POLITICA: SERGIO J. NERGUIZIAN

Vargas Llosa, el cristinismo y Ezequiel Martínez Estrada: el peronismo del Señor Horacio González

Cuando en febrero de 1946, asume la Presidencia de la Nación el Coronel Perón...

09 de Marzo de 2011

Cuando en febrero de 1946, asume la Presidencia de la Nación el Coronel Perón, un escritor santafesino de cincuenta años de edad ya puede exhibir dos premios nacionales de Literatura: obtenido uno en 1933 por su producción poética y, el otro, cuatro años después, por un ensayo que gana rápida notoriedad: Radiografía de la pampa. Colaborador de la revista Sur -órgano de difusión cultural del liberalismo paquete y cosmopolita que regentea el entusiasmo de Victoria Ocampo- es, desde, 1943 Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores.

El inicio de ciclo justicialista le resulta intolerable: pierde los puestos oficiales que desempeñaba y una enfermedad rarísima, de origen psicosomático y denominada neurodermatitis, lo condena a un duro peregrinaje por los hospitales. No encuentra remedio para su mal hasta que el golpe de Estado de 1955 cierra el período histórico abierto nueve años antes, generando la milagrosa cura.


Iniciada la penosa recuperación, Ezequiel Martínez Estrada publica un año después “¿Qué es esto? Catilinaria”. Se trató de un denso volumen donde, en un ámbito de desesperación por la búsqueda del discurso idóneo, el sufrimiento como estado regular del espíritu y cierto atropellamiento de propósitos, revisa la historia argentina y se detiene con particular énfasis en el peronismo.

Horacio GonzálezLe preocupa la descripción ajustada de la masa de población que produce el 17 de octubre y que, de allí en más, asciende al escenario como protagonista trascendente de su tiempo. Entonces, tras afirmar que la clase obrera argentina estaba constituída por individuos que apenas pueden considerase "proletariado andrajoso... turbas que Perón vertió por las calles de Buenos Aires sobre la metrópoli, de cuyos suburbios eran oriundos..." nos aclara que "No había entonces otro proletariado, ni lo hay aún, pues Perón inició la liberación del trabajador, sometiéndolo a una servidumbre más ruin que la que antes tuvo: la misma, a decir verdad, pero científicamente remachada”. (1)


Martínez Estrada había comprado el discurso de Sur, la SADE y la Ocampo con una convicción tal, que luego lo llevará a escribir una serie de enunciados cuya falsía demostrarán FORJA y su voz esencial, Arturo Jauretche. Así, en el tomo que comentamos, afirma: "Se ha aclarado suficientemente, en forma documentada, que Perón -e indirectamente el GOU- estaban sobornados por el gobierno de Hitler, quien los utilizaba como espías... a uno como jefe y a los otros como su Estado Mayor. De las comprobaciones llevadas a cabo en los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Berlín, resulta sin equívocos que nuestro país había sido entregado como presa al imperialismo nazi..." (2)


Arrastrado por una suerte de furia de iluminado, embriagado por la suposición de que comanda una "guerra santa" y atormentado por la propia descripción desesperanzada que traza del escenario argentino, Ezequiel Martínez Estrada le apunta al militar que vuelve de Italia: "Desde entonces, hizo su camino apoyando las plantas como las estatuas egipcias. Y asentó su prédica y su propaganda sobre la incultura radical de su pueblo y sobre la pseudocultura de las élites, que viene a ser lo mismo. Pudo obrar con impunidad porque ni el pueblo ni las élites (salvo insignificantes excepciones) estaban capacitados para advertir la doblez de sus palabras o la vanidad de sus doctrinas.” (3)


A mitad del volumen, Don Ezequiel -siguiendo una tradición por entonces todavía reciente- se sumerge en el analisis del tipo de mentalidad al que respondería el militar que lo desvela. Existe entre nosotros una rica producción literaria en torno a las mentalidades, que bien podría arrancar con el Facundo sarmientino o las preocupaciones de Ramos Mejía y Pérez Amuchástegui. En estos ensayos -se sabe-, deben eludirse la diatriba y la fraseología panfletaria porque anulan la pretensión científica de la tarea emprendida. Pero nuestro autor parece no entenderlo: "Los verdaderos maestros de Perón no fueron los grandes políticos ni los grandes militares; su mentalidad mediocre no podía admirar ni seguir las enseñanzas sino de hombres mediocres. No tenemos que pensar en Benito Mussolini ni en Adolf Hitler porque, de acuerdo con las obervaciones de Hegel sobre las especies enanas americanas, Perón fue una contrafigura liliputense de ellos.” (4)

Todo el secreto de la “política peronista” se reduce al talento de su conductor para encender en las masas “una forma nueva de patriotismo que, sin perder su carácterística tradicional de orgullo de pobre, contuviera como levadura un motivo dinámico, capaz de incitar a la acción; la emancipación económica, la soberanía política y la justicia social” (5). Después de un prolijo enunciado de las herramientas de control social empleadas por Perón para afianzarse en el poder y controlar a las masas, Ezequiel Martínez Estrada se interna en una variante de la novela de intrigas, cuando afirma que uno de los recursos empleados con el pueblo consistió en “no revelarle el plan secreto de dominio de casta conforme a los principios y práctica del nacionalsocialismo pero, a su vez, sí prepararlo para que abrace gradualmente esa nueva religión con el fervor con que antaño abrazara la Santa Federación” (6).


Hacia 1956, Martínez Estrada culminaba la tarea de construirse como mentalidad rebelde e incomprendida, azotada por contradicciones que propiciaba para hacer más interesante su figura. Ser polémico y controvertido ha sido durante mucho tiempo un deporte de buena parte de la intelectualidad argentina, y si se le adiciona un perfil ideológico afín con el socialismo dentro del respeto de la persona humana del legado liberal, se está cerca del ideal que en ámbitos menos académicos se denomina “gorila de izquierda”. Así, "Perón implantó la dictadura del proletariado, bajo el aspecto de una dictadura de la plebe sin poder, adinamizada. Lo mismo que la dictadura del proletariado soviético. Combatiendo a la oligarquía, le entregó el poder; no  la oligarquía vieja, sino la nueva. Esa que él creó con los nuevos ricos de la riqueza, de la cultura y del poder político. El proletariado o las turbas que ofrecían las vidas por Perón estaban dominadas por la GESTAPO Federal, que llegó a poner en peligro el poderío del GOU...”(7).

Se sabe que un concepto central de la doctrina justicialista pasa por la jerarquización de la justicia social, como idea orientadora y centro energético del plexo de valores que conforman la totalidad del ideario, sin completarlo ni agotarlo dado el carácter dinámico del escenario histórico. Por lo que Martínez Estrada tiene que dedicarle un párrafo donde afirma que Perón intentó que se creyera que “una justicia de bandoleros que consiste en despojar y repartir, era equivalente a una justicia social. Nada tenía que ver, en efecto, el justicialismo con la justicia... Era más que un Mesías o un mecenas, un ángel apocalíptico que anunciaba una era de desorden y atropello, insubordinación y escándalo. Bajo apariencia de patriotismo, legalidad (justicialista) revolución y nuevos valores morales. (8)


Aunque en algunos tramos de estas “Catilinarias” pareciera brotar algún sentimiento genuino de simpatía por el pueblo o lo popular, o los pobres o los obreros y desclasados, otros momentos nos confirman en la idea de que Don Ezequiel tenía un plan. Confuso y vacilante, pero plan al fin, para constituirse en el autor de un Facundo de mediados del siglo XX, sin remedarlo servilmente ni copiar su filosofía de la Historia.

 

Cerramos esta recorrida con la trascripción de un párrafo que implica para el ensayista un cargo inexcusable, donde la buena prosa y la temeridad de los asertos facilitan la sentencia; "Perón hizo un experimento de laboratorio semejante a los de Michurin y Lysenko, tan difundidos en la propaganda pseudocientífica: halló una nueva fórmula genética –una nueva combinación de “códigos”—de la barbarie sudamericana y argentina, realizando un cultivo en gran escala de esa fauna montaraz y le dio carta de ciudadanía y acceso a las altas funciones públicas. Irigoyen había hecho diputados a los capataces de chacra y Perón hizo ministros a los limpiadores de cloacas... El peronismo es un producto científicamente elaborado por sabios de laboratorio, según formulas italogermanas y soviéticas.” (9)

El tomo que comentamos fue editado por la Biblioteca Nacional en septiembre de 2005, siendo Director de la misma Elvio Vitali y Subdirector Horacio González. Este último es un sociólogo con vasta experiencia como docente, y autor de una nutrida bibliografía, en la que destacamos una colección de estudios sobre “Ciencia, ensayo y política en la cultura argentina del siglo XX” -tal reza el subtítulo de “Restos pampeanos”-. La prosa es pesada, abigarrada, saturada de pasajes oscuros que obligan a repasar lo leído a veces sin suerte; la sintaxis barroca da por legibles construcciones complejas que suelen dejar perplejo al lector desprevenido.

 

El capítulo destinado a Ezequiel Martínez Estrada arranca con un afirmación contundente: "Si hay ensayo argentino, en una gran medida es porque existen los escritos de Martinez Estrada.” (10). Más adelante, agrega un párrafo aplicable a las Catilinarias: "¿Qué es esto? Pregunta que lleva de inmediato a la idea de sorpresa moral y a un llamado a la redención, no a un calmo intento de formular la primera averiguación por el saber. Terrible mordacidad que no es posible creer sea el resultado final del esfuerzo de revelación. Porque solo un gran desairado puede pensar de ese modo, lanzar pullas al viento como un rezongo maldito, decir que prefiere virtuosos asesinos antes que pusilánimes intelectuales”. (11)

El 3 de mayo de 2010, la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional cambió de nombre: se llamaba Gustavo Martinez Zubiría (Hugo Wast) en recuerdo de quien fuera su Director durante 25 años (desde 1931 hasta el golpe de la Revolución Libertadora). Horacio González decidió rebautizar a dicha dependencia con el nombre de Ezequiel Martinez Estrada.

Recientemente, el Sr. González -en un gesto de atolondrado servilismo-, pidió que el escritor peruano (Nobel de Literatura) Mario Vargas Llosa no abriera la próxima edicion de la Feria del Libro, por representar el pensamiento liberal y emitir juicios contrarios a los gobiernos populares de América Latina.

 

 

Por Sergio Julio Nerguizian, para El Ojo Digital Política e Historia.
e-Mail: sjnerguizian @ hotmail.com

 

 

Referencias y comentarios

1. ¿Qué es esto? Catilinaria. Ezequiel martínez Estrada, Biblioteca Nacional, 2005, pag. 64.
2. ídem pag. 128
3. ídem pag. 179
4. ídem pag. 198
5. ídem pag. 215
6. ídem pag. 216
7. ídem pag. 247
8. ídem pag. 268
9. ídem pag. 284
10. Restos Pampeanos. Horacio González, Colihue, 1999. Pag.168
11. ídem pag. 182

 

Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.