POLÍTICA ARGENTINA: MARIANO ALVAREZ

Cristina tiene razón: durante su gobierno, los pobres no reclamaban

En medio de la polémica generada por la difusión de las cifras reales de indigencia...

04 de Octubre de 2016
En medio de la polémica generada por la difusión de las cifras reales de indigencia (6,3%) y pobreza (32,2%) tras el ocultamiento llevado a cabo por el gobierno anterior, la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner mencionó que, en su gobierno, 'no vio movilizaciones de pobres'.
 
Ciertamente, resultó llamativa la baja intensidad del reclamo de los sectores populares en dichos años, a pesar de que todo estudio serio sobre el tema alertaba sobre el crecimiento de la pobreza y marginalidad (recuérdese, por ejemplo, el relevamiento llevado a cabo por la ONG Techo en el año 2013, oportunidad en la que quedó en evidencia el incremento de villas miserias y asentamientos en todo el país).

Mariano Alvarez, MSREntonces, ¿tiene razón Cristina Kirchner? En efecto, la tiene; pero por motivos totalmente distintos a los que apunta, y quiere hacernos creer. A los efectos de explorar las verdaderas causas de la desmovilización en ese período, resulta necesario comenzar preguntándose: ¿por qué los pobres no reclamaban, a pesar de ver degradarse sus condiciones de vida? ¿Por qué gran parte de la clase política argentina se hizo la distraída durante todos estos años? ¿Por qué numerosas organizaciones sociales (kirchneristas y no kirchneristas) desactivaron o bien disminuyeron sus reclamos hacia el gobierno? La respuesta es una sola: gracias al clientelismo político. Un sistema que les conviene a todos, excepto a quienes son rehenes de la extorsión: los pobres. Un mecanismo de cooptación que no es nuevo, pero que el kirchnerismo perfeccionó hasta convertirlo en política de Estado. El resultado fue la consolidación de una cultura clientelar que atraviesa a toda la sociedad argentina. Y que llenó el país de mercaderes de la pobreza, que incluye no sólo a políticos de distintos rangos y pertenencias, sino también a sindicalistas y dirigentes sociales.
 
Las consecuencias de esta deshumanización de la política son variadas. El conjunto de la bibliografía disponible sobre clientelismo político reconoce que el principal efecto que tiene sobre los pobres es disciplinarlos, desactivando potenciales reclamos y movilizaciones. Esto hicieron el kirchnerismo y sus punteros (que no necesariamente pertenecían al FPV), diseminados en todo el país.
 
Esta lógica explica, asimismo, las reiteradas cadenas nacionales, en las que Cristina Kirchner actuaba como una 'gran puntera política'. ¿Ustedes creen que esas cadenas tenían por objetivo molestar a las señoras que miraban la novela? Pues, no. El objetivo era recordarles en forma inequívoca a 'todos y todas' (en especial a los pobres) quién era la benefactora de la ayuda social. Quien era la 'patrona', utilizando un término conocido en la literatura sobre clientelismo. El efecto y mecanismo que sigue es bien conocido por quienes transitamos los barrios marginales: los punteros, en forma articulada (diríase casi instintiva) amenazaban en forma directa o indirecta (a través del rumor) a los beneficiarios de la ayuda social. Cualquier disidencia o resistencia a participar de marchas u otras actividades a favor de Cristina, gobernadores, intendentes o dirigentes sociales pertenecientes al 'proyecto nacional y popular' llevaba consigo la advertencia y posibilidad de perder la vital asistencia estatal.
 
La cultura clientelar hace que cada peso de ayuda social venga acompañado de la idea de intercambio político. La política pública pierde, entonces, su propósito igualador, y se convierte en una herramienta de dominación que anula al ciudadano en estado de pobreza. Esta es una poderosa razón para explicar por qué, a pesar de los cuantiosos recursos volcados a la ayuda social durante la 'década ganada', seguimos teniendo escandalosos e inmorales niveles de pobreza estructural en nuestro país. El premio Nobel de Economía, Amartya Sen, diría que, al condicionarse la libertad política de los pobres, se les impide hacer oír su voz, privándolos de una herramienta indispensable para reclamar y de ser escuchados por los gobernantes. Pero, además, detrás del clientelismo -al menos en el obsceno formato en que derivó en estos años- se esconde un impulso de dominación, de desprecio al otro, a la libertad del otro, al uso del otro. Esta violencia ejercida en forma sistemática sobre los más vulnerables acarrea consecuencias trágicas para su reinserción social, perpetuándose la pobreza y la marginación.
 
'Pobreza Cero', el horizonte trazado por el Presidente Mauricio Macri, requerirá que los argentinos recuperemos el sentido de la solidaridad y el respeto por la dignidad humana, poniendo en el centro al ser humano, y no al poder y los negocios. Cuando esto ocurra, los planes asistenciales dejarán de tener sentido. No porque lo diga un economista ortodoxo -incapaz de percibir en toda su dimensión la compleja realidad social argentina posterior al 2001. Sino porque la ayuda social sin condicionamientos permitirá a la gran masa de excluídos dar rienda suelta a su creatividad y potencial, lo que le permitirá incorporarse paulatinamente al mercado laboral y productivo argentino. 

 
Sobre Mariano Alvarez

Es Ingeniero en Informática (Universidad de La Matanza), con Master en Ciencias del Estado en la Universidad del CEMA y Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad del Salvador. Actualmente, se desempeña como Secretario General del partido bonaerense Movimiento Social por La República (MSR).