Con la venta de Bridas Corporation, la Argentina continúa rematando sus activos estratégicos
La venta del 50% remanente de Bridas Corporation -propiedad del magnate local Carlos Bulgheroni- reafirma la tendencia argentina de desprenderse de cuotas de influencia en el comercio internacional, al tiempo que envía un claro mensaje a la sociedad en términos de la carencia de una agenda estratégica de parte de la dirigencia y el empresariado.
21 de Julio de 2010
Antes de conocerse la noticia, los detalles de la operación -takeover o toma, dijeron- fueron filtrados a los brokers de Wall Street: la petrolera china CNOOC adquirió un 50% de participación en la argentina Bridas Holdings, por un total de US$3.100 millones de dólares.
La información sacudió el tablero no solo en Nueva York, sino también en Hong Kong y el FTSE de Londres. El análisis que corresponde al caso se circunscribe al latiguillo de costumbre, a saber, que la economía china viene exhibiendo índices de crecimiento a todas luces indetenibles, de modo tal que le urge satisfacer el ingreso de recursos energéticos y materias primas para poder acompañarlos. Algo así como un American Way pero sazonado con condimento oriental.
Mientras el estilo de vida yankee se caracteriza en parte por el consumo desorbitado de combustibles fósiles, a partir de la popularidad de vehículos de alta cilindrada, en la República Popular China, la nomenklatura del maoísmo se ha ocupado de diseñar el suyo propio. Este Chinese Way se sirve de la propaganda de un crecimiento exponencial de sus clases medias y altas hiperconsumistas y una migración de ciudadanos del campo a la ciudad, que supera las varias decenas de millones en rigor anual.
Con la operación que les reportara la adquisición cuasihostil de Bridas Corp., los chinos han ejecutado a la perfección su estratagema milenaria: "Clamor en el Este, ataque por el Oeste". Para hilar fino: tanto se conversó al respecto del interés oriental por YPF que, a la postre, los grandes players económicos y un sinnúmero de políticos se vieron sorprendidos. China no iba por la compañía de Enrique Eskenazi, sino que sus ambiciones se enfocaban hacia otra parte. O bien intentaron quedarse con aquella, pero los intereses de Néstor Carlos Kirchner en la petrolera local número uno se interpusieron. Entonces, fueron por la segunda alternativa.
Bridas Corporation era una de las joyas de la revolución tecnológica argentina en materia de explotación petrolera, habiendo llegado a convertirse en el segundo productor de combustibles fósiles a nivel nacional, tras su fundación en 1948, propiciada por la familia Bulgheroni. En 2004, había exhibido una producción de 78 millones BOE (Barrel of Oil Equivalent, en inglés). En la práctica, su área de operaciones tiene relación directa con la exploración y desarrollo de reservas de gas y petróleo, y la producción de ambos commodities; la comercialización y transporte de productos derivados de gas y petróleo; el tratamiento, procesamiento, generación y distribución de gas; y la perforación y servicios relacionados en pozos. Posee el 40% de Pan American Energy, mientras que el 60% restante pertenece a -cómo no- BP (British Petroleum).
En el pasado reciente, Bridas saltó a la fama mundialmente cuando, entre 1995 y 1997, Carlos Bulgheroni participó personalmente en negociaciones con los gobiernos de Paquistán, Turkmenistán y los propios talibanes, a los efectos de quedarse con el desarrollo del Oleoducto Transafgano, compitiendo con la californiana Unocal -subsidiaria de la americana Chevron-. Bridas ganaría la partida pero el desarrollo del emprendimiento se vio postergada a partir de la inestabilidad político-social reinante en Afganistán. Más tarde, y directamente como consecuencia de la invasión estadounidense del territorio afgano en 2001, su contrato fue rescindido y la operatoria fue dejada -por orden directa de Washington- en manos de Unocal. Otro episodio que, por cierto, sirve bien a la hora de analizar los verdaderos objetivos detrás de las acciones militares angloamericanas en Medio Oriente. Resignado, Bulgheroni concentró la faena de Bridas en las operaciones de la Argentina y del Asia Central.
El episodio afgano no careció de repercusiones. Incluso en los círculos del establishment mediático de línea dura de los Estados Unidos de América, se refirió en su momento que un poderoso consorcio argentino amenazaba los intereses petroleros americanos en el complejo tablero del Medio Oriente. Carlos Bulgheroni defendió, en aquella instancia, los intereses nacionales mejor de lo que lo hubiera hecho cualquier presidente argentino de la contemporaneidad.
De todas maneras, lo que jamás reportarán los medios argentinos en relación a la operación con CNOOC es que el acuerdo terminó rematando la mitad de Bridas a precio vil, por cuanto la petrolera china terminará pagando un aproximado de diez dólares por barril de reservas, cuando el promedio para otras operaciones llevadas a cabo en el globo se acercaban o bien superaban los veinte dólares por unidad.
Por cierto, no escasean las especulaciones en torno a la decisión de Bulgheroni de deshacerse de Bridas. Pudiera ser que el magnate tomara la decisión conforme a un hartazgo bien conocido en el medio del empresariado local, agobiado por cargas impositivas intolerables desde la llegada de los Kirchner en 2003. Para el caso del negocio petrolero, retenciones e impuestos imponen un techo de rendimiento de solo US$40 dólares por barril producido, muy por debajo de los promedios internacionales.
Bulgheroni no es un avejentado Henry Ford al que su otrora fiel Directorio decidió jubilar con un salario alto. Tampoco es el caso del creador de una empresa que se decide luego a rematarla para marchar tranquilo para su casa para mirar televisión y vivir de los dividendos. La cuestión es bastante más compleja, y reflota consideraciones en relación a esa eterna "máquina de impedir" que representa el Estado argentino, incluso para aquellas compañías con activos estratégicos. De cualquier forma, se vuelve una necesidad contemplar la totalidad del cuadro: por alguna razón, a lo largo de los últimos años, el empresariado argentino se muestra decidido a deshacerse de sus firmas, al mejor postor y a veces, no tanto. Se trata de otro argumento para fundamentar con creces la hipótesis del Estado ausente.
A fin de cuentas, sobran justificativos para clamar que la operación entre Bridas y los chinos debió ser objetada por el Gobierno Nacional, habida cuenta de la importancia estratégica del sector. Pero, desde luego, el matrimonio presidencial carece de una agenda en este sentido y, por ende, del patriotismo necesario para defender los intereses locales aquí y en el extranjero (a no ser que se trate de aquellos de índole personal). Lo que es más: se sobreentiende que existió luz verde de parte de la Casa Rosada, muy probablemente en función de los retornos de rigor. Y aparece como una obviedad que los brasileños jamás hubieran permitido la concreción de una operación similar. Nuestros vecinos están en otra cosa, con la vista puesta en el horizonte. Alcanza con estudiar el ejemplo de Petrobras.
Los chinos, mientras tanto, han afirmado que continuarán explorando "oportunidades de negocio" en la Argentina. Lo que, en la letra chica, se traduce de la siguiente manera: seguirán buscando chances para quedarse con todo aquello que esté "de remate".
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales.
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Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales