INTERNACIONALES: VICTOR PAVON

Paraguay: Señores Senadores; no castiguen a la producción

El Proyecto de Ley que grava la exportación de granos en la Cámara de Senadores del Paraguay es uno de esos documentos legislativos que, hace un buen tiempo, varios políticos de todos los partidos pretenden imponer mediante la coerción del Estado.

19 de Julio de 2013
Víctor Pavón es Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros Gobierno, Justicia y Libre Mercado, y Cartas Sobre el Liberalismo.
 
El Proyecto de Ley que grava la exportación de granos en la Cámara de Senadores del Paraguay es uno de esos documentos legislativos que, hace un buen tiempo, varios políticos de todos los partidos pretenden imponer mediante la coerción del Estado. Muchos son los motivos para aprobar este proyecto. Todos ellos, sin embargo, son contraproducentes y sumamente perjudiciales.
 
El senador Carlos Filizzola del Frente Guazú, de línea izquierdista, dijo: "necesitamos recaudar más, y no se puede solo seguir exportando materia prima". Como se notará, continúa el viejo discurso de imponer -mediante el intervencionismo estatal- el famoso "valor agregado". De ahí que una primera motivación para aplicar estos tributos se base en la idea de que los granos en estado natural deben ser gravados, a criterio de desalentar la exportación de materia prima. Por supuesto, a ninguna persona o empresa dedicada a la exportación de granos en estado natural puede significarle más altos ingresos que la efectuada por aquella que coloca en los mercados productos elaborados e industrializados.
 
En el ramo de la agricultura empresarial, cualquier producto en estado natural significa menos ingresos que si se hiciera utilizando mano de obra más calificada, puesto que impulsa el crecimiento económico en su conjunto. La industrialización nada tiene de malo y de hecho es un proceso que está ocurriendo en el Paraguay. Hoy, muchas empresas van accediendo a este mecanismo de producción en masa debido a que se van dando las condiciones de precio y rentabilidad en sus negocios.
 
El hecho cierto es que no siempre se dan esas condiciones de precio y rentabilidad, por lo que es preferible vender lo que se tiene sin pasar por aquella tan deseada industrialización. Además, la ubicación en los mercados y el consiguiente precio no dependen de las empresas que exportan granos; dependen de un contexto internacional en el que dichas empresas proveedoras de materia prima nada tienen de incidencia, excepto participar en dichos mercados vendiendo lo que la demanda solicita. No hacerlo significaría la pérdida de millones de guaraníes que ingresan al país, con el efecto multiplicador que aquello significa, como la compraventa de maquinarias, insumos, semillas, silos, mano de obra, etcétera.
 
De modo que gravar con impuestos al "modelo agroexportador" significa, sencillamente, castigar un negocio que a la fecha permite importantes ingresos al país. Son los mercados internacionales los que determinan el precio que las empresas exportadoras abonan al campesino.
 
El impuesto que se pretende implementar no es más que un costo que poco afectará la rentabilidad de las empresas de gran porte. Los verdadaderos perjudicados serán los productores de mediano y pequeño porte, esto es, aquellos que contribuyen con mano de obra, con el transporte y, por supuesto, con todos los impuestos que guardan relación con la compra de insumos para la agricultura y que el fisco necesita para realizar sus diversas actividades.
 
Pero la motivación más absurda consiste en el desconocimiento de la empresa como factor de integración social, lo que es visto por algunos políticos como una sencilla conspiración contra los pobres. Nada puede ser más perjudicial para un país que esta visión y que existe desafortunadamente en todos los partidos políticos. Muchos de nuestros políticos todavía no han aprendido de lo que sucede aquí cerca, concretamente, en la Argentina. La tozudez y resentimiento de los gobernantes de este país están provocando el retroceso de toda la producción agrícola, debido a la implementación de una política fiscalista que hace prevalecer los intereses de las cuentas estatales en vez de promover a las empresas privadas generadoras de riqueza, empleo y bienestar, o acaso, ¿no es cierto que hoy en el Paraguay, el impacto de la agricultura y de la ganadería en el Producto Interno Bruto (PIB) llega al 50 por ciento?
 
Además, actualmente, los senadores deben tomar en cuenta que el Paraguay ya cuenta con una importante desventaja en su comercio internacional debido a su mediterraneidad en el orden de casi el 30 por ciento. Solo este dato es suficiente para evitar otros costos a nuestras exportaciones.
 
En el mundo real, allí donde diariamente libran batallas los emprendedores, resulta un despropósito que los políticos sigan arreglando los agujeros fiscales creados por ellos mismos, imponiendo más costos a la iniciativa privada. Señores Senadores: no castiguen la producción, después de todo, ustedes también viven de ella.
 
Víctor Pavón | The Cato Institute, sitio web en español