SOCIEDAD: ALBERTO MEDINA MENDEZ

La persistencia de los paranoicos

El debate político es, habitualmente, apasionante. No se trata de un entretenimiento o de un simple pasatiempo...

27 de Julio de 2014
El debate político es, habitualmente, apasionante. No se trata de un entretenimiento o de un simple pasatiempo como cualquier otro, ya que de su desarrollo y acciones dependen, en buena medida, muchas de las decisiones que impactan fuertemente en la vida cotidiana de las personas.

Esa batalla cultural, donde las ideas compiten con la intención de lograr mayor aceptación general, inspirar a los gobernantes e influir en el discurso que regirá el destino de los individuos, comporta una diversidad casi infinita.

Sin embargo, en este casi inagotable universo de visiones, un caricaturesco grupo humano, minoritario pero grandilocuente, que se hace notar en cuanta oportunidad dispone; se trata de los eternos predicadores que sostienen que la humanidad toda vive bajo la constante amenaza de un gran complot.

Su teoría general se sustenta en el hecho de que un conjunto de individuos -portadores de perversas intenciones- se reúnen a diario para confabular, construyendo así una enorme conspiración que persigue, a través de diferentes medios, destruir todo a su paso, para apropiarse del poder mundial.

Esta retorcida visión de la vida tiene plena convicción sobre la existencia de un nuevo orden mundial que se edifica día a día, silenciosa pero tenazmente, con el objetivo de conseguir que triunfen las fuerzas del mal.

De acuerdo al perfil del interlocutor que plantea estos dislates, la facción a la que circunstancialmente pertenece o la inclinación doctrinaria que asume, sus adversarios pueden tener múltiples facetas y procedencias.

Estos exóticos miembros de la sociedad provienen desde dispares sectores. Pueden ser nacionalistas, ultraconservadores, fanáticos religiosos o militantes de la izquierda más fundamentalista.

Unos y otros se inspiran en similares frases hechas, casi siempre panfletarias. Su argumentación es invariablemente superficial, bastante vacía, pero con un fuerte componente  místico y con más retórica que seriedad. Sus prejuicios no tienen nunca explicación adicional alguna. Son como dogmas los que en realidad sostienen sus elucubraciones sin asidero.

Pese a la heterogeneidad de los orígenes ideológicos, existen rasgos comunes en ese andamiaje argumental. Todos ellos coinciden en asignarle responsabilidades respecto de lo que sucede en el presente, a las corporaciones ocultas, esas que administran el poder desde las sombras.

En general, sus enemigos son absolutamente anónimos y carecen de rostro. A lo sumo, pueden identificar a algún poderoso al que señalan como la cabeza visible de esa cofradía. De hecho, buena parte de su esquema de razonamiento plantea que aquellos movimientos tutelan el poder desde la clandestinidad, compartiendo así atributos comunes con las sectas secretas, lo que abona con creces al pretendido paradigma de lo temible.

Los contrincantes elegidos como parte de este pérfido juego intelectual son de una gran diversidad y originalidad. Muchos parecen inclinarse por cuestiones religiosas. Son los que apuntan como culpables, al sionismo internacional, cuándo no, un poco mas audazmente y en forma políticamente incorrecta, a los judíos en su totalidad, siempre vinculándolos a pretendidos intereses económicos que se localizan detrás de la cortina de la guerra y del capital financiero.

Otros apuntan a temas más desconocidos, aprovechando la ignorancia reinante; tras lo cual acusan de conspiradores a la masonería. Lo enigmático que rodea a las logias ha convertido a ese planteo en uno de los preferidos por estos personajes que viven perseguidos por ilusiones inconsistentes.

No faltan tampoco aquellos que creen que el comunismo prepara su arremetida final desde el marxismo más intransigente, siempre asociado a su ateísmo implícito y demonizándolo por esa conjunción de visiones aberrantes desde la perspectiva del denunciante serial.

Otra tendencia, tal vez la que más adeptos exhibe, parece originarse en las corporaciones económicas que controlan el mundo, las multinacionales siempre funcionales al capitalismo salvaje. En esa misma sintonía, quedan relacionados los servicios de inteligencia, sobre todo los de ciertos países. Inevitablemente, de semejante ficción emergen la CIA y el Mossad, pudiendo sumarse otros para magnificar el tamaño de la confabulación.

Un párrafo aparte merece la más esotérica de las suposiciones, esa que anuncia el conjuro planetario universal. Es que los extraterrestres pueden ser también protagonistas de ese mundo de fantasía que imaginan estos sujetos que no tienen límite alguno a la hora de delirar con sus cavilaciones.

Es complejo establecer un dialogo racional con estos comediantes del debate político. Una cosa es plantear cuestiones racionalmente demostrables, aunque sean opinables y otra muy diferente es discutir en el ámbito de las elucubraciones que se sostienen en espejismos cuyos únicos cimientos son las divagaciones de sus apóstoles de turno. Cabe evitar enredarse en discusiones eternas con estos enajenados, aunque resulta saludable confrontarlos en el terreno del intercambio de ideas con miras a dejarlos en evidencia y, de esta manera, limitar el impacto de sus disparates. Lo que debe tenerse presente es que ellos son fieles exponentes de la persistencia de los paranoicos.
 
Sobre