ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

Estados Unidos: impidiendo el ingreso de terroristas (o no)

La orden ejecutiva de Trump es un desastre. Pero, hasta tanto no se repare el fallido sistema de inmigración, tiene la razón.

30 de Enero de 2017

¿Cuántos terroristas iraníes han escenificado ataques en territorio estadounidense? ¿Cuántos sudaneses han hecho lo propio? ¿Cuántos iraquíes o sirios? ¿Y yemeníes? ¿Libios? Desde luego, éstas son preguntas capciosas, provisto que la respuesta es: ninguno. Paquistaníes, sí; individuos de Asia Central, sí; un somalí, un puñado de egipcios, y montones de sauditas. Somalia figura en un listado de naciones cuyos ciudadanos desde ahora se encuentran totalmente impedidos de trasladarse hacia los Estados Unidos, pero ciudadanos de otros países jamás han escenificado ataques terroristas y, de igual manera, se les impide hoy el ingreso. Paquistán y Arabia Saudí, naciones en donde los ciudadanos estadounidenses son vistos en extremo negativamente -y sitios de origen de la mayoría de los terroristas- no figuran en el listado de referencia.

Donald Trump emitió una orden ejecutiva el próximo-pasado jueves: 'Proteger a la Nación ante el Ingreso de Terroristas Extranjeros en los Estados Unidos'. Algunos críticos declaman que numerosas de las naciones musulmanas que no figuran en el listado son sitios donde Trump exhibe inversiones, pero no creo que eso sea cierto, en modo alguno. Trump puso sobre la palestra el tema de la seguridad vinculada a inmigrantes y refugiados ya durante el pasado verano, y su perspectiva ha sido coherente. Prefiero creer que el plan actual es una continuación de políticas reaccionarias y pobremente concebidas, que han estado pululando por allí desde el 9/11, y que evalúan a los Estados musulmanes como definibles a través de un proceso motivado políticamente, antes que promocionado por un análisis de la realidad sobre la que se asienta el terrorismo. Las siete naciones ahora bajo la lupa ya habían sido clasificadas como 'naciones que motorizan preocupación' bajo el presidente Barack Obama, y estaban sujetas a escrutinio adicional. El congreso estadounidense, asimismo, impulsó un proyecto el pasado año, que proponía detener todo ingreso de refugiados desde Siria e Irak, hasta tanto pudiera certificarse que los recién llegados no representan amenaza alguna a la seguridad. El proyecto no se convirtió en ley, pero encarnaba una visión con amplia preponderancia en la legislatura; visión que coincidía en que no se estaba haciendo lo suficiente para determinar a quién exactamente se le permitía el ingreso al país.

Aduana, AeropuertoImpedir el ingreso a personas dada su nacionalidad, aún cuando hayan satisfecho la totalidad de los requisitos para la obtención de visado, bien podría ser ilegal bajo la actual ley inmigratoria, y la orden ejecutiva está siendo desafiada en los tribunales. Algunos incluso apuntan que, si en rigor se tratase de una cuestión de seguridad nacional y respaldada por hechos discernibles, los sauditas y los paquistaníes deberían ser impedidos de ingresar, y sujetos a revisión extensiva para la obtención de visas -a contramano de lo que debiera suceder con los iraníes o los sudandeses. Y, ¿qué hay de la omisión de Afganistán, sitio donde numerosos ciudadanos de Estados Unidos están siendo asesinados por afganos, toda vez que quepa admitir que éstos no han ejecutado ataques terroristas en suelo estadounidense?

La orden ejecutiva del presidente ha carecido, en rigor, de cualquier atisbo de decencia, lo cual bien pudo evaluarse con precisión antes de perder aquélla su intencionalidad. Pudo -y debió- haber tolerado que personas con visado y poseedores de green cards ya en tránsito, ingresen al territorio americano. El mal momento experimentado por familias divididas y seres queridos que merodean por los aeropuertos es, simplemente, algo inaceptable, y fue ampliamente retratado en los medios de todo el globo. Recién el domingo, la Administración torció el curso de la medida, declarando que los tenedores de green cards no serían impedidos de ingresar.

Todo lo cual no persigue el objetivo de sugerir que la orden ejecutiva es completamente errada. Los países en cuestión -con la excepción de Sudán e Irán, incluídos por razones que básicamente son un sinsentido, y etiquetadas como patrocinadores del terrorismo-, en efecto exhiben problemas de radicalización, conforme ha sido descripto en el Informe Anual sobre Terrorismo del Departamento de Estado. Es materia sensible el impedir el traslado a ciudadanos de aquellos países hasta tanto uno pueda establecer procedimientos para garantizar que no ingresen militantes a Estados Unidos, porque las embajadas y consulados en el exterior solo cuentan con una capacidad limitada para evaluar a potenciales visitantes e inmigrantes. Por cierto, la Administración Obama ha insistido en que aplica un proceso de revisión extrema a potenciales refugiados, buscadores de asilo, inmigrantes y turistas -pero ha fracasado a la hora de proporcionar detalle alguno sobre cómo funciona tal sistema en realidad.

Debería asumirse que grupos tales como ISIS o al-Qaeda celebrarían la posibilidad de infiltrar refugiados, inmigrantes o turistas en la Europa Occidental o en Estados Unidos, lo cual convertiría a las embajadas y consulados estadounidenses en el exterior en cuellos de botella que se ocupen de mantener alejados a potenciales terroristas. En lo personal, y habiéndome desempeñado previamente en consulados en el extranjero -en las filas de personas que aplicaban para visado-, comprendo las dificultades a la hora de ser justo con viajeros sinceros, mientras que se descarta a otros con intenciones menos honorables. En el consulado, un screening inicial -basado en identidad y fecha de nacimiento- determina si acaso un aplicante figura en algún listado de prohibición para abordar vuelos o en alguna lista de asociados al terrorismo. Los nombres que coincidan con alguno de estos listados reciben una denegación automática, pero tales listas incluyen bastante información imprecisa, de tal suerte que, probablemente, se 'atrapa' a más personas inocentes que terroristas. Los individuos que se han trasladado previamente a Irán, Irak, Sudán o Siria desde 2011, o que son ciudadanos de aquellos países, son seleccionados para revisión adicional.

Aquellos visitantes que superan la revisión inicial y que no provienen de alguno de los 38 países incluídos en el programa 'visa waiver', mayormente europeos, pasan al próximo paso de la aplicación para visado de visitantes (conocido como categoría B-2). En ese punto, el objetivo del consulado es determinar si acaso el viajero potencial cuenta con una buena razón para visitar los Estados Unidos, si tiene los recursos para pagar por el viaje, y si es probable que regrese previo a que el visado expire. El proceso se maneja con documentación, y los aplicantes presentan evidencia de cuentas bancarias, empleo, vínculos familiares, y propiedades (como ser, si son titulares de un bien inmobiliario).

Si acaso un aplicante odia a los Estados Unidos o no es difícil de determinar con documentación. En algunos países, la evidencia documental puede ser suplida con informes policiales -si el gobierno de ese país coopera. Algunos consulados emplean a investigadores, generalmente ex policías, que están capacitados para examinar registros públicos si existiesen dudas sobre el perfil o las intenciones de quien aplica, pero el grueso de los gobiernos no permiten acceso a documentación oficial. Recientemente, las investigaciones sobre antecedentes han sido complementadas con un examen de la presencia del aplicante en el Internet, para determinar si él o ella frecuentan sitios web militantes extremistas, o si discuten asuntos políticos en línea. Si quien aplica por el visado busca radicarse en los Estados Unidos, el proceso es -naturalmente- más riguroso y lleva mucho más tiempo.

Los visados tanto para viaje e inmigración son, sin embargo, procesos subjetivos, conforme se conducen con documentación y se respaldan en lo que un potencial viajero declara en su entrevista. En muchos sitios, la documentación oficial son es eslabón débil, dado que es fácil de falsificar o bien puede ser obtenida de manera genuina de parte de burócratas corruptos. Si uno no está en capacidad de ir a la fuente de la documentación para verificarla, los papeles remitidos para respaldar la aplicación de la visa son virtualmente imposibles de autenticar. Entonces, ¿qué hacer cuando aplican personas oriundas de países que bordean la guerra civil -como Irak, Siria, Libia o Yemén- y aquéllas llegan a la ventanilla, algunas sin documento alguno? ¿Y cuando tales aplicantes llegan para pedir por asilo o status de refugiado? Todo se vuelve complejo, y Trump la razón cuando afirma que Estados Unidos debe negar el ingreso a todas aquellas personas hasta tanto puedan establecerse procedimientos para tomar decisiones de ingreso de forma coherente.

A nivel personal, creo que Estados Unidos tiene una obligación moral de aceptar a un número considerable de refugiados y solicitantes de asilo, de parte de personas que provienen de países en donde EE.UU. intervino militarmente. Washington también es signatario de los acuerdos para restablecimiento de refugiados de Naciones Unidas, proceso que deriva en otra oleada recurrente de inmigrantes a quienes ahora Trump impide el ingreso. Gran parte de la evaluación de antecedentes es llevada a cabo por la ONU en un modo no del todo transparente, y la relocación de aquellos que son aceptados suele hacerse en cuotas -siendo Estados Unidos el país que más refugiados recibe, y se espera que reciba a un aproximado de 100 mil en 2017 (cifra que Trump se propone recortar a la mitad).

Pero, infortunadamente, la actual política para refugiados significa aceptar a muchos que han estado del otro lado del mostrador de las intervenciones militares americanas. Inevitablemente, algunos guardan sentimientos de venganza contra Occidente y contra EE.UU. en particular, lo cual significa que Washington ha aceptado a mucha gente que cuenta con buenas razones para despreciar a Estados Unidos. Esto resulta en un problema doméstico que se manifiesta en los tribunales, allí donde el grueso de los condenados por terrorismo en suelo estadounidense han nacido en otros países. Los cien mil refugiados somalíes en suelo estadounidense tienen un problema particular, provisto que muchos regresan a casa para unirse a al-Shabaab, franquicia de al-Qaeda.

Existe un número de otras temáticas que la orden ejecutiva no considera. Muchos de los musulmanes más radicalizados ahora portan pasaporte europeo y, aún cuando algunos son motivo de escrutinio adicional a raíz de su país de nacimiento, cuentan con la posibilidad de trasladarse libremente. Asimismo, el hecho de que la orden ejecutiva subraya la 'minoría religiosa' de refugiados para tratamiento especial y consigna el uso reiterado de expresiones tales como 'terrorismo islamista radical' proporcionará munición adicional para aquellos que creen que la 'Guerra contra el Terrorismo' es, en rigor, una guerra contra el Islam. Finalmente, el prohibir traslado a ciertos países invita a la reciprocidad y a que otras naciones que se muestren perturbadas con la maniobra de Trump comenzarán a exigir visas y a implementar escrutinio adicional para viajeros estadounidenses.

El problema de mayor calibre -al que Trump debería atender- es la incapacidad del gobierno federal para revisar aplicaciones de visado, a inmigrantes y a refugiados, en un nivel que podría ser catalogado de insuficiente desde una perspectiva de seguridad nacional; fallo que ha llevado a algunos conservadores a quejarse de que la política de la Casa Blanca coincide con 'invadir al mundo y, después, invitar al mundo a venir'. Las exigencias de Trump al respecto de impedir el ingreso de visitantes y eventuales residentes podrían parecer -y, en algunos casos, ciertamente lo parecen- una sobrereacción, y podrían haberse visto beneficiadas con algún procedimiento de hilado fino, a los efectos de convertir al proceso en menos humillante para viajeros y más potable para una audiencia más global. Pero, hasta tanto no se repare un sistema de inmigración fallido, el presidente tiene la razón.


Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/blocking-terrorists-or-not/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos)


 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.