Por qué debimos pelear la Guerra Fría
La Guerra Fría que se extendió desde 1945 hasta 1991 fue un tema de enorme importancia...
22 de Agosto de 2016
La Guerra Fría que se extendió desde 1945 hasta 1991 fue un tema de importancia crucial. Estaba en juego la posibilidad de que el mundo terminara dominado por las fuerzas del totalitarismo, conducidas por la Unión Soviética, o si -por el contrario- triunfarían los principios de la libertad económica y política, encarnadas en los Estados Unidos de América.
Estaba en juego la libertad -o el perpetuo encierro- de millones de personas detrás de la Cortina de Hierro.
Se hallaba en juego la posibilidad de exhibir al comunismo por lo que realmente era (y es): una pseudoreligión mascarada de pseudociencia, impuesta sobre los pueblos a través de la fuerza.
Con la caída del Muro de Berlín, sobrevino la implosión de la Unión Soviética un cuarto de siglo atrás; y lograron probarse verdades críticas sobre el comunismo:
Una potencia que se respalde en la supresión y opresión contínua de su propio pueblo no puede sobrevivir. En las palabras de Ed Meese II, ex asistente del presidente Ronald Reagan, el mandatario estadounidense creía que el ideario de la libertad finalmente prevalecería, 'provisto que adoptemos las estrategias correctas y las políticas correctas para nuestro liderazgo en el globo'.
El Papa Juan Pablo II desempeñó un rol clave en el final del comunismo en Polonia, y en Europa Oriental y Central. En su peregrinaje papal hacia su patria natal, el papa inspiraba a un pueblo con estas sencillas palabras: 'Permítanme recordarles quiénes son ustedes realmente. Y, si Ustedes son dueños de la verdad por sí mismos, en su identidad y la cultura que la ha formado, entonces hallarán novedosas formas de resistencia, y sus líderes no podrán hacerles frente'. Un resultado inmediato, conforme lo puntualizara el biógrafo/historiador George Weigel, fue la formación del sindicato Solidaridad, que rápidamente contaba diez millones de trabajadores dispuestos a desafiar al gobierno comunista.
Las más de cien millones de víctimas del comunismo exigen responsabilidad, pedidos de disculpas, y arrepentimiento. 'Sin tales cosas', dijo Alan Charles Kors, 'la Era del comunismo continúa viva. Sin tales cosas, los restos del Muro de Berlín, de la mente y del espíritu de aquél, no terminan de caer'. Agregó Kors: 'Que los intelectuales de Occidente aprendan el poema "Réquiem", escrito durante el "Gran Terror" de Josef Stalin, por la poeta rusa Anna Akhmatova: "Los recordaré siempre, y en cualquier parte. Nunca los olvidaré, sin importar quién venga".
El mundo ha cambiado en múltiples formas desde 1945 -momento en que la Guerra Fría dio inicio- y 1991 -instancia en la que llegó a término. Pero algunas cuestiones continúan siendo ciertas, especialmente en el comando de nuestra política exterior.
A contramano de lo señalado por Niccolò Machiavelli y sus discípulos de la contemporaneidad, el poder no lo es todo. Las ideas detrás de un régimen interesan, porque guían a los gobiernos -y nos ayudan a comprender su conducta.
La Unión Soviética fue moldeada por el marxismo-leninismo. A pesar de que el presidente ruso Vladimir Putin no es un Stalin moderno, su deseo y aspiraciones por un imperio, y su predisposición para emplear la fuerza para consolidar logros políticos reflejan su entrenamiento como agente de la KBG durante la época stalinista.
Los amigos y los aliados interesan. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos comandó una enorme alianza contra la Unión Soviética, recurriendo a instrumentos económicos y estratégicos como el Plan Marshall, la OTAN, la 'relación especial' con la Gran Bretaña, y la Doctrina Reagan. En contraste, la Unión Soviética jamás estuvo en capacidad real de contar con un compromiso verdadero de parte de los miembros del Pacto de Varsovia, ni de parte del espectro de naciones que conformaban la URSS.
El liderazgo interesa. En un sentido, la historia de la Guerra Fría es la biografía de los líderes de ambos lados de la Cortina de Hierro. El conflicto dio inicio bajo Stalin y el presidente estadounidense Harry Truman, y fue terminado por Reagan, por la primer ministro británica Margaret Thatcher, el Papa Juan Pablo II, el disidente checo Vaclav Havel y -por supuesto-, el premier soviético Mikhail Gorbachev.
Gorbachev ayudó a poner fin a la Guerra Fría, al abandonar la Doctrina Brezhnev, la cual había promovido los regímenes comunistas en la Europa del Este durante décadas. También lo hizo por razones prácticas: Moscú ya no podía pagar por todo aquello.
El estadismo también importa. La victoria sobre un adversario determinado, ya se trate de la Unión Soviética o el islam radicalizado, no solo exige fortaleza y voluntad, sino también estrategias relevantes para las épocas actuales y para las naciones involucradas.
Una estrategia estadounidense debería dar comienzo con la tesis de que EE.UU. debería intervenir solo cuando sus intereses se encuentren en juego, y cuando cuente con la capacidad para hacerlo.
Estos intereses incluyen: la protección del territorio estadounidense, de vías navegables y de aeropuertos; la necesidad de impedir que una potencia hostil tome control de Europa, el Este de Asia o el Golfo Pérsico; el garantizar acceso, por parte de Estados Unidos, a los recursos mundiales; la expansión del libre comercio en todo el globo; y la protección de la vida de los ciudadanos estadounidenses, y su bienestar.
Ya fuere que todo ello confronte con el terrorismo islámico o los desafíos de largo plazo que presenten la autocrática China o la Rusia imperialista, una política exterior prudente, guiada por los principios fundacionales de la libertad y la justicia (y que reposen en nuestras capacidades) ofrecen el mejor sendero hacia el futuro para los Estados Unidos.
Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2016/08/17/why-we-fought-the-cold-war/
Una potencia que se respalde en la supresión y opresión contínua de su propio pueblo no puede sobrevivir. En las palabras de Ed Meese II, ex asistente del presidente Ronald Reagan, el mandatario estadounidense creía que el ideario de la libertad finalmente prevalecería, 'provisto que adoptemos las estrategias correctas y las políticas correctas para nuestro liderazgo en el globo'.
El Papa Juan Pablo II desempeñó un rol clave en el final del comunismo en Polonia, y en Europa Oriental y Central. En su peregrinaje papal hacia su patria natal, el papa inspiraba a un pueblo con estas sencillas palabras: 'Permítanme recordarles quiénes son ustedes realmente. Y, si Ustedes son dueños de la verdad por sí mismos, en su identidad y la cultura que la ha formado, entonces hallarán novedosas formas de resistencia, y sus líderes no podrán hacerles frente'. Un resultado inmediato, conforme lo puntualizara el biógrafo/historiador George Weigel, fue la formación del sindicato Solidaridad, que rápidamente contaba diez millones de trabajadores dispuestos a desafiar al gobierno comunista.
Las más de cien millones de víctimas del comunismo exigen responsabilidad, pedidos de disculpas, y arrepentimiento. 'Sin tales cosas', dijo Alan Charles Kors, 'la Era del comunismo continúa viva. Sin tales cosas, los restos del Muro de Berlín, de la mente y del espíritu de aquél, no terminan de caer'. Agregó Kors: 'Que los intelectuales de Occidente aprendan el poema "Réquiem", escrito durante el "Gran Terror" de Josef Stalin, por la poeta rusa Anna Akhmatova: "Los recordaré siempre, y en cualquier parte. Nunca los olvidaré, sin importar quién venga".
El mundo ha cambiado en múltiples formas desde 1945 -momento en que la Guerra Fría dio inicio- y 1991 -instancia en la que llegó a término. Pero algunas cuestiones continúan siendo ciertas, especialmente en el comando de nuestra política exterior.
A contramano de lo señalado por Niccolò Machiavelli y sus discípulos de la contemporaneidad, el poder no lo es todo. Las ideas detrás de un régimen interesan, porque guían a los gobiernos -y nos ayudan a comprender su conducta.
La Unión Soviética fue moldeada por el marxismo-leninismo. A pesar de que el presidente ruso Vladimir Putin no es un Stalin moderno, su deseo y aspiraciones por un imperio, y su predisposición para emplear la fuerza para consolidar logros políticos reflejan su entrenamiento como agente de la KBG durante la época stalinista.
Los amigos y los aliados interesan. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos comandó una enorme alianza contra la Unión Soviética, recurriendo a instrumentos económicos y estratégicos como el Plan Marshall, la OTAN, la 'relación especial' con la Gran Bretaña, y la Doctrina Reagan. En contraste, la Unión Soviética jamás estuvo en capacidad real de contar con un compromiso verdadero de parte de los miembros del Pacto de Varsovia, ni de parte del espectro de naciones que conformaban la URSS.
El liderazgo interesa. En un sentido, la historia de la Guerra Fría es la biografía de los líderes de ambos lados de la Cortina de Hierro. El conflicto dio inicio bajo Stalin y el presidente estadounidense Harry Truman, y fue terminado por Reagan, por la primer ministro británica Margaret Thatcher, el Papa Juan Pablo II, el disidente checo Vaclav Havel y -por supuesto-, el premier soviético Mikhail Gorbachev.
Gorbachev ayudó a poner fin a la Guerra Fría, al abandonar la Doctrina Brezhnev, la cual había promovido los regímenes comunistas en la Europa del Este durante décadas. También lo hizo por razones prácticas: Moscú ya no podía pagar por todo aquello.
El estadismo también importa. La victoria sobre un adversario determinado, ya se trate de la Unión Soviética o el islam radicalizado, no solo exige fortaleza y voluntad, sino también estrategias relevantes para las épocas actuales y para las naciones involucradas.
Una estrategia estadounidense debería dar comienzo con la tesis de que EE.UU. debería intervenir solo cuando sus intereses se encuentren en juego, y cuando cuente con la capacidad para hacerlo.
Estos intereses incluyen: la protección del territorio estadounidense, de vías navegables y de aeropuertos; la necesidad de impedir que una potencia hostil tome control de Europa, el Este de Asia o el Golfo Pérsico; el garantizar acceso, por parte de Estados Unidos, a los recursos mundiales; la expansión del libre comercio en todo el globo; y la protección de la vida de los ciudadanos estadounidenses, y su bienestar.
Ya fuere que todo ello confronte con el terrorismo islámico o los desafíos de largo plazo que presenten la autocrática China o la Rusia imperialista, una política exterior prudente, guiada por los principios fundacionales de la libertad y la justicia (y que reposen en nuestras capacidades) ofrecen el mejor sendero hacia el futuro para los Estados Unidos.
Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2016/08/17/why-we-fought-the-cold-war/
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Sobre Lee Edwards
Reconocido historiador y analista del conservadurismo estadounidense en la Fundación Heritage, Washington, D.C., Edwards es autor de más de veinte libros, incluyendo biografías de Ronald Reagan y Barry Goldwater. También es presidente de la Fundación por la Memoria de Víctimas del Comunismo (Victims of Communism Memorial Foundation) desde 2007, y que lanzaran en modalidad online el Museo Global sobre Comunismo en 2009. Publica en la web estadounidense The Daily Signal.