ECONOMIA INTERNACIONAL: GUSTAVO LAZZARI

Argentina: los fabricantes de desempleo

Legisladores de la oposición y numerosos comunicadores están proponiendo la prohibición...

27 de Abril de 2016
Legisladores de la oposición y numerosos comunicadores están proponiendo la prohibición de los despidos y la duplicación de las indemnizaciones en caso que las mismas sean convalidadas. A través de un Proyecto de Ley presentado por diputados kirchneristas se propone, además, la multiplicación de la industria del juicio y la burocratización en caso de despidos con causa o fuerza mayor. Las sanciones al empleador que intentare un despido multiplican los costos indemnizatorios y administrativos. En tren de demagogia irreal, existen dos proyectos en el Congreso. Uno en el Senado que sólo prohíbe despidos por 180 días y otro en Diputados, que prohíbe despidos e impone la doble indemnización hasta el 31 de diciembre de 2017.
 
Congreso de la Nación ArgentinaEstas iniciativas, lejos de beneficiar al trabajador lo perjudican. A quienes no están trabajando directamente, se les condena a la pobreza más rígida e inmodificable. Los legisladores, culposos por su falta de ideas para solucionar la pobreza y crear empleo, no tienen mejor idea que convalidar el desempleo por generaciones.
 
Toda ley, todo reglamento que aumente los costos de contratación y desvinculación no hace otra cosa que disminuir la demanda de trabajo y favorecer la sustitución de trabajo por capital. Aumentar los costos laborales (gracias a estas medidas demagógicas) implica reducir la demanda de trabajo, excluir a los menos capacitados. Se trata, en rigor, de una medida cruel y despiadada -disfrazada de falsa solidaridad.
 
Cuanto más costoso sea el contrato laboral, mayor deberá ser la productividad del trabajador para ser contratado. Si el trabajador no es calificado, inexorablemente perderá el empleo. El intento de proteger devino en fábrica de desempleo y exclusión.
 
Es necesario comprender que el concepto de costo laboral es bien diferente al concepto de salario. El llamado 'costo laboral' incluye todos los impuestos y sobre costos derivados de la burocratización del contrato, la judicialización, y los riesgos derivados de la legislación. Esas supuestas protecciones incrementan los costos y, por consiguiente, reducen la demanda de empleo. Con ello, reducen las posibilidades laborales de los pobres. Cuanto más regulación, menos trabajo. No más; menos. Es imprescindible comprender, asimismo, que los costos laborales pueden bajar y, al mismo tiempo, los salarios pueden subir...
 
El impuesto sobre el salario ronda entre el 40 y el 50% dependiendo de la actividad. Si consideramos costos de judicialización y conflictividad, dicho 'impuesto' puede llegar al 60%. Quiere decir que un salario promedio industrial del orden de $15.000 pesos brutos redunda en un salario en mano de $ 12.300, en tanto que el costo laboral que abona el empleador alcance los $22.725. Traduciendo: el empleador paga $ 22.725 y el trabajador recibe $ 12.300. En el medio, impuestos, regulaciones, 'salarios diferidos' (artilugio para denominar los supuestos beneficios jubilatorios y sociales), costos indenmizatorios, y supuestas protecciones.
 
No es casual que quienes proponen estas medidas jamás hayan pagado una quincena. Demuestra un desconocimiento total del mercado de trabajo su funcionamiento y los incentivos. En los últimos días, muchos despidos se han acelerado sólo debido a los rumores de estas inútiles leyes, curiosamente propuestas por quienes no generaron empleo privado desde 2011 hasta 2015.
 
Desde el nacimiento de la legislación laboral, políticos y sindicalistas se han empecinado en aumentar los costos laborales creando desempleo y marginación. Es el Estado, en su intento pseudoprotector, el que excluye.
 
Los salarios reales sólo pueden crecer si el trabajo es asistido con bienes de capital. Son las máquinas las que fortalecen la productividad del trabajador. Sin máquinas, los salarios son necesariamente bajos. No existe grito sindical, huelga, legislación chamuyera, ni bravuconada política que pueda aumentar los salarios por obra de un decreto.
 
Si queremos disminuir los despidos, bajar el desempleo, aumentar los salarios reales y proteger de esa manera a los trabajadores nuestros diputados deberían pensar en generar incentivos a la inversión. Incentivos que no son subsidios ni protecciones sino un ambiente de negocios estable, impuestos bajos, y una razonable administración de justicia. Todo lo demás, vendrá por añadidura.
 
Los trabajadores que se sientan “protegidos” por los anuncios de los legisladores del kirchnerismo deberían saber que 'hay amores que matan'. El chamuyo mata y la demagogia excluye. Doce años espantando inversiones tienen como corolario la tremenda incertidumbre que estamos viviendo por estas horas.

 
Sobre Gustavo Lázzari

El autor es economista en la Fundación Libertad y Progreso (Argentina). Publica regularmente sus trabajos en la web de la fundación y en el sitio web en español del Instituto Cato.