POLITICA: POR MATIAS E. RUIZ, EDITOR

El efecto Mariano Ferreyra, buscado por los Kirchner. Un regalo inesperado para Eduardo Duhalde y los desafíos a enfrentar por los candidatos luego de 2011

La acentuación del desborde callejero y el manual del oficialismo para fogonear enfrentamientos urbanos. Las amenazas que deberá enfrentar el próximo gobierno.

21 de Octubre de 2010
La lluvia de balas que cayó sobre los militantes del Polo Obrero y simpatizantes de la izquierda violenta este pasado miércoles 20 de octubre -y que se cobrara la vida de Mariano Ferreyra- devolverá abundante material de análisis. Los efectos de los incidentes trascienden el plano de la violencia urbana, para sobrevolar el espectro político, en donde ya comienzan a entreverarse un cúmulo de teorías que no exhiben necesariamente ribetes conspirativos. En rigor, ya un puñado de testigos presenciales se ha ocupado de referir que las personas que abrieron fuego sobre los manifestantes del PO y el Partido Socialista portaban pecheras de la Unión Ferroviaria. Pero se vuelve lícito suponer que los autores materiales e intelectuales del ataque no tienen por qué provenir del gremio que agrupa a los trabajadores de los ferrocarriles. Perfectamente, alguien pudo avizorar una oportunidad para volver a encender la mecha del conflicto social para reavivar, de esta manera, el fuego de la discusión sobre el deceso de los piqueteros violentos Maximiliano Kostecki y Darío Santillán. Ciertamente, una discusión que la sociedad ha olvidado y que no necesitaba reeditar. Se tiene por certero que la izquierda revolucionaria argentina -con excepción de Madres, Hebe de Bonafini y los grupos de derechos humanos afines al oficialismo- se subirá al tren del episodio reciente para volver a poner sobre el tapete las andanzas del ex comisario Franchiotti y su participación en la "masacre" de Avellaneda de 2001, las responsabilidades del poder político por el caso, y la tristemente célebre desaparición forzada del albañil Jorge Julio López -catalogado como el "primer desaparecido de la Democracia y la Era Kirchner"-. Todas ellas, cuestiones que la Casa Rosada preferiría ocultar bajo la tierra de algún putrefacto jardín. No obstante, no pocos concluirán hoy que un incidente como el del miércoles no solo elevará la temperatura de la calle, sino que también podría servirle a una Administración que comienza a ser consciente de su manifiesta incapacidad para retener el poder más allá de 2011. Términos como "Estado de Excepción" y suspensión de elecciones vuelven a reflotarse en círculos específicos. Del idéntica forma, sobrevuelan también un conjunto de reflexiones que tildan de imposible una instantánea con Cristina Fernández entregándole la banda presidencial a un vencedor de color político distinto. El problema de la enfermedad de Néstor Carlos Kirchner trae aparejada una consecuencia a todas luces incómoda, que coincide con la leninización del discurso oficialista. No extrañaría que Carlos Kunkel, Diana Conti u otro de los elementos más radicalizados del gobierno federal se vieran tentados de reinterpretar las bajadas de línea del jefe caído en desgracia, bajo la lupa de su propia ideología neofascistoide. En tal sentido, y mientras se busca a los autores del homicidio de Ferreyra, también sería lógico indagar sobre la identidad del autor de la legislación kirchnerista que persigue la disolución del Registro Nacional de Armas (RENAR) y la soterrada incautación de armas de fuego en poder de la población civil. Iniciativa que, sugestivamente, se encuentra amalgamada en el Decálogo de Vladimir Lenin: "Registre a todos aquellos que posean armas de fuego, para que sean confiscadas en el momento oportuno, haciendo imposible cualquier resistencia a la causas". No deja de ser curioso que desde Balcarce 50 se corra desesperadamente tras este objetivo, mientras es públicamente conocido que el RENAR se ha encargado de distribuír miles de permisos de tenencia y portación de armas de guerra a piqueteros de la órbita de Luis D Elía y la jujeña Milagro Sala, de Tupac Amaru. A los más encumbrados dentro de la Administración Kirchner, escenarios de violencia callejera como el que tuvo lugar esta semana podrían serle de suma utilidad para realimentar el discurso oficial de victimización, en el sentido de que "elementos antidemocráticos pretenden desestabilizar al Gobierno". La semana siguiente, los voceros del poder podrían alegar que los grupos de la izquierda violenta se encontrarían recibiendo financiamiento de parte de empresarios, como se dijera oportunamente en 2001. En aquella instancia, versiones encontradas sugerían que hombres de empresa y determinados sectores bancarios se hallaban aportando logísticamente para acciones armadas de militantes enfurecidos en perjuicio de la administración a posteriori saliente. El eficiente trabajo propagandista del oficialismo vuelve a remitir a Lenin, y a su postulado número ocho del Decálogo: "Promueva disturbios y contribuya para que las autoridades constituídas no los repriman". Táctica que es, por cierto, más sencilla de ejecutar si se cuenta con el control de las fuerzas del orden. ¿Preparó la Policía el "escenario ideal" para el enfrentamiento entre izquierdistas revolucionarios y ferroviarios, apartándose del camino de ambos? Un dato cobra fuerza con el transcurrir de las horas: el autor de los disparos jamás será hallado. Tampoco el ideólogo del hecho; en una investigación criminal, se vuelve todavía más complicado determinar la identidad del autor intelectual, siendo que los participantes suelen alimentarse de sólidos y bien nutridos pactos de silencio. Aún cuando la Casa Rosada -en la figura de Aníbal Fernández- se empeñe en negar cualquier relación con el hecho, se observa incontestable que el gobierno de la Presidente Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner se hace acreedor a importantes cuotas de responsabilidad política, en virtud de haber alimentado la retirada del Estado del control del espacio público. Su faena desde Balcarce 50, sumada a la ejecutada por su marido, ha contribuído notoriamente a que el monopolio de la violencia quedara en manos de delincuentes comunes y agrupaciones que cínicamente se autoetiquetan como "sociales" y de "derechos humanos". Durante el gobierno de Don Néstor Carlos Kirchner, se firmó el consabido DNU que prohibía expresamente a las autoridades policiales y las Fuerzas Armadas de la Nación efectuar labores de inteligencia sobre los grupos antes mencionados, con lo cual se reforzó la impunidad del accionar callejero delictivo y de violencia organizada de que ellos siempre han echado mano. Con el posterior obsequio de la tenencia y portación de armas de guerra para piqueteros y militantes con antecedentes criminales -inapelablemente esponsoreada por el Estado-, episodios como el del miércoles incrementan y garantizan su probabilidad de ocurrencia. Los elementos juveniles del ecumenismo izquierdista de la Argentina siguen desconociendo que constituyen la "carne de cañón" para todo tipo de operaciones y manipulaciones de alto nivel. Sus líderes del Partido Obrero, el Partido Socialista, Comunista y relacionados, no cejan en enviarlos al frente con tal de que el comando se acerque cada vez más a sus objetivos políticos. En la agenda de estos "líderes", el objetivo de largo plazo no pasa de promover asaltos a supermercados, enfrentamientos violentos con gremios o cortes sucesivos de calles y autopistas. En definitiva, todo lo que sea necesario con tal de obstaculizar a una sociedad que los ningunea y que tiene por hábito darles la espalda en las urnas. La estructura de los partidos de la izquierda contestataria en su conjunto termina sirviendo simplemente para proporcionarle un buen número de idiotas útiles al poder de turno. Analizándolo en profundidad, el deceso del militante Mariano Ferreyra no hace más que circunscribirse a este esquema. Ferreyra era un ser humano en toda su dimensión, pero resultó ser apenas un peón descartable en el tablero político vernáculo. Falta capacidad de análisis en gran parte de la juventud; la escasez de criterios y la desaparición del espíritu verdaderamente crítico respecto de los promotores del discurso conduce a malas decisiones que, en casos como el mencionado, se coronan en la pérdida innecesaria de vidas. Eduardo Alberto Duhalde resultó ser el destinatario de un obsequio inesperado, apenas horas luego de transcurridos los incidentes. La cada vez más deficiente maquinaria de propaganda gubernamental se apresuró en responsabilizarlo por la ejecución del militante del Polo Obrero, a partir de una supuesta rueda de negociaciones entre el aspirante a operador Miguel Angel Toma y referentes del piqueterismo para dejar de "restregarle" al hombre de Lomas los apellidos Kostecki y Santillán. Desmentidos los vericuetos que rodeaban la noticia, el Gobierno Nacional se vio atrapado en una vorágine de catastróficos errores, contraórdenes y declaraciones contrapuestas, luego de lo cual el propio Aníbal Fernández recibió la orden de dar marcha atrás en la acusación contra el ex presidente. Pero el tropiezo costará caro, por cuanto el duhaldismo se topó con el inapreciable regalo del dedo acusador oficialista. El aparato electoral del señor de Lomas de Zamora -donde participan Miguel Angel Toma, el bueno de Carlos Brown (MPA), Héctor Lence y Eduardo Rollano, entre otros- venía anotándose errores garrafales desde lo táctico y lo estratégico en meses recientes. Los personajes del armado se topan ahora con una vaca lechera electoral que -refieren los críticos del sector- difícilmente los operadores duhaldistas sepan aprovechar, en base a su probada ineptitud. Habrá tiempo para explorar detalles sobre cada uno de ellos en estas páginas. La muerte violenta de Mariano Ferreyra sirve como elemento catalizador a la hora de poner la lupa sobre la agenda de los candidatos de cara a las Presidenciales de 2011: ¿cuál de ellos se encontrará en una posición creíble como para contrarrestar el desmadre callejero? Ricardo Alfonsín puso el grito en el cielo ante una serie de análisis publicados en El Ojo Digital, en donde se dudaba de las capacidades concretas del radicalismo para -el día de mañana- traer orden al caos. El "Hijo del Estadista", furioso, sugirió que también el Peronismo Federal debería tenerle miedo a Hugo Moyano, dado que él no teme al Camionero. Pero Alfonsín eludió responder a la cuestión de fondo, es decir, que reconoció implícitamente no poder hacer demasiado ante tamaño desafío futuro. Para peor, Elisa Carrió se anotó en idéntico razonamiento, descreyendo de las chances del partido de Alem e Yrigoyen para reordenar la situación social y hacer frente a los gremios peronistas más virulentos. En un pequeño resquicio para la honestidad más brutal, los aspirantes a la Presidencia de la Nación deberán considerar un escenario en donde, apenas llegado alguno de ellos a la Casa Rosada, deberá hacer frente a un explosivo compilado de amenazas múltiples que -mal mensuradas- podrían repercutir negativamente en la opinión pública y su percepción sobre la decisión del flamante gobierno, desestabilizándolo sin remedio. Tales amenazas son las siguientes: a) El auge de la delincuencia común y las operaciones ejecutadas periódicamente por el crimen organizado; b) El descontrol callejero, potenciado por elementos provenientes del sindicalismo tales como Camioneros, el Sindicato de Peones de Taxis (Omar Viviani) y Judiciales (Julio Piumato) -con la consiguiente disrupción causada en perjuicio de la provisión de servicios clave (ej: recolección de basura), manifestaciones callejeras con máximo perjuicio para la circulación y la actividad de los tribunales-; los núcleos duros de ATE -de ideología de izquierda con un modus operandi en donde la violencia es condición sine qua non-; las organizaciones "sociales" o de "derechos humanos" y piqueteros; agrupaciones barriales como "Barrios de Pie" o bien "Teresita Rodríguez" y "Aníbal Verón" (estos últimos vinculados a voladuras de cajeros automáticos y atentados varios). c) La influencia del espectro de medios de comunicación filokirchneristas, que -en persecución de sus objetivos económico-políticos- se movilizará en torno de la demolición mediática de la imagen de la futura Administración; d) Las interacciones clandestinas que los socios corporativos del kirchnerismo puedan observar con los grupos antes mencionados, por cuanto podrían facilitar su financiamiento y operaciones, extendiendo su influencia en el tiempo. Item en donde es obligatorio referir que asociados de Néstor Kirchner como Lázaro Báez, Cristóbal López, Enrique Eskenazi y otros seguirán manteniendo cuotas de poder en un porcentaje cuando menos significativo del Producto Bruto Interno de la Argentina. De este panorama -seguramente incompleto-, se infiere que el problema no quedará reducido exclusivamente al Factor Moyano; el escenario promete ser bastante más complejo, exigiendo al máximo la fortaleza institucional que pueda caracterizar a la próxima Administración (si acaso ésta proviene del espectro antikirchnerista). La réplica furibunda de Ricardo Alfonsín -candidato natural de la UCR junto con Julio Cobos- resulta, cuando menos, plena de ingenuidad. Fracasa el hijo del ex presidente de igual manera en que tropieza Eduardo Duhalde cuando elogia al Gobernador Daniel Scioli. El ex motonauta ha confesado encontrarse a sí mismo "con las manos atadas" frente a la inseguridad; mal negocio es, pues, elogiarlo. El ciudadano común termina el día obligándose a tolerar las declaraciones de un funcionario que exige votos y plantea sus chances presidenciales, para luego reconocer una categórica impericia y una indeleble incapacidad. Todo ello, mientras los otros terminan elogiándolo. ¿Para qué, en definitiva, se presentan como candidatos a la función pública? ¿Se cumple el objetivo solamente con salir victorioso de una elección? El retroceso dirigencial parece asistir a una etapa de renovación, en donde el discurso de los aspirantes pretende asemejarse a los cuentos de hadas y los relatos dedicados a los chicos en los minutos previos al sueño. Todo parece indicar que son fieles a este principio las declaraciones de Ricardo Alfonsín ("¿Por qué Moyano nos va a comer crudos?") y de Eduardo Alberto Duhalde ("Debemos terminar con esa concepción errónea que presume que los radicales no pueden gobernar"). Por Matías E. Ruiz, Editor. Twitter: http://twitter.com/matiaseruiz El Ojo Digital Política.
Por Matías E. Ruiz, Editor