El petróleo de Malvinas, una hipótesis de conflicto que podría desactivarse
La cuestión relativa a las reservas petrolíferas detectadas en las Islas Malvinas -Falklands, para los británicos- podría aprovecharse, tal vez no a los efectos de que la Argentina vuelva a ejercer soberanía efectiva en aquel territorio, pero sí para sentar las bases de una nueva era de cooperación con el Reino Unido. En el proceso, ello podría ayudar a sepultar las obvias hipótesis de conflicto resultantes.
21 de Julio de 2010
Los tiempos políticos del globo han cambiado y los índices macroeconómicos han desplazado a los comparativos militares de las mesas de planeamiento o war rooms, en oposición a lo que sucedía en épocas de la Guerra Fría. Más que nunca, y habida cuenta de que las crisis financieras no han dejado de castigar a las naciones industrializadas, el foco vuelve a situarse en los recursos energéticos.
La realidad actual parece contradecir, por momentos, los postulados de uno de los padres de la administración de empresas, el austríaco Peter Drücker, quien oportunamente reflejó en sus antologías que los commodities cederían espacio a las denominadas "tecnologías del conocimiento". Aquellas reflexiones tuvieron su razón de ser, a partir del análisis comparativo entre economías que carecen de recursos naturales -pero que eran ricas- y aquellas en donde estos abundan, pero que no abandonan la categoría de "países en vías de desarrollo" o abiertamente "subdesarrollados". Drücker contrastaba, a los efectos de ilustrar mejor su hipótesis, los ejemplos de Japón y la Argentina.
A fin de cuentas, el boom de las punto com fue sólo eso: una moda pasajera. Y las naciones del denominado "Primer Mundo" volvieron a concentrarse en el reaseguro de los recursos energéticos y dejaron de lado lo meramente virtual. Llegaron, pues, a la sana conclusión de que lo que está en juego es, ni más ni menos, la permanencia de esas naciones en ese selecto club de desarrollo.
Para corroborarlo, allí está el ejemplo del conflicto en Irak, que los Estados Unidos de América motorizaron artificialmente durante la tristemente célebre gestión de George Bush Jr. con el objetivo ulterior de asegurarse el control de las reservas petrolíferas de la otrora Babilonia. Faena que vino a completarse con la adjudicación de contratos a consorcios del establishment washingtoniano y de conglomerados en estrecha relación con el Pentágono para reconstruir la infraestructura de la nación que fuera remitida -sin escalas- a "la Edad de Piedra" por la vía del lanzamiento de bombas inteligentes.
Por su parte, el primer mandatario brasileño, Ignacio Lula da Silva, en gran parte cuenta con la proyección internacional y el crecimiento de la petrolera estatal Petrobras para posicionar a la vecina república entre las naciones más encumbradas durante los próximos veinte años.
La sentencia que reza que "no quedan ya más territorios por descubrir" podría estar llegando a su fin, de la mano de la novedosa reivindicación de derechos soberanos en las plataformas submarinas. Hace algo más de un año, la Federación Rusa de Vladimir Putin reavivó el fuego a partir de sus reclamos sobre los espacios submarinos en el Círculo Polar Artico. Escenario que preocupa a los estadounidenses, que comparten frontera con los ex comunistas en el estrecho de Bering. Todo ello mientras los canadienses también miran de reojo, apesadumbrados por la posibilidad de hallarse en medio de un conflicto de proporciones en el futuro cercano.
A la postre, resultó ser que los reclamos argentinos de soberanía sobre las Islas Malvinas, fundamentados en el hecho incontestable de que el archipiélago se encuentra montado en la plataforma continental nacional, le han servido de argumento a los conquistadores del futuro.
Una pena que la aventura militar que algunos uniformados argentinos montaron en 1982 haya barrido de un plumazo las posibilidades de cualquier entendimiento con los británicos. Hoy por hoy, los ingleses se han subido al tren del reclamo argentino de la plataforma continental para fortalecer su soberanía sobre las Malvinas, en virtud de los recientes estudios efectuados sobre el lecho marino de las islas y sus áreas circundantes y que han dado por resultado el descubrimiento de enormes yacimientos petrolíferos. Este detalle hace lamentar -aún más- el grosero error que representó ir a la guerra hace casi treinta años.
Y se vuelve menos perdonable aún la falta notoria de profesionalismo que acusa la torpe Cancillería argentina desde 2003, que ha fallado sobremanera a la hora de analizar con propiedad el modus operandi de los ingleses a lo largo de la Historia. Mientras que Washington pareciera operar como una suerte de brazo armado de los intereses británicos, estos últimos han basado sus operaciones militares en objetivos puramente económicos, y continúan haciéndolo en tiempos contemporáneos (Hong Kong, la India, los territorios caribeños y de ultramar, y Gibraltar -entre otros- son los ejemplos más ilustrativos). Recién en los últimos años, Estados Unidos ha comenzado a moverse en igual sentido, dejando de lado cuestiones ideológicas o de estricta demostración de fuerza. La conclusión que jamás se preocuparon por deducir los cráneos del servicio exterior argentino es que algo interesante debe estar sucediendo, sobre todo en los últimos tiempos.
Durante el pasado 2008, un número de cumbres entre la petrolera angloholandesa Royal Dutch Shell y otras corporaciones del rubro energético reveló los resultados de estudios efectuados en la cuenca de las Islas Malvinas. Estos arrojaron, a modo preliminar, la existencia de reservas calculadas en 60 mil millones de barriles de crudo. Dato que no es menor, habida cuenta de que -para algunos-, la cifra supera la de las existencias del Mar del Norte y su Brent. Por sí solo, el descubrimiento podría representarle a los británicos ingresos cientos de veces billonarios durante las próximas décadas, sin contar por supuesto, los dividendos en forma de royalties que se anotarían los kelpers. De cualquier forma, al considerarse aspectos técnicos, se presentan un sinnúmero de inconvenientes, relacionados principalmente con la lejanía del archipiélago de los principales centros de consumo mundiales, y con el elevado costo derivado de la explotación. En esta instancia, debe considerarse que el rubro petrolero es uno de los más riesgosos al analizarse la ecuación costo-beneficio.
Desde luego, la noticia trajo consigo una oleada de júbilo y algarabía para los isleños, que -de ver exitosos los emprendimientos- podrían ver dispararse aún más su índice de producto bruto per cápita, situado hoy en más de US$35 mil, y que está entre los cuarenta más altos del planeta. En palabras de un funcionario kelper, "la bonanza seguramente no conllevará la construcción de rascacielos en Stanley (Puerto Argentino), pero desde luego no vendría nada mal contar con un salón de bowling y alguna que otra nueva sala de cine". Humoradas aparte, el gobierno británico ha seguido bien de cerca los acontecimientos, y -luego de tomar parte en los cónclaves realizados entre las compañías que tomarían parte en los trabajos de explotación-, concluyó que las probabilidades de éxito, a pesar de la disponibilidad de nuevas tecnologías para el sector, oscilan apenas entre el 20 y el 30%. La Administración de Gordon Brown se refería puntualmente a las posibilidades de que los trabajos de perforación den efectivamente con reservorios que permitan cubrir los elevados costos y además garantizar suculentos revenues.
En definitiva, los informes destacados en el párrafo anterior se corresponden con lo revelado durante el bienio 2007-2008. Los trabajos de perforación y explotación han dado comienzo este año, tal como se había previsto. Precisamente, como acompañando las buenas nuevas, el gobierno inglés ordenó la realización de una batería de maniobras militares en el archipiélago, que tuvieron lugar hace pocos días y que observaron el debut de la versión británica del avión de combate multirrol Eurofighter Tycoon. De las aeronaves mencionadas, cuatro fueron destinadas a las "Falklands", con el fin de reemplazar a los veteranos Panavia Tornado que estaban destacados en el territorio de ultramar del Atlántico Sur. El nombre dado al ejercicio fue Cape Bayonet y el teatro de operaciones artificial perseguía el objetivo de recuperar las islas, luego de una supuesta toma por parte de fuerzas argentinas. Algo así como una aggiornada reedición del conflicto de 1982.
La conclusión resulta un tanto obvia: el ejercicio militar tuvo como fin no solo disuadir a cualquier fuerza enemiga de montar intentos por invadir el archipiélago, sino que también se busca enviar un mensaje internacional frente al hecho de que Londres se toma muy en serio la defensa de sus intereses económicos. Mientras tanto, en la Argentina, ciertos espacios políticos de ideologías extinguidas se acogen a la prerrogativa costarricense del escritor de bigote Martín Caparrós, quien invita a eliminar a las Fuerzas Armadas pues su existencia "no tiene sentido".
De hecho -y aunque roce lo ridículo-, el gobierno británico toma muy en serio las exaltadas declaraciones de políticos argentinos sobre sus "Falkland". Lo han hecho reforzando las defensas de las islas poco tiempo después de que Carlos Menem -en plena campaña presidencial-, invitara a recuperarlas "a sangre y fuego", durante un acto llevado a cabo en el sur. A posteriori, y en tiempos más recientes, el servicio de inteligencia británico que se ocupa de las cuestiones internacionales -el MI6- acercó a Downing Street y el Foreign Office informes que evaluaban sobre el incipiente "rearme argentino" y la posibilidad, con cierto grado de volverse factible, de que el en su momento presidente Néstor Kirchner intentara recuperar las Malvinas por manu militari, a partir de su brusca caída en las encuestas de imagen pública. Otro paper de inteligencia que fuera oportunamente elaborado por la CIA refería también sobre cierta iniciativa que analizó el gobierno argentino -también cuando el santacruceño ocupaba el sillón de Rivadavia- para intervenir militarmente contra el Paraguay, luego de que el vecino país cerrara un acuerdo con Washington para la utilización de la base de Mariscal Estigarribia. Operación que -según se reportó- hubiera contado con el apoyo del venezolano Hugo Chávez Frías. Aunque este episodio no tiene gran relación con el tema tratado aquí, sirve para arrojar más luz acerca de la importancia que se le da a la función de Inteligencia en las naciones serias, al revés de lo que ocurre en la Argentina, donde los "servicios" sirven al pie del cañón cuando la meta es espiar a políticos opositores y periodistas rebeldes.
En cualquier caso, los aspectos militares no constituyen la piedra angular del presente texto. Más bien al contrario: habida cuenta de los tropiezos cometidos por el Palacio San Martín de cara al tema Malvinas, y sus escasos avances, el nuevo escenario petrolero que presentan las islas parecen configurar un desafío, antes que una invitación a rasgarse las vestiduras.
Dado que Gran Bretaña comienza a toparse con dificultades insalvables no solo desde lo técnico y lo mercadológico frente al crudo por extraerse de Malvinas, el Estado argentino podría intentar atraer nuevamente a Londres a la mesa de negociaciones. Pero no para volver a colisionar con el muro de los intereses soberanos -en los que Inglaterra jamás retrocederá-, sino a los efectos de promover a una cooperación verdaderamente seria en el negocio petrolero. Después de todo, los británicos ya han convocado oficialmente al gobierno chileno para evaluar algún tipo de colaboración en los proyectos. Y pudiera ser que, en un futuro no tan lejano, el Foreign Office vaya a golpear las puertas de Brasilia o, lo que es lo mismo, Petrobras.
La propuesta constituiría una suerte de approach lateral para un problema aparentemente insoluble. El Reino Unido jamás cederá derecho soberano alguno sobre Malvinas, y menos voluntad en proyectos similares exhibirán los kelpers. En especial si se considera, como resulta obligado, el elevadísimo standard de vida que estos ostentan. Tampoco existe espacio para el análisis simplista que pretende trazar coincidencias entre Malvinas y Hong Kong.
Desde la perspectiva de los intereses argentinos, sería más conveniente bloquear el posible ingreso de chilenos y brasileños al negocio del crudo malvinense. La carta de triúnfo podría ser jugada por Repsol, en algún tipo de joint venture con YPF. Después de todo, ingleses y españoles continúan colaborando en foros internacionales y desarrollando negocios en sociedad a nivel global, muy a pesar de las ríspidas diferencias que existen en el tema Gibraltar. La alternativa Repsol/YPF fue evaluada en su momento pero de manera en extremo superficial. No mucho después, el tono conflictivo e innecesariamente virulento que utilizó la diplomacia kirchnerista en la figura de Jorge Taiana en la cuestión de las islas, contribuyó a patear el tablero.
Dicho sea de paso, la consecución de alguna clase de sociedad con el gobierno de Su Majestad también serviría para cerrarle las puertas a cualquier escenario potencial de cooperación militar futura entre chilenos e ingleses en perjuicio para los intereses nacionales. Sucede que, dentro de no mucho tiempo más, quedará muy expuesta la necesidad de utilizar parte de territorio argentino como "puente" para colocar el petróleo extraído de la cuenca de Malvinas en los mercados internacionales. Por otro lado, luego de cerrarse algún tipo de cooperación en este sentido, Inglaterra vería innecesaria cualquier acción unilateral para reclamar soberanía extendida sobre el Mar Argentino y las áreas aledañas a las islas. Escenario que, según destacan informes no tan recientes, se vuelve cada día más plausible. Mucho más si se considera el actual estado de situación de los vínculos entre Buenos Aires y Londres.
Ciertamente, no es de esperarse que la Administración Fernández de Kirchner promueva a una iniciativa similar de entendimiento con Londres, comprobados su escaso margen político y nula aprobación ciudadana. Pero la cuestión debería -como mínimo- ser explorada por el gobierno que alcance el poder en la Argentina a partir de 2011, o antes.
El problema a resolver tiene relación con la necesidad de reinsertar a la Argentina en el concierto internacional, luego de siete años de desmadre y relaciones "carnales" con administraciones regionales contestatarias y aisladas, como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Cuba.
En este sentido, aún queda todo por reconstruir, y llevará su tiempo. Pero el problema de las Islas Malvinas es, de todos los temas de la agenda internacional de la Argentina, el que debiera ser tomado como prioritario, en vista de las implicaciones que conlleva.
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales.
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Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital