Hacia la desintegración de la izquierda latinoamericana
El 'No' a la reelección indefinida se impone en el referéndum de Bolivia...
22 de Febrero de 2016
El 'No' a la reelección indefinida se impone en el referéndum de Bolivia; Evo Morales no podrá presentarse en las presidenciales 2019. Así, pues, el efecto dominó continúa. Como sucediera en su momento con la Argentina y Venezuela, en los últimos meses de 2015 ,en Bolivia, la otrora indestructible fuerza del progresismo encuentra su límite. La urnas -la voluntad popular, el pueblo-, en elecciones democráticas, le ponen fin al sueño de poder eterno del mandatario altiplánico.
Esa potencia política nacida a inicios de siglo de las mismísimas entrañas de la región parece acercarse a su fecha de vencimiento. Este movimiento latinoamericanista y progresista, chavista y bolivariano, autoproclamado de izquierda y antiimperialista, nacional y popular, revolucionario y refundador, pierde la solidez que lo caracterizó. Más aún, muestra señales perceptibles de que comienza a diluírse.
Para colmo de males, el superpoderoso Brasil, gobernado por el Partido de los Trabajadores, se hunde en la hiperrecesión y la contracción económica. La macro muestra los peores resultados en setenta años, de acuerdo a números del Banco Central y, por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la República Federativa transitará tres años consecutivos de declive económico. Definitivamente, se precisa contar con un gobierno experto en el desmanejo para alcanzar tan espectacular récord. No es sencillo llevar a la economía de una nación a su peor momento en siete décadas; a los efectos de lograrlo, es necesario ser extremadamente hábil en el arte de retroceder.
Mientras tanto, Washington sigue de cerca los acontecimientos. Jamás se debe subestimar la habilidad y precisión de la diplomacia norteamericana. El Departamento de Estado supo esperar pacientemente la oportunidad y, en cuanto percibió el incio del proceso de resquebrajamiento del sistema bolivariano, atacó con presteza. En un viaje relámpago y estratégico, Barack Obama visitará Buenos Aires y La Habana, ingresando en el corazón de la retórica antiimperialista. Un mandatario de los Estados Unidos llegará a la isla por primera vez desde 1928. Raúl Castro, en un acto contrarrevolucionario, abre una puerta que permaneció cerrada durante ochenta largos años. Los próximos 21 y 22 de marzo, será el anfitrión del líder de la mayor superpotencia mundial y, en ese mismo acto, clavará una puñalada en el corazón a todos los latinoamericanos que honestamente comulgan con las ideas de izquierda. Apenas horas después, Obama se desplazará al sur del sur y relanzará las relaciones con la República Argentina. En rigor, desde la derrota electoral del kirchnerismo, la tercera economía latinoamericana ya no es una piedra en el zapato de la Casa Blanca. Buenos Aires será, a partir de ahora, un importante aliado para los Estados Unidos en la región.
Habría que retroceder unos pocos años para rememorar el clima político que se respiraba en América Latina cuando, no sin contundencia, Chávez, Kirchner, Lula, Morales y Correa no solo ascendían al poder, sino que también se reelegían con destacable facilidad. Se registraba, en efecto, una sensación relativamente extendida de que este flamante ciclo había llegado para quedarse. Ya nadie podría arrebatarle el poder a estos nuevos gobiernos, 'realmente' populares y 'realmente' representantes de la América Latina profunda. Hoy, algo más de una década después, podemos constatar que el destino tenía guardado un inesperado y alternativo desenlace para la novela política regional.
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Sobre Santiago Pérez
Es Licenciado en Relaciones Internacionales. Observador de la política internacional desde el enfoque realista, es columnista de una decena de medios gráficos y digitales del mundo de habla hispana. Reside en Río de Janeiro, Brasil, y publica regularmente en el sitio web Brasil Economía.