SOCIEDAD: POR PABLO KARAKACHOFF

América Latina, un término cuestionable

Cuando se habla de América Latina, se tiene por aceptado que esta constituye un espacio territorial formado por países con características individuales y otras que son más o menos comunes a la mayoría de ellos. Pero el concepto de América no es igual para todos los que habitan el llamado continente.

21 de Julio de 2010
No debemos olvidar que el término América es un concepto inventado por los colonizadores. A los habitantes del territorio americano nos enseñaron que la tierra donde estamos parados y donde se pararon nuestros antepasados y los originarios habitantes se le impuso el nombre de América. El bautismo de América hacia el territorio recién descubierto por Cristóbal Colón en 1492 o con anterioridad por pueblos nórdicos llamados vikingos en el siglo X se debe a un conjunto de geógrafos europeos reunidos en la Abadía de Saint Dié, Francia, que en 1507 utilizaron por primera vez ese término e iba a figurar en la obra "Introducción a la Cosmografía", publicada por el cartógrafo alemán Martín Waldseemüller, en homenaje al explorador Amérigo Vespucci, quien se llevó injustamente el mérito que le hubiera correspondido al propio Cristóbal Colón. Bien se podría haber llamado Colombia en homenaje a Colón, ya que Vespucci llegó a estas tierras en 1499, siguiendo la ruta del tercer viaje de Colón. A esta impostura luego se agregó otra; ?latina?, término reciente y mal empleado, a pesar de que hoy es de uso corriente. Durante siglos, los españoles utilizaron el término América Española, para significar la dependencia hacia los peninsulares. Era un término con profundo significado cultural, era el sello de la dominación colonial española. Con posterioridad a los movimientos de independencia del siglo XIX y la formación de los estados nacionales en el siglo XX, se comenzó a llamar a estas tierras Hispanoamérica, por el legado cultural y espiritual que supuestamente los nuevos estados habían recibido de España. Pero con el avance del estado brasileño y su entrada acelerada e impetuosa en el concierto de los estados americanos apareció otro denominador para estas tierras : Iberoamérica. El término ?latina? le fue propuesto al emperador Napoleón III, para definir los territorios coloniales en América, más concretamente Méjico, justificando la defensa de la latinidad y la religión en las ríspidas relaciones de Napoleón con el Papa en Italia, frente a los anglosajones, los norteamericanos que se habían apoderado de buena parte del Méjico de la Independencia. Hoy se da por aceptado este término para identificar a una parte del continente americano, pero, ¿qué parte? Cualquiera contestaría que al sur del Río Grande, la frontera que separa Texas de Méjico. Esto sería admitir que Surinam es latina o, al revés, que los millones de latinos entre Los Angeles, Miami y Montreal no lo son. Desde este punto de vista, América Latina se define por ser el lugar que ocupan determinados estados. Pero desde otro enfoque, podría ser el lugar donde residen millones de personas, denominadas "latinos". Si admitimos un concepto más cultural que geográfico de América Latina, ésta incluye buena parte de Estados Unidos, en el sur principalmente. Continuando hacia el sur, ¿podríamos decir que Belice y la Guayana son América Latina? Desde un criterio geográfico, si; si el criterio es histórico, la respuesta es negativa. Si nos referimos al factor civilización, muy poco. Dentro de los países que conforman América Latina, hay poblaciones que han recibido ciertos rasgos que configuran la latinidad, pero que se mezclan en proporciones variables con otros de naturaleza diferente. En países como Bolivia, Ecuador, Perú, El Salvador y Guatemala, grandes proporciones de población conservan pautas culturales anteriores a la colonización y han resistido a la obra destructora de la misma, manteniendo antiguas tradiciones. El colonialismo fue actuando a través de los años sistemáticamente sobre los estados latinoamericanos de una forma tal que se daba por asumida la imposibilidad de pensar en buscar puntos comunes que lograran la unidad de los diferentes países; se exacerbaron pequeñas diferencias, se inventaron falsos nacionalismos, se utilizaron conceptos falsos de superioridad de pueblos en desmedro de otros, cuando la realidad era que todos nacieron de una raíz común. Se crearon guerras por territorios que fueron valorizados en forma artificial y tendenciosa, cuando en realidad no tenían valor alguno. Una clase dirigente -en estrecha relación con compañías extranjeras- explotó salvajemente a los ciudadanos de sus respectivos países, entregando las llaves de la economía a gerentes de empresas que estaban a miles de kilómetros de distancia. Recién en los últimos años, con el avance de las mayorías nacionales en el manejo de la cosa pública, se comenzó la revisión de viejos conceptos donde parecía que el destino de América Latina era la de eternizarse en un rosario de países que solo podrían avanzar con el esfuerzo individual, desconfiando del vecino y concretando alianzas políticas entre estados para crear hipótesis de conflicto con otros. Hoy se avanza en sentido contrario. Por lo que podemos deducir que no solo el concepto de América Latina es cuestionable y flexible, sino que no es tan difícil hablar de la Nación Latinoamericana, lo que no simplifica los conceptos; más bien al contrario : se vuelven todos un tanto más confusos, dadas las nuevas relaciones entre los estados y las injerencias que unos puedan tener sobre otros. Pero es lo que se quiere demostrar con la presente nota, la complejidad de la región y el uso correcto o incorrecto de términos dando lugar a nuevos razonamientos y profundización en el tema latinoamericano que todavía está en pañales, y cuyas soluciones no se avizoran a corto plazo.
Por Pablo Karakachoff para El Ojo Digital