POLITICA - EL DISCURSO INCREIBLE DEL PRESIDENTE KIRCHNER: POR JORGE ASIS

El discurso del Presidente Néstor Kirchner en el Congreso : Patológica autocomplacencia

Kirchner informa sobre el "Estado de la Nación".

21 de Julio de 2010
Por Carolina Mantegari De Consultora Oximoron (Depto. Semiología) especial para JorgeAsisDigital El Presidente presenta, ante el pleno de la Asamblea Legislativa, lo que debiera ser su informe responsable sobre el Estado de la Nación. La mala dicción entorpece la percepción del mensaje peor leído. Camisa blanca y corbata celeste. Colores nacionales estéticamente reflejados. Traje de juramento, azul. Cuesta seguir la hilación de la lectura que el Sujeto no goza. Como si el Sujeto quisiera sacarse de encima pronto las palabras. Kirchner aburre porque se aburre, durante 140 minutos, con la monotonía de los logros discutiblemente interminables. Una conjunción insípida de memorandums. Papeles prolijos, elevados por los distintos ministerios, y secretarías. Desde los aportes principales de la Superrepartición del señor De Vido, o de la Cancillería ausente. Hasta supuestos logros de la nadería embrionaria de la Secretaría de Cultura. Texto redondeado, con derecho de toque, de agregados y correcciones, por la senadora Cristina, su eventual sucesora. Y por el señor Zannini. Un funcionario funcional que logró instalar la celebrada funcionalidad del hombre inteligente. Al menos, entre la brumosa precariedad del plantel que emblematiza la declinación intelectual de la Argentina. En suma, debe tolerarse el desfile del optimismo repujado. Versiones rescatables de la propia gestión. Con un sentido estremecedoramente patológico de la autocomplacencia. La autocomplacencia, aquí, es trasversal. La evaluación tan autosatisfactoria de lo actuado roza, por su infantilismo, la patología apuntada. Generosidad descalificatoria Sin embargo, el abatimiento inflamado del discurso presidencial, crece, en interés dramático, cuando el Sujeto, o sea el Presidente, improvisa. Es decir, en los paréntesis. En los especies de respiros que funcionan como altibajos. Ayudan a digerir el mamarracho de tanto vitalismo falsificado. Como las cifras de los índices que sostienen la autosatisfacción. Es en la improvisación cuando el Sujeto, el Presidente crispado, exhibe los reconocibles atributos de su destacable vulgaridad y rudimentarismo estilístico. En los tramos de las jactancias, por ejemplo, sorprende por el candor primario, que completan los aplausos de sus festejantes. Cuando presenta la crispación alborotada del gobierno del Sujeto, "como la contracara de la Argentina de la crisis". O en los tramos de las pedestres descalificaciones hacia los adversarios. También festejados con sonrisitas por sus ministros jocosos, que completan la piedad del cuadro. El Presidente aparenta tener la intención de señalarles, a sus adversarios, cómo es que deberían ser. Y comportarse. Pobres, estos políticos deben ser opositores a la medida del designio presidencial. Padecen el pecado insondable de resistirse a ser como el Sujeto, en sus desbordes, quisiera. En general, a su criterio, quienes débilmente lo confrontan se encuentran manchados, de manera indeleble, por las culpas tenebrosas "de los noventa". Están impregnados de "acatamientos a las recetas de los fondos multilaterales de crédito". Seres, en definitiva, que mantienen la petulancia de reclamarle, justo a él, "calidad institucional". ¿A quién le ganaron?, parece insinuar, ante el aplauso fácil de sus diputados aferrados. Hay también, en su generosidad descalificatoria, espacio para los periodistas. Conste que jamás, desde la reinstauración democrática, existió un periodismo tan blandamente complaciente con los horrores de una administración. Como el actual. Sin embargo, para el Sujeto, los profesionales de prensa, los que osan tibiamente criticarlo, deben tener en cuenta que "no resisten un archivo". El Sujeto aprovecha la impunidad para emitir lecciones de crítica. Es de los alucinados que suponen que la "crítica debe ser constructiva". Es decir, para construirlo, como Presidente, al Sujeto. Es demasiado. El discurso se sumerge entonces en las inconexiones básicas de quien se aventura técnicamente en la asociación aparentemente libre. Así como para él los periodistas no resisten un archivo, su pieza no resiste el rigor de un análisis crítico. Virtudes Sin embargo debe reconocérsele alguna consistente virtud política. Por ejemplo la capacidad de armar su propia mitología. "Cuando el 26 de Mayo del 2003, me quedé sólo con Cristina y los chicos, y pensé en la enorme responsabilidad que nos esperaba?". O de arrancar el jugo, aún, a la tropelía de haber avanzado sobre aquella Corte, que estaba por el piso y nadie pensaba defender. O de sacar réditos, hasta la obstinación, de los corolarios furtivos de la represión imperdonable de los setenta. Con los palcos ornamentados por las "madres y abuelas". Señoras dignamente seducidas por la generosidad del presupuesto. Y por invocaciones a "los treinta mil desaparecidos". Y alusiones al castigo de los genocidas "en cárceles comunes". La ofensiva del fracaso Otra virtud del Presidente, ya señalada en el Portal, consiste en desdibujar los gigantescos fracasos. Y pasar a la ofensiva, a partir de ellos. Por ejemplo cuando invoca la desaparición "de nuestro amigo López". Avanza previsiblemente contra los represores, en apariencia aún con aparente capacidad de daño. O cuando decide referirse, por fin, y en el pleno, al papelón de Gerez. En ambos casos, López y Gerez, el Presidente logra un efecto de ofensiva al exhibir su enojo. Cuando debe dar, simplemente, en los dos casos, explicaciones. Es decir, el Sujeto aquí debe aclarar. Y abstenerse de retar. Sin embargo es en el conflicto con ?los hermanos uruguayos? donde el Presidente concibe un punto culminante de la desfachatez estilística. Que consiste, reitérase, en la táctica de pasar a la ofensiva, a partir de los errores. "Negociar no es acatar", reprocha. Y en su versión patológicamente autocomplaciente de la historia, parece no registrar ninguno de los patéticos errores de gestión que signaron el clima tutelar del conflicto. Que llevó a municipalizar, tristemente, la política exterior del país aislado. Aunque se enoje. Apoyado, apenas, sobre el regazo inquietante del único estadista que le coloca, interesado, el hombro. Chávez. Pero es otra patología, para un análisis próximo. Carolina Mantegari Consultora Oximoron para JorgeAsisDigital
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