POLITICA: POR MATIAS E. RUIZ, EDITOR

Las Primarias y una guerra entre egoísmos: El Frente Para la Victoria castigó brutalmente a la ignominia opositora

Durante la madrugada del lunes 15 -y cuando la tendencia se presentaba ya irreversible-, ni siquiera los más eximios cristinistas creían lo que veían: su jefa política arañaba los 50 puntos en las PASO, desmarcándose contundentemente del resto de los competidores. En tanto el espectro de oposición hacía esfuerzos por explicar lo inexplicable, la única conclusión que puede extraerse de la novedad es que fueron los competidores de CFK, quienes se derrotaron a sí mismos. El electorado decidió propinarles un doloroso -aunque bien merecido- cachetazo.

15 de Agosto de 2011

La Presidente Cristina Elisabet Fernández Wilhelm terminó trapeando el piso de las escuelas con Eduardo Duhalde, Ricardo Alfonsín, Elisa Carrió y el pelotón de opositores quienes ingenuamente, y en su oportunidad, le habían puesto la firma al engendro de las Primarias y la nueva Ley Electoral en el Congreso de la Nación. Sin saberlo, habían completado los datos que faltaban en el propio certificado de defunción. Pues la interna abierta y obligatoria forzaba a los rivales del oficialismo a competir en una posición de extrema debilidad. Eternas habían sido las escaramuzas dentro de cada espacio político, con miras a contar con un solo competidor de cara al 14 de agosto: los referentes arribaron a este escenario acusando un severo desgaste, asesorados por jefes de campaña sobradamente incompetentes, y debiendo hacer frente al monumental aparato kirchnerista-cristinista. Esa aceitada maquinaria ya venía trabajando a destajo, demoliendo la psiquis de los votantes y obligándolos a "comprar" un tonelaje de eslóganes de ocasión. Andamiaje confeccionado, precisamente, por la vía de un proceder idéntico al del nacionalsocialismo alemán en la segunda mitad del siglo XX: con el regenteo estricto de la redundancia, la mentira y la denigración sistemática de todo aquello que no fuera oficialismo.

A la postre, es más que lícito concluir que la victoria de la viuda de Néstor Carlos Kirchner se construyó -antes que en los propios méritos- sobre las miserables y egoístas prerrogativas de los aspirantes opositores. En todo caso, tal vez el único motivo de felicitación que debería obsequiarse el círculo íntimo del Frente Para la Victoria tenga que ver con la magistral manipulación que el Gobierno Nacional ha venido haciendo de la psiquis de los ciudadanos, desde hace ya ocho largos años. Porque la totalidad de las batallas se llevan a cabo en ese espacio reducidísimo que es la mente de una persona. No en las urnas, los distritos electorales, el cafetín, las unidades básicas ni los comités. Aquí reside, sin sombra de dudas, la gran verdad que los candidatos que alguna vez pretendieron disputarle el poder al kirchnerismo se han esforzado en negar sistemáticamente. El "terreno alto" de la política no es la cima de una montaña: está dado por los apretados rincones de la psicología del individuo.

Con total justicia, corresponde congratular el esfuerzo propagandístico-promocional montado por la Casa Rosada en este tiempo. Mientras que, a la vez, sería errado presuponer con elegancia que los electores han aplaudido a rabiar los inabarcables e incontables episodios de corruptela que desde el inicio han caracterizado a los referentes de los derechos humanos, la dirigencia del FPV, sus jueces y funcionarios. Antes bien, la ciudadanía se apersonó en escuelas y colegios de todo el territorio nacional para propinarle un estridente cachetazo a la oposición en su conjunto. Los argentinos supieron prever que los dignatarios de la "vereda de enfrente" carecían de las propuestas más elementales, en tanto que de nada había servido obsequiarles la confianza del voto en junio de 2009 y en otras tantas elecciones posteriores. Esta sensación -que en casos puntuales pudo corroborarse- desde luego fue acrecentada por los adláteres de la comunicación del Gobierno Nacional: el eslogan de la "oposición inexistente" fue trabajado y pulido a consciencia desde el primer minuto de la existencia de esa entidad denominada kirchnerismo. La entelequia del "peronismo opositor" jamás pudo hallar su posicionamiento. Lo propio terminaría sucediéndole a Hermes Binner, los Rodríguez Saá, la Coalición Cívica y el radicalismo. Aún cuando socialistas y puntanos aplaudan la cosecha obtenida, nada refleja que podrán hacer grandes cosas desde esos números en el futuro cercano.

Yendo al tema de la elección en sí misma, baste señalar que la sorpresa se pareció demasiado a un tsunami. Existió fraude, y este dato no sorprendió en los reductos de los candidatos ajenos al Frente Para la Victoria. Se apuntaron numerosos casos en donde ciudadanos de naciones limítrofes votaban en las mesas, aún sin figurar en el padrón correspondiente. Lo propio sucedió con las boletas apócrifas de los aspirantes de la oposición. Y -cuándo no-, hubieron episodios puntuales en donde el oficialismo perdía por centenares de votos en las mesas, para luego pasar al frente. Los inconvenientes que traen aparejados los capítulos fraudulentos de esta historia remiten a un realidad incontrastable: quien resulta derrotado por millones de votos no se encuentra en situación idónea para denunciarlo, por cuanto la sociedad lo percibiría como un "mal perdedor". Por otra parte, las irregularidades siempre se presentan como harto difíciles de cuantificar. No obstante, cabe asegurar sin temor a error que la responsabilidad primaria ante tal escenario no le cabe tanto al ejecutor, como a los opositores quienes -conociendo de antemano que ello podría suceder- jamás se preocuparon por resolver el problema. Estos tuvieron tiempo de sobra para oponer soluciones o insistir en algún tipo de fiscalización complementaria.

En las postrimerías del "lunes negro", puertas adentro de la oposición, los pases de factura comienzan a arribar de a toneladas. Se reportan coincidencias a la hora de señalar con el dedo a Eduardo Alberto Duhalde, otrora hombre poderoso de Lomas de Zamora. En rigor, su tropiezo no debe limitarse exclusivamente a la tibieza de su comunicación; se impone comenzar por preguntarse si acaso él -en persona- se ocupó de poner su trabajo de campaña en las manos de las figuras más ineptas, por lo general provenientes de su círculo más estrecho. ¿Sobre qué experiencia como armador territorial puede hacer alarde Carlos Brown -dirigente del Movimiento Productivo Argentino-? ¿Qué fue del aporte de los gremialistas Gerónimo Venegas y Luis Barrionuevo? ¿Acaso los apoderados de Unión Popular no privilegiaron la compraventa de listas por sobre la efectividad que los candidatos de las secciones pudieran haber tenido en las urnas? En su sapiencia -ahora en dudas-, Duhalde erró cual infante de cinco años al depositar la totalidad de sus expectativas en una "rebelión peronista" que nunca tuvo lugar. El lomense deberá apostar ahora la devaluada moneda que aún le queda para jugarse a suerte o verdad el 23 de octubre, o desaparecer de la escena política.

La Señora Elisa Carrió jamás supo salir de su propia jaula intelectual, remachada por oxidados barrotes de soberbia e ignominia. Oportunamente, habíamos destacado que nunca estuvo entre los objetivos de la chaqueña el competir seriamente. Subida a una cuestionable carcasa de "gurú", optó por creerse el propio cuento y, llegado el toque de diana, ni siquiera pudieron salvarla sus cualidades de denunciante. El patetismo de su espectro se completó con el abandono definitivo del loable trabajo que había iniciado para contar con la debida fiscalización a la hora del conteo de votos. "El dinero crea compromisos", declamó alguna vez la voluminosa señora. Pero lo cierto es que, sin dinero, no se llega muy lejos en la política: los fiscales necesitan de un mínimo financiamiento para trabajar. La plataforma de una campaña acusa idénticas restricciones.

Ciertamente no merece la pena apuntar enriquecedoras líneas acerca de Hermes Binner y Alberto Rodríguez Saá. Mientras el socialista pretende ahora magnificar más de la cuenta su rol de supuesto opositor, aparece como irrefutable que don Hermes y sus timoratos socios han multiplicado asentamientos precarios y villas miseria en la provincia de Santa Fe como si de los panes de Jesucristo se tratase. Por su parte, el puntano -vaya novedad- se ha asociado con su "buen hermano" Adolfo para transformar a San Luis en un feudo de características peores a los que poblaban Europa en épocas medievales. Y -justo es mencionarlo- solo planeaban arribar a la Presidencia de la Nación para reproducir el modelo que Néstor Kirchner hizo popular en la sureña Santa Cruz, esto es, un modelo de corrupción acumulativa, opresión y una represión indiscriminada en perjuicio de la ciudadanía, la prensa y los opositores políticos.

El éxito electoral de Cristina Elisabet Fernández Wilhelm ha sido, a fin de cuentas, la alternativa por la que han optado -fraude o no- millones de argentinos, a criterio de castigar la pusilanimidad de una oposición peor que endeble. Con todo, el destino no deja de ser cruel: serán esos mismos ciudadanos quienes, a partir de ahora, se verán forzados a tolerar las consecuencias cada vez más devastadoras de una inflación que incrementará su dimensión hasta destruir definitivamente sus economías hogareñas. A tal efecto, cumplidas las 20:00 horas del domingo 14, se anunció que YPF (regenteada por los amigos de Balcarce 50) aumentaba el precio de los combustibles en un 6%. La eliminación de los subsidios otorgados a los servicios de luz y gas ya han comenzado a producirse. Los niveles de violencia que azotan el territorio nacional continuarán barriendo de un plumazo cientos de miles de vidas más por cada año transcurrido. En este preciso instante, la situación en Jujuy amenaza con amplificarse, y no es novedad referir que allí, el candente conflicto habitacional se resuelve con plomo.

La militancia cristinista del Internet poco podrá hacer para refutar la verdad que -guste o no- coincide con la realidad. La Presidente de la Nación no cuenta con elementos suficientes -anímicos, financieros ni los que presenta el contexto internacional- para enfrentar otros cuatro años. El festejo podría durar lo que un suspiro y, en este sentido, es válido preguntarse si -conocedores de esta realidad- los líderes de la oposición acaso no optaron por bajar la guardia. Antes bien, quizás se hayan subido al carromato de una potencialmente costosa prerrogativa: permitir que la situación estalle en el agrietado y cansado rostro de Cristina Fernández.

Por Matías E. Ruiz, Editor