POLITICA ARGENTINA: PABLO PORTALUPPI

La Era Macri: inquietantes señales peronistas

Ya Mauricio Macri (Cambiemos) se hizo de la victoria, y dará inicio...

26 de Noviembre de 2015
Ya Mauricio Macri (Cambiemos) se hizo de la victoria, y dará inicio -necesariamente- una nueva temporada de la política argentina. Las épocas jamás son idénticas, aunque lícito es apuntar que la Argentina se ha hecho dueña de una extraña paradoja: olvida con frecuencia (y pasmosa velocidad) el pasado pero, al mismo tiempo, tropieza con la reiteración de ciclos. Pocos días después de que el país eligiera un nuevo jefe de Estado, las similitudes con tiempos pretéritos vuelve a ser tema de tratamiento.

A nivel del ciudadano de a pie, el registro que se tiene de la Administración De la Rúa es el de un gobierno errático y de un presidente declardamente incapaz. De todas maneras, en sus comienzos, el gobierno aliancista se anotó una remarcable simpatía popular, conforme es tradicional en la vida política de la nación. Ciertos detalles debieran ser traídos a la memoria; a diferencia del frente Cambiemos, la difunta coalición UCR-Frepaso no había logrado hacer pie en las tres provincias más importantes del país, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Adicionalmente, las tres habían quedado bajo control del justicialismo, a través de Carlos Ruckauf, José Manuel De la Sota y Carlos Reutemann, respectivamente. Lo cual subraya una diferencia sustancial con la época presente, en la que María Eugenia Vidal logró destronar al peronismo en la provincia más populosa del país. En este punto, sería conveniente ponderar algunas posturas de aquellos gobernadores, en tiempos de la transición y apenas asumido Fernando De la Rúa.

Ruckauf, quien jamás ocultó sus ambiciones de alcanzar la primera magistratura, solía elogiar al Presidente, apodándolo 'El Rey Fernando' -su comportamiento público no difería del de muchos delarruístas. Por su Hugo Moyano y Luis Barrionuevoparte, el cordobés De la Sota repetía en cuanta entrevista compartía: 'Si a De la Rúa le va mal, le va a ir mal a todo el país'. Eduardo Duhalde, derrotado en las elecciones presidenciales de 1999, ofrecía colaboración al nuevo Gobierno, y el ex mandatario Carlos Menem buscaba conservar su cuota de poder, luego de diez años y medio al frente del Ejecutivo. Como es posible apreciar, el escenario no era demasiado diferente del actual.

Si se tiene en cuenta que Cristina Fernández de Kirchner conservó la suma del poder durante ocho años, que fue reelecta con el 54% de los votos, y que se retira del poder formal con importantes guarismos de aceptación popular (toda vez que un escrutinio definitivo no demuestre lo contrario), podría entenderse que a la viuda no le ha ido mal. Aunque no pueda decirse lo propio de la República Argentina, con sus ruidosos desbarajustes en materia inflacionaria, reservas ausentes, violencia y falta de seguridad in crescendo, y agudo estancamiento de la economía. ¿Podría argumentarse que la frase que daba inicio con el condicional 'Si al gobierno le va bien...', oculta una falacia? En su oportunidad, esgrimida por De la Sota -dirigente peronista con proyecto presidencial. Pocos días atrás, fue retomada y compartida por el salteño Juan Manuel Urtubey -pretendido presidenciable del Partido Justicialista. Tal vez hoy no existan émulos de Ruckauf, aunque sí subsiste un Sergio Massa con sobradas ambiciones de poder -y que apenas contabiliza 43 años de edad. Duhalde Y Menem también tuvieron sus sosías políticos: Daniel Scioli y Cristina Fernández.

Se ha vuelto costumbre en el mundillo de los columnistas dominicales evaluar que, a posteriori ,de la derrota electoral, el peronismo entrará en un estado deliberativo, con algún anunciado pase de facturas y entierros prematuros. La fórmula casi aplica la teoría resultadista del fútbol, al terreno politiquero: el que gana sirve; el que pierde, no. Lo cierto es que, aún tomándose por correcta la versión de que ciertos puntos le fueron birlados a Mauricio Macri, en el peor de los casos, el FPV se hubiese anotado unos cuarenta puntos porcentuales en ocasión del balotaje. Guarismo nada desdeñable, considerando los doce años transcurridos. De tal suerte que el peronismo aún conserva su musculatura y, en rigor, se registran por estas horas movimientos para certificarlo. El derrotado Daniel Scioli, lejos de alejarse de la política activa como algunos suponían, ya avisó que no cejará en su deseo de presidir el Partido Justicialista, y que aspirará a una senaduría nacional hacia las Legislativas del 2017. Aníbal Fernández, a pesar de sus compromisos aún no resueltos en la justicia, no se ha llamado a silencio. La Cámpora cuenta con un microconglomerado de diputados, y buscará ampliar su influencia en la Cámara. Amén de encontrarse en retirada, la Casa Rosada impulsó la aprobación de 96 proyectos de ley, muchos de los cuales propinarán un impacto de proporciones en la economía nacional. ¿Ha sido el kirchnerismo el responsable de tales maniobras? De a poco, comienza a haber consenso: ha sido el peronismo el motor principal de la debacle institucional cuyos efectos ahora padece la Nación.

En 2001, al procesar la justicia a Carlos Menem por el comercio ilegal de armamento pesado al Ecuador, el justicialismo en su conjunto salió en defensa del riojano. Los dirigentes pejotistas se reunieron en el palacio legislativo y, como símbolo de esa unión, entonaron las estrofas de la marcha peronista. ¿Por qué no podría registrarse un escenario similar si la justicia federal, desde 2016 en adelante, confirme la marcha de las múltiples investigaciones que tienen por objeto a Cristina Kirchner? Pequeñas lecciones de la historia reciente: luego de la derrota de Italo Lúder en 1983 -también luego de una renovación interna-, el PJ se reagrupó. Y volvió a hacerlo en 2001, dos años después de la victoria electoral del aliancismo. ¿Acaso Daniel Scioli se resiste a abandonar la política, conforme tiene bien presente estos hechos, y alberga la esperanza de que la Administración Cambiemos fracase? ¿Por qué insistió hasta el cansancio, en tiempos de campaña, con la muletilla de la 'Alianza Cambiemos'

La gran diferencia entre 1999 y 2015 quizás se explique a partir del rol de los sindicatos. Debe recordarse que la Alianza de centroizquierda no gozaba de apoyo sindical alguno, mientras que tampoco hizo demasiado para lograrlo. Mauricio Macri, en cambio, trae consigo un acuerdo implítico con Hugo Moyano, aunque el jefe camionero nada tiene de altruísta: en tal sentido cobra valor la puja por el nombramiento del futuro Ministro de Transporte de la nueva Administración. Podría decirse que la designación de Jorge Triaca aportó cuotas de alivio a la tensión entre Macri y los gremios, pero la advertencia ha sido puesta en exhibición: la CGT nunca será un aliado maleable.

La soberbia peronista -difícil dudarlo- continúa intacta. Resta ver si la fallida experiencia de la Alianza y el viejo costumbrismo de la zancadilla peronista han contribuído a la curva de aprendizaje de la ciudadanía. Ya algunas señales consignan lo contrario.

 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.