Innovaciones en defensa y el auge de los presupuestos militares
Los conflictos en Ucrania y Oriente Medio liquidan stocks de armamento ajeno, y redefinen las fronteras...
Los conflictos en Ucrania y Oriente Medio liquidan stocks de armamento ajeno, y redefinen las fronteras de la guerra moderna. En este contexto, las innovaciones en el apartado de los vectores guiados por láser se presentan como nuevos protagonistas de la defensa aérea global. No se trata de un guión para una película de ciencia ficción, sino de una realidad que se trae el 2025, con claros ejemplos. Uno de ellos es el denominado Advanced Precision Kill Weapon System (APKWS) del consorcio británico BAE Systems, que convierte cohetes Hydra 70 no-guiados en armas letales de precisión láser.

Estos desarrollos no solo reconfiguran la doctrina de defensa aérea, tornando obsoletas a las defensas tradicionales contra UAVs y misiles de corto alcance; también consignan un reflejo del incremento exponencial en el gasto militar mundial. A partir del fenómeno de agotamiento que ganara tracción con los teatros de operaciones ucraniano y gazatí, distintos gobiernos invierten miles de millones de dólares en reabastecimiento y adopción de novedosas tecnologías, proyectando un futuro en el que la energía dirigida (en inglés, energy weapons) no remite a un simple lujo, sino a una necesidad estratégica.
La esencia de esta revolución radica en la capacidad de los cohetes guiados por láser para democratizar la precisión en el campo de batalla. Tradicionalmente, la defensa aérea ha dependido de sistemas a base de vectores tan onerosos como complejos (Patriot, Iron Dome), cuya presión del botón puede acariciar un costo de centenares de miles de dólares y, rápidamente, agotar reservas en la ocurrencia de conflictos prolongados. En contraste, el otrora prototipo APKWS II, ya desplegado por la fuerza aérea estadounidense en Oriente Medio desde septiembre de 2025, transforma cohetes de 2.75 pulgadas en municiones guiadas por láser, a un costo inferior a US$ 25 mil por unidad.
La referida innovación, testeada en escenarios reales contra enjambres (swarms) de drones hutíes en el Mar Rojo, habilita a aeronaves como el F-15E a neutralizar amenazas aéreas con letalidad quirúrgica, reduciendo daños colaterales y preservando municiones de alto valor para objetivos de mayor envergadura. El sistema emplea un kit de guía láser que ilumina el objetivo con un 'designator', ya fuere desde tierra, aire o mar, permitiendo impactos cinéticos directos aún en condiciones de visibilidad reducida. De acuerdo a papers elaborados por el Comando Aéreo de Combate de la Fuerza Aérea de los EE.UU., la ejecución de estas pruebas durante 2025 han contribuido a la aceleración del proceso de integración del APKWS en la flota de cazabombarderos, posicionándolo como el arma principal contra aeronaves no tripuladas -función que antaño recaía en misiles Sidewinder notablemente más costosos. La transición no solo ahorra recursos, sino que está llamada a redefinir los términos de la economía de la guerra: por cada millón de dólares invertido en APKWS, se neutralizan docenas de amenazas que de otro modo demandarían una costosa -y recurrente- inversión.
El impacto de la novedad trasciende a la cohetería, sin embargo; las armas de energía dirigida (DEW) dan forma a un salto cuántico en la reconfiguración de la defensa aérea mundial. Así, pues, el Estado de Israel, hoy epicentro de las tensiones en Oriente Medio, ha liderado este desenfreno high-tech con el debut de Iron Beam en el encuentro AUSA 2025.
Desarrollado por Rafael Advanced Defense Systems, este láser de 100 kW clase declara capacidad para derribar UAVs, cohetes y morteros a distancias de hasta diez kilómetros, reduciéndose a cero su costo por disparo una vez desplegado. A diferencia de los interceptores de naturaleza cinética, que consumen combustible y explosivos finitos, Iron Beam genera su propia 'munición' a partir de electricidad. Con ello, su operatoria -en la teoría, al menos- se convierte en ilimitada, en donde el único obstáculo es la energía disponible. En demostraciones realizadas en tiempos recientes, el sistema ha neutralizado o bien destruido múltiples objetivos en swarms simulados, destacándose su rol complementario con el de Iron Dome -cuyo agotamiento de su stock versus Hamás y Hezbolá ha nutrido numerosas preocupaciones.
El avance bajo tratamiento no es un empeño aislado: en los EE.UU., el Ejército ha redondeado el proceso de madureza para sus láseres de alta energía (HEL) al punto de contribuir a la defensa de misiles de próxima generación, si se toman en consideración los informes elaborados por el Centro Técnico del Mando Espacial y de Defensa de Misiles durante agosto de 2025. Programas como el Directed Energy Maneuver-Short Range Air Defense (DE M-SHORAD) integran láseres de 50 kW posicionados sobre vehículos Stryker, capaces de rastrear y derrotar UAVs y morteros en teatros de operaciones complejos que involucran el despliegue de varios swarms de drones; con lo cual se logra una significativa reducción de la carga logística y en los costos del ciclo de vida (se habla de un 90%), al compararse con sistemas de misiles convencionales.
A la postre, las citadas tecnologías elevan la efectividad defensiva y, a la vez, alteran el equilibrio geopolítico, al hacer accesibles capacidades previamente reservadas a superpotencias. En el cuadrante Indo-Pacífico, donde la República Popular China despliega UAVs en masa para jaquear la operatoria normal del comercio marítimo, aliados del bloque occidental como Filipinas y Australia ensayan la eventual integración del APKWS en sus respectivas flotas, fomentando una red asimétrica de defensa contra amenazas de bajo costo. No obstante, la madurez de estos sistemas comporta desafíos: el blooming térmico, donde el aire caliente descompone el haz láser en emisiones frontales prolongadas, exige avances en óptica adaptativa y enfriamiento, territorios en los que Lockheed Martin invierte fervorosamente, con sus sistemas de control de haz y óptica térmica. Adicionalmente, la proliferación de proyectos DEW plantea dilemas éticos y de no proliferación, conforme nada impide que adversarios como la Federación Rusa o la República Islámica de Irán repliquen estos láseres, a efectos de contrarrestar la supremacía técnica occidental -mayor es la probabilidad de ocurrencia cuando se considera a Teherán, y las ventajas sustanciales consolidadas y luego evidenciadas en la precisión de sus ataques en perjuicio de Israel. A modo de respuesta al planteo inicial, el Departamento de Defensa americano acelera el desarrollo de programas del estilo Self-Protect High-Energy Laser Demonstrator (SHiELD), un láser aerotransportado cuya misión declarada es el resguardo de jets de combate ante la amenaza de misiles infrarrojos; y que fuera probado durante 2025 con resultados promisorios.
Conforme lo referido por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), el gasto mundial en defensa se ubicó en torno de los US$ 2.718 billones en 2024, lo que revela un incremento del 9,4% respecto a 2023, con Europa y Oriente Medio como motores principales. En Europa, durante el conflicto en Ucrania -ya en su tercer año- contribuyó con un aumento del 17% a US$ 693 billones, superando niveles post Guerra Fría. Naciones como Polonia han incrementado su presupuesto en un 75%, destinando el 3,9% de su Producto Bruto a defensa, a criterio de modernizar arsenales bajo guía estadounidense, incluyendo compras de sistemas del tipo HIMARS, cuya demanda ha agotado los stocks globales. Aún Ucrania proyecta elevar su gasto de defensa al 26,3% del PBI en 2025, un salto desde el 22,1% de 2024, financiado por asistencia occidental pero limitado por la pérdida de siete millones de contribuyentes y un 20% de caída en la producción económica. Este drenaje no es solo ucraniano: en rigor, OTAN ha enviado miles de misiles Stinger y Javelin, forzando a las terminales estadounidenses y aliadas a reabastecer depósitos vacíos -proceso que, en palabra de analistas, podría costar un centenar de billones de euros solo en la UE, con miras a la restauración de capacidades prebélicas.
En el Oriente Medio, el panorama es igualmente volátil, consignándose un gasto regional de US$ 243 billones durante 2024, un 15% más que en 2023, lógicamente impulsado por la guerra en Gaza y las tensiones entre Tel Aviv y Teherán. El Estado de Israel, con sus stocks exhaustos tras haberse forzado a interceptar miles de vectores desde octubre de 2023, acelera el despliegue de Iron Beam a efectos de aliviar la presión sobre Iron Dome, cuyo costo por intercepción -en torno a los US$ 50 mil- ha liquidado las reservas. Esta dinámica ha elevado presupuestos en la región un 19% desde 2023, con gobiernos como el saudí invirtiendo en DEW para contrarrestar el alcance de drones hutíes. En el teatro de operaciones global, el agotamiento de stocks acelera una carrera armamentista: el gasto en equipo de defensa en la OTAN ha pasado del 14% en 2014 al 26% en 2022, enfocándose en municiones y sistemas de precisión para rellenar huecos expuestos por Ucrania. Consorcios de la talla de Lockheed Martin, beneficiarias directas, elevaron sus pronósticos de ingresos para 2025 en un 10%, impulsados por contratos para misiles y láseres, con ganancias ajustadas por acción entre US$ 6,10 y US$ 6,20.
Las proyecciones para 2025 pintan un panorama de precario equilibrio, un ámbito en el que el gasto militar no solo repone arsenales extintos, sino que financia la transición hacia el modelo DEW. El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) estima un total global invertido de US$ 2,46 billones durante 2024, con incrementos continuos en 2025 potenciados por la 'intensificación de desafíos de seguridad'. En el Africa y Asia, conflictos puntuales -terciando la participación de actores subsidiarios de Rusia y China- exacerban la demanda, mientras la UE debate la configuración de un 'banco de rearme' para ampliar el pooling de fondos sin amplificar el perjuicio del endeudamiento entre sus miembros. Nan Tian -voz experta de SIPRI- advierte que el 'aumento sin precedentes' responde a un 'deterioro global de la paz', con Europa contribuyendo el grueso del alza al priorizar seguridad sobre otros rubros presupuestarios. En Ucrania, el presupuesto de 2025 asume la inevitable continuidad de la guerra, destinando fondos a defensa interna. En el complemento, la tradicional opacidad rusa -con un gasto subestimado en US$ 109 billones- oculta un incremento del 24% en 2023, financiado por exportaciones energéticas, revelando asimetrías que prolongan el conflicto y agotan recursos globales.
Las implicancias de la confluencia entre innovación y gasto son profundas, tanto estratégica como económicamente. En lo estratégico, la tecnología láser habilita una defensa "'ilimitada' versus amenazas asimétricas, aunque se exige la integración en arquitecturas de sensores en red, como las probadas en DE M-SHORAD, para contrarrestar misiles hipersónicos rusos o chinos. En el apartado económico, el auge presupuestario -con deudas públicas en economías avanzadas rozando el 150% del PBI, como en la Seguida Guerra Mundial- podría erosionar la inversión en políticas sociales, multiplicándose las tensiones internas. En Oriente Medio, sanciones limitan a Irán a un gasto de US$ 7,9 billones, mientras Arabia Saudita proyecta un crecimiento de un 3% anual sostenido, hacia 2030. Esta disparidad fomenta la confección de alianzas ad hoc, como ser el pacto entre la Federación Rusa y Corea del Norte, que ciertamente contribuye a ampliar el agotamiento de stocks globales de armamento defensivo. Todo un desafío técnico, financiero y logístico para los estrategas occidentales.
En la caída del telón, la innovación en el concierto de los vectores guiados por láser y DEW reconfiguran el diseño de la defensa aérea mundial, convirtiendo amenazas invisibles en blancos precisos, aunque también le ponen rúbrica a la urgencia de contar con presupuestos potenciados frente a los arsenales diezmados en el TO ucraniano, y de Oriente Medio.
Con pronósticos de gasto global superando los US$2,8 billones para el año en curso, el mundo se adentra en una era de guerra híbrida en el que energía y dinero definirán los criterios de supervivencia. Esta dualidad tecnológica y fiscal demandará inversión, pero también una perspectiva mesurada y complementada con sapiente diplomacia para evitar que la innovación acelere, en lugar de resolver, los conflictos que la inspiran.