POLITICA: OPINION : GUILLERMO LASCANO QUINTANA

La trampa en evidencia (y cómo desbaratarla)

Los justicialistas están planeando una trampa que hay que desbaratar. En varias provincias pretenden alzarse con gran parte de los cargos electivos que se disputarán en octubre de este año. El mecanismo ideado es simple: dividirán el partido e irán a las elecciones con el objetivo de lograr la mayor parte de las bancas que se renuevan. Ya habrá tiempo, después, de recomponer los lazos, pues “entre bueyes no hay cornadas”.

21 de Julio de 2010
En todo caso, aspiran a que el acto eleccionario dirima la primacía de unos sobre otros, pero, al cabo, serán siempre lo mismo: un conglomerado de hombres, ideas e intereses que pretenderán imponer su visión de una Argentina decadente, sin personalidad, ajena al mundo civilizado, en donde la prebenda sectorial y el asistencialismo suicida, sumado a proyectos tan difusos como perimidos, impongan uniformidad, sin respeto alguno por el Estado de Derecho. En algunos casos los enfrentamientos serán reales en otros los simularán. Aún en el primer caso, ha quedado en evidencia, que el objetivo es el mismo: aplastar las disidencias, anular a la oposición, prescindir de las instituciones de la República, tener jueces complacientes, asegurase la impunidad, imponer en vez de componer, excluir, en vez de incluir. La maniobra es ilegal, ilegítima y por tanto una burla a la ciudadanía. Es ilegal pues prescinde de las leyes que regulan el funcionamiento de las elecciones internas de los partidos políticos y la propia ley de partidos políticos, que están dictadas, precisamente, para asegurar que funcionen correctamente, que no confundan a la ciudadanía y que presenten plataformas electorales definidas y candidatos democráticamente elegidos, cada uno con su personalidad política bien definida. Es ilegítima porque pretende desviar la voluntad del pueblo, presentando como auténticas, divisiones políticas inexistentes. Es, en fin, una canallada que hay que denunciar y desbaratar. Habrá quienes lo hagan desde la misma política, otros desde la prensa y finalmente habrá que recurrir a la justicia, para impedir que se lleve a cabo. Sus autores y ejecutores tienen a su favor el aparato del Estado y las disponibilidades financieras que ello implica, una prensa lábil, por no decir complaciente, empresarios pusilánimes, que lucran con los privilegios que obtienen a costa de la pobreza de la ciudadanía y sobre todo el uso artero y sin tapujos de cuanto mecanismo demagógico se les ocurra, tal como aparentar “progresismo” e independencia respecto de la situación en Cuba (para obtener el favor de la izquierda), simular un entendimiento con Chavez (para tranquilizar a los populistas), mantener abierta las heridas del pasado violento (para quedar bien con los resabios guerrilleros), atacar a los inversores extranjeros (para tranquilizar a los “chauvinistas”), disponer de una fuerza de choque “piquetera” (para asustar a los sensatos, a los disidentes), aparentar enfrentamientos con EE.UU ( para declamar una supuesta independencia en la política exterior) y todo lo demás que hacen, que no está enderezado a administrar el dinero de toods y a la generación de riqueza y mayor bienestar de la población, sino a asegurarse la permanencia en el gobierno. Cuentan además, con la débil memoria colectiva. Los argentinos hemos probado que preferimos “tapar el cielo con un harnero” y no reconocer, ni recordar las causas de nuestros males. Hace poco mas de tres años proclamamos que había que desplazar a todos los dirigentes políticos. De hecho echamos a un presidente, claro que con el auxilio de varios de esos mismos dirigentes. Al poco tiempo todo estaba como entonces... los mismos partidos, los mismos dirigentes o su peores sucesores, gente sin ideas, sin planes, sin escrúpulos, que no trepidaron ni trepidan en hacer pactos a espaldas de la gente, prometer paraísos imposibles de obtener, con el único objetivo de no perder las riendas del poder político. El panorama no puede ser peor para quienes piensan que hay que respetar la Constitución Nacional, garantizar el derecho de propiedad, la libertad de prensa, promover la generación de riqueza captando inversiones, asegurar los derechos individuales, promover la educación y la investigación, obligarse a brindar salud a los ciudadanos. Hay algo, sin embargo, que no se puede doblegar. Es la esperanza de la ciudadanía, en un porvenir mejor, fundado en el trabajo, el estudio, el esfuerzo personal y colectivo, en el irrestricto respeto a la ley y el orden. Esa esperanza puede hacerse realidad porque, con todo el poder del que dispone el gobierno y sus aliados, hay algo que no han podido comprar, pues no está en venta: el voto. Ese voto es el instrumento para comenzar con el cambio necesario para volver a ser una nación próspera, respetada en el mundo. Votemos con la cabeza, por el porvenir de nuestros descendientes. Apoyemos a quienes nos prometen metas sensatas, no paraísos inexistentes. Hagamos una revolución pacífica. Somos una nación privilegiada que no merece el destino de los esclavos. Aglutinemos nuestras voluntades en torno de quienes propongan planes sensatos, que nos acerquen al mundo desarrollado, no la “gloria” de las tiranías, ni a las utopías irrealizables. Elijamos a quienes nos proponen sacrificios, no a quienes nos ofrecen un porvenir sin esfuerzos, sin dedicación, sin competencia. Hay varias alternativas, que aunque aún incipientes tiene la fuerza de la verdad. Saquemos de nuestras espaldas el lastre de estos puislánimes. Es un camino arduo y plagado de escollos, pero el único que nos llevará de buen puerto.
Guillermo Lascano Quintana