ECONOMIA INTERNACIONAL: PEDRO SCHWARTZ

Quieren hacer de lo económico algo más humano

La caja rural Cajamar lleva publicados 23 números de su interesante revista Mediterráneo económico. Quien esto escribe, dirigió la edición número nueve, sobre la historia del pensamiento económico...

05 de Julio de 2013

La caja rural Cajamar lleva publicados 23 números de su interesante revista Mediterráneo económico. Quien esto escribe, dirigió la edición número nueve, sobre la historia del pensamiento económico, lo que me ha hecho mirar con inicial simpatía el meritorio esfuerzo de meditación sobre lo económico de este nº 23, dirigido por el catedrático de la Universidad de La Laguna (Tenerife), Federico Aguilera Klink. El título es llamativo: 'Para la rehumanización de la economía y la sociedad'. El lector enseguida descubre que, al proponer que se rehumanice 'la economía y la sociedad', el coordinador está revolviéndose contra lo abstracto de la teoría económica al uso y contra lo duro de las propuestas políticas de los economistas ortodoxos. Su inspiración son el Mayo del '68 y la Puerta del Sol de 2012. Sus maestros son obscuros psicoanalistas o antiguos trotskistas. Su lenguaje, metafísico.

El único autor clásico al que apelan es a Adam Smith, y lo hacen interpretando su pensamiento de forma arbitraria y anacrónica. Daré una muestra. Una es la cita del conocido pasaje de la Teoría de los sentimientos morales (1759, 1790), en el que Smith dice: "La sociedad puede mantenerse sin beneficencia, aunque no es la situación más agradable; pero si prevalece la injusticia, su destrucción sería completa". ¿A qué injusticia se refería Smith? El profesor Aguilera sostiene que Adam Smith consideraba esencial "la existencia de una economía que incorpore prácticas justas y que esté orientada al bien común". Si volvemos al texto de Smith, veremos que dice exactamente lo contrario. Según Aguilera y sus correligionarios, lo importante para la buena marcha de la sociedad es que, olvidados del dinero y la competencia, nos amemos los unos a los otros. Smith, en cambio, reflexiona: "Aunque entre sus diferentes miembros faltase el amor mutuo y el afecto, la sociedad, aunque menos agradable y feliz, no se disolvería necesariamente. La sociedad puede subsistir entre los diferentes hombres, como entre diferentes mercaderes, por un sentido de utilidad, sin amor ni afecto mutuo. […] La sociedad, sin embargo, no puede subsistir entre quienes están continuamente dispuestos a dañarse y herirse los unos a los otros".

La justicia, para Smith, consiste en imponer el respeto de las personas y sus propiedades, con castigos si es necesario: nada de “prácticas justas” ni de orientación “al bien común”.

Ya sé que el profesor Aguilera interpreta a Smith siguiendo el ejemplo de Amartya Sen y su esposa Emma Rothschild, pero a ambos les he dicho repetidamente que su interpretación de Smith no se tiene en pie. Creo que, con la muestra que he dado, bastará para hacernos sospechar que las ideas atribuidas a Smith por estos críticos del laissez faire son las contrarias de las que sostuvo el maestro escocés.
 

Las constantes de lo económico

Como ha dicho el economista estadounidense Paul Romer, “no hay que, sobre el propio cultivo de la ciencia social, como el ahondar en la teoría de juegos o la economía de las instituciones, sin duda, pero no son los de humanizar ni erotizar lo económico".

En el corazón de la teoría económica clásica, anidan una serie de principios fundamentales que es difícil pasar por alto. En primer lugar, está la escasez: la más acuciante e insoslayable es la escasez. No es tanto la escasez de recursos naturales como la limitación de tiempo, pues somos mortales; lo que más nos falta es el tiempo y lo que nos obliga a elegir sin descanso es que nuestra vida se acaba necesariamente. En segundo lugar, está el hecho de que los individuos nos movemos por el incentivo del propio interés, que no es egoísmo sino la consecución de nuestros objetivos personales; el interés de una madre incluye el de sus hijos; el de Teresa de Calcuta, el de los moribundos a los que socorría. En tercer lugar, los precios y sus alzas y bajas transmiten una completa e instantánea información sobre la demanda y oferta de bienes y servicios, que nos guía en nuestras compras, ventas e inversiones productivas.

Si los precios se adulteran por motivos éticos o políticos, cunde el desorden en cuanto la intervención se hace insostenible, como ha ocurrido tras el congelamiento del precio de los transportes públicos en Brasil (graves revueltas en la calle) o el control de la tarifa de la electricidad en España (déficit tarifario incontenible). Sería enfadoso continuar con esta lista de principios elementales, que forman la base de la teoría económica. Lo importante es saber que no se enervan con sólo mostrar que están basados en un concepto artificial, el del homo oeconomicus, o una suposición absurda, la idea de que el hombre es un ser racional. La pretensión de cambiar la naturaleza humana o la ilusión de creer que vivimos en Jauja sólo pueden llevarnos al desastre.
 

De buenas intenciones está empedrado…

Thomas Carlyle llamó “lúgubre ciencia” a la economía, porque sus devotos criticaban la institución de la esclavitud. Mejor intencionados son los críticos actuales del economicismo. Quieren luchar contra la pobreza creada, dicen, por el sistema capitalista. Que este sistema haya conseguido reducir el número de pobres de solemnidad en el mundo (con un consumo de dólar y medio al día), por ejemplo de setenta millones en 1990 a 50 millones en 2010, es un hecho que no quieren ni mirar. Prefieren recurrir a la garantía de una renta básica universal e incondicional a todos los individuos, además de prestaciones de sanidad, educación, vivienda, ayudas a la incapacidad, también universales y asignadas incondicionalmente. La experiencia por la que estamos pasando nos dice que un sistema así está expuesto a crecientes abusos que lo llevarán al colapso.

Este artículo fue publicado originalmente en Expansión (España) el 3 de julio de 2013.

 

Pedro Schwartz | The Cato Institute, sitio web en español