POLITICA ARGENTINA: PABLO PORTALUPPI

Sorpresas al por mayor; perspectivas para el balotaje

Acaso los resultados compartidos por las elecciones del domingo...

27 de Octubre de 2015
Acaso los resultados compartidos por las elecciones del domingo próximo-pasado sean los de más difícil evaluación desde el retorno de la democracia en 1983: demasiadas sorpresas juntas, suficientes como para conmover a los analistas más entrenados. 

Nadie vio venir lo que pasó; se percibía una difusa resignación en aquellos que no deseaban una victoria del oficialismo. Estas mismas personas olfateaban que a Daniel Scioli no le costaría hacerse de números satisfactorios. A su vez, Mauricio Macri -el candidato opositor mejor posicionado en la carrera- no despertaba grandes pasiones: eran más quienes lo criticaban por su estrategia 'purista' que los que defendían esa prerrogativa. Sin embargo, se registró un virtual empate técnico entre ambos, y nada está dicho todavía. Quizás la sociedad haya comprendido que conserva margen para adueñarse de su destino, y comienza ahora a superar una serie de traumas, bien internalizados. Con total evidencia, un grueso de candidatos, analistas y encuestadores carecieron de pulso para medir el  hartazgo y el cansancio de la ciudadanía con una forma probadamente retrógrada de ejercer el poder.

Macri apostó a despertar ocultos deseos de cambio entre los votantes -variante que le valió no pocos reparos. No es el Ingeniero un dirigente carismático ni de un líder natural, pero lo cierto es que creatividad e ideas también escaseaban en la vereda opuesta; la apuesta de PRO rindió frutos, amén de protagonizar una campaña desarticulada y espasmódica. Hacia el sábado, su eventual ingreso a un balotaje se parecía más a una quimera que a una suma de aciertos estratégicos. Pero allí estaba Scioli -un dirigente sin discurso propio, cabecilla de una mediocre gestión en la Provincia de Buenos Aires-, que pasó de ferviente defensor de las políticas de mercado a un escudero del rol intervencionista del Estado en la economía. Se preveía que, para un hombre que jamás tuvo priuritos en agachar la cabeza, la Presidencia de la Nación era demasiado premio. Fue el propio gobernador saliente quien permitió que esa dicotomía se volviera en su contra: mientras que algunos calificaron a ese comportamiento de 'tiempismo', otros (en apariencia, un sector más amplio de los votantes-, prefirieron verlo como cobardía y/u oportunismo.

Así, pues, la segunda vuelta muta en el escenario más justo, trayendo cuotas de sanidad a la versión acabadamente imperfecta de la democracia en la Argentina. Un triunfo en primera vuelta del oficialismo hubiese tenido lugar por vía de márgenes inconvenientemente estrechos, merced a un esquema confeccionado a la medida del justicialismo. En tal sentido, un aspirante puede hacerse de la Presidencia obteniendo un magro 40% de sufragios. Adicionalmente (y éste viene a ser el caso), el balotaje le dotará al ganador de una legitimidad más robusta.

En territorio bonaerense, la candidatura de María Eugenia Vidal terminó encarnando una decisión acertada, ya con los resultados puestos. La justicia del análisis permitirá concluir que PRO deberá agradecer a Sergio Massa, por cuanto éste último contribuyó a a dividir las preferencias pejotistas entre la propia Vidal, Aníbal Fernández, y Felipe Solá. Y al hecho de que el actual jefe de Gabinete haya derrotado en las PASO a Julián Domínguez. ¿Cuán distinto se hubiese mostrado el resultado, si Domínguez se hubiera anotado una victoria el 9 de agosto, o si Florencio Randazzo hubiese aceptado en aquel entonces la candidatura a Gobernador? Imposible descartar el recelo que Aníbal F. despertó en un amplio espectro de intendentes, y lo propio sucedió con la figura de Martín Sabatella, repelente para aquéllos. Al cierre, los caciques compartieron actitudes ambiguas, que en algunos casos pagaron con sus cargos. Quilmes y Tres de Febrero son, en ese tren de pensamiento, los casos más emblemáticos. En el Partido de Mar Chiquita, Cambiemos destronó al kirchnerista Jorge Paredi, que cargaba con doce años de gestión. El logro de Martín Yeza, de 29 años de edad, completa el cuadro junto con el de Balcarce, donde la UCR se hizo del control del municipio luego de casi tres décadas de ausencia. En todos estos casos, el agotamiento hacia el modelo kirchnerista y las torpezas de las gestiones locales de seguro pusieron de suyo para agravar el cuadro: la ciudadanía se volcó ruidosamente hacia la oposición.

Mar del Plata también se inscribe en este ya no tan curioso contexto. Tras una exasperante campaña sucia liderada por el empresario y ciudadano español Florencio Aldrey Iglesias desde una miríada de medios de comunicación, versus el aspirante de Cambiemos, Carlos Arroyo, se cosechó el resultado exactamente opuesto al buscado. Arroyo se aferró al 47% de los votos, destronando así al actual alcalde, Gustavo Pulti (éste iba por su tercer mandato). En rigor, cuesta definir al intendente saliente: su victoria inicial en 2007 arribó de la mano de un partido vecinalista, que con los años aniquilaría su propia identidad para finalizar fagocitado por el oficialismo kirchnerista -con un fuerte giro al sciolismo. Más allá de contribuir con notables obras de infraestructura en ocho años de gestión, Pulti nunca consolidó empatía con la ciudadanía. El jefe comunal se anotó el domingo su marca histórica más elevada -un 36%-, pese a perder por amplio margen en el cómputo final. El oficialismo marplatense perdió demasiado tiempo en demonizar a Arroyo; la consecuencia: una Mar del Plata con tradición socialista y radical terminó optando por un aspirante vinculado al 'nacionalismo de derecha'. Peor le iría al propio Daniel Scioli quien, pese a haber hecho de la Feliz su segundo hogar, apenas se hizo del 32% de los votos (ocho unidades por debajo de Mauricio Macri). También en tierra marplatense, Vidal registró 50 puntos porcentuales, mientras que Anibal Fernández no llegó al 30%.

En la caída del telón, la algarabía ciudadana detectada tras el resultado favorable de Cambiemos encuentra su origen en la atmósfera de enfrentamiento que el kirchnerismo supo imprimirle a la vida político-social. En la jornada del domingo, elementos del sciolismo promocionaban la idea de que el 'proyecto nacional y popular' se hallaba en riesgo ante las 'políticas noventisas de Mauricio Macri'. Lo cual empujó a muchos a preguntarse si acaso Scioli había nacido de un recalcitrante trotskismo o si -como en realidad sucedió- su nacimiento como dirigente se consolidó durante los años de Carlos Saúl Menem. Los personeros de la Ola Naranja deberán ahora evaluar si esta suerte de arengas condujeron a una exasperación que llevó a los votantes a darles la espalda. Macri, por su parte, deberá evitar estimar que los votos le pertenecen por ser una suerte de 'ungido' -convencimiento que contaminara en su oportunidad los proyectos de Sergio Massa o de Francisco De Narváez. Pase lo que pase en el segundo round de noviembre, el macrismo solidificó su centralidad como partido, y gobernará 64 municipios.

Le esperan al país cuatro semanas de marcada intensidad. Aún no se avizora qué dirá la Presidente, acostumbrada a recompensar a la ciudadanía con su ausencia, ante la adversidad. En cualquier caso, nadie espera que se tome responsabilidades por la debacle del domingo próximo-pasado. Aunque muchos apuestan que, entre sus primeros arrebatos, sin dudas culpará a su candidato, Daniel Scioli. La recurrencia en el error político ya es un clásico de Cristina Kirchner. Y, amén de que ella insista en desmentirlo, el paso del tiempo siempre se las arregla para poner las cosas en su sitio.

 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.