POLITICA: RAUL ZORZON

Entrampada en su propio cepo

En el país de los zarpazos, todo concluye en un revés. La tormenta perfecta que fabricaron ya tocó tierra. Los sectores que todavía disponen de alguna liquidez son perseguidos por las garras insaciables de un estado demoníaco, que todo lo engulle.

28 de Noviembre de 2012

En el país de los zarpazos, todo concluye en un revés. La tormenta perfecta que fabricaron ya tocó tierra. Los sectores que todavía disponen de alguna liquidez son perseguidos por las garras insaciables de un estado demoníaco, que todo lo engulle.

Este pernicioso sistema subsistió hasta estos días gracias a dos motivos: el alto precio de la soja y las ventas a Brasil. Bastó que ambos segmentos entraran en problemas para que la estantería se aflojara. Para contener ese torbellino -creado por ellos mismos-, manotearon desesperados los fondos del BCRA y la ANSSES. Pero ese oasis se está secando, con las secuelas de tanta improvisación.

¿Cómo harán para seguir con este desquicio de despilfarro, subsidios a las tarifas, y zafar del atraso cambiario? ¿Cuándo liberarán las exportaciones y las importaciones para que vuelva el equilibrio, con miras a que la balanza comercial deje de ser forzada? La única respuesta coincide con terminar con los desfalcos, parar la inflación y actualizar el tipo de cambio, o todo le explota en las manos. Esto, en el mundo K, ¿será posible? Veremos hasta dónde llegan.

Gracias a este modelo nacional y populista, el gasto público en esta última década ha trepado a cifras increíbles, hasta convertirse en un disparate. ¿Adónde fue a parar tanto dinero, si el país sigue endeudándose? ¿Qué hicieron con la plata? Peor si, para ejecutar semejante latrocinio, succionaron al sector agroindustrial, obligándolo a aportar más del 50% de esos recursos.

El mundo ofreció -y sigue ofreciendo- oportunidades de inversión nunca vistas, ni siquiera después de la posguerra. En Estados Unidos, la tasa de interés es de cero puntos; en Alemania, es negativa. Se ha perdido el tren carguero de esta historia, solo por incongruencias groseras. En cambio, Perú, Colombia, Uruguay, Brasil y Chile crecen a un ritmo sostenido y atraen inversiones al 2,5% anual a treinta años de plazo. Incluso Bolivia recibe capitales con una pauta del 4%.

Esa abundante sobreoferta de fondos disponibles busca instalarse en países en vía de desarrollo o emergentes; pero la Argentina es ignorada, debido a la desconfianza total que comparte. La falta de seguridad jurídica y el no saber honrar las propias deudas -o, en todo caso, negarse a renegociarlas con acuerdos programáticos- hacen que estas oportunidades sigan desaprovechándose.

El riesgo país está cercano a los dos mil puntos básicos; parámetro exacto para ahuyentar a cualquier inversor. El espantajo de la ecuación es pavoroso; recurrir hoy al financiamiento externo con estos antecedentes es hasta vergonzoso. Así, solo se podrá conseguir créditos a una taza mayor al 20%. Es hora de terminar con los exabruptos -como los que se escuchó en estos días contra fondos carroñeros-, y de ponerse a pensar.

Se perdió la gran (¿acaso la única?) oportunidad de arreglar con esos tenedores de bonos en igualdad de condiciones con los que han entrado al canje. Si hubiesen escuchado los consejos de los sensatos, no hubiese ocurrido esto. Como siempre, pudo más la soberbia; ahora, llegarán las consecuencias.

Gracias a aquellas andanadas, el juez neoyorquino entendió la provocación y, cansado, arrojó la sentencia. Ese dictamen haría entrar a nuestro país en un default técnico que agravaría aún más las cosas. En diciembre, habrá que cumplir los convenios y, de mantenerse firme el fallo, el banco estadounidense encargado del pago prorrateará los fondos incluyendo también a estos litigantes y la Argentina asistirá impávida a ese entremés. Mientras tanto, la fragata seguirá herrumbrándose en agua africanas, esperando su regreso.

Lo que se siembra, se recoge. Y, en este sentido, el triste camino desandado, repartiendo odio, rencor, resentimientos, violencia, y división, tiene su correlación en los hechos: el meretricio de las prohibiciones forzadas, traducidas en la palabra cepo.

El comercio mundial se ha globalizado desde hace rato, y las artimañas empleadas ahora para controlar las importaciones no solo dañan la imagen del país, sino que golpean directamente sobre los insumos afectados que vienen del exterior y que son indispensable para mover buena parte del aparato productivo. Resultado: la actividad económica se retrajo; el Estado recauda menos.

El cerrojo al mercado de cambios desnuda la falta de dólares, no otra cosa. Y si el común de la gente se refugia en éste, no es por especulación, sino para resguardar sus ahorros ante la alta inflación, negada desde un INDEC apócrifo. Y ya no se jactan de las reservas acumuladas. La sonrisa de Marcó del Pont se transfiguró en preocupación. Esa receta ya la vivimos, así nos fue.

El torpe cepo a la transparencia en esos índices de aumentos les está generando tal temor y contradicción, que obligaron a las organizaciones en defensa del consumidor a no revelar sus datos. La voz soprano de esas estadísticas está en los supermercados.

Mientras tanto, el profano control de la información que quieren implantar es el más absurdo de los torniquetes. Y, como furiosos mostrencos, están decididos a acallar a la prensa que todavía no pueden domar. Esa será la peor de las impericias: la verdad siempre se sabe y se sabrá, aunque traten de ultrajarla. Los medios electrónicos y las redes sociales se encargaran de desparramarla.

Cuando se engrilla lo fundamental en un país como es la libertad en todas sus expresiones, se llega al abismo más grosero de los traspiés. Esa trampa hace estallar en mil pedazos el derecho de sentirse ciudadanos libres e insubordinados; por tanto, nadie acepta ser reo de ritos medievales.

Cuando se trastoca con burdas trabas la verdad, esta se cuela por cualquier rendija desnudando el engaño, que es el mejor estímulo para encender las protestas.

Ante tantas provocaciones y atropellos, la gente -cansada- expresó su malestar con los cacerolazos y el reciente paro de una central obrera. Gracias al ninguneo y sus desafíos, han perdido la calle. Esta es ahora propiedad de trabajadores y caceroleros. Fueron verdaderos llamados de atención; imágenes que recorrieron el mundo entero. Auténticas señales de las que hay que tomar nota.

El universo desarrollado observó, junto a millones de argentinos, cómo una mujer y sus sequitos -en tono desafiante- deciden, “vaya uno a saber por concejos de quién”, redoblar la apuesta. Descerrajando bravuconadas propias de camorreros revoltosos.

Esos vetustos métodos de antaño, utilizados por feroces dictadores, están apadrinando a un gobierno que dice ser democrático, prescindiendo de los nobles enunciados que esa forma de conducir exige, porque no encuentran la salida a una cruel encerrona que ellos mismos crearon.

Lo más certero que hasta ahora se ha escuchado de la actual Presidente, en todos sus disparates, es el vamos por todo. Aunque lograr ese objetivo con esa infeliz expresión le será imposible. La resistencia y la voluntad de los argentinos habrán de impedírselo.

Después de una larga década de gobierno kirchnerista, hoy la Argentina se ve de un solo color: negro.

Raúl Zorzón (Malabrigo, Provincia de Santa Fe) | El Ojo Digital Política