SOCIEDAD: LAS ANDANZAS DEL TITULAR DE LA CHA

César Cigliutti, adalid del nuevo terrorismo gay

César Cigliutti es, sin dudas, uno de los personajes con mayor grado de patetismo que ha sabido vomitar la sociedad argentina. El mencionado conduce con mano de hierro la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) -una agrupación ciertamente poco representativa de la comunidad gay nacional-, y en sus actos, la violencia es utilizada en forma regular, siempre en el falso nombre de los derechos humanos.

21 de Julio de 2010
No es novedad que la Argentina actual ha caído en un vacío prominente en lo que a respeto y convivencia ciudadana se refiere. En el status cuasi-permanente de anarquía social -alimentada desde sectores violentos e incluso desde los mismísimos gobiernos-, las reglas mínimas de orden y convivencia son rebasados permanentemente, y en el pandemónium es común observar la aparición de grupos violentos que -aprovechando el vacío de poder dejado por el Estado- aprovechan para imponer sus agendas mediante la fuerza de los golpes y la propaganda. Uno de los ejemplos de más frondoso prontuario lo constituye César Cigliutti, en su rol de conductor de la Comunidad Homosexual Argentina. El significado de las siglas aparece como aglutinante de por sí, pero lo concreto es que la CHA está muy lejos de representar legítimamente los deseos de la comunidad gay del país. Recientemente, numerosas quejas de miembros de la CHA se han promocionado a través de los medios, precisamente denunciando las actitudes totalitarias de Cigliutti y la conducción de la agrupación, quienes al parecer tienen la costumbre de obligar a sus miembros a asistir a las marchas violentas que el grupo lleva adelante. También es común escuchar la opinión de muchos gays que se preguntan por qué deberían sentir que la CHA aglutina sus mismos intereses, dado que no sienten tener nada en común con travestis y prostitutas -cabe destacar que los hombres homosexuales son fuertes críticos del travestismo-. Y, por otra parte, muchos sostienen que las actividades de la CHA finalmente terminan por poner al grueso de la sociedad argentina en contra de los homosexuales. A todas luces, y según lo reflejado por distintas encuestas publicadas oportunamente, la discriminación contra los gays existe aún en la Argentina, pero gran parte del origen de esa discriminación tiene lugar porque el argentino promedio relaciona a los gays con las manifestaciones violentas que destruyen la propiedad pública y privada y que -como acto de guerra- pintan leyenasdas contra la Iglesia en las paredes de la Catedral. Precisamente, son las conocidas "Marchas del Orgullo Gay" las que César Cigliutti y sus allegados programan desde la CHA, y a la marcha se le asigna, en forma adrede, un carácter violento en toda ocasión. Lo que debería ser una fiesta, finalmente se transforma en una manifestación política cuyo fin último es la confrontación y la agresión. Solo la CHA y personajes impresentables en busca de publicidad como León Ferrari son capaces de hacer reaccionar a las agrupaciones de católicos fundamentalistas, que se presentaron en la última "Marcha del Orgullo Gay" con intenciones de evitar que los manifestantes de CHA pinten la Catedral. También hicieron su aparición en ocasión de protestar por la muestra de León Ferrari, y los episodios de violencia no tardaron en aparecer. Ambos casos fueron interesantes porque la CHA siempre recibió dineros desde la Administración de Aníbal Ibarra, a la vez que funcionarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires financiaron abiertamente una campaña en la que la CHA explicaba a la juventud porteña cómo tener relaciones en un "sano ambiente gay". Todo de acuerdo a investigaciones periodísticas independientes. Aníbal Ibarra también había arreglado junto con funcionarios de Interior de Néstor Kirchner, que la Policía Federal no reprimiera a los activistas si tomaban acción de pintar el edificio de la Catedral. Unos pocos años atrás, cuando los vecinos de los barrios de Núñez y de la tristemente célebre zona de Palermo -aledaña a la calle Godoy Cruz- se reunieron frente a la Legislatura porteña para protestar porque los corruptos legisladores locales seguían sin hacer caso de los pedidos de los vecinos para que se alejara a los travestis de las puertas de sus casas. Allí también se hicieron presentes Cigliutti y la CHA, con un grupo de furibundos activistas que, frente a las cámaras de televisión, apalearon a los indefensos vecinos, a los que luego acusaron histéricamente de iniciar la agresión. En las agresiones también habían tomado parte travestis de generoso tamaño y prostitutas -encarnadas en una no menos violenta agrupación de meretrices-. El episodio se inscribió en un nuevo capítulo del gran libro nacional que trata sobre las situaciones en donde un minúsculo grupo de activistas violentos hace uso de la fuerza para presionar a las fuerzas políticas de turno. Estas últimas, timoratas de defender el derecho de las mansas mayorías, finalmente ceden ante quien "golpea primero". Tal vez el único logro positivo y que deba reconocerse a la CHA haya sido el lograr la unión civil para parejas homosexuales, un derecho que tales parejas ciertamente deben tener, aunque infortunadamente la ley aún no permite a los cónyuges heredarse mutuamente. No obstante, la gran mayoría de la comunidad gay recuerda con mayor cariño al desaparecido Carlos Jáuregui, un verdadero luchador que jamás hizo de la violencia su código, pero que innegablemente dejó su huella en la comunidad, en palabras de fuentes consultadas. La CHA actual continúa en su modus operandi de protesta violenta y su objetivo presente es luchar por la posibilidad de adoptar hijos por parte de las parejas homosexuales, un pedido que la sociedad argentina difícilmente aprobará, y que, al menos por ahora, constituye una verdadera aberración. Al menos en este único punto, la modelo Valeria Mazza tenía razón.
El Ojo Digital Sociedad