SOCIEDAD: POR PABLO KARAKACHOFF

In memoriam

El 27 de Enero de 1945, la primera patrulla soviética avistó el campo de concentración de Auschwitz en Polonia. Los nazis, ante el rápido avance de las tropas soviéticas, estaban desmantelando los campos de exterminio y tratando por todos los medios de borrar su macabra obra. La mayoría de los ocupantes que sobrevivían hasta ese momento debían ser eliminados y sus cuerpos deberían desaparecer. No debían quedar pruebas del horror.

21 de Julio de 2010
Con Auschwitz, actuaron de distinta manera; necesitaban la "recuperación" de todos los hombres en condiciones de trabajar. Por ello, los prisioneros sanos fueron evacuados a los campos de Buchenwald y Mauthausen, mientras los enfermos fueron abandonados a su destino. Un avance sorpresivo y relámpago de una división de tanques rusos no dio tiempo a los alemanes de destruir Auschwitz y fue así como las instalaciones -casi intactas-, con cientos de sombras humanas que deambulaban de un lado a otro fue lo primero que vieron aquellos jóvenes soldados rusos. Primo Levi, sobreviviente, dice que los vio llegar, montados a caballo en aquel día de enero. Eran cuatro, armados con ametralladoras. Al llegar a las alambradas, se detuvieron a mirar, hablando entre ellos pausadamente, intercambiando palabras breves y tímidas, a la vez que observaban a las pilas de cadáveres que no pudieron ser desaparecidos por los guardias; sus ojos asombrados no entendían todavía lo que era aquello, habían visto la muerte a diario en su avance hacia Berlín, pero aquello que se mostraba abiertamente ante sus ojos no formaba parte de la muerte en batalla. Se hallaban inmóviles tras las alambradas que marcaban el límite geográfico entre la vida y la muerte de los prisioneros del Lager (campos de concentración). No saludaban, no sonreían; su imagen denotaba un sentimiento de compasión mezclado con espanto; se les notaba en sus rostros. Los sobrevivientes que deambulaban sin rumbo -dentro del campo- los observaban sin gesto de asombro alguno; sus miradas estaban vacías, sus cuerpos apenas se sostenían parados, la falta de alimentos les había quitado -a los que quedaban vivos- las fuerzas y cualquier movimiento les resultaba un sufrimiento y caían al suelo ante el más leve desequilibrio, muchos ya no se levantaban y esperaban la muerte, acostados. El objetivo de los nazis se había cumplido; aquellos que no murieron por las privaciones a que eran sometidos, por los golpes diarios que recibían, por las cámaras de la muerte o cámaras de gas, eran muertos en vida; los habían destruidos como seres humanos. Los habían transformado en un número que llevaban grabado en una de sus muñecas, no tenían nombre, apellido, familia, ni pasado; eran los prisioneros número x. Su condición humana había desaparecido. Hablar de Auschwitz es hablar de lo inenarrable; todos los adjetivos son escasos y no alcanzan para describir lo ocurrido. Primo Levi, uno de los sobrevivientes que más luchó en la posguerra para hacer conocer lo que vivió en los campos de exterminio, decía que los Lager eran una selva donde sobrevivía el más fuerte y no el más inteligente en muchos casos. Los prisioneros que en su vida anterior estaban acostumbrados a tareas pesadas se adaptaron más rápido y soportaron mejor los trabajos inhumanos a los cuales estaban expuestos. Los intelectuales sufrieron espantosamente y por su condición eran eliminados casi enseguida por los guardias. Había criterios y órdenes de eliminarlos, no debía haber presos que pensaran, eran peligrosos. Levi comentaba que el común de la gente pensaba que la lucha dentro de los campos era entre prisioneros y guardias. Era un error pensar tan simplemente; dentro del campo había que cuidarse de los guardias, de los prisioneros y de los kapos. Los guardias mataban ante cualquier indicio de protesta. Una mirada fuerte o una pregunta eran suficientes para morir a golpes o por obra de un disparo. Los prisioneros a veces eran más peligrosos que las propias S.S. : robaban comida para sobrevivir. Robaban ropa, calzado. Sin calzado, el prisionero moría en cuestión de días, debido al frío y las infecciones en los pies. Otros delataban a sus compañeros por un plato más de comida; todo valía en ese submundo que era Auschwitz. Y los kapos -prisioneros con autoridad para actuar contra otros de su condición- eran casi siempre más brutales que sus carceleros : por un bocado más grande y algunos privilegios, golpeaban brutalmente a sus compañeros. Pensaban ingenuamente que de esa forma se salvarían y ciertamente estaban equivocados. Casi todos murieron en las cámaras de gas -pues no podían quedar pruebas-, y los que sobrevivieron fueron ajusticiados por los mismos prisioneros y por los rusos. Más de un millón de ciudadanos judíos fueron asesinados en Auschwitz; lo mismo sucedió con miles de prisioneros rusos y otro tanto de prisioneros polacos. Para finalizar, unas palabras de Primo Levi, que sirven para estar en alerta, al tiempo que preocupan : "Ha sucedido -escribe del nazismo-, y por consiguiente, puede volver a suceder; esto es la esencia de lo que tenemos que decir".
Por Pablo Karakachoff para El Ojo Digital Sociedad