INTERNACIONALES: EL CONFLICTO CON EL URUGUAY POR LAS PAPELERAS

Ya nadie quiere saber de Gualeguaychú, las pasteras ni Jorge Busti

El verano se acerca a pasos agigantados y los argentinos que elegirán Uruguay para sus vacaciones se cuentan por varios miles. Entre ellos, la sola mención de la palabra Gualeguaychú no genera otro sentimiento que bronca. El silencio de Jorge Busti. La "traición" de Tabaré Vásquez y la hipocresía argentina. El peligro de incidentes en el verano.

21 de Julio de 2010
El público ya no quiere saber de los reclamos infantiles de Gualeguaychú, mucho menos luego de que los medios nacionales comprobaran la existencia de grupos infiltrados del Partido Obrero y otras agrupaciones violentas entre los manifestantes. El prestigioso periodista Joaquín Morales Solá lo mencionó en su columna dominical de La Nación. Entre los presentes en los cortes de ruta, no solo había griterío en pro del ecologismo sino que los textos de las pancartas reclamaban terminar con "el capitalismo del otro lado del río". Las tácticas extorsivas de Gualeguaychú no tienen recepción en la localidad entrerriana de Colón, donde solo un par de docena de personas interrumpen el periplo de cientos de miles. Pero sigue sin comprenderse la posición del Gobierno Nacional de no reprimir. Funcionarios a cargo del tema consideran que un accionar represivo logrará atraer aún más entrerrianos a los cortes, pero he aquí un error conceptual grave pues, aunque la provincia de Entre Ríos entera corte las rutas, seguirán siendo una minoría. Siempre será más importante defender el derecho al libre tránsito de los argentinos que han trabajado un año entero para disfrutar de unas merecidas vacaciones en donde les plazca. Así y todo, ni La Nación ni Clarín han acertado a decir que los promotores de los cortes de ruta se han quedado sin argumento desde el primer día. Los habitantes de Gualeguaychú han arengado a todo el país para que se los apoye, pero ellos jamás han dicho una sola palabra sobre el par de docenas de pasteras contaminantes que hay en el propio suelo argentino. El escenario presente constituye, sin duda alguna, un crudo y persistente ejemplo de la tradicional hipocresía que nos caracteriza a los argentinos. Aún peor : el desprecio de los porteños para con Gualeguaychú ha crecido en forma notable en los últimos meses, no solo entre aquellos que elegirán Uruguay para el verano, sino también entre otras decenas de miles de porteños que han sufrido demoras en el tránsito por las protestas frente a las embajadas europeas situadas en Barrio Norte de esta Capital. El dolor de cabeza para el Gobierno Nacional puede tomar forma en los meses de enero y febrero, por una sencilla razón : los cortes entrerrianos han disparado hasta el cielo la demana por pasajes aéreos al Uruguay, y ya las aerolíneas no dan abasto. Finalmente, muchos miles se terminarán desplazando en automóvil e intentarán cruzar por la fuerza. En tal situación, enfrentamientos a golpes de puño entre activistas y conductores no se harán esperar. ¿Tomará alguna medida el Ministro del Interior, Aníbal Fernández o se terminará haciendo cargo de su responsabilidad en los incidentes? La estrategia de la "no represión" ha fallado y llevado a la Argentina a ser el hazmerreir mundial en materia de relaciones internacionales. Ahora no sólo cortamos los pasos fronterizos con países amigos, sino que no lo hacemos en nombre del ecologismo : lo hacemos en defensa de un gobernador corrupto de provincia que no pudo poner límite a sus ambiciones de riqueza. Jorge Busti, el impresentabilísimo Gobernador de Entre Ríos, fue llamado a silencio por el Presidente Néstor Kirchner. Para aquellos que no lo conocen, Busti es un ícono representativo de lo peor de la política argentina. Esa misma que criticó el ex primer mandatario uruguayo Jorge Batlle. Busti acostumbra manejarse con guardias pretorianas de gente "pesada" que aprieta a opositores políticos, y a los efectos de asegurarse salir victorioso en las elecciones para gobernador, organizó un infantil autoatentado, que los medios locales -obviamente controlados por él- compraron. No mucho tiempo después, recibió a representantes de pasteras europeas que tenían la intención de radicarse en Entre Ríos. Este recibió a los dignatarios con el aire de soberbia que lo caracteriza y disparó su pedido de un soborno millonario que escandalizó a los empresarios. Estos relocalizaron sus proyectos en la Banda Oriental, sin debate. Por eso el llamado a silencio del Presidente. Kirchner conoce el detalle del pedido de coimas pero no puede permitir que la cuestión se filtre a la prensa porque, en tal caso, estaría reconociendo que la avidez de un gobernador aliado a su causa, más un grupo de revoltosos sin representación, tomando mate en una ruta, fueron los que lo metieron en un brete diplomático con los uruguayos. Por eso se sabe que el Presidente detesta a Busti y se lleva las manos a la cabeza cuando lee sobre él en los periódicos. Para colmo, el presidente argentino ya ha sido "trapeado" sin piedad por Tabaré. Vásquez no solo lo utilizó a Kirchner para asegurarse una victoria en las elecciones presidenciales sino que también logró que Kirchner -fuera de la ley- condonara una deuda millonaria que la petrolera uruguaya ANCAP sostenía con AFIP en la Argentina. El primer mandatario argentino incurrió en incumplimiento de los deberes de funcionario público, ya que "puenteó" al tribunal que ya había dictado sentencia en favor de la Administración Federal de Ingresos Públicos. Tabaré se aprovechó de la ingenuidad de Kirchner a este respecto, y en este episodio se pudo observar un conjunto importante de debilidades en el Presidente. Pues Kirchner no es tan inteligente como se lo presenta : es más vehemente de lo que es pensante. Y Vásquez desnudó este defecto, para beneficio de la oposición política argentina. Bajo la luz de lo descripto, no queda otra sino reir a mandíbula batiente con los escritos de mercenarios de la prensa argentina, como Eduardo van der Kooy, que denostaban con dureza a Tabaré por insertar una custodia militar en la planta de Botnia. Los malos periodistas de Buenos Aires interpretaron como una "ofensa" la medida, pero lo cierto es que Fray Bentos está demasiado cerca de Gualeguaychú, y el elemento agitador presente en las protestas ya había amenazado con trasladar su virulencia a territorio uruguayo. Cuentan aquellos que danzan repetidas veces por los pasillos del poder, que Alberto Fernández presionó a los medios hasta el límite de lo tolerable para que explotaran la decisión del presidente uruguayo de poner custodia militar a la construcción. Los presionó, incluso, para que utilizaran el concepto "militarización del conflicto", un extremo inaceptable para cualquier análisis objetivo del problema. La versión uruguaya de un posible ataque con misiles tierra-tierra contra la planta de Botnia desde el lado argentino suena a exageración llana. Pero la intromisión de elementos de la Secretaría de Inteligencia, más la posibilidad de que activistas de Gualeguaychú lleven su desorden a tierra uruguaya, son posibilidades más factibles. En este tren, la custodia militar es más que viable. No obstante, Vásquez tomó una decisión importante y decidió retirarla, a modo de "desescalar" el conflicto. Privó así, a sus detractores argentinos de seguir explotando ese recurso. La Argentina ya ha sido castigada en foros internacionales y ha protagonizado uno de sus peores papelones puertas afuera. A pesar de la defensa que hacemos de sus líneas, Joaquín Morales Solá comete un error grosero de interpretación cuando afirma, en su columna del domingo 24 de diciembre que se vislumbra un principio de solución para la crisis. Solá cree, por momentos ingenuamente, que una salida es viable porque Botnia podría paralizar sus obras por un tiempo. Pero lo concreto es que la planta se terminará y no habrá relocalización posible. Tarde o temprano, la política de patear la pelota hacia adelante se cobrará víctimas in situ y propinará una dentellada de proporciones a la imagen pública de funcionarios kirchneristas. Los manifestantes -nunca satisfechos- terminarán por ser reprimidos pues no aceptarán finiquitar con los cortes, en una repetición de lo que fue el fracaso de la política oficial de no reprimir ni procesar a la gente de la ideologizada y violenta FUBA. La responsabilidad siempre recae sobre el Ministro Aníbal Fernández, personaje insufrible que no deja pasar oportunidades para el tropiezo. El mundo civilizado entero -que votó contra nuestro país en La Haya- continúa preguntándose por qué el presidente argentino no manda desalojar, de una vez por todas, a los elementos que llevan adelante los cortes de ruta. Mientras el desalojo no se produzca, las "negociaciones" continuarán detenidas, y la Administración Kirchner seguirá sumando enemigos en el frente interno. Pero estos enemigos no serán, ya, políticos. Serán, simplemente, decenas de miles de argentinos furiosos que solo quieren irse de vacaciones.
El Ojo Digital Internacionales