Refriega entre soplones: las zonas erróneas del Señor Magnetto
En su solitario promontorio, Cristina Kirchner batalla contra el visible empeoramiento de su salud...
El espionaje, en su mayor parte, involucra hallar alguna persona que sepa algo o que tenga algo que Usted pueda sonsacarle de manera secreta. Casi siempre, eso involucra una traición de la confianza.
(Aldrich Ames, ex funcionario de la CIA luego sentenciado a cadena perpetua por comerciar secretos a la ex U.R.S.S.)
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En su solitario promontorio, Cristina Kirchner batalla contra el visible empeoramiento de su salud y la multiplicación de sus ataques de pánico -motivados éstos por el escrutinio cada vez más profundo que operadores nunca bien identificados llevan adelante en el extranjero para dar con detalles sobre los activos de sus vástagos Máximo y Florencia. Mientras tanto, un sordo conflicto comienza a despedir esquirlas en derredor del devaluado circuito del poder presidencial: se asiste a una guerra sin cuartel entre los servicios de inteligencia de mayor renombre en el concierto nacional. Los regentes de estos espectros hace tiempo han dejado de trabajar para la Administración, focalizándose en el rellenado de las propias alforjas. Anticipando, acaso, la necesidad de posicionarse en buena estima de los aspirantes a, eventualmente, heredar el sillón de Rivadavia.
Los protagonistas de este expresionismo fratricida vienen a ser el Ejército Argentino (con el Teniente General César Milani a la cabeza), el espectro de informadores de la Policía Bonaerense, y la Secretaría de Inteligencia (SI, en donde el delicado estado de salud de Jaime Stiusso hace las veces de fiel de la balanza). Pareciera ser que el desconcierto de cara a la gobernabilidad hubiese cobrado una dimensión impensada en treinta años de democracia: las debilidades inherentes del subsistema oficialista han allanado el camino para el pase recíproco de facturas, conduciendo a una suerte de 'sálvese quien pueda' en este sombrío bajomundo.
Sin embargo, nadie pudo prever la desaprensiva irrupción del Grupo Clarín en el culebrón.
El próximo-pasado domingo 23 de noviembre, Nicolás Pizzi se refirió desde su pluma al pretendido envío de correos electrónicos amenazantes a la casilla personal de Stiusso (Contrainteligencia, SI). La misiva en bytes y bits -dirigida contra 'Jaimito'- llevaba la firma de Iván Velázquez, y advertía que el tándem [Daniel] Scioli- [Hugo] Matzkin se ocuparía de eliminar al destinatario, por intermedio de los buenos oficios del comisario mayor retirado de la Policía Bonaerense Mario 'Chorizo' Rodríguez.
A pocos en el paño sorprendió la escasa comprensión de Pizzi sobre las variables en juego. Criterio igualmente aplicable al esfuerzo nulo dedicado a cotejar los datos publicados en el breve escrito. El supuesto firmante de la advertencia, Velázquez, hace tiempo que se ha radicado fuera del país. La persecución judicial que padeció en su momento lo forzó a dedicarse a la docencia y a la preparación de papers relativos a temas geopolíticos para su portfolio de clientes privados; asimismo, optó por mantenerse al margen de cualquier operación de inteligencia relacionada con la Argentina y su esfera política. Por su parte, el ex Comisario Mayor Rodríguez -muy a pesar de su olvidable foja de servicios; ejemplo: 'Masacre de Andreani' - difícilmente pueda hacer alarde de exhibir conexión alguna con con el sciolismo o con la conducción de Matzkin -liderato con el que, por otro lado, jamás tuvo cercanía. Finalmente, ningún profesional que se precie de serlo firmaría públicamente una amenaza.
A los efectos de desmenuzar los extravíos de Pizzi, fuentes múltiples concluyen que el periodista pudo haber sido influído con miras a aumentar los decibeles y el nivel de conflicto entre eventos y actores imposibles de conectar unos con otros. Para el autor de la nota, no hubiese sido cosa sencilla colegir que -como sugieren personeros de la indiscreción- Daniel Scioli mantiene contactos con Stiusso por interpósitas personas; en el vórtice de esta configuración, se han cifrado las identidades de José Daniel Salinardi (ex encargado de Contrataciones en la SI) y Gerardo Young (Radio Mitre). Esta semana, la notoria omisión de críticas contra Scioli en medios afines a Clarín alimentó la furia de los radioescuchas de Marcelo Longobardi, quienes la emprendieron con inusual dureza contra el analista en las redes sociales por ceder aquél demasiado espacio al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires en su ciclo matinal en Mitre.
A prima facie, el peculiar conato de referencia invita a colegir que Scioli no solo alimenta relaciones estrechas con periodistas y comunicadores influyentes (Samuel 'Chiche' Gelblung y Pablo Sirvén se suman también a este selecto club), sino que ha comprendido los beneficios de contar con su propia estructura de espionaje, con el objeto de resguardar sus recalcitrantes ambiciones políticas. Para certificarlo, allí están las conversaciones entre el propio César Milani y dignatarios del ex piloto de motonáutica: el jefe del Ejército busca refugiarse en Scioli para salvaguardar su tranquilidad personal post 2015, amenazada por causas que versan sobre violaciones a los derechos humanos en La Rioja y Tucumán. La prenda inicial de lealtad sería el acercamiento de referentes políticos de Milani a candidatos sciolistas en el interior de la Provincia de Córdoba. El movedizo JEMGE, por otro lado, busca imperiosamente posicionar a su propio sobrino en la intendencia de Cosquín, su terruño natal.
Adicionalmente, y retomando las conclusiones lindantes con la endeble narrativa del periodista Pizzi, analistas han detectado en el escrito una proposición subliminal: pareciera ser que alguien portara el objetivo de explotar -para propio provecho- la flamígera interna entre el espionaje civil y elementos rebeldes de la Policía Bonaerense, que también remite a consideraciones paralelas sobre la telenovela de 'El Lauchón'. Todo ello, en franca sintonía con la retórica de la agencia narcóticos estadounidense, para la cual la comunidad informativa y de inteligencia argentina ha ingresado en lo que, en sorna, se caracteriza como una 'puja por la tonelada métrica'. Acaso el Fiscal Guillermo Marijuán debiera reorientar el norte de su investigación hacia César Milani; el uniformado y favorito de la autoexiliada Nilda Garré, por la vía del Escudo Norte y otros operativos de dudosa eficacia, ha profesado ante íntimos sus intenciones de 'regular' el tráfico de drogas, en tanto busca engrosar la discrecionalidad de sus presupuestos. Quién mejor posicionado que El Coscoíno para fogonear los desbarajustes y la lucha cuerpo a cuerpo entre SI y 'patas negras'; ¿lograría quedarse, eventualmente, con la caja de los espías civiles? Convendría refrescar que, a Cristina Kirchner, esta iniciativa no pareciera disgustarle. El golpe de gracia de la maniobra podría coincidir con desinformar a hombres de prensa previamente seleccionados, con el objeto de potenciar aquel conflicto e involucrar, en el proceso, a un comisario retirado (fácilmente señalable por su voluminoso prontuario).
A la postre, las zonas erróneas del Señor Magnetto ganan empuje en las disquisiciones y elucubraciones incomprobables de algunos de sus empleados. Así, por ejemplo, Marcelo Bonelli se ocupó hace poco de endilgarle al jefe del Ejército el diseño de un mecanismo de apriete y extorsión contra los hombres de empresa nucleados en la Unión Industrial Argentina (UIA), como si la pusilanimidad precisara de algo más que llamados telefónicos para el torcimiento de voluntades. Ya en otra vereda mediática, Román Lejtman (otrora rabioso comunicador de la propaganda nestorista), adjudicó al nativo de Cosquín una dinámica diabólica desde la cual descubrir procederes non sanctos en el pasado del magistrado Bonadío.
El derrumbe de la credibilidad de Clarín acaso deba rastrearse en una tendencia peligrosa a inmiscuírse no solo en la arena política, sino a enterrarse en lóbregos pantanos cuya dinámica no es pasible de ser analizada por cualquier pluma. Mientras reprende a Milani, por ejemplo, con la vara de los derechos humanos, el multimedio otorga a sus periodistas vía libre para hacerle el juego al uniformado, favoreciendo el coqueteo de éste con Daniel Scioli (indisimulable candidato presidencial del 'gran diario argentino'). Las cosas no parecen haber cambiado mucho desde los tiempos en que Alberto 'Señor de los Cielos' Fernández -ya ungido por Néstor Kirchner como Jefe de Gabinete- hacía sonar los teléfonos de las redacciones de los grandes diarios para filtrar lo que podía publicarse y lo que no. Lo único que cambia son los personeros; los contenidos (y la desinformación) permanecen incólumes.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.