TRIBUNA POLITICA - OPINION: POR VIRGINIA TUCKEY

Los argentinos, de libres a plebeyos

Si la mayoría de los argentinos se dieran cuenta en lo que se ha convertido su país, no resistirían las ganas de echarse a llorar. Abrir los ojos por un minuto, ver el lugar que ocupamos en el mundo, comparar lo que fuimos con lo que somos y tomar noción de lo que podríamos ser, desvelaría a más de uno.

04 de Noviembre de 2011

La sentencia surge de la simple observación y la comparación. La preocupación que muchos compatriotas observan hoy por nuestro país no es menor, pero muchos de ellos todavía creen que en Argentina subsisten aún algunos rasgos de lo que alguna vez fue un país de libres e iguales, dónde la prosperidad y la dignidad eran reales.

La situación de la Argentina es hoy muy distinta. Los valores que forjaron una nación sobresaliente han desaparecido, y con ellos, se han desvanecido nuestras libertades, el respeto por el prójimo, los buenos modales, y el amor por la libertad.

El gran protagonista de esta decadencia ha sido, sin lugar a dudas, el Peronismo. Este movimiento canalizó resentimientos y los convirtió en un modo de vida. Descendiente del fascismo, basó su discurso en el nacionalismo y el populismo. Hizo uso de los éxitos de la Constitución alberdiana para fomentar la idea de superioridad del ser argentino, aniquilando así la verdadera razón de los grandes logros de la joven nación, su sistema republicano liberal.

Una vez que se confundió la superioridad del sistema con la superioridad del ser humano por el solo hecho de haber nacido dentro de una frontera específica, el resto de las contradicciones sobrevinieron por añadidura.

Los argentinos, plebeyosEl foco de la educación dejó de ser la excelencia, y este pasó a ser la idolatría al líder peronista y su mujer, Eva Perón. Los niños de primer grado debían repetir “Evita y Perón me aman”. Como dice el dicho, “miente, miente, que algo quedará”, y fue eso lo que sucedió en la Argentina. La mentira fue reemplazando a la verdad hasta instaurarse como la madre del pensamiento medio.

Los sesenta años que dividieron al primer gobierno de Perón con el kirchnerismo incluyeron distintas etapas en la historia del país. Gobiernos democráticos, guerrilla terrorista marxista, dictaduras militares, el advenimiento de la democracia nuevamente, pero nunca más, la prosperidad y la libertad que precedieron a Juan Domingo Perón.

En la etapa posterior a la última dictadura militar, la mentira termina de consumarse. Los argentinos se olvidan definitivamente de Alberdi y la república, para embanderar a Raúl Alfonsín cómo prócer de la democracia -la cual muchos confunden con republicanismo-. Los guerrilleros marxistas se convirtieron en adalides de los Derechos Humanos y las ideas de izquierda en el padrenuestro de la clase media.

Las consecuencias del cambio de paradigma tuvieron sus impactos más inmediatos sobre la economía, pero no logró reflejarse rápida y contundentemente sobre la sociedad y sus modos. Este fue un proceso lento.

Este nuevo rumbo ideológico que habían emprendido los argentinos se impregnó en todos los ámbitos de la sociedad y propagó ideas falsas, que fueron tomadas como verdades absolutas. Cualquiera que se anime a contradecir dichas ideas es condenado socialmente y calificado incluso de persona insana. Es casi imposible hallar un ámbito educativo dónde se puedan refutar o debatir estos postulados; todo debe admitirse sin chistar, si no se quiere ser víctima de la burla de catedráticos y alumnos.

Estas ideas que parecieran tener un eco casi unánime en toda la sociedad; son esencialmente socialistas y responden a una contradicción constante. Nada causa más orgullo en nuestro país que saber que Ernesto Guevara fue argentino; incluso la comunidad homosexual argentina levanta la bandera de este falso héroe, negando así el odio que le reservaba a los individuos de esa condición. El antiamericanismo es irracional pero, al mismo tiempo, las ganas de muchos de sacarse una foto en el Rockefeller Center se vuelve incontenible. Consumir la tecnología, moda y medicina de los norteamericanos es prioridad para los argentinos, pero eso no quita que en el pensamiento popular se tenga la idea, y se lo diga a viva voz, que los norteamericanos son limitados o consumistas.

Incluso los referentes de los derechos humanos a nivel local han sido personajes con pasados y presentes oscuros, que contradicen el aprecio a la humanidad en forma constante. Entre estos ejemplo, está el caso de la otrora idolatrada Hebe de Bonafini -"Madres de Plaza de Mayo"-, quién celebró los ataques terroristas contra el World Trade Center en aquel 11 de septiembre negro.

Los signos y símbolos del comunismo son moneda corriente en universidades y manifestaciones, por lo general, expuestas junto al símbolo de la paz. El dinero es visto como el mal de todos los males, pero la ostentación es un signo cultural muy de moda.

Muchos también acaso consideran que la revolución francesa fue previa a la revolución americana y que esta última tiene más que ver con los tiranos que con las libertades.

Estas confusiones, entre muchas otras, son consecuencia directa de años de un adoctrinamiento que utiliza, como fuente de alimentación, al ego. Para explicar esto, la manera más práctica es observar al argentino medio actuar en un país extranjero. Todo lo atropella y habla a los gritos. Al mencionar la palabra "Argentina", aguarda ansioso los halagos que cree debe recibir, pero queda estupefacto cuando se percata de que muchas veces no se conoce, ni siquiera, la ubicación geográfica del país.

La sensación que se percibe cuando muchos connacionales exponen sus ideales es que en los límites fronterizos se levantó una gran muralla y que nosotros creamos nuestra propia realidad imaginaria para escapar a los sentimientos encontrados que dejó el hecho de haber sido grandes y haber caído torpemente en el abismo. Esta ficción disfrazada de ideología ingresa recurrentemente en contradicción con las acciones de los individuos, pero a pesar de ello, se sigue sosteniendo efusivamente la mentira.

La contradicción constante obtuvo finalmente una voz que transformaría las prédicas constantes de los argentinos en realidad. Néstor Carlos Kirchner, quién comienza su presidencia con un apoyo del 22% del electorado, supo interpretar perfectamente cuál era el discurso que debía instalar. Supo también, que aunque muchos dijeran no estar de acuerdo con él, en el fondo aplaudirían sus manifestaciones.

Y así sucedió, las políticas de izquierda que caían simpáticas a la mayoría de los argentinos estaban llamadas a materializarse, finalmente.

La bandera del socialismo, el ataque a la prensa, la confiscación de fondos jubilatorios, la estatización de Aerolíneas Argentinas, el reclamo por Malvinas, la presencia de ex guerrilleros en el Congreso y en el Ministerio de Defensa, los subsidios a malos actores, a científicos que jamás descubren nada y que a duras penas trabajan, y a intelectuales que defienden el ¨modelo¨ de gobierno oficial; los planes sociales, el fútbol ¨gratuito¨ "Para Todos" que se paga con impuestos, fondos de provincias que desaparecen, presidentes que se niegan a dar conferencias de prensa, un pueblo que los justifica, sindicalistas y empresarios socios de la corrupción, estudiantes con morral, barba y tatuaje del ¨Che¨ que acuden a la agresión cuando el argumento se les termina, funcionarios que cierran las importaciones a la tecnología pero que traen de sus viajes oficiales al primer mundo toda la línea de computadoras Apple, y la repetición constante de las mentiras articuladas por agentes del gobierno... Conjunto de prerrogativas que fueron avaladas por un 53.75% de los argentinos habilitados para votar, el 23 de octubre.

Vuelven a hallarse, dentro de ese porcentaje, contradicciones constantes. Ellos suponen que el dinero es el principio de todo mal y desprecian al rico. Sin embargo, al justificar su voto, la única razón que consideran es la mejoría en su propia economía, y no les molesta en absoluto el majestuoso enriquecimiento de la familia presidencial. Desprecian a Estados Unidos y pregonan que la educación estatal argentina es la mejor. Mientras tanto, aplauden que Florencia, la hija de la Presidente, acuda a estudiar a una universidad privada en New York y resida en un palaciego piso frente a Central Park. Hablan del "monopolio mediático", y cuando nombran a dicho monopolio, enumeran distintas empresas de medios que responden a distintos dueños. Dicen que hay que "vivir de lo nuestro", pero son justamente ellos quienes viven de lo ajeno. Si alguien no coincide con sus ideas o modelo de país, no intentan debatir, simplemente se agrupan y -a gritos limpio- intentan refutar todo pensamiento crítico. Recurren a destratos clásicos: "fascistas" o "gorilas". Se autodenominan seres pensantes y pacíficos y, quienes no crean eso, explican, están corroídos y alienados por los medios que no son afines al gobierno. Se dicen mayoría, y creen que eso les daría derecho a manejar las vidas de las minorías, pero en realidad fueron diez millones que hoy pretenden decidir sobre la vida de los otros treinta.

Estas contradicciones no son casuales; se reflejan simplemente en las causas del despilfarro de dinero que el kirchnerismo (ahora cristinismo) vino ejecutando desde hace ya años. En este grupo se cuentan subsidiados, nuevos empleados públicos, hijos y familiares de funcionarios que conocieron la buena vida desde que gran parte de los impuestos circulan hacia sus bolsillos.

Escenario facilitado solamente por el alto precio de los commodities, que dieron a la Argentina una oportunidad histórica de desarrollarse, tanto económica como socialmente. El gobierno tuvo en sus manos la oportunidad para reducir o desaparecer las villas miseria y los asentamientos precarios. Dispuso de todo lo necesario para que la industria se desarrollase, atrayendo inversiones de todo tipo y origen y alentar la competencia. Pudo proceder a la efectiva federalización del territorio, de promover al surgimiento de ciudadanos de espíritu emprendedor y generadores de verdadera riqueza, que prescindan de las migajas del estado. Pero sucedió exactamente lo opuesto: mientras los productores trabajaron para aprovechar esa gran oportunidad, los Kirchner y sus socios se dedicaron a dilapidar los ingresos del Estado Nacional en militancia y propaganda. Peor aún: se dedicaron a intimidar a la gente de trabajo, en tanto que restringieron sus libertades y las de la ciudadanía toda.

La Argentina es hoy líder en inflación en el globo. Sus ciudadanos son monitoreados si acaso intentan comprar dólares o cualquier otra divisa extranjera. La fuga de capitales no se detiene y, a pesar de los controles, el Banco Central debe intervenir día a día para que el precio de la moneda norteamericana no se dispare, sin poder siquiera así, controlarlo.

El narcotráfico ya asomó sus narices de manera contundente, y expertos locales e internacionales garantizan que nuestro futuro coincidirá con el presente mexicano. Desde el gobierno se insiste que ahorrar en dólares "no es negocio", pero el Ministro de Economía y la Presidente conservan sus ahorros en esa moneda. El desaparecido Néstor Kirchner adquirió US$2 millones en un solo día -y a tasa preferencial- durante la minicrisis de 2008.

Las contradicciones y el profundo resentimiento de una porción mayoritaria de los argentinos ha encontrado su lugar en el kirchnerismo. Tuvieron la fortuna de encajar en un contexto económico internacional inmejorable para nuestro país, escenario que les dio letra y más soberbia. Vuelan sobre su ego, porque creen haber descubierto alguna fórmula que todavía no logran entender, pero que les permite vivir sin trabajar. Allá, compenetrados en su ¨yo¨ supremo, negando la inflación y la fuga de capitales, votaron eufóricos por el modelo que les dio alas. Todo tipo de improperios fueron dirigidos hacia la oposición vencida. Los festejos se extendieron por varias horas. Cuando la fiesta terminó y la resaca de la victoria no había desaparecido aun, la poca confianza en el peso argentino llevó a la ciudadanía a una nueva contradicción, a hacer colas para... obtener dólares. Aquella “mano invisible” que depositó en las urnas el aval a la intervención suprema del gobierno en la vida de las personas, queda hoy estupefacta cuando intenta comprar US$100 y algún agente de Impuestos, sin mayor explicación, se lo niega.

Mientras tanto, quienes votaron al socialismo opositor, se quejan frente al hecho de que no existen contrapesos que defiendan a los individuos y sus libertades, sin notificarse de que aquello que exigen es, precisamente, lo opuesto a la ideología que avalan. Experiencias de otros países y del nuestro demuestran con contundencia que el socialismo jamás ha sido sinónimo de individualidad y que la única garantía de libertad es tener un sistema institucional republicano. Uno en donde la separación de poderes funcione y las libertades de las minorías no encuentren motivo de eliminación a partir de tal o cual resultado contundente para un color político específico.

Aprender de la Historia es la vía fácil, pero si esto no sucede, los pueblos que pusieron en la mesa de apuestas su propia libertad a cambio de satisfacer caprichos momentáneos se encontrarán, en el futuro, condenados a vivir como plebeyos.

El futuro de la Argentina y sus ciudadanos ha sido echado a suerte. Las mayorías decidieron que las minorías no importan. Tal vez, cuando sea demasiado tarde, muchos despierten del letargo, y coincidirán con San Agustín, quién refirió en su oportunidad que "Nadie puede ser perfectamente libre, hasta que todos lo sean".


Por Virginia Tuckey, para El Ojo Digital Política
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