SOCIEDAD | OPINION: RAUL ZORZON

It's Moreno, stupid!

Allá por el año 1992, el entonces presidente estadounidense George Bush Sr., quien iba por su reelección, parecía imbatible. El mandatario centró la campaña en los éxitos de su política exterior...

14 de Noviembre de 2013
Allá por el año 1992, el entonces presidente estadounidense George Bush Sr., quien iba por su reelección, parecía imbatible. El mandatario centró la campaña en los éxitos de su política exterior, merced a los resultados cosechados en el Golfo Pérsico, mas no advirtió que los ciudadanos reclamaban que la Administración invirtiera más tiempo en los asuntos domésticos.
 
La célebre frase de James Carville -a la sazón, asesor del candidato demócrata Bill Clinton-: "It's the economy, stupid!" ("¡Es la economía, estúpido!) terminaría volcando los resultados electorales en beneficio de aquél, quien emergió victorioso de la contienda y llegando al Salón Oval.
 
Aquella intuición no hizo más que subrayar una realidad inobjetable: el contexto cotidiano de la sociedad estadounidense se hallaba más preocupada por consolidar su bienestar, antes que valorar los logros de la política exterior.
 
La expresión de Carville se hizo extremadamente popular, extendiéndose rápidamente en el globo. Ahora, es lícito aplicarla al caso argentino. Veamos: en 2011, la actual mandataria Cristina Fernández de Kirchner resultó electa con el 54% de los votos; ella creyó que, con ese aval, un cheque en blanco era depositado en sus manos, aunque sin advertir que, pronto, comenzara a manifestarse el descontento ciudadano en las calles. 
 
Después de haberse garantizado esa gigantesca cuota de poder en las urnas, y atendiendo a que las variables de su "plan" comenzaban a desmadrarse, Cristina Kirchner no tardó en ratificar su confianza y esperanzas en su Secretario de Comercio Interior, que la llevó a implementar medidas erráticas que, al poco tiempo, desembocarían en un laberinto de difícil salida, el promocionado "cepo cambiario". A partir de ese momento, la contracción financiera marcó la debacle económica y selló el destino de la Administración. Los anacronismos dispararon la emisión monetaria y jamás se puso el foco en la reducción del gasto público: se precipitó la violenta caída en las reservas del Banco Central de la República, abriéndose el camino para una galopante inflación.
 
Guillermo Moreno, dueño de un temperamento irritante, decidió redoblar apuestas desde la profundización de sus teorías, presionando al empresariado y a operadores del tipo de cambio con la meta de detener la sangría. Todo lo cual derivó en un cóctel explosivo. La displicente lógica humana destaca que "lo prohibido se vuelve atractivo"; se multiplicaron las sospechas de cara al ahorro tradicionalmente más práctico para los ciudadanos argentinos, el dólar estadounidense, y su artificial relación frente a la devaluada moneda nacional.
 
Las secuelas son ya conocidas: a criterio de morigerar la fuga del billete norteamericano, y con el injustificado atraso cambiario que desacopló al sector externo en competitividad y contrajo el ingreso de divisas, Moreno decidió -casi insólitamente- interponer un peligroso cerrojo a las importaciones, lo cual condujo a restricciones para la llegada al país de insumos imprescindibles para el aparato productivo interno. 
 
Desde el mamarracho, rápidamente se arribó a lo inevitable: más inseguridad económica, la agudización de la incertidumbre entre los inversores, el freno al crecimiento del PBI y un consiguiente estancamiento de la vapuleada economía local, en términos generales. A partir de esa instancia, la pérdida de reservas ingresó en un tobogán que hoy es noticia. 
 
Otro corolario: la menor oferta de productos en el mercado interno resultó en un incentivo perfecto para la acentuación de los precios al consumidor, que hace desastres en los bolsillos de la clase trabajadora. Por estas horas, una buena porción de ésta comporta severas dificultades para llegar a fin de mes con sus remuneraciones. Ha dejado de ser una ficción que más de once millones de personas viven con $40 (US$ 4, a precio de dólar "Blue" o paralelo) por día. 
 
Finalmente, Moreno, desde su desgraciada intervención en el mercado agropecuario (sumados a su declarada inoperancia, un franco desconocimiento del funcionamiento de la economía y los horrores perpetrados a posteriori), hicieron su aparición otras penosas consecuencias. Tras el intervencionismo acusado en la producción de harina, el pan -componentes primigenio de la canasta familiar- no detiene el aumento de sus precios. La yerba y, por ejemplo, las pastas, siguen idéntico camino. Con todo, Moreno no deja de minimizar las elocuentes subas de precio registradas en la carne. 
 
El abastecimiento de harina para la confección de pan se encuentra limitado; su causa: el faltante de trigo. Sucede que las existencias de trigo se han visto reducidas porque las trabas interpuestas por el Estado Nacional en desmedro del comercio exterior, se acotó el área sembrada, generando el lógico rebote. Una bolsa de harina, que no hace mucho tiempo mostraba un precio de AR$150, llegó a valer $500. ¿Serán estas las verdaderas bondades del "modelo nacional y popular" que defiende la "mesa de los argentinos"
 
Con el maíz -otro insumo básico para la alimentación humana, indispensable incluso en el proceso de obtención de leche, carne, pollos, etc.-, sucederá exactamente lo mismo. Todo comporta un motivo: en la Argentina, producir maíz en la actualidad exhibe el mismo importe que se obtiene por su venta; es decir que la ecuación resulta neutra y, en muchos casos, negativa debido a la incidencia de factores climáticos. La actividad ha dejado de representar negocio, y los productores se inclinarán -una vez más- por otros cultivos que sean más rentables. Mientras tanto, el Señor Moreno continúa empecinado en sus vetustas y fallidas teorías. De no mediar modificaciones a esta política, pronto faltará maíz también. La fábula ha terminado por reemplazar a la verdad y, ésta, a su vez, ha desnudado a la ficción. Llevará mucho tiempo reparar el daño hecho a base de mentiras.
 
Cualquier manual serio recuerda que "los precios se equilibran en acuerdo con oferta y demanda"; la fórmula es bastante simple, y no exige ingresar en en demagogias de corte político-económico. Sería necesario que este polémico funcionario fundamente lo que él considera han sido sus logros, y -siempre en su opinión- cómo es que terminará esto.
 
La economía es una ciencia estricta, jamás una timba. Es evidente que, para el Señor Secretario, quizás no sea así, en atención a su acostumbramiento a vivir del garrotazo inflacionario. La cuestión de la "mesa de los argentinos" remite al eslogan insultante y a la metodología siniestra que solo apunta a reprimir a aquellos que describen la realidad tal cual es. 
 
En igual sentido, también sería útil conocer la opinión del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, al momento de soltar su fastidiosa reprimenda contra los productores: "Con la comida, no se jode", supo decir Daniel Osvaldo Scioli. Apreciación no del todo incorrecta, salvo por un detalle: el funcionario se equivocó al elegir al destinatario, aunque aún se encuentra a tiempo de retractarse, para recordárselo a su "compañero" Moreno. Licito es recomendarle al Señor Scioli un sinceramiento al estilo mea culpa, o bien una rinoscopía verbal; se espera que abandone su política de extorsión para con el campo argentino, que sobreviene en la forma de novedosos impuestos y/o tributos. ¿Desconoce el Gobernador que aquellos que trabajamos somos quienes debemos tolerar la mayor de las presiones impositivas? Para los burócratas, resulta extremadamente facilista subir las contribuciones; imposible les resulta administrar con criterio.
 
Asistimos al comienzo del fracaso tan anunciado, derivado de la soberbia furtiva y su ropaje de relato engañoso. Todo fue y sigue siendo pura improvisación. Todo ha sido defendido con arengas y una violencia de toda forma y color. Se ha recurrido, incluso, a los derechos humanos, como pantalla para el desvío de la atención; el que se empecina en rastrear la verdad y publicarla, es amedrentado con la visita de matones. Se recuerda el caso del periodista Alfredo Leuco, la víctima más reciente de aquéllos. ¿Por qué el oficialismo calla? Es hora de que el Señor Guillermo Moreno y sus acólitos del Gobierno Nacional comprendan que la ciudadanía se ha expresado con contundencia contra ellos y sus políticas, el pasado domingo 27 de octubre.
 
Aquellos comicios designaron un antes y un después. El antes fue signado por un absolutismo empecinado en el fracaso, en todos los órdenes. Este presente demandará de la Señora Presidente que efectúe un giro de ciento ochenta grados en su rumbo, si de lo que se trata es de que arribe al final de su mandato. Si acaso se propone reparar este gigantesco despropósito, por ella generado.
 
Más del 70% de los argentinos que ejercieron su derecho al voto, dijeron Basta, y se trató de una derrota monumental. No se trata de que los argentinos sean cambiantes o eternos disconformes; una cosa es ser giroscópicos, y otra muy distinta es el hartazgo. La derrota y su carácter gigantesco han quedado expuestos, sin importar que la Corte Suprema de Justicia se haya propuesto solaparla, con su sobradamente inoportuno fallo.
 
Es probable que muchos se fastidien por el incremento incontrolable de los precios; otros, razonarán desde la resignación. Pero la frase de Carville con la que dábamos inicio a este trabajo, resuena en los oídos de los actuales funcionarios. En nada resulta despectiva para el común de los ciudadanos; la sentencia golpea en el centro de gravedad de esta Administración, mayormente dedicada al jolgorio en una fiesta que ya ha llegado a término.

Ahora, las facturas comienzan a llegar. En política, el "dos más dos" puede arrojar cualquier cifra como resultado. En economía, siempre da cuatro.
 

* Raúl Zorzón es productor agropecuario. Reside en la localidad de Malabrigo (Provincia de Santa Fe, Argentina).
 
 
Raúl Zorzón | El Ojo Digital Política