POLITICA: EL GOBIERNO NACIONAL NO ENCUENTRA CAMINOS PARA HACERLE FRENTE

Impunidad gremialista : Hugo y Pablo Moyano extorsionan a Quilmes y se frenan despidos

Hugo Moyano y su hijo Pablo, referentes del gremio argentino de camioneros, alcanzaron finalmente la cima en lo que a actitudes extorsivas se refiere. Con una impunidad que jamás se había observado antes, el gremio boicoteó la distribución de gaseosas y cerveza, amenazando con paralizarla si no se evitaba el despido de mil trabajadores en la empresa Quilmes. El Gobierno Nacional y sus funcionarios nada pudieron hacer, y se confirma lo que no pocos decían por lo bajo : la Argentina no es un lugar propicio para los negocios y la producción.

21 de Julio de 2010
Un largo camino ha recorrido el impresentable gremialista Hugo Moyano al frente del gremio camioneros. Aunque lo correcto sería decir que el mencionado ha acumulado un enorme prontuario. Prontuario que en la Argentina de hoy, rehén del poder cuasimafioso de los gremios, goza siempre de los beneficios del "borrón y cuenta nueva". Por si no alcanzara sólo con uno, también hizo su debut recientemente, uno de sus hijos, Pablo Moyano. Y su primera aparición pública de volumen no fue precisamente para el festejo. En ocasión del traslado del féretro de Perón, el troglodita que efectuara disparos a mansalva y frente a todas las cámaras de televisión, era nada menos que el chofer de Pablo Moyano. El nombre de guerra del impresentable era Emilio "Madonna" Quiroz, un barrabrava de poca monta que, como no podía ser de otra manera y a pesar de haber hecho lo que hizo, no obtuvo condena de prisión efectiva alguna. Tanto su jefe Pablo, como el padre de este, Hugo, efectuaron la presión suficiente sobre la Justicia como para que el delincuente no pasara ni un día en la cárcel. Y así fue. Pablo Moyano es, a todas luces, un "nene de papá", como se dice vulgarmente. Arengado por su padre, que sabe no estará para siempre al comando de camioneros, el vástago ha hecho su aparición en el gremio, a los efectos de ir imponiendo su tristemente célebre apellido. Pablo no solo usufructúa la herencia malhabida de su padre, sino que también trata de construir su propio nombre y, al igual que su tutor, relacionarlo con la violencia. En las protestas más recientes del gremio, que luchaba por incorporar nuevos rubros bajo su payroll, Pablo utilizó y mandó utilizar los métodos de violencia clásicos de este gremio que parece haber surgido del mismo infierno : golpizas, piedrazos y agresiones de todo tipo contra aquellos que se negaban al paro. Porque -corresponde decirlo- existe gente digna en el gremio y que ciertamente no está de acuerdo con este modus operandi clandestino. Tanto Hugo Moyano como su hijo jamás han tenido problema en utilizar su capital de violencia y extorsión, a los efectos de hacer cumplir sus diabólicos planes : lo han hecho bloqueando a Carrefour, han extorsionado al Gobierno Nacional y al propio Presidente las veces que se lo propusieron. En general, los pedidos tienen relación con aumentos inverosímiles -que nunca bajan del 20% o el 30%-, pero el objetivo favorito de estos personajes marginales es el absorber todo rubro de empleados relacionado con el transporte, para así contar con una mayor caja. Caja de la que siempre Hugo Moyano echa mano, ya sea para su propio enriquecimiento, como para viajar a Ginebra, Suiza en ocasión de la celebración de los mitines internacionales de la OIT -Organización Internacional del Trabajo-. Moyano para en hoteles cinco estrellas, nunca menos. Y viaja en primera clase en cada oportunidad. Vale aclarar que este dinero es de los trabajadores, pero él lo utiliza con impunidad. El gremialista fue denunciado por un dirigente gremial de La Plata, Luis Medina, por enriquecimiento ilícito. Las propiedades inmobiliarias con que cuenta Hugo Moyano son incontables, y en ningún caso humildes. En muchos casos, estas no están a nombre de él sino de sus familiares directos o indirectos. Llama la atención que jamás diario alguno se atrevió a investigar su declaración de bienes, si acaso existe. Pero, a pesar de que en la Argentina actual, todos los dirigentes gremiales están envueltos en enriquecimiento ilícito y corrupción de toda forma y color, nadie se ha preocupado por investigarlo. ¿Los motivos? Cualquier gremio moviliza gente. Y esa gente sirve como materia prima para movilizaciones, o incluso para sabotear expresiones de apoyo de candidatos opositores. De hecho, muchos barrabravas de clubes de fútbol son integrantes y fuerza de choque oficial de gremios. Camioneros es un caso ejemplar a este respecto, ya que muchos de sus integrantes violentos provienen de los núcleos duros de la barrabrava del club Independiente de Avellaneda. Ya sea para cuidar el ingreso a dependencias públicas o de alguna repartición estatal, el barrabrava es de gran ductilidad : no es un policía, con lo cual no puede ser enjuiciado ni separado. Es un marginal, y en el conurbano bonaerense son conocidos los casos en donde, sin importar el delito que cometan, estos personajes ni siquiera visitan dependencia policial alguna. La propia policía -Federal y Bonaerense- ni siquiera se cruza en su camino, pues saben que es inútil intentar procesarlos. Es una pérdida de tiempo que puede terminar en violencia. ¿Otro ejemplo? Los barrabravas de Chacarita -de Luis Barrionuevo- que suelen visitar muy seguido el gremio gastronómico que él conduce. El barrabrava Rafael Di Zeo conoce bien este sistema y por ello ha amenazado en reiteradas oportunidades con delatar a sus jefes o encubridores políticos. Aquellos que no creen en la relación entre Di Zeo y el gremialismo violento, deben saber que el abogado del barra de Boca Juniors acaba de citar el mismo recurso que utilizara en su momento el defensor público de Emilio Quiroz para obtener la eximición de prisión. En este sistema corrupto no solo participan dirigentes gremiales y sus hijos, sino también intendentes, concejales, policías y abogados penalistas... Con todo, Hugo y Pablo acaban de consumar su poder intimidatorio e incluso hacerlo trascender fronteras afuera : en las protestas del comienzo de esta semana, movilizaron a parte de su elemento para protestar frente a la embajada del Brasil, en Cerrito al 1300 de esta Capital. El objetivo era impedir el despido de casi mil trabajadores que se desempeñan en la planta de Quilmes, en el sector transporte de bebidas. Pablo Moyano -pues fue su iniciativa- amenazó con bloquear la distribución de cerveza y gaseosas en la ciudad de Buenos Aires si esos trabajadores eran despedidos. El reclamo es ridículo por donde se lo mire, pero es muy útil a los efectos de ilustrar a cualquier inversor para que comprenda que en la Argentina no se pueden hacer negocios. Los costos laborales y la presión gremial son permanentes, todo lo cual es un factor disuasorio aunque los rendimientos prometan ser buenos. Pero el dato ha sido recogido por los inversores externos : en el bienio 2005-2006, estadísticas terminaron de confirmar que la Argentina fue el país con menor inversión extranjera directa en América del Sur. Una información que hay que agradecer a Hugo y a Pablo Moyano en gran medida. Aunque también el Presidente Néstor Kirchner tiene un rol importante en ello, con sus diatribas permanentes contra el capital foráneo. Evidentemente, la empresa Quilmes no requiere más de los servicios de ese casi millar de empleados. Por ende, tiene todo el derecho de despedirlos si sus necesidades así lo requieren. Pretender lo contrario sería exigir a las empresas que vienen al país, que abandonen la idea de obtener ganancias, o que sometan sus ingresos en un 100% al criterio decisional del Estado. Tal vez allí resida uno de los problemas de fondo de la Argentina : que nunca se ha optado por un sistema de generación de riqueza concreto. Pareciera que, por momentos, se pretendiera construir un sistema capitalista con participación estatal permanente -ya fuera a base de coimas y sobornos o basado en la simple influencia y presión sobre la cadena de precios-, que en mucho se asemeja al comunismo que ya desapareció de la faz de la Tierra. En este nuevo capítulo de la extorsión gremial para con el país, Moyano ha salido victorioso no solo en su batalla contra la empresa brasileña que controla Quilmes, sino también contra -nuevamente- el gobierno argentino y sus inocuos funcionarios del Ministerio de Trabajo y otros altos puestos ejecutivos. Lo que es más, la movida demencial de los camioneros los llevó a manifestarse contra la embajada del Brasil en el centro porteño. El propio embajador brasileño medió en el caso y evitó el cesanteo del millar de empleados de la cervecera. Pero no sin antes llamar por teléfono a Brasilia y bromear acerca de la abierta incapacidad del Presidente Néstor Carlos Kirchner para lidiar con el problema de los gremios en su propio país. Muchos enhebrarán una sonrisa al leer estas líneas, pero lo cierto es que Hugo Moyano tiene acceso irrestricto a Balcarce 50, y no ha tenido pudor para amedrentar al Presidente en su propio rostro con la posibilidad de llenarle la Plaza de Mayo con camiones de su gremio, si acaso sus reclamos de incrementos salariales ridículos no eran contemplados. El Presidente, que no quiere a los porteños todavía más enfurecidos contra él, nunca tiene otro remedio que cumplir los deseos del insufrible Moyano. Seguramente no será Néstor Kirchner, pero en algún momento del futuro alguien deberá combatir esta verdadera amenaza para la seguridad nacional que es el gremialismo argentino, violento, corrupto y prebendario. El Estado argentino tiene los medios, pero es necesaria una fuerte dosis de compromiso político y voluntad global para hacer cumplir las leyes, leyes que, en definitiva, están allí para que todos los ciudadanos podamos coexistir pacíficamente y en orden. La Argentina continúa siendo un paraíso para el desenvolvimiento de personajes siniestros como los mencionados, pero el mundo está lejos de hacer oídos sordos a este tipo de problemas. En la década del 80, en Nueva York, el FBI -la oficina federal de investigaciones de aquel país- envió a prisión a docenas de trabajadores del gremio del pescado y la carne por comprobárseles cargos de extorsión y amenazas -racketeering en el inglés original-, con el objetivo de influir en el precio de las transacciones en el Fish Market neoyorkino, cercano a Wall Street. Los culpables recibieron sentencias no menores a veinte años de prisión efectiva. Igual sentencia le correspondería a Hugo y a Pablo Moyano si se hablara de cualquier país desarrollado. Es necesario un mani pulite argentino para con la cuestión del poder extorsivo de los gremios. De otro modo, el país se verá paralizado ante cualquier nuevo capricho de aquellos. En la Argentina de los últimos dos años, la presión de los gremios ha sido claramente la responsable del incremento generalizado de precios y del posible retorno de una inflación importante. Corresponde decir que los únicos beneficiados de los incrementos de salarios son las propias cabezas de los sindicatos, nunca sus trabajadores. A los titulares de los gremios, la inflación nunca los alcanza. A los trabajadores, sí.
El Ojo Digital Política