conservadores califican como socialmente destructivo o portador de consecuencias morales. Por ejemplo, cuando se trata de prostitución, aborto, abuso de drogas ilícitas, fronteras porosas, etcétera, los conservadores no ven las cosas en términos de mercado. Reflexionamos sobre el tipo de sociedad que coadyuvará en la preservación de las libertades y un sano estilo de vida para el largo plazo.
 
Con rapidez, los libertarios replicarán sencillamente, preguntando: ¿Y qué? Si el ejercicio del propio libre albedrío no agrede materialmente a terceros, ¿cuál es la preocupación?
 
A la postre, la diferencia aquí se reduce a lo que ambas partes valoran como su norte político. Provisto que la discrecionalidad sin restricciones es el norte de los libertarios, estos no encuentran un propósito real en proyectar los debates más allá de la mera transacción individual.
 
Sin embargo, los conservadores reconocen que, mientras que la libertad individual es positiva, no es lo único positivo. Sin instituciones sólidas que intermedien como cimientos en la construcción de la sociedad -trátese de nuestras familias, iglesias o centros comunitarios-, el vínculo entre gobierno e individuo se erosiona. En consecuencia, la intervención gubernamental llenará, inevitablemente, ese vació -escenario que, irónicamente, es el que todo libertario busca evitar.
 
Una respuesta común entre los libertarios -que Boaz ha citado en el debate de referencia- es que a los conservadores sencillamente no les agrada el cambio, sin importar de qué se trate ese cambio. Citando el ensayo de Friedrich Hayek (intitulado 'Por qué no soy conservador'), Boaz recordó que los conservadores siempre se detienen ante el cambio, allí donde los libertarios 'siempre saben que el mundo puede ser un sitio mejor', 'nunca mirando hacia atrás, sino hacia adelante... para evolucionar, para promover el cambio social'.
 
Pero la verdad es que los cambios positivos solo pueden tener lugar en el seno de un contexto sólidamente edificado, que el libertarismo sencillamente no considera. Por fortuna, Azerrad se refirió a ese aspecto, observando que, en su ensayo, Hayek no se identificaba a sí mismo como libertario, sino como un Whig de vieja escuela influenciado por Edmund Burke -figura central en el pensamiento conservador.
 
Hayek creía que la coerción del gobierno 'probablemente pueda ser reducida al mínimo, en una sociedad cuyas convenciones y tradiciones han convertido al comportamiento humano en algo predecible, en gran parte'.
 
En otras palabras, el conservadurismo es lo que hace que el libertarismo sea algo posible, porque mira tanto hacia el pasado como hacia el presente, a los efectos de resguardar los beneficios de la libertad, de cara al futuro.


Artículo original, en inglés, en éste link