POLITICA - CARTAS A TIO PLINIO: LA COLUMNA DE JORGE ASIS EN EL OJO DIGITAL

El espejo de Macri

Mientras la ceguera del oficialismo festeja la hegemonía, la consagración de Macri marca la proximidad del cambio.

21 de Julio de 2010
Tío Plinio querido: Más que alegrarse por el triunfo criminal de la señora Cristina, Kirchner debería preocuparse por la derrota, ante Macri, en la capital. Con prepotente inteligencia táctica, Kirchner suele plantear guerras, pensadas para triunfar. Aunque para un escenario de batalla que debe permanecer siempre estático. Es decir, Kirchner encara contiendas directas contra un desprestigiado Duhalde. Contra un alicaído Menem. Contra la vulnerabilidad oral de la señora Carrió. Pero ocurre que la realidad política es dinámica. Por lo tanto, al utilizar tácticas de efectos cortos, le surgen, estratégicamente, adversarios superiores. Téngase en cuenta que Macri, tío Plinio querido, se encuentra más fuertemente armado que Menem. Y que Duhalde. Con su manera aluvionalmente neroniana, Kirchner masacra la historia. Y simultáneamente brota, a su pesar, la edificación de un futuro superador. Téngase en cuenta, aparte, que las presencias políticamente intensas de ambos, de Menem y de Duhalde, constituían, en cierto modo, un obstáculo para la proyección. La de Macri. Entonces Binner, de acuerdo a esta línea de interpretación, debiera preocuparlo a Kirchner mucho más que la tan malamente atacada señora Carrió. Porque la señora Carrió podía irritarlo a Kirchner con la potencialidad de las palabras. Atributo, claro, nada irrelevante. O podía fastidiarlo con el mediatismo olímpico de las imposturas de sus preceptos morales, generalmente vertidos en la abulia dominguera, o en las emisiones acotadas de los cables. Binner, en cambio, casi sin palabras, lo desafía a Kirchner con la solidez de un territorio. En el fondo, tío Plinio querido, resulta innecesario refugiarse en Maquiavelo para admitir que Kirchner termina haciéndoles un favor. Tanto a Macri como a Binner. Al apartarle a Macri, por ejemplo, del primer plano del escenario, a Menem y Duhalde. Al apartarle a Binner, por su parte, a la señora Carrió. Deben ser más cautelosos, entonces, tantos fervorosos voceros ocasionales del oficialismo, para la interpretación de la alegría. Y analizar con algún sentido estratégico aquellos nuevos vectores, Binner y Macri, que debieran producirle mayor inquietud. Esa máquina de perder Indiscutiblemente, habrá que felicitarlo a Kirchner porque se afianza, eso sí, y como si tuviera importancia, como líder absoluto del peronismo conyugal. Por ahora, aunque Kirchner no lo acepte, el camino panorámico de la reelección, se le abre. Como una rotonda. Nadie, en el peronismo, se lo va a negar. Trátase -el peronismo- de un conjunto irregular de caudillos pragmáticos, adictos a la eficacia del oportunismo. Y a las mieles hipotéticas de la traición. En el fondo, costosamente, Kirchner intentó exitosamente masacrar, tío Plinio querido, a dos rivales que se encontraban, casi uno al lado del otro, en sendos lechos de la antesala de los condenados. Desconectados, con distintos cuadros de injusticia relativa, de la sociedad. Duhalde, debilitado, ni siquiera se atrevió a enfrentarlo a Kirchner. Porque estaba fuera de juego, acaso desde el mismo momento en que Duhalde designó, para acabar con Menem, a Kirchner. Entonces Duhalde luchó apenas para constar en actas. Hubiera preferido continuar con la succión del caramelo de madera del Mercosur. No se atrevía a avanzar en la problemática de la inseguridad (porque suponía que Arslanián le pertenecía). Ni podía entrometerse con la economía (porque creía que Lavagna, también, era de él). Aparte, en caída libre, el proverbial aparato del duhaldismo ya venía espantosamente habituado a la derrota. En definitiva, tío Plinio querido, el duhaldismo es una máquina de perder. Contra la señora Fernández Meijide, contra De la Rúa. Ahora, hasta los golea humillantemente hasta Cristina, la representante de Santa Cruz. Con la epopeya sabiamente inspirada en el efecto Garbarino, más que en las consignas de John William Cooke. Después de todo, los Duhalde ya perdieron demasiado. Y deben prescindir de la tentación de acaparar para siempre la derrota. Pueden entonces perfectamente cederle, a otros, el derecho a ser vencidos. Al fin y al cabo, abundan los bonaerenses que merecen, por si solos, también perder. Ganarle a Menem, hoy, tío Plinio querido, es un triunfo innecesariamente simbólico. Porque Menem había perdido ya en el Congreso de Lanús. Aunque supo ingeniárselas para dilatar, hasta ayer, la escenografía gráfica de la derrota. Después de aquel epílogo sin gloria del 2003, apenas por su audacia infinita podía mantenerse con retóricas aspiraciones presidenciales. Que incluso algunos fieles escuderos, coroneles del zar, podían tomar con seriedad artificial. La cuestión que Menem armó, junto con Rodríguez Saa, una alianza que sirvió exclusivamente para emocionar a los incautos que suponían mojar, gracias a ellos, la medialuna de una postulación. Juntos, Menem y Rodríguez Saa, finalmente no armaron, de verdad, una lista en ninguna parte. Aquella alianza mediática existió exclusivamente en Entre Ríos, por la estoica voluntad política de Héctor Maya. Como en Santa Fe, con Rubeo. Fueron entonces Maya y Rubeo los que salieron valientemente a pelear en nombre de un alucinante Frente Popular, que existía, apenas, en la mística de sus imaginaciones. Bien aconsejado, Rodríguez Saa decidió recluirse y ganar en el Estado Libre Asociado de San Luis. Su territorio. Y dejarse de jorobar, igual que el triunfante Sobisch, con los riesgos cajísticos del armado nacional. Fantasías que pueden esperar, en todo caso, hasta el 2007. El espejo de Macri Aunque parezca poesía, Kirchner tiene, tío Plinio querido, el boleto picado. Ya no pueden, desde el bombardeo sistemático del kirchnerismo, jactanciosamente decir que no existe oposición. La consagración metropolitana de Macri marca que se consolida una creciente alternativa. Que naturalmente, en la realidad dinámica, se construye, de pronto, un líder opositor. A pesar, incluso, de la voluntad política, de las intenciones del propio líder pacientemente construido. Un Macri de sorprendente evolución personal. Alguien que suponía, hasta ayer, apenas ser postulante para la jefatura de gobierno de Buenos Aires. La ansiedad virtual, la necesidad de ocupación del espacio disponiblemente vacante, la voluntad de los "constructores subjetivos" de su liderazgo, lo llevarán a catapultarlo, abiertamente, hacia la candidatura presidencial. Por otra parte, y para terminar, los analistas, con más anteojeras que mezquindades, se obstinan en no percibir, en la grilla, la existencia de otro triunfador. Alguien que ni siquiera se registró en la pelea. Y que crece, simplemente, por el recato de la abstención. De ningún modo es Lavagna, que se desliza, en su inveterada ambición, conjuntamente con el destino de Duhalde. El que crece, tío Plinio querido, es Scioli. El fracaso conjunto de Bielsa y del Alberto, los enemigos íntimos, apenas unidos para la fotografía del ocaso, lo ubican a Scioli como candidato insoslayable. A Jefe, claro, del Gobierno Artificial de Buenos Aires. Y para suceder a la agonía kirchnerista de Ibarra. Persiste apenas una duda terminal. Debiera discutirla usted, con tía Edelma. Consiste en descubrir si Scioli será candidato impulsado por Kirchner. O por Macri. Se lo percibe, al siempre desairado Scioli, hasta por formación, más cerca de Macri. Habrá que aceptar que, en adelante, Kirchner tendrá que habituarse a la presencia de Macri. Como si Macri se convirtiera en un espejo, que le devuelve la imagen tácitamente confrontacional. Para hacer méritos y recomponerse, el Alberto tendrá que instruirlo al joven Bravo. Al hijo de aquel dilecto profesor. Para que hurgue entre vaciaderos despreciables, entre futbolistas resentidos, en sigilosa búsqueda de denuncias providenciales. Contra el espejo de Macri. Felicítela a tía Edelma, que le gustaba Macri porque le veía cara de bueno.
Jorge Asís Digital