LA COLUMNA DE JORGE ASIS EN EL OJO DIGITAL: POLITICA

Gobierno en disputa

Es más fácil que a Vulgarcito se lo cargue D’Elía, a que se lo cargue, por ejemplo, López Murphy. Aunque, como es un caballero democrático que se come todos los amagues, López Murphy nunca se lo va a cargar.

21 de Julio de 2010
Como tampoco Macri. O el propio Duhalde, que sólo va a la batalla porque no pudo impedirlo. En cambio D’Elía, como es un imprevisible frontal, sí se lo puede cargar. Por lo tanto, es peligroso mantenerlo, a D’Elía, despechado. Aunque les resulte muy caro, entonces, los vulgarcitistas no pueden hacerlo enojar. Descuéntase que D’Elía es un copador compulsivo. Copador de calles, en principio. Por ejemplo, cuando activaba al lado de De Gennaro, y organizaron aquella sustancialmente olvidada Marcha Nacional contra la Pobreza. Fue la caminata que se convirtió en el germen real de aquel fenómeno imaginativo de contestación social, que se autocalificó jactanciosamente como Movimiento Piquetero. Aunque derivó, infortunadamente, en un tráfico irresponsable de miserables. O copador, D’Elía, de paneles televisivos. Como cuando insultó, de la manera más soez, al ex ministro Storani, en el ciclo de Luisito Majul, al que también después prepeó. Causa cierta divertida perplejidad cuando D’Elía se lanza a pontificar acerca del Consenso de Washington, acaso en el templo de Grondona, o en cualquier cable. O copador, por qué no, de comisarías. Con alguna línea de conducta de más. Lo que se desconocía, e inexplicablemente casi ni tuvo repercusión, es que D’Elía, en el fragor de este "gobierno en disputa", le tomó, con cierta violencia gestual, el despacho al inofensivo Secretario General de la Presidencia, el tibio señor Parrilli. Trátase, acaso, Parrilli, del funcionario más descalificado por sus colegas de gabinete. Tíldanlo por ejemplo, de gil, porque se pone a discutir de estrategia política con los piqueteros. Téngase en cuenta que la invasión ocurrió muy poco antes que D’Elia declarara, por ejemplo, que el "cuarenta por ciento de los intendentes mafiosos ahora están con Kirchner". Para ser exactos la invasión ocurrió diez días atrás. Los gritos eran tan desencajados que hasta Myriam Quiroga, siempre tan serena, se alborotó. Dicen que el presidente se encontraba en su despacho. Y que no mantenía la menor predisposición para atender al Gordo D’Elía. Cuentan que D’Elía, a Vulgarcito, empieza a fastidiarlo. Siente que no lo puede controlar. Y curiosamente es Kirchner el que debe arbitrar en "el gobierno en disputa". Y no parece inclinarse, a esta altura, por el lado que pretende D’Elía. Para colmo, en la Casa de Gobierno, con Kirchner, se impone la disciplina del silencio. Por lo tanto, los gritos resuenan como carcajadas en un velatorio. Infinitamente más fuerte que en cualquier otra administración. Por ejemplo aquella tarde, D’Elía, acompañado de su ladero, Carlos López, se le metió a Parrilli en el despacho, prácticamente de guapo. D’Elía se encontraba en operaciones, en vociferante actitud reclamatoria. Consideraba que desde el gobierno "lo cagaban" (sic), que lo "habían pasado al cuarto". En realidad, en la repartija de candidatos, a D’Elía le había quedado muy poco. Lo dejaron afuera de la lista de candidatos a diputado nacional, que creía estar en su derecho a figurar. Y eso que él, como nadie, se había jugado de entrada por Kirchner. Y le pagaban mal. Apenas, para "su gente", un diputado provincial en la Tercera Sección. Tal vez algún colado como concejal. Aparte, cuentan que D’Elía sabía que le mejicaneaban tanto gente como planes. Y no pudo reponerse de la perdida de conducción social en varias provincias. Incluso, que se le fueran hasta los de San Francisco Solano. Entonces no tenía dudas: desde el gobierno, los HdP le operaban en contra. O era el Aníbal, un duhaldista, o Follonier, o el propio Parrilli. Tal vez, hasta el Alberto Fernández. Una manga de cretinos que se le abrían justamente cuando, por haber defendido tanto a Kirchner, por haber dado tanto la cara, su imagen caía debajo de la alfombra. ¿Y se puede saber qué pedía, ahora, D Elía? Apenas exigía una Secretaría de Estado, para él, en el área de Desarrollo Social. La exigía a los gritos, como a las "medias Carlitos". Mientras tanto Parrilli, tan abochornado como atemorizado, hacía llamar a Seguridad, para que se lo sacaran, por favor, al dirigente que, en su exaltación, amenazaba con pegarle. Al fin y al cabo ¿tanto le cuesta a D’Elía asumir que es Vulgarcito el que no quiere saber más nada con él? Que perdió en la disputa. En definitiva, Kirchner considera que D’Elía, aparte de haberse convertido en "un quemo", ya se llevó mucho. Por lo menos, lo suficiente como para no quejarse. Sin embargo, Vulgarcito supone que D’Elía, de tan insaciable, se convirtió en un problema político. Porque maneja, el dirigente social, del tráfico de miserables, sesenta mil planes. Aparte, claro, de otros atributos ejemplares, tan caros a su sensibilidad social. Aunque D’Elía se enoje, habrá que aceptar que sesenta mil planes equivalen, a diez pesos por plan, a seiscientos mil pesos por mes. Así, la nueva política está asegurada. En el peor de los casos, a cinco pesos por plan, son trescientos mil pesos por mes. Un poco más de misericordiosos cien mil dólares, que sirven para pontificar, en todo caso, contra el Consenso de Washington, la insensibilidad de los noventa y del neoliberalismo.
Jorge Asís Digital