Argentina: la reestructuración completa está en juego
El Ministro de Economía de la Argentina estuvo, en la noche del miércoles, en el lugar soñado.
31 de Julio de 2014
El Ministro de Economía de la Argentina estuvo, en la noche del miércoles, en el lugar soñado. De aquellas clases sobre economía marxista que recibí de él en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires a su conferencia en Wall Street se identifica esta única melodía. Disfrutó como un niño hablar de la crisis de 2008, de inculpar a los especuladores y a la falta de regulaciones, de apuntar a las calificadoras de riesgo y de maltratar a todos aquellos que participaron de la negociación. La ensalada verbal sólo puede comprenderla quien se acerque a su biografía. No fue tan explícito como Jorge Capitanich, quien señaló a Griesa y al mediador como agentes de los fondos buitres, pero lo dejó entrever. Resumiendo, el Ministro de Economía señaló que nadie entiende las restricciones a las que se enfrenta la Argentina.
Lo que no dijo Kicillof es que esas restricciones, como las cláusulas RUFO, fueron firmadas por el propio gobierno argentino. Y no los gobiernos anteriores a 2001, sino este mismo gobierno en las dos reestructuraciones previas, en 2005 y 2010 -a las que calificó de exitosas. Tampoco declaró Kicillof que, si la Argentina está negociando en una jurisdicción estadounidense, ello se debe a que el país no habría podido colocar esos bonos bajo jurisdicción propia, dada su conocida falta de independencia judicial.
Por supuesto que el Ministro cargó contra las gestiones previas a 2001, exaltando que este gobierno no necesitó tomar nueva deuda, y enfatizó la exitosa política de desendeudamiento, que nos dejaría hoy con una deuda sobre PIB de alrededor del 40%. Pero corresponde agregar dos cosas: 1) el dato es incompleto, al menos hasta que la reestructuración se complete; 2) no fue la austeridad la que permitió este desendeudamiento, sino las expropiaciones varias y una extraordinaria fortuna con la evolución de los precios de los commodities.
Axel Kicillof no parece comprender los costos a los que se enfrenta el país. Es cierto que la deuda de los holdouts representa apenas el 1 % de la deuda a reestructurar después de 2001; sin embargo, el incumplimiento del fallo, avalado por la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. —que a la vez es el Tribunal al que Argentina se sometió cuando colocó aquellos bonos— pone en riesgo toda la deuda reestructurada por un posible incumplimiento de pago.
No es que Argentina decidirá en pocas horas no hacer frente al pago de los bonos reestructurados. Es que las 'reglas de juego' explicitan que es posible impedirle a la República Argentina abonar intereses sobre los bonos reestructurados. Si ello ocurriese, podría surgir una avalancha de juicios de parte de los tenedores de esos bonos.
Kicillof puede gritar contra estas 'reglas de juego' que su agónico marxismo promueve, pero el mundo se rige por estas reglas y conviene no contradecirlas. Durante su discurso del miércoles, por un momento, parecía que Kicillof volvía al aula y se olvidaba del lugar de representación que estaba ocupando.
La única salida que podría visualizarse hoy para la Argentina es la ofrecida por los banqueros privados —independientemente de que hayan sido presionados o no por el Presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Juan Carlos Fábrega—, comprando la deuda de los holdouts. Sin embargo, es muy difícil que los banqueros arriesguen comprar el ciento por ciento de esta deuda sin garantías de que podrán recuperar en 2015 el capital total.
Si esta salida no prospera, se volverá muy complejo encontrar un acuerdo hasta enero de 2015, cuando las cláusulas RUFO pierdan vigencia.
Empezará, entonces, una carrera contra reloj por llegar a esa fecha sin sobresaltos, sabiendo que la Argentina no podrá tomar deuda para hacer frente a sus compromisos, y sólo podrá responder con sus limitadas reservas.
'Todo pasa', decía ayer el Ministro. Pero su liviandad, en un momento tan delicado como el actual, muestra cierta incomprensión frente a los costos de la falta de un acuerdo. Repito: esta negociación no sólo pone en juego el 1 % de la deuda a reestructurar, sino toda la reestructuración de la deuda. Será complicado afrontar el déficit fiscal, la inflación, la recesión y el creciente desempleo sin acceso al crédito externo, especialmente si se mantiene un modelo que rechaza cualquier ajuste fiscal.
Lo que no dijo Kicillof es que esas restricciones, como las cláusulas RUFO, fueron firmadas por el propio gobierno argentino. Y no los gobiernos anteriores a 2001, sino este mismo gobierno en las dos reestructuraciones previas, en 2005 y 2010 -a las que calificó de exitosas. Tampoco declaró Kicillof que, si la Argentina está negociando en una jurisdicción estadounidense, ello se debe a que el país no habría podido colocar esos bonos bajo jurisdicción propia, dada su conocida falta de independencia judicial.
Por supuesto que el Ministro cargó contra las gestiones previas a 2001, exaltando que este gobierno no necesitó tomar nueva deuda, y enfatizó la exitosa política de desendeudamiento, que nos dejaría hoy con una deuda sobre PIB de alrededor del 40%. Pero corresponde agregar dos cosas: 1) el dato es incompleto, al menos hasta que la reestructuración se complete; 2) no fue la austeridad la que permitió este desendeudamiento, sino las expropiaciones varias y una extraordinaria fortuna con la evolución de los precios de los commodities.
Axel Kicillof no parece comprender los costos a los que se enfrenta el país. Es cierto que la deuda de los holdouts representa apenas el 1 % de la deuda a reestructurar después de 2001; sin embargo, el incumplimiento del fallo, avalado por la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. —que a la vez es el Tribunal al que Argentina se sometió cuando colocó aquellos bonos— pone en riesgo toda la deuda reestructurada por un posible incumplimiento de pago.
No es que Argentina decidirá en pocas horas no hacer frente al pago de los bonos reestructurados. Es que las 'reglas de juego' explicitan que es posible impedirle a la República Argentina abonar intereses sobre los bonos reestructurados. Si ello ocurriese, podría surgir una avalancha de juicios de parte de los tenedores de esos bonos.
Kicillof puede gritar contra estas 'reglas de juego' que su agónico marxismo promueve, pero el mundo se rige por estas reglas y conviene no contradecirlas. Durante su discurso del miércoles, por un momento, parecía que Kicillof volvía al aula y se olvidaba del lugar de representación que estaba ocupando.
La única salida que podría visualizarse hoy para la Argentina es la ofrecida por los banqueros privados —independientemente de que hayan sido presionados o no por el Presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Juan Carlos Fábrega—, comprando la deuda de los holdouts. Sin embargo, es muy difícil que los banqueros arriesguen comprar el ciento por ciento de esta deuda sin garantías de que podrán recuperar en 2015 el capital total.
Si esta salida no prospera, se volverá muy complejo encontrar un acuerdo hasta enero de 2015, cuando las cláusulas RUFO pierdan vigencia.
Empezará, entonces, una carrera contra reloj por llegar a esa fecha sin sobresaltos, sabiendo que la Argentina no podrá tomar deuda para hacer frente a sus compromisos, y sólo podrá responder con sus limitadas reservas.
'Todo pasa', decía ayer el Ministro. Pero su liviandad, en un momento tan delicado como el actual, muestra cierta incomprensión frente a los costos de la falta de un acuerdo. Repito: esta negociación no sólo pone en juego el 1 % de la deuda a reestructurar, sino toda la reestructuración de la deuda. Será complicado afrontar el déficit fiscal, la inflación, la recesión y el creciente desempleo sin acceso al crédito externo, especialmente si se mantiene un modelo que rechaza cualquier ajuste fiscal.
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@AdrianRavier
Sobre Adrián Ravier
Es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Publica periódicamente en el sitio web en español del think tank The Cato Institute y medios nacionales.