El bramido del Yars: la Federación Rusa robustece su tríada nuclear en un concierto de rigidez global
Este 22 de octubre de 2025, la Federación Rusa llevó a cabo un ejercicio integral que involucró a sus fuerzas nucleares estratégicas...
Este 22 de octubre de 2025, la Federación Rusa llevó a cabo un ejercicio integral que involucró a sus fuerzas nucleares estratégicas -evento que no solo demostró la operatividad de su arsenal para disuasión, sino que también desplegó un mensaje contundente en un concierto internacional saturado de incertidumbre. Bajo supervisión directa del presidente Vladimir Putin, el ejercicio involucró a la totalidad de los componentes de la denominada 'triada nuclear' de la Federación; esto es, fuerzas terrestres, navales y aéreas.

En el centro de la atención estuvo el lanzamiento exitoso de un misil balístico intercontinental RS-24 Yars desde el cosmódromo de Plesetsk, en el cuadrante septentrional de Rusia, dirigido hacia el polígono de pruebas de Kura en la península de Kamchatka, en el extremo oriente del país. El lanzamiento del vector, acompañado de disparos de misiles balísticos Sineva desde un submarino nuclear en el Mar de Barents y ataques simulados con misiles de crucero Kh-101 desplegados desde bombarderos Tupolev 95MS, subrayó la capacidad de respuesta masiva y coordinada de Moscú ante cualquier amenaza percibida. En tal virtud, el Kremlin enfatizó que el conjunto de las tareas planificadas se cumplieron con éxito, mediando el control centralizado desde el Centro Nacional de Defensa, destacándose la fluidez en la cadena de mando y el alto nivel de preparación de las tropas.
En rigor, el desarrollo no remite a un hecho aislado, sino que da forma al criterio anualizado de ejercicios que la Federación lleva a cabo a efectos de mantener indemne su credibilidad nuclear. El timing de la maniobra, sin embargo -que se registra apenas después de aplazarse la realización de una probable cumbre entre Putin y su par estadounidense Donald Trump en torno al conflicto en Ucrania-, amerita un análisis profundo del impacto geopolítico.
Así las cosas, será lícito examinar las especificaciones técnicas del Yars y su rol evolutivo en el arsenal ruso. Desarrollado por el Instituto de Tecnología Térmica de Moscú como sucesor del misil Topol-M, el RS-24 Yars ingresó en servicio en el año 2010, y es una de las joyas de la corona de la industria militar del país. Este vector de tres etapas, impulsado por combustible sólido, contabiliza 23 metros de longitud y unas 49 toneladas de peso, con un alcance estimativo de entre 11 mil y 12 mil kilómetros, lo que le permite llegar a cualquier punto del planeta desde territorio ruso. Cuenta con capacidad para transportar hasta seis vehículos de reentrada independientes (MIRVs, por las conocidas siglas en inglés) con múltiples ojivas, cada una con un yield de hasta 500 kilotones -en síntesis, una potencia explosiva como la bomba de Hiroshima, pero multiplicada por treinta-, y estos detalles lo convierten en una formidable herramienta disuasiva en la ecuación. Adicionalmente, el Yars puede lanzarse desde silos reforzados o aún desde plataformas móviles mecanizadas, factor que complica notablemente los eventuales esfuerzos de detección y neutralización por cuenta de sistemas de defensa antimisiles como el Aegis americano, o bien terciando el THAAD.
En el ejercicio del 22 de octubre, la cartera de Defensa rusa compartió imágenes que capturan la instancia del lanzamiento: una columna de humo y fuego ilumina la tundra de Plesetsk mientras el misil asciende; el espectáculo valida la fiabilidad operativa del vector, y funge como recordatorio gráfico de la letalidad latente que incorpora la doctrina nuclear rusa. De acuerdo a evaluaciones formuladas por entendidos en no-proliferación, las pruebas de lanzamiento de referencia tienen lugar dos veces al año desde 2022 a lo mucho; en tanto la incidencia del mes en curso certifica que el Yars no solo ha evitado fallos informados en ejercicios previos, sino que incluso ha sumado mejoras en sus contramedidas electrónicas -con el objetivo de evadir el radio de cobertura de radares avanzados.
El contexto histórico de estos ejercicios nucleares se remonta a la era postsoviética, pero será lícito consignar un incremento de su intensidad desde acontecida la anexión de la península de Crimea en 2014 y, en particular, con la invasión a gran escala de Ucrania (iniciada en febrero de 2022). El Kremlin supo llevar a cabo simulacros de similar tenor bajo nombres como Grom (Trueno), de ocurrencia casi 'natural' en el mes de octubre, en remarcable coincidencia con el ciclo anual de entrenamiento OTAN bautizado como Steadfast Noon. En 2023, por ejemplo, un ejercicio comparable involucró un lanzamiento de Yars que simulaba una réplica retaliatoria masiva frente a un ataque nuclear del adversario, con el ministro de Defensa Sergei Shoigu informando directamente a Putin vía enlace de video.
En efecto, estos episodios no remiten a un mero show técnico; antes, bien, forman parte de la doctrina nuclear rusa actualizada durante 2020, que habilita el empleo de armamento nuclear ante escenarios clasificables como de 'amenaza existencial', o ante la ocurrencia de ataques de índole convencional con chances creíbles de poner en riesgo la integridad territorial. En el ejemplo del ejercicio aquí narrado, que fuera descrito por el Kremlin hace horas como una 'prueba de preparación de mandos militares y habilidades del personal', aquél tiene lugar en una coyuntura caracterizada por el estancamiento de las negociaciones en torno a Ucrania, donde el aplazamiento de la cumbre Putin-Trump coadyuva a elevar las apuestas. En el cuadrante occidental, los analistas interpretan la incidencia como una señal de que Moscú se ha propuesto proyectar fuerza a criterio de contrarrestar el recurrente respaldo de OTAN hacia Kiev; esta percepción computa el suministro de vectores ATACMS y jets de combate F-16, que han extendido el alcance de las operaciones ucranianas profundas en territorio ruso. La apreciación es inequívoca: en el presente contexto, el Yars no sería apenas un arma más del arsenal, sino un símbolo de la paridad estratégica que Rusia mantiene frente a los Estados Unidos de América, recordando la máxima teórica: cualquier escalada convencional podría cruzar umbrales nucleares con desenlace impredecible.
Naturalmente, las implicancias geopolíticas del lanzamiento trascienden a las fronteras rusas y perturban las fibras sensibles de la ambicionada estabilidad global. En primer término, refuerza la narrativa rusa de la disuasión 'activa', allí donde ejercicios como el descrito disuaden a eventuales adversarios de verse tentados con un incrementalismo poco aconsejable (por ejemplo, apretando el torniquete en frentes tales como Ucrania o el Círculo Polar Artico). El Mar de Barents, desde donde el submarino nuclear Bryansk lanzó el Sineva -otro misil con alcance de 8 mil kilómetros y capacidad MIRV-, es un teatro crítico donde Rusia compite versus submarinos estadounidenses de la clase Ohio por la supremacía submarina. Los bombarderos Tu-95MS, con sus misiles de crucero hipersónicos, completan la tríada, al certificar su proyección aérea global, con capacidad plena para golpear a objetivos en la Europa Occidental o en América del Norte -Canada incluída- sin necesidad de contar con bases avanzadas ni FOBs.
La perspectiva occidental, no obstante, interpela que los ejercicios de la Federación alimentan preocupaciones frente a la plausible renovación de una carrera armamentista. La revocación rusa de la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (fechada en octubre de 2023) ha multiplicado los contactos entre Washington y Bruselas con miras a para fortalecer la disuasión aliada -lo que contempla el despliegue adicional de baterías Patriot en Polonia y las naciones del Báltico. Expertos de la Federación de Científicos Americanos advierten que el Yars, dadas su movilidad y penetración, plantea un desafío de magnitud para los sistemas de defensa actuales, erosionando la confianza recíproca en mecanismos de control de armamento como el Nuevo START, cuyo vencimiento en 2026 se avecina sin un marco continuador claro.
Además, en el contexto del frente ucraniano, donde activos de la inteligencia ucraniana informaron sobre planes rusos para lanzamientos 'demostrativos' en mayo de 2025, el simulacro observado podría interpretarse como una advertencia velada contra cualquier avance de fuerzas de Kiev (con respaldo occidental) hacia Crimea, o bien hacia el Donbás.
Las reacciones internacionales al ejercicio han sido predecibles aunque razonablemente matizadas, lo cual refleja el estado actual de polarización. Por su parte, el Departamento de Estado americano emitió un comunicado reconociendo el carácter 'rutinario' del evento, pero urgiendo a la Federación a proceder con la reanudación del diálogo sobre estabilidad estratégica. Mientras tanto, OTAN -a través de su portavoz- enfatizó la necesidad de transparencia para evitar malentendidos que podrían escalar a conflictos no previstos. En la Europa Occidental, desde el canciller alemán Olaf Scholz hasta el primer ministro británico Keir Starmer reiteraron sus respectivos compromisos con la disuasión nuclear colectiva, con el Reino Unido sometiendo a pruebas recientemente a su propio misil Trident, en la programación de un ejercicio paralelo.
La República Popular China, aliada de Moscú, se abstuvo de comentarios directos; sin embargo, ha invertido recursos y un notorio empeño en el incremento de sus propios simulacros nucleares, incluyendo pruebas de misiles DF-41 en septiembre de 2025. Este ítem sugiere el avance de una convergencia estratégica con chances de conmover el delicado equilibrio global vigente. En el seno de Rusia, el ejercicio ha sido presentado en medios estatales como una victoria técnica, con el Ministerio de Defensa dando a conocer a la opinión pública clips en video que certifican el grado de precisión al impactar el vector en Kura, localidad remota con frecuencia utilizada para simular blancos enemigos alejados.
De cara al futuro, el promocionado lanzamiento del Yars invita a la amplificación de interrogantes en torno a la evolución de la disuasión nuclear en una temporada de tecnologías emergentes. El Kremlin se moviliza hacia la integración de la Inteligencia Artificial en sus sistemas de mando nucleares, con una meta: optimizar la velocidad de los procesos decisionales, potencialmente reduciendo el tiempo de respuesta en varios minutos -aunque objeciones atendibles alertan sobre el riesgo de ocurrencia de errores humanos o cibernéticos (estos últimos impedirían interrumpir procesos en curso).
En simultáneo, los avances en materia de vectores hipersónicos y láseres antimisiles de alta potencia podrían alterar decisivamente la ecuación, convirtiendo a las múltiples ojivas del Yars en vulnerables, de demorarse un upgrade. Observación marginal: las fuerzas armadas de los EE.UU. recién desplegarán su primer batería del sistema Long-Range Hypersonic Weapon (LRHW), conocido como 'Dark Eagle', en diciembre de este año.
En el cuadrante occidental, se ha clamado en pos de la modernización del arsenal Minuteman III americano, cuyo último lanzamiento exitoso (mayo de 2025) contrastó con un pretendido fallo ruso previo, y de expandir la cooperación con aliados en el Ecosistema Indo-Pacífico, con la lógica intención de contrarrestar la influencia sino-rusa.
En cualquier caso, el Kremlin ha imbuído de claridad su mensaje: la disuasión no es negociable, y menos en la presente temporada de incertidumbre.
Con información de Reuters, The Hill, Moscow Times, Newsweek, Sputnik Globe y The National Interest.