POLITICA: POR FRANCISCO MONTESANO, PERIODISTA, PARA EL OJO DIGITAL

Historias de caudillos

es necesario analizar el origen de esta manifestación social para poder entender la presente realidad política.

21 de Julio de 2010
Como lo define Francois Chevalier, el caudillismo es "un fenómeno histórico que surge en la coyuntura política latinoamericana, originada con la independencia de los países". Luego agrega: "El caudillismo es propio de una sociedad con sistema democrático inmaduro, grandes diferencias sociales, y existencia de oligarquías locales o regionales. Es propio de una sociedad donde personas poderosas prepotentes no aceptan el juego político democrático". El origen de estos personajes históricos nace como consecuencia de las guerras de independencia. Los países que surgieron del mundo colonial quedaron empobrecidos, divididos socialmente y con una alta inestabilidad política. La estructura social en las zonas rurales era por ello favorable para la aparición de caudillos. Estos -propietarios de grandes extensiones de tierras- ejercían el control casi absoluto sobre la administración local y una influencia decisiva en el gobierno central de la República. La polarización social resultaba así absoluta. Los ricos terratenientes y las masas de peones y jornaleros se veían enfrentados y separados por un abismo interminable. El terrateniente demandaba de sus súbditos trabajo, obediencia y lealtad, al tiempo que los convertía en deshilachados soldados de su ejército personal en épocas de guerra. Este fenómeno de una dependencia servil entre el patrón y peón, se convirtió en la plataforma del caudillismo. También otras causas concurrieron al surgimiento del caudillismo, predominando principalmente la autoridad y el prestigio en su poder de intimidación. El caudillo no era solamente el protector, sino en realidad un jefe militar, un guerrero, acostumbrado a mandar. Para ser caudillo se requería de fuerza, valentía, decisión y energía. Allí no había espacio para el débil o el cobarde. El caudillismo es una herencia palmaria que nos dejó el nefasto dominio español. El poder se organiza piramidalmente de modo tal que cada caudillo "de base o puntero" se conecta con otro u otros de rango superior, formando una estructura de dominación articulada mediante el intercambio de "favores" recíprocos. En su vértice, se encuentra siempre un referente "influyente" de nivel nacional que necesita de este caudillo menor para controlar las autonomías de ciertos grupos sociales, a fin de facilitar su encuadre político. A este patrón cultural de dominación, Octavio Paz y Richard Morse lo vinculan con la tradición patrimonialista heredera de España. Es importante resaltar el hecho que la milicia reclutada por los gauchos no tenían problemas de abastecimiento, "vivían del país", como se decía entonces. Estas tropas podían sobrevivir a la disolución del estado y -de hecho- sobrevivieron. Es durante la segunda parte del siglo XIX -caracterizada por una importante expansión económica- que los caudillos puros desaparecen. Entre otras causas, por el carácter autocrático del ejército y el ejercicio del poder que no toleraba ser compartido. Sin embargo, cabe destacar que en la Argentina de hoy, tenemos provincias en la que parece que nada hubiese cambiado. El caudillismo se mantiene firme y poco sensible a los cambios de la historia, aunque en realidad no tendrían que preocuparse por ello, ya que la misma historia -podría decirse- son ellos. Por contrario, la idea general de un caudillismo negativo es falsa. Para el caso concreto de Juan Manuel de Rosas, en un trabajo de Jeffrey M. Shumway, es descripto como un "great man"(gran hombre) y resulta cuando menos curioso que también Jorge Luis Borges, comparta similar opinión. Apoyados en esta premisa, si analizamos el período de Rosas, podemos acreditar que en ese período de transición -"colonia-nación"-, Rosas unificó la nación y le brindó tranquilidad social y estabilidad económica, en un momento que el país vivía una instabilidad política fenomenal. Es en este sentido que la Nación Argentina le debe mucho al "autoritarismo caudillesco" de Rosas. Pero han pasado 200 años de nuestra independencia -suficientemente festejados por el gobierno- y en 1853 el Congreso sancionó la Constitución Nacional Argentina. Los actuales mandatarios continúan comportándose como verdaderos patrones de estancia y se observa que se proponen convertirnos en sus peones. Tal vez, el matrimonio K aún no se anotició de los cambios antes descriptos, o simplemente su ambición de poder es más fuerte que cualquier capítulo de racionalidad aplicable a una democracia madura, tal como lo proclama Francois Chevalier. Por Francisco Montesano, Periodista, para El Ojo Digital Política. Editor Responsable: http://primerahoraonline.com.ar/
Por Francisco Montesano -periodista-, para El Ojo Digital Política