ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

Rusiagate: preguntas nunca respondidas

El testimonio de Comey ante el congreso estadounidense nada aporta.

27 de Marzo de 2017

Alguien podría considerar que me encuentro confundido. La audiencia de la pasada semana, en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes del congreso estadounidense, referida a la pretendida connivencia entre asociados de Trump y el gobierno ruso, que tuvo por protagonistas al Director del FBI, James Comey, y al Director de la NSA, Mike Rogers, proporcionó muy escasa información, aún cuando dio a conocer perturbadoras revelaciones que ya habían aparecido en los medios de comunicación.

Si el FBI dio inicio a su investigación sobre el equipo de Trump hacia fines de julio -luego del proceso de nominación presidencial previo a los comicios- y la oficina de campaña de Trump se hallaba situada en la Torre Trump de Nueva York, ¿no confirma eso que Donald Trump tiene razón cuando insiste en que su despacho fue 'intervenido telefónicamente' [wiretapped] durante el verano, aún cuando las palabras que eligiera no fueron las más apropiadas? Y, dado que la cabeza de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), John Brennan, y el Director Nacional de Inteligencia (DNI) James Clapper, han sido citados como los probables hombres de Obama que regentearon la generación, recolección, diseminación y filtración de información que perjudicaba a Trump, ¿por qué éstos no están siendo sometidos a escrutinio?

Comey, FBIDada la velocidad de los procedimientos, me mostraré de acuerdo con la web Politico, en lo que son sus principales puntos de vista. En un artículo que bien pudo haber sido escrito previo a que los eventos de referencia llegaran al público, los editores de Politico concluyeron que: Comey no es un lacayo de Trump; que las palabras pronunciadas por Trump importan; que los Republicanos se muestran mayormente interesados en las filtraciones de información; que los Demócratas pueden oler la sangre;  y que la investigación podría llevar un tiempo significativo.

Pero, al permitirme apuntar yo estas observaciones -las cuales no nos dicen gran cosa-, uno podría rastrear detalles más valiosos al prestar atención al comentario del presidente del Comité, Devin Nunes, que observó lo siguiente en sus afirmaciones de apertura: 'Permítaseme ser claro: he venido diciendo esto durante semanas. Sabemos que no existió intervención telefónica física en la Torre Trump. Sin embargo, todavía puede ser cierto que otras actividades de monitoreo fueran utilizadas contra el presidente Trump y sus allegados'.

Dos días más tarde, Nunes amplió lo dicho: 'Recientemente, he confirmado que, en numerosas oportunidades, la comunidad de inteligencia recolectó información sobre ciudadanos estadounidenses involucrados en la transición de Trump. Los detalles de las personas involucradas en la Administración que ingresaría al gobierno, que no exhibía valor desde el punto de vista de la inteligencia extranjera, fueron extendidamente difundidos en informes de la comunidad de inteligencia'.

Pat Buchanan -columnista en The American Conservative magazine- se mostró de acuerdo con tal perspectiva, agregando que solo se conoció la comisión de dos delitos: primero, alguien ejecutó un pirateo informático de los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata (DNC) y los pertenecientes al jefe de campaña de Hillary Clinton, John Podesta; segundo, alguien en el aparato de la seguridad nacional filtró a los medios, ya fuere una transcripción altamente clasificada, o bien un resumen relativo a una serie de conversaciones entre el eventual consejero de seguridad nacional Michael Flynn y el embajador ruso Sergey Kislyak. Buchanan acepta que los rusos llevaron a cabo el pirateo del DNC. Aún cuando no se ha conocido evidencia alguna que pruebe tal aseveración, estoy de acuerdo con nuestro colega columnista en que todo lo demás es especulación. Buchanan incluso observa que Comey y el ex DNI James Clapper coinciden en que, amén de los ocho meses de investigación, no se ha producido evidencia alguna que vincule a ningún personero oficial de la campaña de Trump con conductas inapropiadas en connivencia con los rusos.

El asunto del Rusiagate en sí mismo parece diluírse, conforme va quedando claro que hay poco o ningún peligro de exponer una connivencia del tipo 'candidato manchuriano', aún cuando las investigaciones lleguen, invariablemente, al próximo verano estadounidense. La pasada semana, el ex jefe de campaña del presidente Trump, Paul Manafort, se postuló como voluntario para testificar ante el Comité de Inteligencia de la Cámara. Aún cuando el director actuante de la CIA Michael Morell -férreo simpatizante de Hillary Clinton- alguna vez describió a Donald Trump como un 'agente no consciente de la Federación Rusa', el mismo ha retrocedido y admitido que, 'en relación a la pregunta que explora si acaso la campaña de Trump conspiró con los rusos, lo cierto es que aquí hay humo, pero nada de fuego'.

En lo que afecta a la investigación del FBI en sí misma, alguien en la Casa Blanca debió autorizar una iniciativa de semejante sensibilidad, dado que es difícil concebir que el FBI hubiese llevado a cabo semejante tarea sin cobertura política alguna. Comey, por su parte, falló a la hora de proporcionar una hoja de ruta sobre lo sucedido, y rehusó -tanto confirmar como negar- si acaso la Casa Blanca sabía o bien autorizó la investigación de los allegados a Trump, del mismo modo que Comey mismo evitó negar o confirmar si acaso el presidente Obama recibió o no una copia de la transcripción de las conversaciones entre Flynn y Kislyak. En efecto, el Director del FBI invirtió las mayores porciones de su tiempo rehusándose a confirmar ni a negar nada.

Los conceptos vertidos por Comey son significativos. Uno debería recordar que él es abogado, y también director de la agencia federal policial que ahora se encuentra bajo fuego. Dijo Comey, en relación a los tweets de Trump que afirmaban que el ex presidente Obama ordenó una intervención telefónica de la Torre Trump en Nueva York: 'No tengo información alguna de que él respalde tales tweets, y hemos verificado en profundidad desde el seno del FBI', agregando que 'ningún individuo' -ni siquiera un presidente- pueden ordenar unilateralmente una intervención telefónica. Mike Rogers, Director de la NSA, también testificó: 'No he visto nada, desde el lado de la NSA, que certifique que nos hubiésemos involucrado en tal actividad, ni que nadie nos haya solicitado que nos involucremos en tal actividad'. Comey no confirmó si acaso una investigación de la comunidad de inteligencia que se filtró a los medios -como sería el caso de los llamados telefónicos de Flynn- estaba siendo investigada.

Los comentarios del tipo 'No he visto nada' o 'No tengo información al respecto' no equivalen exactamente a afirmar que algo efectivamente no sucedió. Y, ahora, hemos confirmado que, de hecho, existió una investigación mucho antes de la fecha de la elección. En tanto no era una opción válida el entrevistar a allegados a Trump ni a sus supuestos contactos rusos en medio de la campaña electoral, cualquier investigación relativa a si acaso el equipo de Trump se hubiese complotado con los rusos, hubiese precisado de vigilancia electrónica de las comunicaciones (entrantes y salientes) de las oficinas en la Torre Trump.

Si existe confusión, ésta parece provenir el empleo del concepto 'intervención telefónica' [N. del T.: 'wiretapping', es el término en inglés], con implicancias que remitirán a micrófonos o transmisores ocultos en el edificio, conforme apuntó Nunes. Pero la vigilancia electrónica ya no se realiza de esa manera. El Bureau o la NSA podrían perfectamente haber interceptado líneas telefónicas y comunicaciones del Internet de manera remota, empleando servidores de comunicaciones o bien instalaciones especiales que se interponen directamente en los edificios que controlan las telecomunicaciones -algo que hacen de manera rutinaria en casos de comisión de delitos o asuntos de seguridad nacional. La grabación de los llamados de Flynn al embajador ruso bien pudo haber sido obtenida bajo aquéllos métodos, acaso por la Administración Obama, presumiblemente de manera encubierta con el consenso de la Casa Blanca, o con el consenso de los británicos.

Mientras tanto, comienzan a aparecer agujeros en la afirmación de que los rusos estuvieron detrás del pirateo del DNC. No se permitió al FBI examinar los servidores que supuestamente fueron puestos en la mira, y los informes de rendición de cuentas provinieron de una firma contratista de seguridad conocida como CrowdStrike, la cual refirió que el malware empleado contra el DNC pudo rastrearse hasta dar con el mismo soft utilizado por los rusos en Ucrania. El gobierno ucraniano -que no es amigo de Rusia-, así como un muy reputado think tank británico, afirman hoy que tal aseveración es falsa, y lo propio dicen de la narrativa construída alrededor de ella. Quítese de la ecuación el informe de CrowdStrike, y no quedará evidencia pública disponible de que los rusos estuvieron detrás del pirateo al Comité Demócrata. Esto no equivale a decir que ellos no lo hicieron -pero remite a otro indicativo más que certifica que falla la verificación de esa acusación.

 

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La pasada semana, el columnista de Fox News, el Juez Andrew Napolitano, fue suspendido, luego de afirmar que la inteligencia británica había estado involucrada en un posible complot para derribar a Trump. Uno podría notar que el propio New York Times reveló el posible vínculo británico el 1ero. de marzo, al informar el modo en que la 'Administración Obama se apresuró para preservar información de inteligencia sobre el pirateo informático perpetrado por los rusos contra la elección'. El artículo confirmó el involucramiento de servicios de inteligencia europeos en la investigación Trump-Rusia pero, de alguna manera, las chances de que una agencia extranjera pudiera haber colaborado con elementos rebeldes en los Estados Unidos para promocionar un objetivo determinado es algo que se sale de lo corriente.

El ángulo de la agencia extranjera involucrada es, ciertamente, intrigante. A contramano de lo argumentado por el Director del FBI, Comey, el presidente de los Estados Unidos puede autorizar monitoreo electrónico de cualquier persona, recurriendo a la autoridad con que ya cuenta. Pero, si uno está involucrándose en cuestiones políticamente motivadas, siempre es mejor redirigir la atención al hacerlo. Una conexión extranjera puede bien servir para ello. Esto puede lograrse, redirigiendo la información deseada a través de un enlace amistoso con otros servicios de información, especialmente aquellos que se cuentan entre los 'Five Eyes' -la Gran Bretaña, Canada, Australia y Nueva Zelanda.

La réplica leguleya de Mike Rogers en relación a las afirmaciones que hablan de involucramiento británico en el espionaje a Flynn -y posiblemente otros individuos- dice: 'No he visto nada, del lado de la NSA, que diga que nos hemos involucrado en actividad semejante, ni que nadie nos haya solicitado involucrarnos en actividad semejante'. Nuevamente, fue una respuesta errónea a una pregunta errónea, que debió ser: '¿Proporcionaron los servicios de inteligencia británicos alguna pieza informativa vinculada a la investigación sobre Trump y Rusia?' y 'De ser así, ¿cuál fue esa información, de dónde provino, y cómo fue convenida?'. Los británicos, por su parte, han negado haber brindado cualquier tipo de colaboración, a través de un comunicado: 'Las recientes afirmaciones, compartidas por el comentarista mediático, magistrado Andrew Napolitano, en relación a si se le consultó al GCHQ llevar a cabo intervención telefónica contra el entonces presidente electo carecen de sentido. Son en todo ridículas, y deben ser ignoradas'. Nuevamente: dado que nadie parece haber recibido solicitud alguna para iniciar una tarea de monitoreo -solo entregar material previamente recopilado-, la respuesta puede ser evaluada como técnicamente correcta pero, en más de un sentido, una evasiva.

Existen ciertas reglas en la NSA y el FBI, que pueden ser esquivadas, a la hora de recolectar información sobre ciudadanos estadounidenses. Pero, obviamente, los británicos no tienen problemas en hacerlo. Ellos también tienen acceso a gran parte de lo recopilado por la NSA, así como también a sus propios recursos independientes del GCHQ y MI-6, formidables organizaciones de inteligencia ambas. En la práctica, los servicios de inteligencia amistosos comparten información sin dirigirse siempre a través de los circuitos burocráticos involucrados en el sistema de enlaces regular. Los acuerdos relativos a inteligencia compartida son violados de manera rutinaria, para permitir que cercanos a los enlaces obtengan información que podría estar constitucional o legalmente protegida en sus propios países. El GCHQ hubiese podido contar con cuantiosa información sobre Trump, y ciertamente debió haber disfrutado de un acceso particularmente bueno a los llamados telefónicos hechos por Flynn desde República Dominicana, empleando redes de Cable and Wire -una firma británica. Y luego está el 'dossier' de Christopher Steele sobre Trump, que, dados todos sus desperfectos, fue claramente preparado con algunos que tenían acceso a archivos de inteligencia del Reino Unido.

El Coronel Lawrence Wilkerson, ex jefe de personal para el Secretario de Estado Colin Powell ,describe el modo en que él mismo fuera...

'... llevado a pensar que, aún el Partido Demócrata, o cualquier elemento de éste, se acercó a John Brennan en la CIA, pudo haber sido el ex presidente de los Estados Unidos. Y John Brennan, sin apuro en ver sus huellas dactilares pegadas en algo, pudo haberse dirigido a su colega en el GCHQ de Londres, el MI-6 y, básicamente, haber dicho: 'Dame todo lo que tengas'. Y, entonces, Brennan se hizo de algo de información, regresando para entregarla al DNC o a alguien de ahí. Y lo que obtuvo fueron grabaciones hechas por el GCHQ MI-6s sobre las conversaciones de la Administración Trump, quizás hasta del propio presidente. Es verdaderamente extraño, al menos para mí, que permitieran que se fuera el jefe de esa organización, que lo despidieran por lo mismo que él estuviera cocinando. Así que no soy el que defiende a Trump pero, en este caso, él podría tener razón. Es que, precisamente, no fue el FBI. Comey también tiene razón; él no estaba monitoreando a nadie'.

Wilkerson se refiere a la extrañamente abrupta renuncia del Director del GCHQ, Robert Hannigan, que tuvo lugar el 23 de enero. El Acta de Secretos Oficiales del Reino Unido ha implicado que existiera allí poca especulación en los medios británicos frente a la maniobra, pero quien esto escribe y otros no hemos preguntado si, de alguna manera, esto estuviera conectado a la eventual colaboración con oficiales de inteligencia en lo que hace al caso Trump.

Así es que, quedan aún más preguntas pendientes que respuestas en lo que hace al Rusiagate, en lo que tiene que ver con una posible connivencia entre allegados a la campaña y Moscú, y en lo que hace a complicidades en ciertos círculos con la meta de deslegitimar a la presidencia de Trump. Para aquellos que disfrutan la recurrencia de las telenovelas, ciertamente cabe decir que habrá mucho más en el futuro cercano. Pero, conforme ambos partidos políticos presionan para promocionar sus respectivas narrativas que versan sobre filtraciones delictuales versus posible acto de traición (ninguna de las cuales pudiera llegar a probarse), el público en los Estados Unidos podría asistir como testigo a una larga temporada de primavera y de verano, mientras las maquinarias de propaganda mastican y escupen sus non sequiturs.

En lo personal, creo que -basándome en lo que he observado y leído- ningún personero de Trump ha hecho nada digno de acusación; creo que los rusos fueron, en efecto, los responsables del pirateo informático del Comité Demócrata, pero que no tuvieron el objetivo de destruir nuestra democracia; creo que Brennan arregló con los británicos el obtener información surgida de monitoreos, que luego él se ocupó de filtrar a los medios; y creo que Obama sabía todo detalle relativo a la investigación sobre Trump, y que probablemente trabajó con la Fiscal General Loretta Lynch para lograr que el Departamento de Justicia diera inicio a esa investigación.

Pero, ¿qué puedo saber yo?



Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/the-many-questions-not-asked-on-russiagate/

Traducción: @MatiasERuiz

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.