SOCIEDAD: PABLO PORTALUPPI

El default ya había llegado; hace rato

Desde que se instalara el hecho de la plausible cesación de pagos de la República Argentina....

31 de Julio de 2014
Desde que se instalara el hecho de la plausible cesación de pagos de la República Argentina por el caso de los holdouts, los hechos y las palabras han adquirido tal vértigo, que noticias, artículos, y opiniones publicadas se convierten en anacrónicas, apenas minutos después de su publicación. Fenómeno que más se ha comprobado a lo largo de las últimas horas.

Al momento de escribir este artículo, nadie sabe a ciencia cierta cuál es la situación actual del país. El Ministro Axel Kicillof, en una nueva conferencia de prensa -comportando una retórica lindante con la autodestrucción- insiste en criticar al magistrado estadounidense Thomas Griesa y en afirmar que 'no estamos en default'. Kicillof hizo uso de una expresión que ahora se transforma en histórica: 'Decir que estamos en cesación de pagos es una PAVADA ATÓMICA'. El juez neoyorkino, mientras tanto, fijó fecha para una nueva audiencia (pautada para este viernes). Sobrevuelan rumores de que bancos extranjeros, encabezados por el HSBC y el Citibank buscan cerrar un convenio con los acreedores 'comprándoles' la deuda, habida cuenta del supuesto fracaso de la banca privada nacional en perseguir idéntico objetivo. Pero lo cierto y concreto es que las calificadoras de riesgo han categorizado a la deuda argentina bajo la etiqueta de 'Default Selectivo (SD)' -lo cual es, a estas alturas, innegable. Para que se entienda, es como si el Banco Central calificara con situación regular a una empresa, y dicha firma saliera luego a negarlo. Y ya nada sorprende: el kirchnerismo se ha caracterizado desde sus orígenes por intentar convencer al público de que una silla es, en verdad, una mesa. Imposible entrar en razones con portadores de semejante discurso.

La cuestión del default selectivo se presenta excesivamente compleja, si lo que se propone es inmiscuírse en los detalles. Pero lo que no es complejo entender es que, más allá del trasfondo ideológico, histórico o político, la realidad es una sola; y las sentencias -simpaticen o no- están allí para ser cumplidas. En el ejemplo de referencia, resulta insoslayable que la República Argentina ha tenido tiempo de sobra para solucionar un problema que todos sabían se aproximaba. Previamente, se daba por sentado que la Corte Suprema de los Estados Unidos tomaría el caso argentino, o que la Administración Obama intercedería más activamente para asistir a la Casa Rosada. Nada de esto sucedió, y la opinión pública impactó de frente con la realidad, asimilando -todavía en parte- lo gravoso del panorama. Casi como una fotocopia de 1982, cuando se presumía que EE.UU. abandonaría su relación especial con el Reino Unido para apoyar a Buenos Aires en la contienda de Malvinas. ¿Es posible que los argentinos continúen insistiendo en la vía de la ingenuidad, 32 años más tarde? ¿Qué argumentos existen para confiar en una 'ayuda divina', cuando no es difícil prever que los problemas pueden evitarse y hasta anticiparse?

Por estas horas -y más allá de cuál sea el desenlace de este asunto-, vienen a la mente dos imágenes abundantes en patetismo: la del fervoroso aplauso de los miembros del Congreso de la Nación ante el discurso del ex presidente Adolfo Rodríguez Saá, en ocasión de declarar el default en 2001; y el viaje de representantes de la oposición a Washington, D.C. para hacer 'acto de presencia' en las vísperas de la decisión del tribunal supremo de EE.UU. de cara al caso de la deuda argentina. A raíz de aquel insólito Adolfo Rodríguez Saá'acompañamiento', la oposición política quedó extremadamente descolocada, alternando entre posiciones divergentes y adaptándose al compás de las encuestas -las cuales determinaban un pretendido 'apoyo popular' a la postura del gobierno de Cristina Kirchner frente a los holdouts. ¿Por qué debería sorprender a alguien semejante respaldo ciudadano? Muchos recordarán que se trata del mismo pueblo que saturó la Plaza de Mayo para vitorear a Galtieri cuando decidiera tomar la Islas Malvinas por la fuerza. Pero hoy, tras confirmado el estatus de default, la consultora Management & Fit publicó otro estudio de opinión en el que más de la mitad de los encuestados responsabiliza al Gobierno Nacional de haber arrastrado al país a la cesación de pagos.

Quizás sea difícil evaluar algunos eventos de la historia reciente sin reparar en el sentimiento antiestadounidense que caracteriza a una porción importante de la sociedad argentina. Ese sentimiento, eclipsado durante la era menemista a raíz de la 'plata dulce' y otras bondades económicas, se resume casi perfectamente en los gobiernos kirchneristas, que han hecho de la bravuconada, la soberbia, los discursos populistas y la victimización un manual. Nadie parece reflexionar, en honor a la verdad, que el fallecido ex presidente Néstor Carlos Kirchner era un devoto amante de la ciudad de Nueva York. Se pasa por alto que su esposa y actual jefe de Estado ha querido, desde siempre -y amén de haber protagonizado eternos tours de compras por la Gran Manzana- contemplar su imagen reflejada en el espejo alemán; solo para contentarse con el grisáceo premio consuelo del estanque de la Venezuela de Chávez y Maduro. Como parte de la ensoñación, CFK se trasladó a la reciente cumbre de los BRICS fantaseando con que sus miembros invitarían a la Argentina a sumarse a ese conglomerado. La realidad -nuevamente- marcó otra cosa: las cinco naciones miembros eludieron emitir un documento apoyando a la Casa Rosada en su quijotesca cruzada contra los 'buitres depredadores'. Ambas administraciones kirchneristas encarnaron como ninguna otra esa postura adolescente de lucha contra los gigantes; los 'malvados' que tienen como prioridad en su agenda el saqueo de las reservas nacionales de agua y petróleo. Se asiste a la apagada fraseología maradoniana que invita a oponerse al sistema, aunque nadie sepa efectivamente de qué se trata ese sistema.

Para algunos analistas, la sentencia originaria de Griesa en 2012 invita al absurdo jurídico que encontró eco en una laguna del derecho económico internacional, que evidentemente es menester corregir. Al final del partido, destaca la importancia de las resoluciones judiciales que es obligatorio cumplir (con dos años contaron la República Argentina y sus mandantes para solucionar el problema). En paralelo, la economía argentina se desmorona, y el default viene a potenciar los desbarajustes preexistentes: inflación, recesión, escasez de dólares para el normal funcionamiento de Estado y privados, pobreza y desocupación en aumento. La oposición calla y otorga; intenta promocionar ante sus desilusionados votantes que todo podría solucionarse tras un cambio de gobierno, cuando lo cierto es que la opinión ciudadana necesita que su clase dirigente explique las cosas tal cual son. De otro modo, todo rematará en el país que ya conocemos de sobra, tan cíclico como mediocre. Personajes oscuros como el banquero del poder Jorge Brito (Banco Macro) parecen reinventarse, en menos de 24 horas, en próceres comparables a Don José de San Martín. Todo luego de encabezar -si hay que atenerse a lo denunciado por Elisa Carrió- a un negociado de dimensiones gigantescas en la trasnoche del miércoles 30. La chaqueña también se ocupó de advertir a Juan Carlos Fábrega (titular del Banco Central y de quien se informa presentó su renuncia, luego rechazada) que sería pasible de ser denunciado penalmente, si acaso se recurría a dinero de ahorristas (encajes) para hacer frente a lo reclamado por los acreedores con base en Nueva York.

La situación es ostensiblemente más grave de lo que se busca comunicar, y sin importar mayormente los plazos. El país arrastra una inflación de siete años de la que va a costar salir otros tantos. Los niveles de pobreza exhiben guarismos preocupantes. La recesión hace ya meses que está entre nosotros. El precio de la tonelada de soja oscila. Existen vencimientos sobre la deuda de importancia, en un contexto de cepo cambiario cuyo desarme no será muy distinto al proceso de desactivación de un explosivo. Si el cepo permanece, menos dólares habrá. Y si no hay moneda estadounidense, difícilmente quien esté a cargo de la Administración pueda hacer frente a los compromisos externos (bonos reestructurados, bonos de Repsol, bonos destinados al Club de París). Rompecabezas ya presentes, bastante antes del default sobre el que se ha aterrizado hoy. Los dirigentes -salvo muy contadas excepciones- continúan sin tomar conciencia real de la complicada situación. Sólo les interesa mantener el status quo, útil solo a los efectos de tolerar el reciclajes de los mismos actores de siempre. Aquellos que han sido -y siguen siendo- parte del problema, nunca de la solución. En semejante contexto, el recién estrenado 'default selectivo' no parece tan relevante. Es que, en los hechos, hace ya mucho que se hallaba entre nosotros.
 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.