INTERNACIONALES: JOSHUA MESERVEY

Zimbabue y la caída de Robert Mugabe, el dictador que se mantuvo 37 años en el poder

En apariencia, el reino de uno de los peores dictadores del planeta...

16 de Noviembre de 2017

En apariencia, el reino de uno de los peores dictadores del planeta ha llegado a término.

Las fuerzas armadas de Zimbabwe comenzaron a trasladarse hacia la capital del país, Harare, el pasado martes; y -de acuerdo a informes- parece haber depuesto al presidente Robert Mugabe, quien ha conducido equivocadamente los destinos de esta nación sudafricana desde que lograra su independencia en 1980.

Robert Mugabe, ZimbabueEl golpe se presenta como el más reciente desarrollo de una larga batalla sucesoria (de un año de duración) en el seno del partido oficialista, el Frente Patriótico Nacional Africano de Zimbabwe (o ZANU-PF).

Conforme lo exploráramos oportunamente en un informe del think tank estadounidense Heritage Foundation (Washington, D.C.) el pasado año, la cada vez más frágil salud de Mugabe, de 93 años de edad, habría precipitado su pérdida de influencia y posterior competencia por sucederlo.

Desde entonces, la puja entre los militares -tradicionalmente, firmes aliados de Mugabe- y el propio presidente, se profundizó. Con gran probabilidad, la resolución tuvo lugar a partir de que el mandatario eyectara de su puesto al vicepresidente Emmerson Mnangagwa, veterano de las guerras de independencia que exhibía fuerte vínculos con las fuerzas armadas locales.

El despido de Mnangagwa allanó el camino para que la secretaria y amante de Mugabe, Grace, intentase suceder al presidente. Resulta evidente que Grace Mugabe no es del agrado de los militares. Ella y su facción (conocida como 'Generación 40' o 'G40') son, en su mayoría, demasiado jóvenes como para haber combatido en las guerras independentistas (que se llevaron a cabo entre 1964 y 1979), credencial que resulta clave a los ojos de las fuerzas armadas.

Grace Mugabe, de 52 años de edad, también condujo las purgas de oficiales con vínculos entre los militares: Mnangagwa y otra funcionario de carrera en el partido, Joice Mujuru, heroína de la puja anticolonial. Se multiplican los rumores al respecto de que las fuerzas armadas han arrestado a un número indeterminado de líderes del 'G40', al ingresar con blindados a Harare.


Aún cuando la remoción del presidente haya provenido de un golpe militar, resulta imposible lamentar la caída de un mandatario tan condenable como Robert Mugabe y de su predilecta para continuarlo, su esposa, cuya personalidad resulta igualmente repudiable.

Mugabe es implacalbe, habiendo reprimido con dureza a sus oponentes políticos, y habiendo sido el responsable primigenio de la ruina económica para lo que alguna vez fue una nación próspera. Asimismo, la primera dama supo caracterizarse por derrochar y malgastar fondos para uso personal, en medio del desastre económico de Zimbabwe -lo cual supo granjearle el peyorativo mote de 'Gucci Grace'. La obsesiva persecución que ejecutó en el seno del ZANU-PF ha servido de demostración que ilustra el tipo de conducción que ella encarnó y lo que hubiese sido de haberse quedado con el poder absoluto.

No obstante, no existen garantías de que quien sea termine reemplazando a Mugabe represente una mejora de magnitud.

Las fuerzas armadas siempre constituyeron la principal base de poder de Mugabe, y solo le dieron la espalda cuando el sucesor que ellas hubiesen preferido, Mnangagwa, perdió la competencia con la primera dama. Ergo, nadie debería ponderar a los militares del país como defensores creíbls de la democracia y los derechos humanos en Zimbabwe.

Adicionalmente, una serie de rumores explicita que las fuerzas armadas podrían intentar instalar a Mnangagwa como presidente de un gobierno interino. Mnangagwa fue el arquitecto de la masacre de Gukurahundi, ejecutada entre 1983 y 1987 contra la tribu Ndebele, que respaldaba al principal oponente político de Mugabe. La historia personal de Mnangagwa prueba su crudeza (y de allí su apodo, 'El Cocodrilo'), complementario con su declarado desinterés por la gobernancia democrática.

Mujuru, hoy una prominente líder de la oposición tras ser víctima de una purga, podría potencialmente desempeñar un rol en cualquier convenio para gobernar el país que pudiere emerger del proceso de golpe. Con todo, ella también fue miembro del ZANU-PF, y solo se dignó a condenar los tremendos delitos de su partido cuando sus intereses políticos así se lo ordenaban.

La oposición política en Zimbabwe cuenta con un número de figuras competentes, pero se exhibe en abierta fractura. Por caso, Morgan Tsvangirai, líder de amplia trayectoria en el principal espacio opositor -el Movimiento por el Cambio Democrático- podría unirse a Mnangagwa en la conformación de un gobierno transicional. Sin embargo, padece una grave dolencia, y probablemente carezca de la firmeza necesaria para unificar al espectro opositor.

Toda vez que la demorada eyección de Mugabe ha sido bien merecida, ello no necesariamente se traducirá en un Zimbabwe libre y pacífico. Ello exigirá que el pueblo del país, por primera vez desde su independencia, cuente con verdaderos voz y voto en la administración de su patria.

Hay razones valederas para esperar que la caída de Mugabe consigne el inicio de ese deseable proceso. Pero aún resta ver qué deparará el futuro inmediato.


Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/11/15/in-succession-battle-zimbabwe-military-coup-topples-37-year-dictator-mugabe/

 

Sobre Joshua Meservey

Es analista de políticas públicas relativas al AfricaMedio Oriente, para el think tank estadounidense The Heritage Foundation (Washington, D.C.). Sus análisis son publicados en la web The Daily Signal.