SOCIEDAD: EL PODER DEL ESTADO, AUSENTE DE LAS CALLES

Vote a JorgeTelerman, el candidato de los cuidacoches. Aníbal Ibarra, autor intelectual del nefasto código de convivencia porteño

Jorge Telerman es, sin lugar a dudas, el candidato que votarán los cuidacoches. El actual Jefe de Gobierno porteño no solo no actuó jamás contra este fenómeno callejero -que se desenvuelve en la ciudad con total impunidad- sino que el problema ni siquiera figura en su agenda. Un repaso al fallecido código de convivencia porteño de Aníbal Ibarra, causa original del estado actual de la Ciudad.

21 de Julio de 2010
Interesante el artículo que publica en su edición del jueves el matutino Ambito Financiero, aunque el espinoso tema de los cuidacoches ya ha sido tratado en su momento por La Nación y por Diario Clarín, aunque este último ha utilizado un enfoque demasiado benévolo a la hora de describir el accionar de estos verdaderos delincuentes urbanos. Lo cual no sorprende, pues Clarín ciertamente no es muy proclive a criticar los desaguisados de Jorge Telerman al frente de la intendencia porteña. Pero el material publicado por Ambito es concluyente, desde el momento en que da a conocer una verdad indubitable, a saber, que no existe autoridad alguna que pueda reprimir el accionar de estas lacras humanas. Tal es la conclusión que se extrae, luego de que el autor del artículo destacare : * que la Policía Federal no tiene un marco legal a qué atenerse para sacar a los cuidacoches de las calles. * la fiscalía contravencional asegura que solo puede intervenir si existen denuncias de damnificados. * la propia fiscalía actúa en conflicto permanente con la Policía Federal, a quien acusa de no confeccionar correctamente las actas. Por ende, se las rechaza. * subsisten los pedidos incomprensibles de las autoridades para que los ciudadanos denuncien a los cuidacoches. En tiempos previos al tristemente célebre código de convivencia, promovido por Aníbal Ibarra, Jozami y otros personajes deleznables de la política porteña, para el caso mencionado se aplicaban las figuras de "merodeo" y "averiguación de antecedentes". La represión del delito en la ciudad funcionaba aceitadamente y pocos o ningún ciudadano interpusieron quejas contra este sistema. El problema, como siempre, fue magnificado por los ideólogos de siempre, que usufructúan un discurso retrógrado para hacer sus propios negociados por debajo de la mesa. Cabe destacar que la policía ya no tiene herramientas para reprimir una larga lista de delitos de importancia, desde cruzamientos de semáforos en rojo, peleas callejeras y tampoco puede actuar en forma efectiva en los casos de personas que se drogan en la calle a plena luz del día. Hoy por hoy, ver jóvenes fumando cigarrillos de marihuana en plena calle o en los parques públicos es moneda común. El código de convivencia de Aníbal Ibarra y del actual intendente fue presentado en su momento como la "gran solución", pero terminó por convertir a la Ciudad de Buenos Aires en el patético espectáculo que es hoy, donde punguistas, piqueteros, drogadictos, prostitutas, travestis y cuidacoches se pavonean ante la inacción de la ley. Un escenario, para muchos, similar al que primaba en la Nueva York de los años 80, aunque -gracias a Dios- sin la exagerada pasión por las armas que siempre fue típica de los americanos del norte. El código de Ibarra y Telerman ha fracasado, pues no solo no ha generado soluciones, sino que incrementó la burocracia a niveles insoportables en lo que respecta a la represión de delitos callejeros, de modo tal que el accionar en este sentido en la Ciudad ha, simplemente, desaparecido. Oportunamente fue introducido mediante el uso de argumentos de tinte ideológico, aquellos característicos de cierto sector de la izquierda extrema y que pregonan odio generalizado contra la policía y un riguroso desprecio por la aplicación de la ley en términos generales. Pero la única verdad es la realidad : el experimento holandés no podrá funcionar jamás en la Argentina. De hecho, intentos similares han fracasado en importantes ciudades de Europa. Un ejemplo muy sencillo de cómo el código ha ennegrecido aún más el panorama de la inseguridad urbana es el mencionado caso de los cuidacoches. No hay manera de sorprenderlos cometiendo un delito, y los delincuentes conocen al pie de la letra sus derechos, a la vez que saben perfectamente que los agentes no pueden arrestarlos, ni aún cuando sean sorprendidos in fraganti solicitando dinero por un lugar para estacionar en la vía pública. Lo propio sucede con las prostitutas y los travestis, que pueden ahora pasearse con pintoresca soltura por cualquier barrio porteño. Idéntica situación con los jóvenes que beben alcohol sin ningún tipo de límites en las calles, y hasta cualquier hora, otro de los "regalos" del código de Ibarra y Telerman al ciudadano porteño. En Avenida Cabildo y Congreso, o en la misma intersección de Cabildo con Monroe, las noches brindan espectáculos exclusivos de jóvenes ebrios tomándose a golpes de puño, como consecuencia de una ingesta furiosa e interminable de cerveza. Idéntico escenario se observa en cercanías de kioskos, que siguen vendiendo alcohol a todo el mundo y a precio de rebaja. El caos se ha adueñado de las calles de Buenos Aires debido al sinnúmero de nuevas oportunidades que el código de convivencia ofrece al contraventor para quebrar, irónicamente, la convivencia urbana. La Policía Federal, finalmente, nunca da abasto para afrontar el subsecuente desmadre. Cualquiera puede observar cómo los agentes ya ni siquiera se preocupan por labrar actas por mal estacionamiento o por cruces de luz roja, ni hablar de problemas "menores" como el exceso de velocidad cometido con impunidad por motoqueros -verdaderos marginales del tránsito-, colectiveros homicidas y taxistas. Es más, casi siempre se evitan las persecuciones en pro del ahorro de combustible. Gentileza del bajísimo presupuesto que el Ministro del Interior, Aníbal Fernández, otorga a la Policía Federal cada año. El más bajo de la historia de la institución, de acuerdo a cifras conocidas. La comisaría 51a., sita en la intersección entre las calles Artilleros y Juramento del barrio de Nuñez, está entre las peores a la hora de controlar, por ejemplo, el accionar de los cuidacoches. Estos se desempeñan sin problemas -desde hace años- en los bosques de Palermo -en este caso puntual, inmigrantes ilegales ucranianos- y en inmediaciones del estadio de River Plate, en ocasión de partidos de fútbol y recitales. ¿Quién vigila el accionar de esta inocua comisaría? Seguramente no es Jorge Telerman, el candidato de los cuidacoches, quien, dicho sea de paso, jamás se pronunció en favor de que la Capital Federal tenga su propia fuerza. Si lo hace a partir de ahora, será demasiado tarde. Así están las cosas en la Ciudad. Aníbal Ibarra pretende, sin vergüenza alguna, volver al poder y continuar usufructuando los recursos del Estado para su propio beneficio, sin importar su participación y corresponsabilidad en los 200 -sí, doscientos- muertos que dejó la tragedia de Cromañón. Tampoco se acuerda de su contribución al desorden, producto de su legítimo hijo, el Código de Convivencia Urbano, cuya muerte ya ha sido decretada hace tiempo por la ciudadanía porteña. Daniel Filmus, por su parte, no exhibió jamás ningún programa de gobierno para la Ciudad, y la palabra "seguridad" jamás salió de su boca. Y, hablando de bocas, Carlos Heller quebró alegremente al club Boca Juniors en los 80 en complicidad con Antonio Alegre y hoy se pasea, impune, por la vidriera política porteña, con un discurso derechohumanista que poco tiene que ver con los problemas diarios de Buenos Aires. Ginés Gonzáles García seguramente repartirá píldoras del día después con una alegre sonrisa y su slogan será "aborto gratis para todos". Y con respecto a Macri, muchos se preguntan si realmente podrá provocar un cambio en Buenos Aires o si contribuirá a mantener el paupérrimo estado actual en que se encuentra. O si, por otra parte, no aprovechará la ocasión para hacerse de algún novedoso "negociado", si acaso le queda alguno por hacer. Como fuere, a esta misma hora, y en muchos barrios porteños, hay un señor pidiendo dinero para no dañar su automóvil, ese que Ud. intenta estacionar en el único lugar que quedó libre en esa esquina anónima de esta verdadera Ciudad de la Furia. Pero no hace falta un Michael Douglas. Es necesario un Jefe de Gobierno que haga cumplir la ley y saque a los criminales de la calle.
El Ojo Digital Sociedad