INTERNACIONALES: BRUCE KLINGNER

Una vez más, Pyongyang se acerca a Seúl -pero debe primar la cautela

Se ha vuelto tradición, entre los observadores de los temas que hacen a Corea del Norte...

07 de Enero de 2018
Se ha vuelto tradición, entre los observadores de los temas que hacen a Corea del Norte, diseccionar el discurso de Año Nuevo ofrecido por Pyongyang. La meta: el buscar pistas que ilustren sobre cualquier cambio en materia de política exterior.
 
Kim Jong Un, Corea del NorteCada año, una serie de expertos rastrean señales benignas que expliciten auspicios de reforma en Corea del Norte, o una mayor predisposición para acercarse diplomáticamente hacia Washington o Seúl. Otros entendidos interpretan pasajes específicos, a efectos de dilucidar logros militares por parte del régimen, o amenazas de ataques inminentes contra los Estados Unidos o sus aliados.
 
Si de lo que se trata es de observar el cuadro completo, deviene en importante ponderar cada pasaje discursivo -ya fuere benigno o flamígero- dentro del contexto del discurso puntual, así como también en comparación con expresiones vertidas públicamente en años anteriores.
 
Lo que es más importante, sin embargo, es evaluar aquéllos a la luz de las acciones tomadas por Corea del Norte, inmediatamente después de los discursos pasados de Año Nuevo.
 

¿Qué tan 'novedoso' ha sido el actual mensaje de Año Nuevo?

En su discurso, el dictador norcoreano Kim Jong Un reiteró muchos de los mismos temas compartidos en exposiciones previas -esto es: culpar a terceros como generadores de tensión en la península, prometiendo mantener el sistema económico socialista, exigir monitoreo y vigilancia sobre los enemigos internos y externos, y extender un ramo de olivo a Corea del Sur.
 
Pero, este año, Kim se refirió a las próximas Olimpíadas de Invierno de Corea del Sur, como una vía para seguir trabajando en pos de la reunificación de Corea, sin involucramiento externo (en obvia referencia a los Estados Unidos).
 
Luego de quejarse de que el nuevo gobierno progresista de Corea del Sur no era mejor que sus predecesores conservadores, Kim declaró: 'deberíamos proceder al descongelamiento de las relaciones intercoreanas y glorificar este significativo año con eventos que se inscriban en la historia de nuestra nación'.
 
Kim ofreció una pista: 'Estamos dispuestos a enviar a nuestra delegación y las autoridades del Norte y del Sur podrían reunirse próximamente (...) Es natural que compartamos la alegría que ellos han sentido a partir del evento de las Olimpíadas, y que los asistamos'.
 
La Administración progresista de Moon Jae-in en Corea del Sur respondió rápidamente, anunciando su intención de reabrir las comunicaciones militares de urgencia y de continuar las reuniones intercoreanas -las cuales previamente Pyongyang había cesado unilateralmente.
 
Pero, conforme es ya característico del régimen de Corea del Norte, Kim impuso condiciones a la hora de mejorar las relaciones bilaterales, declarando que 'Seúl deberá responder de manera favorable a nuestros sinceros esfuerzos de conseguir una détente, discontinuando la totalidad de los ejercicios militares nucleares que lleven adelante con fuerzas extranjeras, dado que este tipo de ejercicios devorarán esta tierra y conducirán a un baño de sangre en nuestro sagrado territorio'.
 
Pyongyang ha responsabilizado, durante mucho tiempo, a los ejercicios militares extranjeros -pero jamás a los propios- como un obstáculo para la optimización de las relaciones entre el norte y el sur. La oferta de Pyongyang de asistir a las Olimpíadas quizás representen una novedad, pero prácticamente la totalidad de sus discursos pasados en Año Nuevo convocaban a Seúl a continuar el diálogo que Pyongyang había cercenado, o bien a reducir las tensiones que Corea del Norte había contribuído a escalar con sus provocaciones, amenazas y ataques letales. Ninguno de tales gestos de parte de Norcorea se vieron seguidos de un cambio real en el comportamiento del régimen.


¿Debería ser bienvenida Corea del Norte en las Olimpíadas?
 
Desde los años sesenta y hasta los ochenta, la comunidad internacional se vio perturbada por el régimen de Apartheid sudafricano y, por lo tanto, le prohibió a ese país tomar parte de los Juegos Olímpicos. Pero, en respuesta a las violaciones cada vez más acentuadas en que incurre Corea del Norte, en lo que hace a derechos humanos -que Naciones Unidas ha catalogado como 'crímenes contra la humanidad'-, el mundo alienta a que Pyongyang tome parte. ¿A qué se debe este doble estándar?

Durante mucho tiempo, la comunidad internacional ha intentado -aunque fracasó- moderar el comportamiento de Corea del Norte, y promocionar allí reformas políticas y económicas, pidiendo a Pyongyang que participe de eventos culturales y deportivos. A pesar de todos los intentos, incluso los analistas más optimistas anticipan que, en esta oportunidad, esta modalidad de aproximación funcionará. Un ejemplo fueron los Juegos Olímpicos de Sydney, Australia, en 2000. Apenas seis meses después de la primer cumbre histórica entre funcionarios de ambas Coreas, se vio a atletas coreanos del norte desfilar portando una bandera de reunificación nacional.

A pesar de ello, en el detrás de escena, Corea del Norte había exigido -y luego recibido- un pago secreto de parte de Seúl, junto con la compra de los uniformes de los atletas norcoreanos, y un acuerdo que cifraba que la delegación de Corea del Norte no sería superada en número por su similar del sur. Lo cual impidió que muchos atletas de Corea del Sur marchasen en el estado, como parte del entourage coreano. Toda vez que el gesto pudo ser en algo inspirador, lo cierto es que los gestos fracasaron a la hora de promover a un cambio de comportamiento de parte de Pyongyang.

De igual manera, han tenido lugar otros intentos en lo que hace a diplomacia deportiva y eventos en Corea del Sur -incluyendo los Juegos Asiáticos de 2002, los Juegos Universitariosd e 2003, los Campeonatos de Gimnasia Atlética para Asia en 2005, y los Juegos Asiáticos de 2014 -todos fracasaron en sus intentos de mejorar las relaciones bilaterales. En 1987, Pyongyang derribó una aeronave comercial, en lo que consignó un intento de provocar disrupción en las Olimpíadas de Seúl de 1988. Pero, en tanto el mundo insiste en aislar y presionar a Corea del Norte dadas sus recurrentes violaciones de las resoluciones de Naciones Unidas, todos habrán de preguntarse: ¿por qué aún se le permite a Pyongyang tomar parte de los Juegos, mientras que a Africa del Sur ello le fue impedido?


Reduciendo los costos potenciales del conflicto

A lo largo del último año, el peligro de ocurrencia de hostilidades militares en la Península de Corea se vio potenciado, debido a las crecientes capacidades militares explicitadas por Corea del Norte, particularmente al consolidar logros en sus capacidades de poner en la mira a Estados Unidos continental con armas nucleares. El mensaje de la Administración Trump a Norcorea también ha contribuído a fogonear las tensiones. Ha dado señales al respecto de que daría inicio a ataques militares contra Corea del Norte, aún sin indicaciones inminentes de que el régimen de Pyongyang atacaría. Estos intercambios han escalado las tensiones, y puesto nerviosos a los aliados de EE.UU. Las expresiones conflictivas en materia de política exterior y los flamígeros tweets del presidente estadounidense han antagonizado de manera innecesaria con la situación.

Los diplomáticos de Estados Unidos y de Corea del Sur deberán mostrar predisposición para reunirse con sus contrapartes norcoreanas si, en efecto, Pyongyang está listo para conducir encuentros. Washington y Seúl habrán de poner énfasis en los esfuerzos tendientes a reducir las posibilidades potenciales de conflicto en la Península de Corea, particularmente recurriendo a medidas que construyan confianza y seguridad recíprocas.

Pero el diálogo no deberá sobrevenir de la mano del ofrecimiento de concesiones, ni reduciendo los esfuerzos internacionales de presión contra Corea del Norte, habida cuenta de la recurrencia de las violaciones de lo resuelto por Naciones Unidas. Como tampoco Corea del Sur habrá de prometer beneficios económicos que en sí mismos constituirían una violación de las resoluciones de ONU, como ser el fallido experimento económico conjunto de Kaesong.

Como siempre, hemos de alimentar un sano escepticismo, al tomar nota de cualquier afirmación que invite a considerar que el leopardo de Corea del Norte haya cambiado el color de sus manchas. Porque, conforme lo sentencia un adagio coreano: 'En el mismo animal pueden convivir una piel suave y uñas afiladas'.
Sobre Bruce Klingner
Es Analista Senior en Investigación para el Centro de Estudios Asiáticos de la Fundación Heritage. Publica periódicamente análisis y escritos sobre Corea del Norte, Corea del Sur, Japón y temáticas de seguridad en la región. Klingner se desempeñó veinte años en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA). Fue jefe de la estación de la CIA en Corea en el bienio 1993-1994.