POLITICA: POR ALBERTO LESTELLE -DIPUTADO NACIONAL (M.C.)-, PARA EL OJO DIGITAL

Colectoras: de votos y mendigos

El debate es cada vez más intenso, aún cuando su mayor esplendor no se alcanzó. Y el ruido que viene será inversamente proporcional a la fecha de las elecciones. Esto es, cuanto menos días falten para las primarias (si acaso tienen lugar), el rugir irá en aumento.

15 de Febrero de 2011

El debate es cada vez más intenso, aún cuando su mayor esplendor no se alcanzó. Y el ruido que viene será inversamente proporcional a la fecha de las elecciones. Esto es, cuanto menos días falten para las primarias (si acaso tienen lugar), el rugir irá en aumento.

Los susurros se transformarán en gritos; y los gritos, en portazos. Ha comenzado ya el célebre juego del "Antón Pirulero", entretención infantil que -proyectada a la actualidad- incluso me atrevería a modificar. Hoy, sus estrofas rematarían con la sentencia "... Menos votos tendrá".

A los efectos de comenzar a clarificar el tema y pueda comprenderse mejor la introducción, debo aclarar que me refiero a las "colectoras".

Me he tomado unos momentos para indagar en el Diccionario de la Real Academia Española, y he visto que esta palabra observa varias acepciones: proviene del latín collector oris y se define como: 1) Que recoge; 2) Recaudador; 3) Coleccionista; 4) Conducto subterráneo en el cual vierten las alcantarillas sus aguas; etc.
En concreto, he arribado a la conclusión de que algunas interpretaciones pueden tener que bastante que ver con la política.

Recoger, recaudar, coleccionar, subterráneo, son conceptos vinculados a la actividad del "arte de lo posible". Sobre todo, de aquellos políticos que no están verdaderamente convencidos de sus propias capacidades. Significa, en mi interpretación, que quienes buscan las colectoras terminan transformándose en los mendigos de los votos.
Necesitan COLECTAR de otros para llegar. No se valen por ellos mismos.
Están convencidos de que SON, pero que no les alcanza. Y, por la vía de la mendicidad electoral, intentan suplir sus propias falencias. Frente a la evidente distracción ciudadana.


En mi rol de cofundador de la Renovación Peronista de 1984, me viene a la memoria la dirigencia de aquel entonces. En 1988, con el objetivo de dirimir la interna del Partido Justicialista, tanto Antonio Cafiero como Carlos Saúl Menem acordaron realizarla sólo con sus nombres en la boleta. Aunque reconozco que no todos los Consejeros estábamos de acuerdo. La cuestión se sometió a debate interno y la mayoría resolvió lo que a la postre se cumpliría: la elección de julio de 1988 era: Menem o Cafiero. Se trató de un esfuerzo llevado a cabo por todos los participantes, enfocado en la necesidad de no confundir a los votantes. El candidato surgió, pues, de la elección más limpia y transparente que se haya conocido.

Con justa razón algunos dirán: se trataba simplemente de una interna. Y así fue. Pero ella dio lugar a una demostración cabal de que, cuando los políticos están convencidos de sus propios valores, no tienen necesidad de mendigar el voto de terceros.

Evidentemente la decrepitud dirigencial y las ansias de mantenerse, en algunos casos -o de trepar en otros-, ha subvertido el orden del más importante de los apotegmas de Perón y Evita: Primero, la PATRIA; luego, EL MOVIMENTO; por último, los HOMBRES.
 

Por Alberto Lestelle, Diputado Nacional (M.C.). Ex Consejero Nacional y Provincial del Partido Justicialista

 

Por Alberto Lestelle, Diputado Nacional (M.C.)