Segundo default peronista: Estado paria y simulación
Analistas políticos bien curtidos y economistas expertos (muchos de ellos declaradamente antioficialistas) erraron, por mucho, en sus apreciaciones...
Analistas políticos bien curtidos y economistas expertos (muchos de ellos declaradamente antioficialistas) erraron, por mucho, en sus apreciaciones: la Administración Fernández de Kirchner y sus personeros terminaron, finalmente, por empujar al país hacia la cesación de pagos. O default, en lenguaje llano.
Hoy puede certificarse que la negociación inicial entre el gobierno de la República Argentina y los delegados de los hedge funds trastabilló en virtud de los discursos flamígeros y de retórica acusatoria escenificados por la Presidente de la Nación, por un lado, y por Axel Kicillof y Jorge Milton Capitanich, por el otro. Variable que forzó al juez Thomas Griesa a descartar la reposición del codiciado stay (cláusula de protección), y al Special Master Dan Pollack a concluir sobre la futilidad de seguir arbitrando en una negociación inconducente -solo así se explica lo categórico de su comunicado de la noche del miércoles. Es que el ámbito de la administración de justicia en los Estados Unidos no es muy adepta a las dilaciones; no en vano, la corte suprema de ese país rechazó en su oportunidad definirse sobre la causa República Argentina versus 'buitres', fundamentando que no le tocaba juzgar sobre la letra de contratos que de, por sí, ya eran lo suficientemente claros: para la Casa Rosada, era hora de pagar. Y punto.
Posteriormente, también habían derrapado las conversaciones entre bancos nacionales y los fondos especulativos, fundamentalmente porque los segundos reclamaban el pago de las acreencias en efectivo y debido al emerger de ruidosas discrepancias entre la suma ofertada por las instituciones bancarias y financieras argentinas y lo exigido por los ganadores de la contienda judicial. Los dignatarios de Balcarce 50 presentaron en la cara de Pollack una cifra inverosímilmente escasa como garantía para el stay inicial, reduciéndola luego a cero, y torpedeando adrede los términos del preconvenio. La alternativa de la cancelación del pasivo por mano de los bancos previa a enero próximo se presentaba igualmente compleja a partir de la vigencia de la cláusula Rights Upon Future Offers: ¿cómo deslindar efectivamente la participación del Estado argentino en la 'solución privada' del diferendo, en la óptica de acreedores que pudieren quedar al margen de las negociaciones? En segundo orden, los bancos nacionales hubiesen tenido que evitar recurrir a sus activos locales (encajes) para componer el fondo de pago, conforme ello hubiese convertido inmediatamente a los ideólogos político-técnicos de la iniciativa (se sindicaba a Juan Carlos Fábrega, titular del Banco Central de la República) en pasibles de ser demandados por confeccionar un eminente fraude en perjuicio de los depositantes argentinos. En simultáneo, el Ministro de Economía se mostraba ante las cámaras, al cierre del miércoles, como el protagonista central de una pantomima centrada en la simulación, promocionando que el Gobierno Nacional había fracasado en las conversaciones, mientras los franchisers de ADEBA seguían participando de las mismas. Sobreactuación coincidente con la necesidad de hacer parecer que la Casa Rosada estaba ya fuera del juego y que, de alcanzarse un resultado, nada hubiese tenido que ver con el pago de lo adeudado. Tras bambalinas, informantes bien versados en la trama comentaban sobre la participación subterránea de Capitanich, proponiendo un pago triangulado vía los buenos oficios de obscuros personajes vinculados a Lázaro Báez. Así, pues, la presencia de Axel Kicillof en la mesa de negociaciones no comportó otra meta que la de exacerbar las burlas contra el proceso, dado que el aterrizaje en medio del default nunca fue descartada por Cristina Fernández. La alternativa de la cesación de pagos sirvió siempre como instrumento idóneo para Cristina Fernández y su verborragia confrontativa -los albaceas de los hedge funds conocían esto de antemano. En el escenario menos imperfecto para el gobierno, un acuerdo entre Singer (NML Capital) con Jorge Brito y otros banqueros allegados al poder (con el Estado Nacional haciéndose cargo indirecta pero onerosamente de la cancelación de la deuda) hubiese sido presentado como una victoria épica.
En el arranque del jueves 31, un histriónico Jefe de Gabinete puso de suyo para endilgarle mala fe y obvias responsabilidades en el fracaso a la Administración Obama y a Griesa. Pero Capitanich obvió los siete años en que el veterano magistrado intentó -por todo medio legal a su alcance- salvaguardar la posición de la República Argentina, llegando incluso a echar virtualmente a patadas de su despacho a los representantes de los 'buitres'. Asimismo, el chaqueño hizo caso omiso del rol de amicus curiae con el que el gobierno estadounidense acompañó a Buenos Aires en la corte suprema en Washington, D.C. Kicillof, por su parte, esmeriló a Daniel Pollack bajo idéntica metodología, presentando al mediador como parcial. Desconoce Kicillof los antecedentes y la reputación del Special Master designado, quien en su momento supo humillar al Procurador General de Nueva York, Eric Schneidermann, en el tribunal supremo estadounidense ante un caso de abuso de autoridad. Pruebas fehacientes -todas ellas- de que el cristinismo y sus ásperos portavoces lo han confundido todo, desde el principio; englobando bajo una etiqueta de malignidad a entidades esencialmente diferentes: gobierno americano, justicia, partido republicano y demócrata. En igual sentido, la comunicación cristi-kirchnerista confundió a los receptores potenciales de su propaganda, creyendo que podría emplearse el mismo discurso para dirigirse a Thomas Griesa y a los subsidiados del conurbano bonaerense o a su militancia.
Al cierre, y como coloreando un accionar y una retórica que han llevado a la Presidente a una concatenación intolerable de derrotas, emerge el capricho. Se trata del comportamiento preadolescente que empujó a Cristina Fernández de Kirchner a reaccionar intempestivamente contra la Casa Blanca (el nuevo enemigo, en la visión Balcarce 50), clausurando acuerdos con Moscú, Pekín y Teherán. La Argentina es hoy el Estado paria que, orgullosa y alegremente, gusta conjuntarse con gobiernos autoritarios que derriban aeronaves comerciales por diversión o que motorizan una interminable guerra civil en Siria (con sus más de 200 mil muertos), que celebran la represión y la hambruna de Corea del Norte y aplauden el accionar terrorista en formato proxy de Hezbolá y los milicianos de Hamás.
A esta coronación suicida, solo le restaba un default selectivo. Costumbrismo que, a la luz de los hechos, se ha convertido en característica fiel del gen peronista.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.