Argentina: Daniel Osvaldo Scioli; velo y engaño
Nunca en la joven historia democrática argentina se había vivido ...
23 de Junio de 2015
Nunca en la joven historia democrática argentina se había vivido un cierre de listas con la expectativa de estas últimas. La expectación acaso haya sido un tanto desmedida, habida cuenta de que algunos misterios ya se habían develado, y de que, al fin y al cabo, se trataba sólo de eso, apenas de un cierre de candidaturas.
Así y todo, las mismas han arrojado mucho para el análisis. El ungimiento de Daniel Scioli como único candidato peronista, en su versión Frente Para la Victoria, expresaría un puñado de ideas inquietantes. Se habla y se destaca hasta el hartazgo el supuesto pragmatismo del peronismo, y se tiende a ver este punto como una virtud. Bien analizado, esta adaptación a la realidad del momento no es otra cosa que el encumbramiento de una frase muy poco feliz, a saber, que el fin justifica los medios. El eterno objetivo del movimiento creado por Perón siempre ha sido ejercer el poder del Estado, sin importar las formas ni las metodologías para alcanzarlo. Y, desde ese lugar, Scioli es un gran y fiel discípulo.
El Gobernador se ha jurado ser Presidente, y la forma de llegar a serlo poco la interesa. Si decidió, para tal fin, 'regalarse' u ocultar su verdadero pensamiento, esto no sería relevante ya que, en cualquiera de ambos casos, se trataría de algo reprochable. Se han dicho de Scioli muchas cosas, pero dos rasgo lo definen a la perfección: su ambición y su egoísmo. Cuando se lo acusa de haber sido menemista, duhaldista, y hasta cavallista, en verdad, quizás se esté cometiendo un error de criterio: el hombre es el primer sciolista. Todo lo actuado en su vida política orientóse en pos de un único objetivo: llegar a la Presidencia de la Nación -y debido a ésto es que siempre ha sido oficialista. Quizás, su gran mérito haya sido el haber olfateado el alcance de la mística contagiada por el kirchnerismo, y que este espectro político podía perpetuarse en el tiempo. Pero allí donde muchos ven osadía o tiempismo, otros observan simple cobardía y conservadurismo. Sea como fuere, hasta aquí, las cosas le han salido bien; aunque los hechos no deban interpretarse tan linealmente. En apariencia, Cristina Kirchner supo rodear a Scioli; algunos dirán que acaso ella ha logrado 'alquilar un vientre'.
Daniel Osvaldo Scioli es, a fin de cuentas, una constitución esencial del kircnnerismo. Sus diferencias -que existen- sólo fueron comidilla para curiosos en todos estos años, pero no son más que una nueva expresión de las históricas contradicciones que ha cobijado el peronismo desde sus albores. Esas mismas diferencias terminaron logrando que el Gobernador fuera el elemento más destacable en la reserva del oficialismo. ¿Está condicionado Scioli, o simplemente es parte de un todo que lo único que anhela es el poder? El esposo de Karina Rabolini ha sido el gran elector del kirchnerismo; la Presidente ha sido la gran electora del bonaerense. La mejor prueba de ello remite a 2013: si el candidato hubiera roto con el FPV, alinéandose con Sergio Massa, tanto él como el Gobierno Nacional no contarían hoy con chance alguna de hacerse con la victoria en las inminentes elecciones. El voto se hubiese particionado, indefectiblemente.
Históricamente, los triunfos del justicialismo alcanzaron la consagración a partir del empleo de métodos poco ortodoxos. No muchos han reparado en este aspecto, que interpela no sólo a la sociedad sino también a sus comunicadores. Daniel Scioli ha sido desde sus comienzos en la política un dirigente tratado con demasiada calidez por la prensa nacional. Son conocidas sus amistades con influyentes periodistas, como así también con reputados dueños de medios. Un hombre que gobierna una provincia donde la inseguridad reina en cada uno de sus rincones, y que posee la escalofriante marca de cinco muertes por día, no podría ser candidato a nada en un país serio -pero, aquí, todo es posible. La protección que el periodismo argentino le reserva a Scioli es incuestionable. Las mención recurrente de pretendidas diferencias entre el Gobernador de Buenos Aires y los Kirchner no hicieron más que ayudarlo en su posicionamiento actual. Frente a las tendencias autoritarias del oficialismo, se han montado esfuerzos notorios para presentar al ex vicepresidente como un hombre distinto, de consenso, amigo del diálogo y esquivo a los conflictos. Como si hubiera un deseo por parte de vastos sectores de que así fuera. Mas no repararon en algo fundamental: la única ideología de Scioli es la supervivencia política.
Se ha instalado en la última semana que la fórmula del FPV ya ganó. Los mercados reaccionaron en consecuencia (se asiste por estas horas a un ruidoso repunte en la cotización del dólar paralelo o Blue; Efecto Scioli, le dicen), y algunas porciones de la oposición se han mostrado presas de un derrotismo preocupante. Ocurre que, en el cuerpo kirchnerista, nada parece hacer mella: ni la muerte de Nisman, ni la inflación, ni el cepo cambiario, ni las sospechas de corrupción. Si a esto se le suma la impermeabilidad de Scioli, todo contribuye a crear una sensación de imbatibilidad oficialista. Si existe o no, ello se dilucidará pronto. Como también se sabrá más pronto que tarde el derrotero que tomará la economía argentina, de la que los candidatos deberán ocuparse.
Así y todo, las mismas han arrojado mucho para el análisis. El ungimiento de Daniel Scioli como único candidato peronista, en su versión Frente Para la Victoria, expresaría un puñado de ideas inquietantes. Se habla y se destaca hasta el hartazgo el supuesto pragmatismo del peronismo, y se tiende a ver este punto como una virtud. Bien analizado, esta adaptación a la realidad del momento no es otra cosa que el encumbramiento de una frase muy poco feliz, a saber, que el fin justifica los medios. El eterno objetivo del movimiento creado por Perón siempre ha sido ejercer el poder del Estado, sin importar las formas ni las metodologías para alcanzarlo. Y, desde ese lugar, Scioli es un gran y fiel discípulo.
El Gobernador se ha jurado ser Presidente, y la forma de llegar a serlo poco la interesa. Si decidió, para tal fin, 'regalarse' u ocultar su verdadero pensamiento, esto no sería relevante ya que, en cualquiera de ambos casos, se trataría de algo reprochable. Se han dicho de Scioli muchas cosas, pero dos rasgo lo definen a la perfección: su ambición y su egoísmo. Cuando se lo acusa de haber sido menemista, duhaldista, y hasta cavallista, en verdad, quizás se esté cometiendo un error de criterio: el hombre es el primer sciolista. Todo lo actuado en su vida política orientóse en pos de un único objetivo: llegar a la Presidencia de la Nación -y debido a ésto es que siempre ha sido oficialista. Quizás, su gran mérito haya sido el haber olfateado el alcance de la mística contagiada por el kirchnerismo, y que este espectro político podía perpetuarse en el tiempo. Pero allí donde muchos ven osadía o tiempismo, otros observan simple cobardía y conservadurismo. Sea como fuere, hasta aquí, las cosas le han salido bien; aunque los hechos no deban interpretarse tan linealmente. En apariencia, Cristina Kirchner supo rodear a Scioli; algunos dirán que acaso ella ha logrado 'alquilar un vientre'.
Daniel Osvaldo Scioli es, a fin de cuentas, una constitución esencial del kircnnerismo. Sus diferencias -que existen- sólo fueron comidilla para curiosos en todos estos años, pero no son más que una nueva expresión de las históricas contradicciones que ha cobijado el peronismo desde sus albores. Esas mismas diferencias terminaron logrando que el Gobernador fuera el elemento más destacable en la reserva del oficialismo. ¿Está condicionado Scioli, o simplemente es parte de un todo que lo único que anhela es el poder? El esposo de Karina Rabolini ha sido el gran elector del kirchnerismo; la Presidente ha sido la gran electora del bonaerense. La mejor prueba de ello remite a 2013: si el candidato hubiera roto con el FPV, alinéandose con Sergio Massa, tanto él como el Gobierno Nacional no contarían hoy con chance alguna de hacerse con la victoria en las inminentes elecciones. El voto se hubiese particionado, indefectiblemente.
Históricamente, los triunfos del justicialismo alcanzaron la consagración a partir del empleo de métodos poco ortodoxos. No muchos han reparado en este aspecto, que interpela no sólo a la sociedad sino también a sus comunicadores. Daniel Scioli ha sido desde sus comienzos en la política un dirigente tratado con demasiada calidez por la prensa nacional. Son conocidas sus amistades con influyentes periodistas, como así también con reputados dueños de medios. Un hombre que gobierna una provincia donde la inseguridad reina en cada uno de sus rincones, y que posee la escalofriante marca de cinco muertes por día, no podría ser candidato a nada en un país serio -pero, aquí, todo es posible. La protección que el periodismo argentino le reserva a Scioli es incuestionable. Las mención recurrente de pretendidas diferencias entre el Gobernador de Buenos Aires y los Kirchner no hicieron más que ayudarlo en su posicionamiento actual. Frente a las tendencias autoritarias del oficialismo, se han montado esfuerzos notorios para presentar al ex vicepresidente como un hombre distinto, de consenso, amigo del diálogo y esquivo a los conflictos. Como si hubiera un deseo por parte de vastos sectores de que así fuera. Mas no repararon en algo fundamental: la única ideología de Scioli es la supervivencia política.
Se ha instalado en la última semana que la fórmula del FPV ya ganó. Los mercados reaccionaron en consecuencia (se asiste por estas horas a un ruidoso repunte en la cotización del dólar paralelo o Blue; Efecto Scioli, le dicen), y algunas porciones de la oposición se han mostrado presas de un derrotismo preocupante. Ocurre que, en el cuerpo kirchnerista, nada parece hacer mella: ni la muerte de Nisman, ni la inflación, ni el cepo cambiario, ni las sospechas de corrupción. Si a esto se le suma la impermeabilidad de Scioli, todo contribuye a crear una sensación de imbatibilidad oficialista. Si existe o no, ello se dilucidará pronto. Como también se sabrá más pronto que tarde el derrotero que tomará la economía argentina, de la que los candidatos deberán ocuparse.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.