INTERNACIONALES: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

La Presidente Cristina Fernández refuta las futuras bases americanas de Colombia, pero su opinión importa poco. Alvaro Uribe se prepara para destruir definitivamente a las FARC

El primer mandatario colombiano, Alvaro Uribe, visitó la Argentina brevemente, como parte de su gira para explicar la ampliación del Plan Colombia. La extensión de tal cooperación permitirá a los Estados Unidos de América operar desde al menos cinco bases militares en la nación "cafetera". Cristina pone objeciones pero, ni su opinión es tenida en cuenta, ni el tema figura en la agenda de la Casa Rosada. El presidente colombiano perdió tiempo visitando a los aliados de la Venezuela chavista en el Río de la Plata.

21 de Julio de 2010
El presidente colombiano Alvaro Uribe aterrizó fugazmente en la Argentina, con el objetivo de dar explicaciones frente a la ampliación del criticado "Plan Colombia", sistema a través del cual Estados Unidos colabora con la nación caribeña en la lucha contra el tráfico de drogas -hasta ahora, vía envío de remesas de dinero-. El itinerario de Uribe -que lo ha llevado por otras naciones de la América del Sur, salvo Ecuador y Venezuela-, se explica bajo la lupa de un sentido estrictamente diplomático. Se reúne con los líderes de la región a los efectos de intercambiar opiniones y conocer los puntos de vista de cada país. En rigor, Alvaro Uribe no tiene por qué dar demasiadas explicaciones. Lo hace solo para cuidar las formas. La ampliación del Plan Colombia -denominado Plan Colombia II desde la retórica de sus detractores- consiste en una apuesta redoblada. Dentro de pocos meses, los militares de Estados Unidos podrán poner pie en al menos cinco bases de las fuerzas colombianas. Aunque, a largo plazo, la idea es que sean siete unidades las que queden "a disposición". Desde luego, la trama es mucho más complicada de lo que se pueda suponer en un principio. Aquí se explican los airados rechazos de que han echado mano algunos presidentes regionales para criticar una nueva "intromisión yankee". El boliviano Evo Morales ha criticado con dureza a Uribe a partir de la decisión del congreso colombiano, que permitirá a los militares estadounidenses operar más libremente en territorio soberano "cafetero". El ecuatoriano Rafael Correa hizo lo propio. Pero las expresiones de ambos presidentes no deberían sorprender demasiado, habida cuenta de su condición de acérrimos aliados de la dictadura venezolana encarnada por Hugo Chávez Frías. Lo que es más: Morales y Correa hace ya algún tiempo que consensuaron con el líder bolivariano la instalación de bases militares venezolanas en sus propios países. ¿Cómo se explica, entonces, que critiquen la lenta llegada de los vilipendiados yankees a Colombia? Quien debería estar preocupado -y lo está- es el presidente brasileño Ignacio "Lula" Da Silva. Pues resulta ser que los americanos han convenido con Uribe la instalación de una nueva base de operaciones en el corazón de la Amazonia colombiana, limítrofe con el Brasil. El análisis correcto indica que el pataleo de ecuatorianos y bolivianos es no menos que ideológico: después de todo, aquellos mandatarios son títeres de Chávez. Pero Brasil, en su reconocido status de primera y única potencia regional, mantiene entre sus hipótesis de conflicto a los futuros choques en pos de los recursos naturales. Erróneamente, los analistas ideologizados de la región sostendrán que Lula, Cristina, Evo y Correa se constituirán en "abrumadora mayoría" para rechazar los planes colombianos. Grosería de tinte simplista, pues el argumento más valedero para rechazar la apuesta doble de Uribe con su Plan Colombia II es el que se esgrime desde Brasilia. En medio del teleteatro, vale la pena destacar que el tópico ni siquiera figura en la agenda de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, preocupada por estas horas en que no caiga su gobierno. Pero lo cierto es que, al margen de sus preocupaciones locales, la agenda internacional ha pasado harto desapercibida desde la llegada de los Kirchner. No es esperable, pues, un golpe de timón en este área. Y a nadie sorprende. Dicho sea de paso, desde Washington insisten en desmitificar la ampliación de la colaboración con la Administración Uribe. Desde lo operativo, se esgrime que Estados Unidos necesita recuperar posiciones luego de que los militares debieron abandonar su posición en la base ecuatoriana de Manta, porque el chavista Rafael Correa puso el grito en el cielo. Para el gran país del norte, se torna fundamental vigilar de cerca los movimientos de Hugo Chávez y sus aliados de las FARC, que recientemente se vieron favorecidas por una maniobra clandestina de importación de lanzacohetes de fabricación sueca (Bofort), ejecutada por el bolivariano. Chávez puso a Suecia en un apuro de proporciones, haciendo ver a los nórdicos como sostenedores indirectos de movimientos guerrilleros que operan en zonas calientes. Yendo a lo específico, debe decirse que el pacto con Estados Unidos no solo le sienta bien a Uribe sino que se vuelve casi una necesidad para Colombia. Pues, si bien la ventaja militar de los cafeteros frente a Venezuela es holgada -tanto desde lo material como desde la experiencia de las fuerzas-, la balanza podría inclinarse en favor de los llaneros apenas reciban sus primeros MIG-29 y Sukhoi con armamento de última generación, provistos por la Rusia de Vladimir Putin. No faltará mucho -visto este nuevo escenario militar- para que Bogotá requiera de los americanos asistencia para renovar su vetusta fuerza aérea, cuya columna vertebral son un puñado de Mirage V y unos cuantos Kfir israelíes. Es evidente que Hugo Chávez Frías ha pretendido equiparar las desventajas militares -que quedan en evidencia comparándose ambos ejércitos- renovando su hasta ahora inexistente fuerza aérea. La inteligencia americana ha dejado filtrar, por su parte, su interés por contar con la posibilidad de operar también desde la base aérea de Palanquero, situada a pocos kilómetros al nor-noroeste de Bogotá (y en el corazón del país). Sucede que Palanquero está equipada en forma ideal como ninguna otra instalación en toda Latinoamérica. De mayores dimensiones que la ecuatoriana de Manta, Palanquero puede hospedar a un staff mayor a dos mil personas, en medio de un complejo que cuenta con restaurantes, supermercado, teatro, un hospital y hasta un casino. Lo mejor, sin embargo, viene a la hora de considerar sus posibilidades para el uso de aeronaves: su pista es unos 600 metros más extensa que la de Manta, y sus hangares podrían albergar entre 50 y 60 aviones. "Hasta tres aviones podrían despegar al mismo tiempo", señala una fuente castrense del Pentágono. Además, debido a la localización de la base, los Kfir colombianos pueden alcanzar cualquier punto de la frontera en menos de diez minutos. Y como Palanquero se halla situada en los bancos del río Magdalena, incluso tiene la capacidad para recibir aeronaves anfibias. Y existe otro factor que explica el deal entre Washington y Bogotá. La ampliación del Plan Colombia tiene, para Alvaro Uribe, otro objetivo, más de corto plazo. Uribe, junto con su inteligencia militar, ha evaluado que los próximos cinco años deben aprovecharse para eliminar de una vez por todas al factor amenazante que constituyen las FARC. El movimiento guerrillero se desvanece en su influencia, y el correcto análisis del premier colombiano da en la tecla: hay que arrinconar a las FARC y destruirlas. Faena cuya estrategia se ha visto exitosa a partir de la eliminación de varias de sus cabezas. El logro más reciente fue el asesinato de Raúl Reyes, celebrado en privado por la comunidad internacional, muy a pesar de las protestas de Rafael Correa y sus secuaces. Una vez que el gobierno colombiano se anote el éxito de la eliminación de Victor Julio Suárez Rojas -alias "Jorge Briceño Suárez" o "Mono Jojoy"-, la derrota definitiva de las FARC estará a la vuelta de la esquina. Al revés de lo que -en su ingenuidad- considera Cristina Fernández de Kirchner, quien cree injustificado que Colombia amplíe su colaboración con el Pentágono en el affaire de las bases, lo cierto es que, si Uribe no aprovecha el mal momento de los guerrilleros para borrarlos de una vez por toda del territorio colombiano, podría ocurrirle lo mismo que al peruano Alan García que, creyendo que Sendero Luminoso ya no constituía una amenaza, ha logrado reactivarlo gracias al abandono que ha caracterizado a su administración respecto del problema. El teatro de operaciones político de Sudamérica ha cambiado, o está por cambiar radicalmente. Hugo Chávez ha debido asistir, resignado, a la derrota política de sus aliados en la Argentina. Su poder mengua cada día más y las medidas desesperadas a las que recurre para atemorizar a la prensa independiente así lo atestiguan. Con su caída definitiva, también penderá de un delgado hilo el futuro de Evo Morales y Rafael Correa, que dependen del dinero y el petróleo venezolanos. Tal vez sea la hora de reconocerle a Alvaro Uribe su iniciativa y sus dotes de estadista. El presidente colombiano ha sabido moverse en un escenario regional políticamente hostil pero todo indica que saldrá favorecido y quedará como una suerte de pionero, una vez configurado el nuevo panorama político subcontinental. Con pragmatismo, racionalidad y diplomacia, Uribe se ha anotado numerosos logros, siendo el primero de ellos el haber reconvertido a Colombia de nación productora de drogas a nuevo polo de poder y de nuevos negocios en Latinoamérica. El mencionado ha sabido destacar, haciendo uso de herramientas de las que claramente adolecen el grueso listado de líderes sudamericanos de esta actualidad. Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política. Email : elojodigital.com -arroba- gmail.com.
Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales