POLITICA: POR MATIAS E. RUIZ, EDITOR

Panem et circenses: un carnaval de muerte, decadencia y aislamiento, organizado por y para la nomenklatura

Pan y Circo: "celebraciones en la forma de beneficios o entretenimiento, destinados a aplacar el descontento o distraer la atención frente a una situación o una política en particular".

02 de Marzo de 2011

Resulta desgastante -pero nunca inútil- el esfuerzo requerido para describir la plétora de eventos celebratorios montada por el kirchnerismo para distraer a la opinión pública, desde su arribo en 2003.

 

La monumental estructura propagandística ingeniada por los cerebros del oficialismo [y regenteada ahora por un inoperante Juan Manuel Abal Medina] se ha basado -antes que en otras variables- en la ya conocida y parcializada cuestión de los derechos humanos. No en vano, y a los efectos de reforzar esta hipótesis, el ex dictador Jorge Videla ni siquiera tendrá tiempo de abandonar el banquillo de los acusados para visitar el privado, pues ahora le endilgarán ser el autor intelectual y material de las apropiaciones de recién nacidos, hijos de guerrilleros abatidos. A la postre, los edecanes principales de la represión habrán desfilado por los tribunales argentinos durante ocho largos años. Todo un récord para la administración de justicia en este planeta azul que compartimos. Se produce, pues, el alumbramiento de uno de los más fulgurantes "milagros" kirchneristas: la perpetuación de juicios puntuales en aras de sostener una verborragia ideológica de alcance masivo.

 

En paralelo, hemos sido testigos de demostraciones públicas montadas por el kirchnerismo gay. Multitudes apañadas financieramente por el Gobierno Nacional tomaron en su momento las calles para despotricar contra los argentinos "de espíritu represivo" e "intolerantes", al tiempo que celebraban el tratamiento y aprobación del bastardeado "matrimonio igualitario". Esas masas informes de bien remunerados individuos fueron conducidos por la militante gay-lésbica María Rachid, cuya recompensa será ahora el financiamiento de su incipiente carrera política. La combativa muchacha será convocada luego para movilizar a sus tropas mercenarias en pro del tratamiento de una nueva Ley del Aborto. Todo condimentado con recetas repetidas para el apriete, la violencia y la fabricación artificiosa e innecesaria de conflictos que la sociedad argentina desconocía.

 

Desde el Poder Ejecutivo se da forma a la idea a promocionar -previo estudio y análisis exhaustivo del calendario- y, cuando la ocasión lo amerita y justifica, se manipulan los feriados nacionales para apuntalar la posición oficial de panem et circenses (pan y circo). Maniobras que trabajan, en simultáneo, sobre varios públicos objetivos: por un lado, los núcleos duros de votantes y la propia nomenklatura; por el otro, el sector turístico, beneficiado directamente con la iniciativa de sembrar feriados a granel. Sobran ejemplos: ahí está el 24 de marzo (Día de la Memoria). Y le siguen ahora los feriados de Carnaval.

 

Las celebraciones de un Rey Momo caído en desgracia y popularidad sirven también al entrañable objetivo de sumar adeptos dentro de los estratos sociales más bajos de la Capital Federal, por citar un caso. Los murgueros porteños han encontrado en el cristinismo poskirchnerista no solo la salvación por la vía del subsidio y la vagancia, sino que recién ahora se anotician de que el Proceso de Reorganización Nacional había removido esos feriados del año calendario. La mayoría de esos muchachos -a pesar de que nacieron años después de 1983- toman el mensaje oficial y la emprenden contra los vecinos "genocidas" que solo quieren paz, tranquilidad y que solo reclaman que no se interrumpa el tránsito en las calles de sus barrios. Los murgueros oficialistas -hoy lo son prácticamente todos- olvidan que la mejor solución para no perturbar a terceros coincidiría con la construcción de un gran espacio, convirtiéndolo en una suerte de corsódromo. ¿No podría acaso adaptarse el Parque Roca para tal fin? El Jefe de Gobierno porteño, por su parte, no considera soluciones al respecto. Distraído en su candidatura presidencial -de la que ya no tiene retorno-, continúa financiando a inmigrantes ilegales, los propios organizadores de murgas y a las recalcitrantes Madres de Plaza de Mayo de Hebe Pastor de Bonafini. Después de todo, al Señor Intendente ciertamente no le caería bien una ruidosa concentración montada por estos personajes justo frente a Bolívar 1. Las ONG nucleadas en el derechohumanismo han cumplido holgadamente con su meta de evitar que la Policía Metropolitana porte Tasers y escudos antimotines. Se comprende ahora el porqué.

 

Mientras tanto, la mayor parte de la ciudadanía continúa tratando de identificar los motivos para celebrar en este Carnaval, si acaso ellos existen. ¿Son la galopante inflación -la más elevada desde eyectado Raúl Alfonsín de la Presidencia- y la inseguridad récord razones para el festejo? ¿Lo son las políticas de despilfarro de recursos del Estado y la reprivatización de empresas que hoy obsequian más pérdidas que nunca antes? ¿Celebraremos, tal vez, el quiebre definitivo de la relación con los Estados Unidos de América y las naciones líderes del concierto de Occidente? ¿Son la discordia y la división de la sociedad argentina los argumentos que nutrirán el convite carnavalero? ¿Erigiremos un monumento al difunto Néstor Carlos Kirchner para aplaudir que su Administración y la de su Señora esposa han transformado a la República Argentina en un paraíso para los traficantes de droga de toda forma y color, importados y nacionales?

 

Los episodios de violencia han sido borrados de un plumazo de las estadísticas oficiales, pero se multiplican vigorosamente no solo en los titulares de los noticieros, sino también en el quehacer cotidiano. Esta semana, no pocos televidentes se han visto sorprendidos con un tiroteo que protagonizaron en Neuquén dos hordas de vándalos de extrema peligrosidad. Luego de iniciar la batahola en un restaurante, prolongaron su disputa a las calles aledañas, al tiempo que eran captados por cámaras de circuito cerrado. Mientras se sabe de antemano que sus protagonistas -si acaso son capturados algún día- jamás purgarán condenas mayores a cinco años, en otra localidad del país un policía era inmediatamente separado de su fuerza por disparar contra un vehículo tripulado por cuatro individuos que optaron por no detenerse en un control de alcolemia. El Gobierno Nacional ha traspasado la frontera de todo límite tolerable, a la hora de lidiar con una violencia urbana que jamás reconoció pero que ha fogoneado inapelablemente desde sus acciones y su discurso ideologizado. En esto ha convertido el kirchnerismo a la Argentina: en un renovado Far West carente del más elemental imperio de la ley. Una lóbrega geografía en donde pululan homicidas, punguistas, violadores y gatilleros que practican su deporte bajo la luz del sol, a la vista de todo el mundo. Todo ello mientras el sheriff disfruta de unas eternas vacaciones. A este escenario digno de cualquier film de ficción ambientado en un mundo postnuclear, solo le falta una iniciativa oficial para desarmar a los ciudadanos. Si Ud. es legítimo usuario de armas de fuego y ha observado todas las reglas, despreocúpese: esa intención ya se encuentra bajo estudio en la Casa Rosada. Desde luego, con el aplauso de los funcionarios oficialistas del RENAR, que no han tenido empacho a la hora de obsequiar tenencia y portación para los elementos piqueteros de Milagro Sala y Luis D Elía. A los efectos de redondear esta siniestra realidad, vale la pena recordar que la Policía Federal apenas trabaja a reglamento y ha abandonado todos los espacios de custodia habitual -con excepción de los deleznables adicionales-. Haga una prueba: diríjase a la Terminal de Omnibus de Retiro y verifique cuántos agentes controlan la circulación en el ingreso de vehículos: allí no hay ni siquiera un solo oficial. Todo mundo estaciona su automóvil por el tiempo que le viene en gana. En el proceso, la Señora Nilda Garré anuncia que reforzará la presencia policial en las calles, pero la trampa queda en evidencia, dado que ya se ha ocupado de removerlos del espacio público. Si se le ocurriera reposicionarlos, en realidad lo que haría es reubicarlos donde antes ya se encontraban destacados.

 

Pero ya nada importa demasiado. Celebremos este Carnaval, tal como Dios y el Gobierno Nacional lo mandan. Aplaudamos la memoria de los miles de muertos caídos bajo el fuego de la delincuencia, al compás de la murga. Regocijémonos con los dos muchachos ultimados en Laferrere. Rindamos honor a los columnistas de Diario Clarín que no dejan de mencionar los casos de "gatillo fácil" en manos de policías. Brindemos por el Gobernador Daniel Scioli, que no deja de recordarnos que su gobierno confisca cada vez más toneladas de narcóticos -cuando en realidad ignora que ese resultado es el subproducto del incremento en el tráfico, la producción y la distribución-. Por cierto, es muy probable que, entre todos, hayamos hecho los esfuerzos para merecernos a esta dirigencia y a un periodismo pacato que recurre a la sangre en lugar de la tinta para dar forma a esos artículos tan brillantes.

 

Lancemos loas a esta política de pan y circo, al menos mientras podamos. Pudiera ser que algunos pocos se notifiquen de que el pan no se encuentra tan a la mano como se promociona. Quizás, otros muchos tomen nota de que el circo no es otra cosa que una cruda tragedia griega.

 

 

Por Matías E. Ruiz, Editor.

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Por Matías E. Ruiz, Editor