ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

Los defensores de las torturas de la CIA

En aquellas épocas en las que me desempeñaba yo como espía, había ciertas cosas...

30 de Septiembre de 2015

En aquellas épocas en las que me desempeñaba yo como espía, había ciertas cosas sobre las que uno no daba mayores vueltas. Todo aquel que se desempeñó en este campo sabía bien que había episodios que sería mejor no recordar, ya fuere porque eran vergonzosos, probablemente desagradables o, incluso -más raro aún- desordenadamente exitosos, a un precio que sería deseable no pagar dos veces. Portando este tipo de bagaje, la expectativa coincidía con que el mejor consejo para un oficial retirado era vivir tranquilamente en un par de acres en las montañas Blue Ridge, dedicarse a la pintura o a cuidar perros labradores -sin tener que pensar ni explicar el pasado.

Pero eso fue hace tiempo y, hoy, la nueva camada de oficiales de inteligencia prefiere, en apariencia, hacer ostentación de cosas desagradables en las que pudiera haber estado involucrado. De alguna manera, me siento avergonzado de admitir que he leído e; más reciente esfuerzo exculpatorio de parte de un grupillo de oficiales retirados de la CIA buscando justificar el haber torturado a personas. El informe se intitula Rebuttal: The CIA Responds to the Senate Intelligence Committee’s Study of Its Detention and Interrogation Programs (Desmentida: La CIA Responde al Estudio del Comité de Inteligencia del Senado sobre sus Programas de Interrogatorios y Detenciones). En efecto, leí la cosa entera -lo cual no es un logro menor-, aún cuando gran parte del texto parece ni siquiera haber sido tocada por un editor competente. Si existiese uno, él o ella deben haberse dado por vencidos en medio de la desesperación, al asistir a la implacable prosa gubernamental del contenido.

La narrativa en la desmentida de la CIA va parecido a ésto: el informe del Senado sobre las torturas fue escrito por Demócratas que tenían el objetivo perseguir a la Agencia y, por lo tanto, esa persecución no es más que un esfuerzo partisano que buscaba comprometer a oficiales de carrera. El libro incluye múltiples afirmaciones al respecto de que los senadores y su respectivo personal alegremente ignoraron cosas como el 'contexto', lo cual significa que todo mundo se mostró horrorizado por el hecho de que un puñado de señores de barba en cavernas estaban a punto de derribar nuestra República, justificándose con medidas extremas.

Y aquellos Demócratas, que debieron habérselo pensado mejor, se rehusaron a aceptar que la acción de torturar a las personas produjo información invaluable que salvó 'a centenares, e incluso, miles de vidas'; argumentándose, más todavía y con perversidad, que la información obtenida pudo haber sido obtenida (o fue obtenida) sin coerción física. En la óptica de los autores de la desmentida, ello se debe a que la información es como el dinero -Usted nunca tendrá la suficiente, argumento que George Tenetellos llaman 'corroboración'. Adicionalmente, y de acuerdo a los autores, la totalidad de la conducta de la CIA fue completamente legal (aún cuando alguien fuera apaleado con rigor, previo a haber sido colgado de un muro y ser forzado a oír audios de Michael Jackson ininterrumpidamente), porque la autorización provista por el Departamento de Justicia y los abogados de la Casa Blanca, todos los cuales eran indiscutidos hombres de honor que no mentirían ni se conformarían con presiones políticas bajo ninguna circunstancia.

El libro remite a consejos inflamatorios en forma de homilía y consejos respecto de cómo mantener seguro a los Estados Unidos de América. George Tenet (ex director de la CIA) despliega una puesta en escena, afirmando que, en 2001, 'el mundo se encontraba en grave peligro'. Porter Goss explica: 'Lo que "nunca debe repetirse" es que nos equivoquemos en comprender que la debilidad -real o percibida- es un imán que atrae a "personas malignas"'.'"Lo que no debe repetirse" es que Estados Unidos renieguen de su liderazgo como la mayor fuerza del bien en el globo...'. O frases tales como 'Nadie puede realmente afirmar que sigue un sendero de moralidad si se es cómplice en la muerte de cientos o miles de estadounidenses, a través de fracasos a la hora de obtener información que aquellos detenidos tenían consigo', en las palabras de John McLaughlin, analista de carreras individuales de la Agencia.

Los siete hombres que contribuyeron al libro (George Tenet, Michael Hayden, Porter Goss, John McLaughlin, Michael Morell, José Rodríguez, John Rizzo y Philip Mudd) son, con la excepción de Mudd, claramente culpables de crímenes de guerra, de tal suerte que es perfectamente entendible que ellos quisieran reescribir lo sucedido o redirigir la narrativa, dependiendo de cómo uno contempla sus acciones. Los mencionados también respaldan su caso sin el beneficio de proporcionar evidencia alguna que consolide esa defensa, presumiblemente porque los detalles exculpatorios o bien continúan siendo clasificados, o porque sencillamente no existen. El grueso de los lectores indudablemente aceptaría que torturar personas como técnica de interrogación algunas veces produce información que, de otra manera, sería retenida, pero yo he investigado en vano para hallar algún escenario del estilo 'bomba de tiempo' en donde métodos 'aumentados' produjeran inteligencia que realmente hubiese podido impedir un inminente ataque terrorista.

También intenté hallar pruebas de que quienes contribuyeron al libro salvaron las vidas de -pretendidamente- miles de personas, pero todo lo que encontré fueron afirmaciones genéricas basadas en complots terroristas del estilo 'y qué tal si...', sugiriendo a los ciudadanos completamente crédulos que, si acaso la CIA no hubiese estado torturando, cosas terribles hubiesen sucedido en alguna parte y en algún momento. La desmentida tampoco hizo frente de manera concreta a ninguno de los bien documentados casos de incompetencia y egregia brutalidad que fueron registrados en el informe del Comité de Inteligencia.

Allí también se contabiliza un número de abiertas mentiras que minimizan la credibilidad del libro, incluyendo la sugerencia recurrente de que la CIA ya estaba trabajando en el problema terrorista previo al 9-11. En su libro autorreferencial -previamente publicado- The Great War of Our Time (La Gran Guerra de Nuestro Tiempo), Morell afirma que un 'brillante' George Tenet previó el crecimiento del terrorismo internacional y que se 'enfocó en él, como un láser', antes del ataque de al-Qaeda. De hecho, los registros indican que Tenet  hizo poco o nada, ni siquiera luego del OK recibido tras el primer ataque contra el World Trade Center y los atentados contra las embajadas en el Africa. Morell -debe subrayarse- fue notablemente promocionado por Tenet, y muchos insiders lo ven como el mandadero de George.

Un elemento que hallo particularmente perturbador remite a los antecedentes actuales de los oficiales que presentaban su caso. La mayoría eran oficinistas de carrera, alejados del trabajo sucio involucrado en el interrogatorio 'aumentado', pero que se mostraban bien predispuestos a ordenar a otros a ejecutar lo que ya sabían era moralmente incorrecto y contrario a tratados vinculantes firmados por los EE.UU. en relación al tratamiento de prisioneros y las torturas. Uno de quienes contribuyeron, José Rodríguez, destruyó los videotapes de los interrogatorios, ostensiblemente basado en el argumento sobradamente poco plausible de que lo hacía para proteger las identidades de aquellos involucrados en la ejecución de las torturas. Alguien debería explicarle a Rodríguez que las cámaras al pobre tipo que estaba siendo apaleado, y no al ejecutor. Pero, desde luego, José estaba, en realidad, destruyendo la evidencia de un crimen de guerra -protegiéndose a sí mismo y a la CIA.

También resulta interesante notar algo de la evidencia de malversación que los autores optaron por obviar. En 2004, el propio inspector general de la Agencia, John Helgerson, produjo un informe de Alto Secreto (N. del T.: status más alto de clasificación compartimentada bajo el sistema del gobierno estadounidense, certificado en la versión actualizada de la Orden Ejecutiva 13526) que concluyó que había tenido lugar un fallo de liderazgo en la CIA, en relación a casi todos los aspectos del programa de interrogatorios. Aquél informó que era difícil determinar cuando y si ciertas técnicas (por ejemplo, la tortura) en realidad dejaron como resultado información que no hubiese podido obtenerse por otros métodos, que los procedimientos empleados por ellos mismos fueron más brutales de lo que se autorizaba en los lineamientos generales del Departamento de Justicia, que el programa fue pobremente administrado, y que algunos de los prisioneros eran torturados aún cuando no había razones para hacerlo -en términos de la información a la que hubiesen podido tener acceso.

Conforme tanto George Tenet como sus designados John McLaughlin, José Rodríguez y Mike Morell, así como también el actual Director de Inteligencia Central John Brennan, fueron parte y todo del proceso, aprobando e implementando los procedimientos de interrogación aumentada, uno hubiese tenido que creer que tenían mucho por qué responder. Pero, en lugar de rendición de cuentas, tenemos ahora un libro que edulcora cómo y por qué los Estados Unidos de América eligieron transitar por el lado oscuro; un libro escrito con la expectativa de que una porción considerable del público continuará creyendo que la tortura no solo funciona sino que es perfectamente aceptable cuando una nación está 'en alerta', como sucedió luego del 9-11. Y tanto el público como los autores preferirían no considerar que abrir las puertas a la tortura como política oficial proporciona un justificativo para que los enemigos de los EE.UU. hagan lo mismo cuando capturen a un ciudadano estadounidense.

'Desmentida' sobreviene tras libros exculpatorios previamente preparados por Tenet, Rodríguez, Morell y Rizzo. Al pasar, uno debería observar que abandonar el Estado de Derecho ya fuere debido a la urgencia o en razón del miedo de complots subversivos no es un truco demasiado nuevo. Adolf Hitler lo utilizó en 1933, tras el incendio del Reichstag, para aprobar su Decreto de emergencia 'para la Protección del Pueblo Alemán', que suspendió la Constitución de Weimar. Nosotros, por cierto, contamos con el Acta de Comisión Militar y el Acta Patriota, así como la Autorización para el Empleo de Fuerza Militar, y un nuevo manual del Pentágono que define a los periodistas como 'beligerantes sin privilegios', sujetos al  asesinato en el campo de batalla y cerca de éste. Y todo está respaldado por una Casa Blanca que, secretamente, disfruta de tener la autoridad para actuar unilateralmente, allí donde la sufriente Humanidad necesita ser 'protegida'.

Uno debería preguntarse si acaso la publicación de un libro ostensiblemente serio que justifica las torturas podría tener lugar en algún otro sitio que en los Estados Unidos. Los autores se han retirado ya, con generosas pensiones y con lucrativas posiciones de segunda línea en la industria de la Seguridad Nacional. Pero, infortunadamente, su legado continúa. La abyecta mentira y el disimulo plausible siguen siendo el nombre del juego en Washington.

Informes de medios publicados recientemente revelaron que 52 analistas de inteligencia que se desempeñaban fuera del Comando Militar Central de EE.UU. (U.S. CENTCOM) y la Agencia de Inteligencia de Defensa (Defense Intelligence Agency) preentaron quejas formales con el inspector general del Pentágono, afirmando que los informes relativos a la guerra versus ISIS habían sido alterados rutinariamente por oficiales senior, para hacerlos ver más optimistas. Aquellos analistas describen su ambiente de trabajo como 'estalinista' y, si lo que alegan es verídico, confirma que ni siquiera la Casa Blanca sabe qué está haciendo en Siria el Departamento de Defensa.

Aplausos para los analistas, pero algunos disidentes pioneros en el tema fueron obligados a renunciar, y todos ciertamente serán reprendidos por hablar. Y me veo obligado a creer que Tenet, Goss, McLaughlin, Morell y Rodríguez no pensarán bien de ellos por quebrantar el código que, con demasiada periodicidad, prevalece en los círculos de la inteligencia.


Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/the-cias-torture-defenders/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative (Estados Unidos)

* Foto: George Tenet, ex Director de la CIA

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.