INTERNACIONALES - OPINION: POR JOSE M. GARCIA ROZADO

Un futuro sombrío para la economía mundial. Repercusiones en la Argentina

Los dramáticos esfuerzos de los países desarrollados para evitar un “lunes negro”, terminaron por convertirse en una semana, quizás una quincena y -por qué no- un mes o un año negro. La baja de la calificación de la deuda soberana de Estados Unidos y las cada vez más crecientes señales respecto un posible nuevo freno de la economía mundial desembocaron en verdaderos estragos en los mercados globales. Hasta la intervención del BCE para parar el contagio de la crisis de la deuda a España e Italia hizo que el mercado europeo tuviera un período de euforia y alegría que duró lo que un suspiro.

10 de Agosto de 2011

Standard & Poor’s es, desde hace tiempo, el depositario –no sin total razón- de las críticas más feroces tanto de los gobiernos como de los economistas y gurúes económicos más destacados pues, con la rebaja de la nota de los títulos de la deuda estadounidense desató aquello que ya varios venían previendo. Esto no fue otra cosa que el rebote sobre una crisis nunca superada, iniciada con la burbuja inmobiliaria de 2008. Ahora, se sumó al ya deprimente escenario el informe que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –OCDE- difundió ayer y que pronostica una marcada merma del crecimiento de las economías mundiales para los próximos seis meses, cuanto menos.

Tras las caídas, Wall Street llegó a la sexta peor jornada de la historia y la mayor desde diciembre 2008, depreciándose tanto el dólar como el euro respecto del yen y el franco suizo. Ello, como causa de la desconfianza respecto del discurso de Barack Obama, que atendía a aquello de que "Estados Unidos continúa siendo un país sólido". Quedó en claro que los mercados temen tanto en Europa como en América del Norte que la crisis de las deudas provoque no sólo una ralentización del crecimiento económico sino que, de allí, se pase a la recesión, para terminar en una potencial deflación global.

La agencia de calificación –que cada vez se genera poderosos y más enemigos- hizo una comparación que deja en mejor posición a Europa, con su gigantesca crisis a cuesta y con los “indignados” creciendo, mientras se desata en Inglaterra un verdadero incendio producto del desempleo y los ajustes económicos impuestos. Desde una visión ortodoxa –y muy miope-, se asegura desde Standard And Poor's que “está haciendo el trabajo necesario para contener las deudas públicas, siendo el gobierno francés el que está tomando medidas críticas y proactivas para garantizar la sostenibilidad de sus finanzas sin retirar estímulos, mientras que el inglés está llevando adelante los ajustes fiscales imprescindibles y elogiables”.

El precio del petróleo cayó, luego de venir en franco crecimiento junto a los commodities. Se consolidó la tendencia de un freno económico global que no responde a los discursos brindados por las autoridades económicas de las potencias. Estas intentan -con escaso éxito- apagar el incendio. Para entender la furia desatada contra la “calificadora” tras la rebaja de la nota estadounidense, es necesario tener presentes dos ideas aparentemente –pero no realmente- contradictorias: una que refleja que "Estados Unidos ya no es efectivamente el país estable y confiable que solía ser". La otra es que S&Ps observa una credibilidad aún menor: "Es el último lugar al que alguien debería recurrir para buscar opiniones sobre las perspectivas de nuestro país", declamó Paul Krugman en The New York Times.

Se estanca la recuperación de las economías que aparentemente habían salido de la crisis de 2008-2009 y el mundo vuelve a encaminarse a una nueva fase recesiva, sobre aquella crisis global iniciada realmente en 2007. Desde junio han venido apareciendo fuertes señales, basadas en la idea de que los ciclos de crecimiento aparente –que estaban recuperando cierto nivel de actividad- se debilitaban en EE. UU., Japón, Rusia y Alemania. La OCDE señaló: "Los indicadores apuntan a que Canada, Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña, Brasil, China y la India sufren una clara desaceleración de sus niveles productivos".

Semejantes pronósticos confirman los análisis de los economistas serios, que ven con marcado pesimismo la marcha de la economía global. Tanto en Europa como en el gran país del norte se insiste en privilegiar las medidas de ajuste para equilibrar las cuentas públicas, con el único y previsible resultado de empujar a la deflación y la pérdida de los consumos a los países. Nouriel Rubini escribió ayer en el Financial Times: "Es una misión imposible tratar de evitar una nueva recesión... Hay que prepararse y tomar medidas para eludir la peor consecuencia que puede deparar el futuro: una depresión económica de alcance mundial".

Todos los países registran tendencias a la caída de su actividad económica, incluídos Brasil, China y la India; las tendencias no solo se mantienen sino que se refuerzan en una perspectiva para, al menos, los próximos seis meses. Se destaca que la desaceleración de las economías es más fuerte en los 17 países de la zona euro (los que adoptaron la moneda común), que en el propio Estados Unidos pero -de acuerdo al informe OCDE- el superíndice tendencial es que la actividad seguirá reduciéndose en el Viejo Continente en el segundo semestre y 2012 puede llegar a ser el año del retorno a la recesión definitiva.

Krugman aclara: "No obstante, EE. UU. tiene realmente grandes problemas. Esos problemas poco tienen que ver con la aritmética presupuestaria a corto o incluso mediano plazo en materia fiscal. Lo que hace parecer poco confiable al país es la política. Nuestros inconvenientes problemas son causados por el avance de una derecha extremista que está dispuesta a crear crisis repetidas en vez de ceder una pulgada de sus demandas"; no sin cierta razón, pero obviando que no sólo el extremismo del Tea Party causó el problema, sino que la decisión estadounidense de prestarle a la banca en lugar de atender a las víctimas de la burbuja inmobiliaria fue quizás la medida más tonta y desacertada.

Los movimientos populares –"indignados" o los saqueos e incendios de las últimas 72 horas en Inglaterra- son producto del malestar por los recortes en los servicios públicos y la altísima tasa de desempleo, así como el resentimiento contra la actuación de los estados contra las minorías raciales que contagiaron la xenofobia, convirtiéndola en moneda corriente tanto en América del Norte como en Europa. La frustración es creciente debido a la mala situación económica a la que se enfrentan los países y que provocaron que los gobiernos decidan recortar de manera drástica muchos de los servicios sociales, generando aún más desencanto entre la población. Nina Power –filósofa británica en The Guardian- escribe “el gobierno sabe muy bien que está haciendo una apuesta, y que sus políticas corren el riesgo de desatar un malestar masivo en una escala que no vemos desde principios de los ochenta”.

La crisis llegó a nuestras costas: el Banco Central de la República Argentina debió vender, este lunes, U$S 230 millones para tranquilizar el mercado de cambios. Esa cifra se suma a los U$S 2.400 millones que se vendieron a lo largo de los últimos cinco días, en tanto que este marcado apetito incrementó la de por sí muy importante y tempranera fuga de capitales, que es consecuencia del año electoral, aunque en esta oportunidad dio inicio tempranamente. La sensación entre los operadores en la plaza financiera es que se llegó a la situación de faltante de billetes estadounidenses en algunas casas de cambio: si el derrumbe bursátil continúa -sumado este factor a la dolarización de carteras-, se estaría ante una situación de inicio serio de crisis económica.

Si bien todos los países se ven afectados ante shocks internacionales, tanto positivos como negativos, las economías de la región que modificaron en general el tipo de políticas irresponsables procíclicas que los llevaban a gastar en exceso y redujeron sus vulnerabilidades estructurales. No estarán exentas de verse afectadas por la crisis internacional, pues los agentes económicos del planeta deciden reducir el nivel de gasto y vender los activos considerados más riesgosos, optando por el resguardo en aquellos activos percibidos como más seguros. Se deshacen de los bonos soberanos y acciones en países diversos, lo que provoca el incremento del costo de financiamiento y las baja de precio de las acciones, y este juego provoca un “efecto ingreso negativo” en los individuos. Estos, al ver reducida su riqueza, restringen el gasto, lo cual afecta el crecimiento económico y el empleo, como así también las demás variables económicas.

Estas perspectivas de menor crecimiento afectan negativamente los precios de los commodities y las materias primas: se deterioran las expectativas de las naciones productores de esos bienes. Con miras a resguardar su riqueza, los agentes se deshacen de sus posiciones en monedas locales y optan por aquella moneda que perciben como depósito de valor, generando fuga de capitales y retrayendo las reservas internacionales de esos países. Este efecto se propagará por la región de distinta manera, pero se consolidará en sus daños: aquellos que hayan mantenido sólidos fundamentos macroeconómicos –situación fiscal y monetaria- y presenten una escasa vulnerabilidad externa –cuenta corriente superavitaria y bajo nivel de endeudamiento externo- reducirán el impacto inexorable de la recesión económica internacional a lo que le ocurra a sus ventas externas –exportaciones- y al menor nivel de ingreso interno. En contrario, aquellos que durante la fase positiva del ciclo -como la Argentina- expandieron sus gastos más allá de sus posibilidades, sufrirán el ajuste en mayor medida.

La Argentina está más débil frente a una recesión global cada vez más profunda y duradera, pues la fuga de divisas y la fragilidad fiscal hacen tambalear la idea del “desacople”. Ejemplo de esto es la manera como impactó ayer ésta crisis en la bolsa nacional, muy por sobre como lo hiciera en el resto del mundo. El supuesto "desacople” argentino del que sigue haciendo alarde el gobierno kirchnerista/cristinista se tradujo en un significativo desplome del 10,7% de los precios de las acciones de bancos y empresas principalmente ligadas a la producción y de primera línea. Ahora, el contexto internacional es más recesivo que durante la crisis de 2008 y la posición argentina más débil que en aquella época.

Existe una fuga de capitales casi desmadrada, en tanto que las divisas que ingresan por exportaciones salen por la ventanilla de la fuga. El Tesoro exhibe superávit fiscal pero -gracias a las transferencias del BCRA y la ANSES- el presupuesto nacional es dependiente de las retenciones agropecuarias, mientras la inflación supera el 25% anual. El saldo comercial se achica notoriamente a pesar de las restricciones impuestas desde el gobierno; el 40% del activo del BCRA –unos U$S 40 mil millones- está en papeles del Estado (Letras del Tesoro, bonos y Adelantos Transitorios), y ya no se dispone de reservas de “libre disponibilidad” para enfrentar la deuda, salvo que se aplique una devaluación monetaria. Quien asuma en diciembre 2011 deberá introducir cambios sustanciales en la política económica.

Producto del peso de los subsidios en el gasto público, la alta inflación y el retraso cambiario, se visualiza un cuadro de situación que explica el cimbronazo de ayer y que anticipa un impacto muy importante en la economía real, pues la Argentina tiene ahora muchos más poros que la hacen más vulnerable. Se descuenta que la economía global -en crisis desde 2008 y ahora profundizada- puede deslizarse hacia un ciclo regresivo y recesivo prolongado y hasta depresivo, produciendo una muy fuerte caída en la demanda de consumo, y de inversión fundamentalmente, afectando el movimiento financiero, pero fundamentalmente el económico en el mundo.

Las expectativas de mantenimiento del “viento de cola” comienzan a evaporarse. Tanto aquí como en Brasil y en el resto de la región, este evento provocará un retroceso más importante en nuestro país, debido a la dependencia de las exportaciones hacia Estados Unidos, China y Brasil. Estas naciones se verán obligadas a reducir sus importaciones, cuadro agravado por la caída obligada en los precios de los commodities exportables de nuestra Patria. La pasada semana, Brasil anunció un plan de incentivos fiscales y financieros para hacer frente a la caída de las exportaciones y del empleo industrial debido a la revalorización del real, por la entrada de capitales especulativos.

La menor demanda internacional impactará sobre el mundo asiático, que se exhibe sobreinvertido y notablemente endeudado en su mercado interno. Se espera, pues, que se desaceleren las fuertes tasas asiáticas de crecimiento que alzaron –junto a la especulación- los precios de las materias primas, que tanto supieron beneficiar a la Argentina desde 2003. El futuro nacional se percibe ahora como seriamente comprometido, y lo estará aún más si no se corrigen las desviaciones económicas observadas desde 2006.

Por el Arquitecto José Marcelino García Rozado, para El Ojo Digital Internacionales