INTERNACIONALES: DR. JAMES JAY CARAFANO

EE.UU.: cinco reglas a la hora de recurrir a contratistas militares para Afganistán

Las probabilidades de que Estados Unidos decida retirarse de los combates en Afganistán son hoy nulas.

20 de Agosto de 2017
Las probabilidades de que Estados Unidos decida retirarse de los combates en Afganistán son hoy nulas.
 
Y existen buenas razones para justificarlo -todas las cuales merodean la necesidad de impedir que el país se convierta, nuevamente, en un santuario para grupos terroristas.
 
El desafío de magnitud consiste en desarrollar una estrategia clara para avanzar, luego de tres periódos presidenciales que supieron caracterizarse por su indiferencia. La innovación a la hora de requerir el respaldo de contratistas militares debería -si se hace correctamente- ser parte del combo.
 

Una guerra que aún debe ser ganada
 
En esta guerra en particular, ganar significa consolidar un Afganistán estable, que pueda defenderse por sus propios medios -impidiendo que se convierta en una fuente de inestabilidad regional, y base de operaciones para la insurgencia islamista de proyección global.
 
Es impensable que Estados Unidos se retire de éste escenario, hoy día. Los costos superarían holgadamente a los beneficios. Y no es, como algunos lo señalan, una cuestión estrictamente de costos financieros. Lo que ha de ponderarse es el futuro.
 
Contratistas militares privados, PMCsRetirarse ahora, significaría enviar al país hacia el pasado, esto es, 2001. Lo cual conduciría a un escenario de significativa inestabilidad global, poniendo en peligro a las importantísimas relaciones de EE.UU. en las regiones del Sur de Asia e India.
 
Es difícil imaginar cómo Estados Unidos e India puedan asociarse, en mayor profundidad, en terrenos tales como economía, seguridad e intereses diplomáticos -si se da el caso en que India ve preocupación en un Afganistán colapsado.
 
Una retirada estadounidense hoy empujaría a Paquistán a que volverse hacia China. Los intereses de largo plazo de la República Popular China en Paquistán son muy claros. Si Pekín se sale con la suya, Paquistán se convertirá en otro Estado vasallo.
 
China utilizará a Paquistán para lastimar a la India, de igual manera en que le satisface utilizar a Corea del Norte para desequilibrar a los Estados Unidos, al Japón y a Corea del Sur en el noreste de Asia.
 
Para EE.UU., retirarse también consignaría un desastre en materia de política exterior para el presidente Donald Trump, tal como lo fue para Obama el retiro desordenado de Irak en 2011 -que allanó el terreno para el surgimiento del Estado Islámico (ISIS).
 
Tras haber liderado la primer victoria sustancial contra la insurgencia global islamista en casi una década, y con el 'califato' de ISIS ahora en retroceso, el permitir a los terroristas de proyección transnacional apropiarse de Afganistán representaría una herida de magnitud para Trump, al tiempo que pondría en jaque su promeso de brindar seguridad a los ciudadanos estadounidenses.
 

Sobre el arte de recurrir a contratistas militares
 
El presidente estadounidense se propone que lo convenzan de que, en esta oportunidad, existe un plan que no conduzca al derramamiento de sangre de estadounidenses y a sobrecostos, para obtener victorias pequeñas. Y es un reclamo justo.
 
Entre las opciones propuestas se encuentra un empleo más agresivo de contratistas militares, de tal suerte que las fuerzas armadas afganas se conviertan en un vector más poderoso en el terreno operacional.
 
Unas fuerzas armadas afganas superiores serían cruciales para cualquier estrategia futura. Los afganos deberán encontrarse en capacidad de retomar y mantener bajo su control territorios que pertenecían al Talibán; asimismo, deberán contar con la posibilidad de conducir operaciones militares a la luz de unas fuerzas debilitadas en lo que hace a entrenamiento y experiencia.
 
Aún cuando ello deba discutirse en profundidad, particularmente en lo que hace a aviación y logística, el empleo de contratistas militares competentes comporta la posibilidad de mayor eficiencia.
 
Y esa variante funciona. El hecho es que el empleo de contratistas militares privados ha sido un componente del estilo americano de combate desde Vietnam -y la tendencia solo se ha acentuado en las guerras de Irak y Afganistán.
 
Y lo cierto es que así seguirá siendo, en parte dada la capacidad del sector privado a la hora de proporcionar bienes y servicios en una escala que, hasta ahora al menos, solo los gobiernos podían hacerlo. En concreto, los gobiernos que se muestran capaces de generar sinergia con el sector privado cuentan con una enorme ventaja competitiva.
 
Tras casi dos décadas de emplear contratistas militares privados en combate, hoy queda claro qué es lo que funciona, y qué no.
 
Se ha demonizado a los contratistas bajo la Administración del presidente George W. Bush, pero eso se debió en gran parte a la insatisfacción generada por la guerra en sí misma.
 
La prueba es que las quejas y reclamos contra los contratistas se evaporaron ni bien Obama llegó a la Oficina Oval, incluso respaldándose Estados Unidos cada vez más en el sector privado de lo que lo hacía anteriormente. Sencillamente, no había beneficios políticos comprobables al perseguirlos.
 
Es probable que la actual era de hiperpartidismo conduzca a una iniciativa de alto perfil en materia de contratistas privados, y que ello dé lugar a idénticos ataques partidistas. Escenario que difícilmente pueda evitarse.
 
Pero, si la contratación de privados termina siendo la medida a tomar, la Administración deberá hacerlo, sin miramientos. Después de todo, haga lo que haga, siempre recibirá críticas.
 

Las reglas a la hora de recurrir a contratistas militares privados
 
Más allá de las cuestiones que versan sobre costo y efectividad, existen pocos límites para lo que los gobiernos pueden contratar, amén de su propia responsabilidad y supervisión.
 
A la postre, el gobierno es tan responsable por la conducta de sus contratistas, como lo es por el comportamiento de sus fuerzas armadas. Los contratistas no son 'mercenarios', en tanto estén contratados por un representante legítimo en el conflicto, llámese los Estados Unidos, Afganistán, u otras naciones de la OTAN que toman hoy parte de las operaciones en ese país.
 
Dicho ésto, existen consideraciones importantes para incrementar el respaldo en contratistas militares en Afganistán. Siguen aquí cinco reglas.
 

Regla 1: la responsabilidad legal debe quedar bien asentada
 
Los contratistas deben ser responsables legalmente ante el gobierno. Existen distintas maneras de tipificar esa responsabilidad, pero es un requisito no negociable, y Afganistán -como país anfitrión- deberá tomar parte de esos convenios.
 

Reglas 2: sustentabilidad
 
Debe explicitarse con claridad el modo en que los contratistas serán mantenidos, en lo que hace a apoyo logístico y paga. Tal convenio habrá de ser muy claro y sostenible en el tiempo, bajo escalas de costos aceptables.
 

Regla 3: responsabilidad
 
Los contratistas privados habrán de tener una bien identificada cadena de mando, en cuyo tope figure un gobierno responsable que ejercite una supervisión igualmente responsable. La ponderación y supervisión del contratista son críticas en el proceso. En la práctica, numerosos problemas emergen no de los contratistas per se, sino de formatos inadecuados, ineficientes, pobres o corruptos en lo que hace a contratación y supervisión.
 

Regla 4: habrá de tener sentido
 
Los contratistas no son la panacea. El recurrir a contratistas militares privados no equivale a tercerizar una operación bélica. Los gobiernos siguen teniendo la responsabilidad en sus manos.
 
Más aún, los contratistas no suelen ser baratos y, para algunas áreas -como ser el combate terrestre-, suelen ser claramente inapropiados. Los contratistas son una opción efectiva para ciertas tareas y propósitos, los cuales habrán de ser debidamente identificados.
 

Regla 5: los contratistas no ganan las guerras
 
Los contratistas privados no son un ejército. Son, simplemente, un instrumento táctico, como lo sería un tanque.
 
En Afganistán, Estados Unidos requiere de una política que empuje a los afganos a nutrir una gobernancia mínimamente inclusiva y responsable. Estados Unidos necesita mantener su liderazgo en el esfuerzo antiterrorista versus al-Qaeda e ISIS.
 
Los esfuerzos anticorrupción en el gobierno ghaní deben potenciarse, hasta abarcar la purga de líderes deshonestos. Estados Unidos habrá de perseguir una política de buenas relaciones pero con firmeza sobre Paquistán, logrando que esa nación ponga fin al apoyo ofrecido a terroristas y santuarios para el Talibán.
 
Finalmente, habrán de establecerse procedimientos para una eventual desmovilización, desarme y reintegración de los elementos del Talibán que resulten derrotados -a efectos de que aquéllos puedan reinsertarse en la sociedad afgana.


Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/08/18/5-rules-sending-contractors-war-afghanistan/

 
Sobre Dr. James Jay Carafano

Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.