POLITICA ARGENTINA: MATIAS E. RUIZ

Olimpo bajo fuego [amigo]

Aníbal Domingo Fernández está convencido de haber sido víctima...

29 de Octubre de 2015

Aníbal Domingo Fernández está convencido de haber sido víctima de una celada diseñada a su medida por el dueto Daniel Scioli-Ricardo Casal. Desde luego, esta presunción remite a la supuesta alfombra roja que el ministro de Justicia de la Provincia de Buenos Aires habría tendido a visitantes deseosos de oir los reparos del presidiario Martín Lanatta sobre el jefe de Gabinete, ahora herido de muerte. Aníbal llevó sus sospechas a un encuentro personal con Cristina Kirchner y, desde ese momento -como ya es públicamente conocido-, ardió Troya.

En tanto puede certificarse que Lanatta efectivamente recibió al periodista estrella de Periodismo para Todos (PPT) y a allegados del propio Aníbal Fernández en el penal de General Alvear -conforme lo adelantara el periodista de La NaciónFrancisco Olivera en un reciente capítulo del ciclo Odisea Argentina, junto a Carlos Pagni-, atribuir a Scioli una operación de semejante calibre bordea con el exceso o la más abyecta paranoia. En el plano operacional -y si la trampa descripta por el funcionario quilmeño comportara cierta dosis de credibilidad-, el video del encuentro entre el abogado anibalista Solivaret con Lanatta en la crujía (grabación que, en efecto, existe), hubiese aterrizado rápidamente en las manos del Gobernador, y éste hubiese explotado al máximo su sinergia positiva. El material hubiese oficiado de proverbial bala de plata con la cual eliminar de la ecuación no solo al jefe de Gabinete sino también al avieso Carlos Zannini -la Ola Naranja hubiese, entonces, procedido a la deseada y necesaria purga en tiempo y forma.

Adicionalmente, el bueno de Aníbal Domingo pareciera mostrarse demasiado predispuesto a brincar de la sartén al fuego; solo con promocionar la confección de este retorcido complot contra su persona, estaría adhiriendo a la desagradable subhipótesis elaborada por cierto establishment de la inteligencia nacional, a saber, que la candidatura del quilmeño para la Gobernación era telón de una devolución de favores para cárteles de la droga internacionales que operan a nivel doméstico -deseosos de verse representados en el organigrama de una eventual Administración oficialista. A modo complementario, esta proposición involucraría otra equivalente e igualmente válida: que el eje Scioli-Casal-Matzkin es, necesariamente, dignatario de un cártel contrapuesto al representado por el jefe de Gabinete y que puja por sus propias cuotas de control sobre la logística y distribución de la tonelada métrica y subproductos en territorio bonaerense. Todo lo cual equivaldría a blanquear públicamente que el propio Frente para la Victoria, La Cámpora incluída -amén de ventilar desaprensivamente sus luchas intestinas ante propios y ajenos- no es otra cosa que una facción de traficantes de estupefacientes egresados de un cottolengo.

Adicionalmente, sería harto difícil otorgar a Daniel Scioli una brillantez estratégica propia de von Clausewitz, cuando ha sabido caracterizarse por badulaques y gazapos que han dejado estupefacta a la opinión ciudadana, como llegar al ridículo de incluir una embarcación de mil doscientos pesos en su declaración jurada, o de fugarse entre risotadas a Italia mientras una catástrofe natural se enseñoreaba con el distrito bajo su control. Habría que -de una vez por todas- recurrir al pragmatismo: Scioli es, en rigor, lo que él deja ver de sí mismo. Es el megalómano Pichichi que obsequia y distribuye risibles videobloopers mientras juega futsal en La Ñata, y que no oculta su fervor por la cacofonía del multimillonario dueto Pimpinela. El partenaire comercial de Karina Rabolini es eso, y no mucho más.

Los problemas del gobernador saliente son, en realidad, bastante menores en importancia a los que cargan sobre las espaldas sus verdugos de oportunidad en la Casa Rosada. Desde temprano en la mañana del miércoles 28 -y hasta el cierre de la jornada-, el mundillo político se mostró particularmente agitado. Los juzgados federales habían mutado en un tembladeral de anticipada algarabía: magistrados de renombre (incluso otrora fieles siervos del deseo presidencial) ya calculaban fechas y despuntaban procedimientos para devolver al golpe a sus apretadores de casi trece años. Desde Máximo Kirchner, pasando por Lázaro Báez, Amado Boudou y Julio De Vido y llegando hasta Sergio Berni, el General César Milani (RE) y los protagonistas obscuros y propagandistas pro-iraníes de la novela Nisman, todos están llamados a toparse velozmente con su sino. Algunos -mediando el papeleo correspondiente- incluso habrán de rendir explicaciones ante la justicia estadounidense, en donde el lavado de activos se corporizará en la inevitable vedette. Los comentarios que Sergio Tomás Massa compartiera hace pocas horas a su círculo intimista se circunscriben a este contexto; el tigrense afirmó a sus allegados que, necesariamente, la Presidente deberá terminar sus días en prisión.

Ya en el plano estrictamente electoral, Daniel Osvaldo Scioli ha comenzado a danzar contra la marea de presiones que tienen por objetivo bajarlo del balotaje de noviembre. Esta es la razón exclusiva de su comentado entredicho con Cristina Fernández Wilhelm: ella es quien más presiona para que el gobernador saliente no compita -cinchada en donde otros incluyen a Alberto Pérez, jefe de Gabinete en Dardo Rocha.

La jefe de Estado entiende que una derrota de amplitud de su despreciado candidato frente a CambiemosMauricio Macri (ya un puñado de estudios refieren una brecha superior a la decena de puntos porcentuales) aceleraría el desmoronamiento de su Administración, potenciando los decibeles de un macartismo judicial que se apresta a crucificarla. Para vengarse de Scioli, CFK incluso evalúa cercenar la cadena de suministros (léase: la remesa de fondos) a la ya financieramente estrangulada Provincia de Buenos Aires. A la postre, el socio comercial de Rabolini no contaría con el dinero suficiente para hacer frente al pago de sueldos y aguinaldos.

Al tiempo que la victoria se escurre, día a día, de las manos de Daniel Osvaldo Scioli, la impunidad para la Presidente y sus secuaces no puede garantizarse. Tras lo cual ya no será engorroso discernir los motivos que la empujan a incinerar sin piedad a su perdidoso mesías.

Al cierre, solo faltará comprobar el carácter ignífugo de las estatuas de cera de La Ñata -si acaso lo tienen. Mudos testigos de la sanguinolenta carnicería que se desarrolla puertas adentro.
 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.